jueves, 7 de mayo de 2015

El Sol y el Surya-Yoga


La meditación a la salida del Sol, el Surya -Yoga, se practica durante la primavera y el verano. Fue instituida por el Maestro Peter Deunov en Bulgaria y ha permanecido como uno de los ejercicios más importantes de la Enseñanza de la Fraternidad Blanca Universal.
El Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov, en sus conferencias, no cesó de profundizar y descubrir el sentido y la riqueza de esta práctica, donde el Sol tiene, como símbolo, un lugar central.
El Maestro Omraam dice:
“Me gustaría hablaros ahora de un yoga que supera a todos los demás: es el yoga del Sol. Ya era conocido en el pasado: los griegos y los egipcios lo practicaban, como también los persas, los aztecas, los mayas, los tibetanos… Ahora ha sido abandonado, sobre todo en Occidente. Como en sánscrito Sol se dice “Surya”, le damos a este yoga el nombre de “Surya-yoga”, el cual es mi yoga preferido porque reúne y resume por sí solo todos los demás yogas. Sí, ¿por qué no juntar todos los yogas en un solo?…”
“Los humanos aún no se han dado cuenta de la importancia del Sol. Naturalmente, la ciencia se ocupa de él, pero lo hace para utilizado, para embotellarlo, para venderlo, porque sólo le interesa el aspecto técnico, industrial y comercial de las cosas. ¡Están tan lejos del aspecto espiritual!… Incluso las religiones están lejos, especialmente los religiosos. Ahora bien, precisamente este aspecto espiritual es el que hay que comprender: lo que representa el Sol con sus rayos, cómo puede desarrollarse espiritualmente el hombre mediante el conocimiento del Sol, mediante la práctica del Sol, aprendiendo a mirarlo, a contemplarlo, a entrar en él, a identificarse con él”.
Todos los textos que vienen a continuación son asimismo palabras del Maestro Omraam.
Prepararse
Para venir a la salida del Sol, tenéis que estar preparados desde la víspera: no comer demasiado, no acostaros demasiado tarde, no hacer nada que pueda preocuparos o atormentaros el día siguiente, sino arreglarlo todo de manera que estéis libres por la mañana, con el pensamiento limpio y el corazón en paz, sin tener nada pendiente que arreglar o reparar. Si no es así, a la mañana siguiente no habrá nada en el depósito, y os adormeceréis en lugar de hacer este trabajo que es el más útil para vosotros mismos, para la sociedad y para el universo entero; porque nosotros somos una parte del cosmos y no podemos imaginar que nuestra existencia está separada de él. Así pues, si respetáis ciertas reglas, y si venís por la mañana con el pensamiento concentrado sólo en este trabajo, sabiendo que vuestro porvenir, vuestra felicidad, vuestra salud, vuestro equilibrio dependen de él, recibiréis esta riqueza que mana continuamente de la fuente divina, el Sol.
Sobre la meditación a la salida del Sol
En la paz y la luz de la mañana, empezáis a meditar, pero suavemente, sin concentraros enseguida intensamente en el Sol. Echad primero una ojeada en vuestro fuero interno para ver en qué estado se encuentran los habitantes, y si hay ruido, bullicio, tratad de apaciguarlo y de equilibrarlo todo, porque sólo después de haber instalado la armonía y la paz en vosotros mismos podréis proyectaros hacia el Sol.
Pero no os concentréis siempre en los mismos temas, porque os arriesgáis a saturaros inmediatamente. Lo mismo ocurre con la alimentación, hay que variar, pero manteniéndose en los menús vegetarianos. Así pues, me veo obligado a daros varios métodos presentándoos nuevos aspectos del Sol, y cuando meditéis, en la Roca o en otra parte, encontraréis lo que os conviene en aquel día; al día siguiente, escogeréis otra cosa…
Para que podáis serviros mejor de todo lo que os he explicado, tenéis que anotarlo, tener una pequeña lista, como los cocineros para los menús, y anotar los métodos, las fórmulas, todo lo que os voy a decir respecto al Sol. Cada día consultaréis vuestra pequeña lista: «Veamos, esto no me dice nada hoy… Aquello tampoco… ¡Ah! ¡Esto es muy sabroso! ¡Esto es lo que me hace falta!» Y entonces la meditación será un éxito… Pero, cuidado, no es seguro que el mismo método sea el adecuado para el siguiente día; entonces, al día siguiente, cambiad de menú, escoged un nuevo tema de meditación.
Algunos temas de meditación
El sol de la renovación
Cada año en la primavera todo se renueva. ¡Por todas partes, a nuestro alrededor, cuántas transformaciones! Es una nueva ola que fluye en el cielo y en toda la tierra. Sí, pero no es suficiente con observar que los ríos fluyen, que los pájaros cantan, que miles de plantas salen de la tierra y florecen, o que los árboles se cubren de hojas. Para nosotros también hay todo un trabajo a hacer, un trabajo de renovación.
Cada mañana, cuando vais a la salida del Sol, sólo debéis tener en la cabeza esta renovación. Dejad de lado todos los demás temas, todo lo que ya está viejo y caduco, para finalmente recibir la nueva vida y entrar en comunicación con esa gran corriente que viene del corazón del Universo. Los rayos de la primavera os envían todo aquello que necesitáis como energías y estimulantes para el resto del año. No los dejéis pasar sin tomar algo de ellos. Abríos a ellos para dejaros atravesar por esas fuerzas de luz, de alegría, de resurrección.
Captar los elementos sutiles contenidos en el Sol
El Sol es el origen y el padre de todas las cosas, es la Causa primera; la tierra y los demás planetas salieron de él, es él quien los ha engendrado. Por eso la Tierra contiene los mismos elementos que el sol, pero en estado sólido, condensado. Los minerales, los metales, las piedras preciosas, los gases, los cuerpos sutiles o densos que se encuentran en el suelo, en el agua, en el aire y en el plano etérico, salieron del Sol. También los productos farmacéuticos se fabrican a partir de sustancias minerales o vegetales que proceden del Sol. Así pues, concentrándose en el Sol, el discípulo puede apropiarse de los elementos necesarios para su equilibrio y su salud captándolos en su pureza original.
En realidad, es muy sencillo, ni tan siquiera es necesario conocer qué elementos restablecerán vuestra salud, esto no tiene ninguna importancia. Elevaos mediante el pensamiento hasta las regiones más sutiles, más delicadas del espacio, y exponeos allí a todas esas corrientes. Entonces, vuestra alma y vuestro espíritu, que son químicos muy competentes y que conocen exactamente la naturaleza de todas las sustancias etéricas, captan lo que es necesario y dejan lo demás de lado.
Esperad con amor, sumisión, alegría, confianza, y poco después, cuando volváis, sentiréis que algo se ha restablecido, tranquilizado, reforzado. He ahí cómo hay que obrar.
Y poco importa si, de momento, no conocéis la naturaleza de estos elementos. Sabed solamente que se encuentran en el prana. El prana es una fuerza viviente, la vitalidad que procede del Sol, que se respira con el aire y que se absorbe a través de todas las células. Si queréis, se puede comparar el prana con el agua que fluye desde las altas montañas, un río que encierra muchos elementos nutritivos para los peces, pero también para los animales y los hombres que viven en las orillas. El prana es un río que procede del Sol y llega hasta nosotros, y del cual podemos extraer, mediante la respiración y la meditación, todos los elementos que necesitamos.
Contemplando el Sol
Exponerse al Sol espiritual para hacer crecer los gérmenes escondidos en nuestra alma
Si las semillas que Dios ha depositado en nuestra alma, nuestro espíritu, nuestro corazón, nuestro intelecto y nuestro cuerpo físico no crecen, no dan frutos, se debe a que nos hemos olvidado de acercarnos al Sol. Únicamente el calor del Sol y su luz pueden despertar lo que el Señor ha depositado en nosotros: las cualidades, las virtudes, los dones, los poderes mágicos, todos los esplendores. El día en que el hombre comprenda esto, empezará a acercarse al Sol espiritual, y todas las semillas depositadas en él podrán crecer, dilatarse y dar frutos.
Exponeos a los rayos del Sol y dejadle hacer su trabajo. Sentiréis crecer en vosotros pequeños brotes, pequeños retoños… Naturalmente hay que regarlos enseguida, porque si no se los riega, pueden secarse. El Sol envía su luz y su calor, pero no puede regar las plantas; así pues, precisa una colaboradora, el agua, y esta colaboradora está en nosotros. El Sol hace una parte del trabajo, y a nosotros nos corresponde la otra; las plantas que el Sol ha calentado, debemos regarlas con nuestro amor, nuestra fe, nuestra confianza. ¡Hay que echarle una mano! Si dejáis que el Sol os caliente sin participar en su trabajo, no se producirán grandes resultados y lo que habrá hecho crecer, morirá desecado.
Pero, ¿cómo participar en este trabajo? Cuando estáis bajo los rayos del Sol, debéis ser activos como él, es decir, meditar, contemplar, orar, dar gracias al Señor, o bien pronunciar algunas palabras adecuadas. De esta manera regáis estos brotes con vuestro corazón, con vuestro amor, y todo va por buen camino.
Amar como el Sol
Debéis tomar el Sol por modelo diciéndoos: «Nos ilumina, nos calienta, da la vida a todas las criaturas sin discriminación, ¿a qué se debe?» ¿Acaso el Sol es ciego, no ve los crímenes, no es más que un mecanismo sin inteligencia ni discernimiento al que poco importan la bondad o la maldad, la honestidad o la deshonestidad? No, el Sol ve las faltas y los crímenes de los humanos mucho mejor que cualquiera, pero para él no son otra cosa que hechos insignificantes en relación a la inmensidad de su luz y de su calor. Todo lo que nos parece monstruoso y terrible, para él no son más que pequeños errores, pequeñas destrucciones, pequeñas manchas… Él lo quita, lo repara, lo lava, y continúa iluminando a la humanidad hasta que alcance la perfección con una paciencia ilimitada.
El Sol tiene sus ideas sobre el género humano, sabe muy bien que la humanidad aún es un fruto verde, áspero, duro y ácido, ve la eternidad y la inmortalidad del alma humana. Entonces él, que tan bien sabe hacer que maduren los frutos de los árboles, que los colma poco a poco de azúcar y de perfume hasta lograr que sean deliciosos, quiere también hacer que la humanidad madure. Pero como ha comprendido que se necesita más tiempo para los humanos que para los árboles y los frutos, ha decidido tener paciencia… El Sol no abandona a los hombres porque sabe que si les abandona, su evolución se detendrá, no habrá frutos maduros, no habrá santos, profetas, divinidades sobre la Tierra. El que el Sol brille siempre demuestra que conoce el fin de su trabajo, la finalidad de la creación, y sigue ayudando a los humanos hasta su madurez.
El Sol es el único que no se cansa nunca. Los demás se fatigan, cierran la tienda y desaparecen de la circulación: ¡enterrados! Pero el Sol siempre está ahí, triunfante, radiante. Dice: «Venid, bebed, tomad… ¿Habéis hecho tonterías? No os lo tendré en cuenta. Los humanos son egoístas, negativos, vengativos, y si os cogen no respondo de vosotros. Pero yo no os haré ningún daño, venid, exponeos a mis rayos… ¡aún os daré más! » Tomando el Sol como ideal, como modelo, estáis obligados a mejorar. Junto a él, encontráis la fuerza suficiente para olvidar todas las dificultades, todas las decepciones que suponen el contacto con la humanidad. Pensando como el Sol os convertís en una divinidad, porque no perdéis nunca ni vuestro amor ni vuestra paciencia. Todos los demás capitulan y al cabo de cierto tiempo os dicen: «¡Idos! ¡Ya no os quiero ver! He hecho todo lo que podía por vosotros, y ahora estoy cansado.» Pero el Sol no se fatiga jamás… Ahora podéis comprender por qué os llevo hacia el Sol: porque él es el único que os puede inspirar sentimientos nobles y divinos…
Contemplando la Salida del Sol
Ejercicio para las mañanas en que las nubes tapan el Sol
Puede ocurrir que alguna mañana el Sol esté tapado por las nubes, en cuyo caso hay que saber qué hacer. Ya que las condiciones no son favorables, tenéis que desplazar vuestra actividad: en lugar de mantenerla en el cerebro, en la conciencia, la desplazáis hacia la subconsciencia, hacia el plexo solar. Os dejáis llevar en ese océano cósmico de amor y de felicidad, os abandonáis confiadamente y decís: «Señor Dios, yo me dejo llevar en ese océano de luz, yo confío en Ti.» Y manteniendo en el intelecto sólo una ligera vigilancia para que nada malo pueda introducirse en él, os abandonáis, nadáis en un océano de alegría, estáis en la beatitud. Ved, pues, lo que podéis hacer en semejantes días: no adormecerse, naturalmente, sino dejarse mecer vigilando de cuando en cuando lo que pasa dentro de sí.
Beber el Sol
Estáis esperando la salida del Sol, la aparición del primer rayo… Os mantenéis vigilantes, atentos, y cuando aparece ese primer rayo, lo aspiráis; de esa forma empezáis a beber el Sol. En lugar de mirarlo y respirarlo solamente, lo bebéis, lo coméis, e imagináis que esta luz viva se propaga por todas las células de vuestros órganos, y que las refuerza, las vivifica, las purifica.
Ese ejercicio os ayuda a concentraros y los resultados son fantásticos: todo vuestro ser se estremece y acabáis por sentir que verdaderamente bebéis luz. Así pues, bebed el Sol, ello os ayudará a manteneros vigilantes, con la conciencia despierta: la necesidad de continuar bebiendo os mantendrá despiertos.
La Tierra de los Vivos
Aprended a utilizar los aparatos que Dios os ha dado para entrar en comunicación con el Sol y sus habitantes, para armonizaros con ellos, para entrar en su aura, su felicidad, su luz, su paz. Si pudierais sólo captar algunas ondas, podríais escuchar a todas estas entidades celestes hablaros de vuestro futuro, de las riquezas que poseéis, de la vida que tendréis cuando vuestra conciencia se despierte. Sí, el Sol os habla, os canta, ¿cómo es posible que no podáis escuchar nada?…
Sabed que más allá de esa bola de fuego incandescente, existe un mundo habitado por las criaturas más evolucionadas que dirigen los planetas. Son las vibraciones de estas criaturas las que se transforman en el espacio en calor y en luz.
El Sol, es la Tierra de los Vivos que mencionan los Salmos: “Caminaré ante el Eterno en la Tierra de los Vivos.” Sí, esta Tierra de los Vivos es el Sol. La luz que recorre el espacio, que nos ilumina y nos vivifica, no viene del Sol en sí mismo, sino de sus habitantes. El Sol es una tierra fértil y cultivada donde se expande toda una civilización que es obra de esas entidades sublimes. Ellas nos hablan, nos observan, nos sonríen a veces, pero nosotros, durante este tiempo, ¿dónde estamos?

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