LA PROFUNDIDAD DEL MAR
En el fondo del mar, una gota vive en la oscuridad. Algunos peces le han hablado de otras gotas semejantes a ella que viven donde la luz las vuelve transparentes, todo en ellas es cristalino y ésta luz las acaba absorbiendo llevándolas fuera del mar a un viaje del que no saben su destino.
La verdad es que vivo bien aquí. Me he acostumbrado a la oscuridad de las profundidades marinas y no necesito más –se dijo–. Pero la intriga no dejaba de instigarla y un día, más bien una noche, emprendió el viaje de su vida rumbo a lo desconocido.
–¡Estás loca! ¿Y si nunca puedes regresar? –le decían sus amigas.
–Correré el riesgo –contestó.
Nada tenía que llevar consigo, pues una gota de agua nada posee, tal vez sus recuerdos, como mucho.
Su ascensión, algo que realmente no sabía cómo hacer, esfuerzo le costó. “Sólo la voluntad”, le había dicho un pez. Aunque tener voluntad propia, la que le hacía diferente a las demás gotas, realmente no sabía cómo conseguirla, mas sin saber cómo pronunció la palabra mágica: ¡quiero! Al instante se vio alejarse de las demás gotas, los pulpos, estrellas de mar; de las rocas conocidas hasta en sus más ínfimos detalles. ¡Era tanto el roce!...
Impulsada por una fuerza que desconocía, tras un recorrido que le pareció una eternidad, vislumbró un punto de luminoso que atrajo su atención, haciendo que latiera su diminuto corazón como nunca antes lo hizo.
¡Qué emoción!
¿Y si acabo desapareciendo en la luz y dejo de existir? –pensó.
Las dudas seguían atormentándola y se sintió muy, muy pequeña. Cuando, de pronto, la luz le envolvió. Al principio nada percibía, era tanta su intensidad… que creyó quedarse ciega.
–¡Hola! –escuchó–. ¡Bienvenida a la superficie!
–¿Superficie? Se preguntó. ¿Qué es eso?
La voz, que no sabía aún de dónde procedía, continuó:
–Estás en el mismo mar, con una salvedad, que lo estás sintiendo desde el lado opuesto del que vienes.
La “ceguera” fue desapareciendo y contempló, en un primer momento difusa, ante sí, a otra gota de agua semejante a ella en todo, salvo que brillaba intensamente.
–¿Estás sorprendida? No temas por mi aspecto. Mírate y verás que tu fulgor es como el mío.
Se observó. ¡Oh! Gritó.
–¿Cómo puede ser eso, si yo provengo de la oscuridad? –algo confundida le contestó.
–Es sencillo. Aquí nos llega la luz directa del Sol, de tal modo que nos inunda y todo en nosotras es diáfano.
–¿Y aquí, qué hacemos?
–Esperaba tu pregunta. Si miras a tu alrededor verás que no estamos solas. Hay muchas gotas como tú y como yo. Te esperamos desde hace tiempo. Vamos a emprender un viaje más allá del mar. ¿Aceptas?
Giró su cuerpo al completo y… ¡estaba rodeada de gotas! Todas brillando como ellas. Le sonreían. Y su efecto fue demoledor, su ser se sintió unido a todas ellas, como si fueran una sola gota gigante. Y, aun así, pensaba como ella lo hacía siempre. No se disolvió en ellas.
Un ¡Sí!, que sonó bien fuerte, salido de las profundidades de su ser, se escuchó.
El Sol que le alumbraba, manifestó una cualidad que no fue consciente hasta ese mismo instante. Sintió cómo su ser empezó a experimentar calor, tanto que le hizo perder la consciencia por un momento. Sin saber qué estaba pasando, su cuerpo cambió por completo. Era ella, pero a la vez completamente distinta. De pronto, se fijó que el mar se alejaba de su vista a gran velocidad y, por primera vez en su vida contempló la inmensidad del mundo en que había vivido un segundo antes. Era azul, con diferentes tonalidades que ni imaginaba que existían. Pero se dio cuenta que había también zonas de distintos colores: verdes, blancos, marrones… Y no eran el mar. Había más en el mundo que habitaba y, se fijó en el contorno de su mundo. Era como ella, una esfera.
–¡Hola, otra vez! –con una gran sonrisa su viajera compañera le sacó de su estupefacción–. Ahora somos una nube, somos vapor de agua, y como has comprobado, aun así sigues siendo la misma. Vamos hacia el lugar donde has visto los otros colores de nuestro mundo, lo llamamos “tierra”, y comprobarás que esta palabra engloba muchas posibilidades para experimentar. Puedes elegir el lugar donde posarte. El que sientas que te atrae, es el que te necesita.
No entendía muy bien lo que le había contado, así que se dejó llevar por la intuición. El blanco que vio anteriormente, sin saber por qué era la zona elegida.
–No estarás sola, hay muchas que como tú han escogido el mismo sitio. Estamos sobre Los Andes, una cordillera que recorre la mitad de un continente, con una blancura perpetua en gran parte de ella. Es el momento en que nos “separamos”, aunque ya sabes que es solo apariencia.
Un inmenso rayo de luz seguido por un estruendo que asustó a nuestra gota de agua viajera hizo que sintiera un escalofrío.
–Nada temas. Sigue a tus compañeras de viaje. Sentirás frio y tu forma cambiará nuevamente. Seguirás siendo tú, aunque con otro ropaje…
Sintió que todo su ser se transformaba. En menos de lo que surge un pensamiento pasó del estado en que se encontraba, al que conocía anteriormente y a uno distinto, en el que se sentía a gusto. Se mecía por encima de las montañas descendiendo suavemente. Miró a su alrededor y vio a millones que como ella eran felices con su mutación.
–Lleváis vida al lugar donde vais –le dijo su ya amiga y compañera–. Quienes viven abajo tienen sed. Sin vosotras morirían. Yo voy a otras tierras donde también están sedientos.
Se fundió con sus compañeras en la cima de una montaña. Pasado un tiempo el Sol que le dio la luz, volvió a verle esplendoroso salir por el horizonte, calentando su cuerpo. Esta vez sin miedo alguno emprendió un viaje que le llevaba ladera abajo hasta donde habitaban unos seres sedientos…
Como gota de agua viajó, experimentó sensaciones que le enriquecieron. La más hermosa fue cuando una niña introdujo su mano en el río en el que ella se encontraba. Puso en ésta muchas gotas incluida ella y la llevó hacia su boca. Entró suavemente, y en cascada descendió por el cuerpo de la niña y, sorprendida, contempló a la altura de su pecho un sol como el que conoció al principio de su partida. Y así supo que en todos había una estrella que nos ilumina noche y día.
–Correré el riesgo –contestó.
Nada tenía que llevar consigo, pues una gota de agua nada posee, tal vez sus recuerdos, como mucho.
Su ascensión, algo que realmente no sabía cómo hacer, esfuerzo le costó. “Sólo la voluntad”, le había dicho un pez. Aunque tener voluntad propia, la que le hacía diferente a las demás gotas, realmente no sabía cómo conseguirla, mas sin saber cómo pronunció la palabra mágica: ¡quiero! Al instante se vio alejarse de las demás gotas, los pulpos, estrellas de mar; de las rocas conocidas hasta en sus más ínfimos detalles. ¡Era tanto el roce!...
Impulsada por una fuerza que desconocía, tras un recorrido que le pareció una eternidad, vislumbró un punto de luminoso que atrajo su atención, haciendo que latiera su diminuto corazón como nunca antes lo hizo.
¡Qué emoción!
¿Y si acabo desapareciendo en la luz y dejo de existir? –pensó.
Las dudas seguían atormentándola y se sintió muy, muy pequeña. Cuando, de pronto, la luz le envolvió. Al principio nada percibía, era tanta su intensidad… que creyó quedarse ciega.
–¡Hola! –escuchó–. ¡Bienvenida a la superficie!
–¿Superficie? Se preguntó. ¿Qué es eso?
La voz, que no sabía aún de dónde procedía, continuó:
–Estás en el mismo mar, con una salvedad, que lo estás sintiendo desde el lado opuesto del que vienes.
La “ceguera” fue desapareciendo y contempló, en un primer momento difusa, ante sí, a otra gota de agua semejante a ella en todo, salvo que brillaba intensamente.
–¿Estás sorprendida? No temas por mi aspecto. Mírate y verás que tu fulgor es como el mío.
Se observó. ¡Oh! Gritó.
–¿Cómo puede ser eso, si yo provengo de la oscuridad? –algo confundida le contestó.
–Es sencillo. Aquí nos llega la luz directa del Sol, de tal modo que nos inunda y todo en nosotras es diáfano.
–¿Y aquí, qué hacemos?
–Esperaba tu pregunta. Si miras a tu alrededor verás que no estamos solas. Hay muchas gotas como tú y como yo. Te esperamos desde hace tiempo. Vamos a emprender un viaje más allá del mar. ¿Aceptas?
Giró su cuerpo al completo y… ¡estaba rodeada de gotas! Todas brillando como ellas. Le sonreían. Y su efecto fue demoledor, su ser se sintió unido a todas ellas, como si fueran una sola gota gigante. Y, aun así, pensaba como ella lo hacía siempre. No se disolvió en ellas.
Un ¡Sí!, que sonó bien fuerte, salido de las profundidades de su ser, se escuchó.
El Sol que le alumbraba, manifestó una cualidad que no fue consciente hasta ese mismo instante. Sintió cómo su ser empezó a experimentar calor, tanto que le hizo perder la consciencia por un momento. Sin saber qué estaba pasando, su cuerpo cambió por completo. Era ella, pero a la vez completamente distinta. De pronto, se fijó que el mar se alejaba de su vista a gran velocidad y, por primera vez en su vida contempló la inmensidad del mundo en que había vivido un segundo antes. Era azul, con diferentes tonalidades que ni imaginaba que existían. Pero se dio cuenta que había también zonas de distintos colores: verdes, blancos, marrones… Y no eran el mar. Había más en el mundo que habitaba y, se fijó en el contorno de su mundo. Era como ella, una esfera.
–¡Hola, otra vez! –con una gran sonrisa su viajera compañera le sacó de su estupefacción–. Ahora somos una nube, somos vapor de agua, y como has comprobado, aun así sigues siendo la misma. Vamos hacia el lugar donde has visto los otros colores de nuestro mundo, lo llamamos “tierra”, y comprobarás que esta palabra engloba muchas posibilidades para experimentar. Puedes elegir el lugar donde posarte. El que sientas que te atrae, es el que te necesita.
No entendía muy bien lo que le había contado, así que se dejó llevar por la intuición. El blanco que vio anteriormente, sin saber por qué era la zona elegida.
–No estarás sola, hay muchas que como tú han escogido el mismo sitio. Estamos sobre Los Andes, una cordillera que recorre la mitad de un continente, con una blancura perpetua en gran parte de ella. Es el momento en que nos “separamos”, aunque ya sabes que es solo apariencia.
Un inmenso rayo de luz seguido por un estruendo que asustó a nuestra gota de agua viajera hizo que sintiera un escalofrío.
–Nada temas. Sigue a tus compañeras de viaje. Sentirás frio y tu forma cambiará nuevamente. Seguirás siendo tú, aunque con otro ropaje…
Sintió que todo su ser se transformaba. En menos de lo que surge un pensamiento pasó del estado en que se encontraba, al que conocía anteriormente y a uno distinto, en el que se sentía a gusto. Se mecía por encima de las montañas descendiendo suavemente. Miró a su alrededor y vio a millones que como ella eran felices con su mutación.
–Lleváis vida al lugar donde vais –le dijo su ya amiga y compañera–. Quienes viven abajo tienen sed. Sin vosotras morirían. Yo voy a otras tierras donde también están sedientos.
Se fundió con sus compañeras en la cima de una montaña. Pasado un tiempo el Sol que le dio la luz, volvió a verle esplendoroso salir por el horizonte, calentando su cuerpo. Esta vez sin miedo alguno emprendió un viaje que le llevaba ladera abajo hasta donde habitaban unos seres sedientos…
Como gota de agua viajó, experimentó sensaciones que le enriquecieron. La más hermosa fue cuando una niña introdujo su mano en el río en el que ella se encontraba. Puso en ésta muchas gotas incluida ella y la llevó hacia su boca. Entró suavemente, y en cascada descendió por el cuerpo de la niña y, sorprendida, contempló a la altura de su pecho un sol como el que conoció al principio de su partida. Y así supo que en todos había una estrella que nos ilumina noche y día.
Tras varios años desde el inicio de su aventura se encontró frente al mar. Sin dudarlo se sumergió hasta sus profundidades, al mundo que le vio nacer. Les contó a sus amigas las peripecias de su larga aventura. Unas le creyeron y otras no. Ella sabía que nada tenía que demostrar, pues, como a ella le pasó, un día sentirán que es el momento de emprender un viaje, un largo viaje hacia el Sol, el mismo que ahora, aun en las profundidades, ilumina en la noche.
Ángel Hache
http://escrito-en-el-viento.blogspot.com.es/
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