La sensación de sufrimiento
Paseando por un camino, podrá ver el esplendor de la naturaleza, la extraordinaria belleza de los campos verdes y cielos abiertos y podrá escuchar la risa de los niños. Sin embargo, a pesar de todo esto, seguirá presente esa sensación de sufrimiento. Está la angustia de la mujer embarazada, el sufrimiento relacionado con la muerte, el sufrimiento de aquel que espera con ansia algo que no sucede, el sufrimiento de una nación que decae, que entra en crisis; y está el sufrimiento relacionado con la corrupción, no sólo en lo colectivo sino también a nivel individual. El sufrimiento está en su propia casa, si lo observa con detenimiento, el sufrimiento de no poder realizarse, el sufrimiento de la propia mezquindad o incapacidad, y otros muchos sufrimientos inconscientes. -Krishnamurti-
Paseando por un camino, podrá ver el esplendor de la naturaleza, la extraordinaria belleza de los campos verdes y cielos abiertos y podrá escuchar la risa de los niños. Sin embargo, a pesar de todo esto, seguirá presente esa sensación de sufrimiento. Está la angustia de la mujer embarazada, el sufrimiento relacionado con la muerte, el sufrimiento de aquel que espera con ansia algo que no sucede, el sufrimiento de una nación que decae, que entra en crisis; y está el sufrimiento relacionado con la corrupción, no sólo en lo colectivo sino también a nivel individual. El sufrimiento está en su propia casa, si lo observa con detenimiento, el sufrimiento de no poder realizarse, el sufrimiento de la propia mezquindad o incapacidad, y otros muchos sufrimientos inconscientes. -Krishnamurti-
A lo largo de la historia de la humanidad, muchos chamanes, sacerdotes, sabios, místicos, santos, psicólogos y psiquiatras han intentado señalar las mejores maneras de vivir correctamente el sufrimiento para poder trascenderIo. Han enfrentado a hombres y mujeres con el discernimiento de su padecer, para que al entenderlo correctamente, puedan trascenderlo y liberarse de él. Pero estos métodos para discernir que nos han ofrecido los diversos médicos del alma no son siempre de la misma naturaleza; e incluso en ocasiones se contradicen radicalmente unos a otros.
Los antiguos médicos del alma nos aconsejaban ponernos en contacto con Dios; los modernos dicen que hay que establecer contacto con el inconsciente. Los de vanguardia nos aconsejan que nos toquemos el cuerpo, los clarividentes anuncian que hay que trascender el cuerpo. Hoy, más que nunca, el desacuerdo entre los médicos del alma es estridente, y el resultado es que nos encontramos paralizados en medio de nuestro sufrimiento, confundidos en cuanto a su significado y sin saber siquiera a quién podemos preguntarle qué significa. Inmovilizados, en nuestro sufrimiento, no emerge, ni puede emerger nuestra más profunda penetración intuitiva en la realidad. No podemos adentrarnos en nuestro sufrimiento con la conciencia necesaria para discernir su naturaleza interior.
No podemos soportar nuestro sufrimiento con resultados fructíferos a menos que sepamos qué es lo que significa y por qué se produce. Y no sabemos lo que significa porque no tenemos un médico del alma en quien podamos confiar sin reservas. Tiempos hubo en que nos dirigíamos con fe inocente al sacerdote, el chamán o el sabio como médicos del alma, y ellos guiaban nuestra conciencia hacia Dios. Pero en el último siglo el sacerdote ha sido desplazado en buena medida por el psiquiatra en cuanto autoridad en quien confiar cuando uno se encuentra con dificultades; y este nuevo sacerdote dirigía, nuestra conciencia hacia aspectos de nuestra propia psique.
Pero ahora la confianza en el psiquiatra como respetado médico del alma va disminuyendo lentamente a medida que emergen terapias más modernas, eficaces y liberadoras. Nuestros nuevos médicos del alma aparecen en Esalen, Oasis y en otros «centros de desarrollo» similares, muchos de ellos en Estados Unidos. Estas gentes están revolucionando el significado de «terapia», al dirigir nuestra conciencia hacia la totalidad del organismo y no solamente a la psique desencarnada. Vemos, incluso, cómo van apareciendo otros, nuevos médicos del alma, los terapeutas transpersonales, que dirigen nuestra percepción directamente a la conciencia supraindividual.
Pero, ¡ay!, puesto que todos estos médicos no se ponen de acuerdo entre sí, ¿a quién debemos creer?
Uno de los mayores problemas que se derivan de esta controversia en la que todos quieren tener razón, es la persistencia con la que tanto los legos como los profesionales tienden a suponer que los diversos médicos del alma se ocupan del ser humano desde diferentes ángulos. Pero no es así, sino que más bien se ocupan de diferentes niveles de la conciencia humana desde diferentes ángulos. Actualmente carecemos de médicos del alma en quienes podamos confiar de todo corazón porque nos imaginamos que todos están hablando del mismo nivel de nuestra conciencia. Por consiguiente, parece fuera de duda que se contradicen entre sí, por lo menos en lo esencial, y quedamos atrapados en la contradicción.
Sin embargo, una vez reconocemos la multiplicidad de niveles inherente a la naturaleza de la conciencia humana, cuando entendemos que nuestro ser tiene muchas capas, podemos empezar a ver que los diversos tipos de terapias difieren, precisamente, porque se dirigen a esos diferentes niveles del alma. Así, pues, si comprendemos que los diversos médicos del alma se dirigen de un modo válido a diferentes niveles de la conciencia quizá podamos escuchar más abiertamente lo que cada uno a su manera tiene que decirnos respecto al nivel del que se ocupa especialmente. Y si nuestro sufrimiento se da en ese nivel, escuchemos atentamente lo que pueda decirnos, y quizá nos ayude a ver el significado de nuestro tipo particular de sufrimiento, a soportarlo a conciencia, comprenderlo y, por ende, a trascenderlo.
Una vez nos hayamos familiarizado en términos generales con el espectro de la conciencia, con las diversas capas de nuestro propio ser, quizá podamos detectar más fácilmente el nivel en que actualmente vivimos, lo mismo que el nivel donde -si es que sufrimos- se origina nuestro sufrimiento. Podemos así escoger el tipo adecuado de médico del alma y una manera adecuada de enfrentarnos a nuestro sufrimiento actual y no seguir ya paralizados en medio de él.
KEN WILBER
Los antiguos médicos del alma nos aconsejaban ponernos en contacto con Dios; los modernos dicen que hay que establecer contacto con el inconsciente. Los de vanguardia nos aconsejan que nos toquemos el cuerpo, los clarividentes anuncian que hay que trascender el cuerpo. Hoy, más que nunca, el desacuerdo entre los médicos del alma es estridente, y el resultado es que nos encontramos paralizados en medio de nuestro sufrimiento, confundidos en cuanto a su significado y sin saber siquiera a quién podemos preguntarle qué significa. Inmovilizados, en nuestro sufrimiento, no emerge, ni puede emerger nuestra más profunda penetración intuitiva en la realidad. No podemos adentrarnos en nuestro sufrimiento con la conciencia necesaria para discernir su naturaleza interior.
No podemos soportar nuestro sufrimiento con resultados fructíferos a menos que sepamos qué es lo que significa y por qué se produce. Y no sabemos lo que significa porque no tenemos un médico del alma en quien podamos confiar sin reservas. Tiempos hubo en que nos dirigíamos con fe inocente al sacerdote, el chamán o el sabio como médicos del alma, y ellos guiaban nuestra conciencia hacia Dios. Pero en el último siglo el sacerdote ha sido desplazado en buena medida por el psiquiatra en cuanto autoridad en quien confiar cuando uno se encuentra con dificultades; y este nuevo sacerdote dirigía, nuestra conciencia hacia aspectos de nuestra propia psique.
Pero ahora la confianza en el psiquiatra como respetado médico del alma va disminuyendo lentamente a medida que emergen terapias más modernas, eficaces y liberadoras. Nuestros nuevos médicos del alma aparecen en Esalen, Oasis y en otros «centros de desarrollo» similares, muchos de ellos en Estados Unidos. Estas gentes están revolucionando el significado de «terapia», al dirigir nuestra conciencia hacia la totalidad del organismo y no solamente a la psique desencarnada. Vemos, incluso, cómo van apareciendo otros, nuevos médicos del alma, los terapeutas transpersonales, que dirigen nuestra percepción directamente a la conciencia supraindividual.
Pero, ¡ay!, puesto que todos estos médicos no se ponen de acuerdo entre sí, ¿a quién debemos creer?
Uno de los mayores problemas que se derivan de esta controversia en la que todos quieren tener razón, es la persistencia con la que tanto los legos como los profesionales tienden a suponer que los diversos médicos del alma se ocupan del ser humano desde diferentes ángulos. Pero no es así, sino que más bien se ocupan de diferentes niveles de la conciencia humana desde diferentes ángulos. Actualmente carecemos de médicos del alma en quienes podamos confiar de todo corazón porque nos imaginamos que todos están hablando del mismo nivel de nuestra conciencia. Por consiguiente, parece fuera de duda que se contradicen entre sí, por lo menos en lo esencial, y quedamos atrapados en la contradicción.
Sin embargo, una vez reconocemos la multiplicidad de niveles inherente a la naturaleza de la conciencia humana, cuando entendemos que nuestro ser tiene muchas capas, podemos empezar a ver que los diversos tipos de terapias difieren, precisamente, porque se dirigen a esos diferentes niveles del alma. Así, pues, si comprendemos que los diversos médicos del alma se dirigen de un modo válido a diferentes niveles de la conciencia quizá podamos escuchar más abiertamente lo que cada uno a su manera tiene que decirnos respecto al nivel del que se ocupa especialmente. Y si nuestro sufrimiento se da en ese nivel, escuchemos atentamente lo que pueda decirnos, y quizá nos ayude a ver el significado de nuestro tipo particular de sufrimiento, a soportarlo a conciencia, comprenderlo y, por ende, a trascenderlo.
Una vez nos hayamos familiarizado en términos generales con el espectro de la conciencia, con las diversas capas de nuestro propio ser, quizá podamos detectar más fácilmente el nivel en que actualmente vivimos, lo mismo que el nivel donde -si es que sufrimos- se origina nuestro sufrimiento. Podemos así escoger el tipo adecuado de médico del alma y una manera adecuada de enfrentarnos a nuestro sufrimiento actual y no seguir ya paralizados en medio de él.
KEN WILBER