EL MISTERIO DE LOS SIETE RAYOS
Tal como anuncié en una de nuestras conversaciones anteriores, vamos a iniciar hoy el estudio del interesante y profundo tema de “LOS SIETE RAYOS”, intentando descubrir conjuntamente su procedencia, su significado y su augusta finalidad en relación con el proceso de evolución de nuestro Universo.
Aceptada como lógica la idea de una Jerarquía espiritual planetaria que dirige la evolución de la humanidad, la representación del Quinto Reino de la Naturaleza, el de las Almas liberadas, tomaba cuerpo y consistencia objetiva en nuestra mente y nos invitaba a penetrar en el estudio de los misterios espirituales que constituyen aquel Centro infinito de redención del género humano.
No vamos a repetir aquí cuanto dijimos en una anterior conversación acerca de la instauración, funciones y finalidad del Quinto Reino, o de la Gran Fraternidad Blanca, tal como esotéricamente se lo denomina, aunque sí nos será de utilidad insistir sobre el hecho de que el Centro total de la evolución en nuestro planeta es aquel SER, conocido ocultamente bajo el nombre místico de SANAT KUMARA, quien rige los destinos del mundo y de todo cuanto en el mismo “vive, se mueve y tiene el ser”, secundado estrechamente por otras seis grandes Entidades espirituales de elevadísima trascendencia a quienes la tradición esotérica denomina Budas esotéricos o Budas exotéricos, según sea el carácter interno o externo de su TRABAJO en relación con la evolución planetaria.
La idea de este grupo central constituido por SANAT KUMARA, el Señor del Mundo y los seis Budas antes descriptos nos introducirá en el estudio de los SIETE RAYOS que iniciamos hoy, ya que cada uno de ellos excelsos Seres encarna alguna de las Siete Cualidades distintivas del Logos de nuestro Sistema Solar, cuyas corrientes de energía constituyen precisamente los SIETE RAYOS, que constituyen en su totalidad la Vida de nuestro Universo.
Hecha esta pequeña introducción vamos a intentar aclarar ahora el sentido de los Rayos cósmicos que condicionan la vida solar. Para ello será necesario que nos remontemos a las causas motivadoras de nuestro Universo, ya que sin una concepción más o menos objetiva o intelectual de las raíces cósmicas del mismo, nos resultaría poco menos que imposible comprender el origen de los Siete Rayos, tal como se manifiestan en nuestro Sistema Solar y muy concretamente en nuestro planeta.
A. GENEALOGÍA DEL UNIVERSO
Leyendo en los anales esotéricos y místicos del pasado reflejados en las páginas de los antiquísimos Libros de Jerarquía, hallamos esta curiosa y al propio tiempo aleccionadora idea acerca del principio de nuestro Universo: ‘‘…Los Siete grandes RISHIS de la OSA MAYOR tomaron como esposas a las Siete gráciles Vírgenes de las PLÉYADES”.
Tal es aparentemente, y según se refleja en nuestro entendimiento, el origen místico de la frase “maridaje celeste”, a partir del cual se inició el proceso cósmico que dio vida a nuestro Universo.
Más adelante puede leerse: “SIRIO, la rutilante estrella que inundaba con su Luz las grandes soledades cósmicas, sancionó desde su elevada y misteriosa Atalaya aquella indescriptible e inmaculada unión y envió para santificarla a uno de SUS HIJOS MUY AMADOS, quien era allí MAESTRO DE MAESTROS Y DIGNÍSIMO EN AMOR Y SACRIFICIO”.
No podría ser descrito más gráfica ni poéticamente el Misterio de la Encarnación, realizado en los altos niveles cósmicos por medio de este SER, de “quien nada puede decirse”, que es el Señor de nuestro Universo y que aparentemente procede de la gran estrella SIRIO de la Constelación del CAN.
Analizando este grupo de ideas desde el ángulo esotérico de la analogía, podríamos llegar a las siguientes conclusiones:
a. La Constelación septenaria de la OSA MAYOR es de orden positivo y de carácter masculino.
b. La Constelación de LAS PLEYADES, asimismo septenaria, es de orden negativo (en relación con la OSA MAYOR) y de carácter femenino.
c. La Conjunción magnética de ambas Constelaciones o “Maridaje Celeste”, aprovechando óptimos planos de incidencia cósmica, determinó una respuesta desde SIRIO.
Es la concepción física de nuestro Sistema Solar y la encarnación del Logos de nuestro Universo.
De este triple Misterio al cual hacen referencia sutil y mística la mayor parte de los llamados “Libros Sagrados de la Humanidad”, se deriva la concepción, estructura física y expresión psicológica de este Universo de cuyo contenido espiritual formamos parte. Se trata, como verán ustedes, de darle una explicación lo más racional que nos sea posible a todo cuanto en relación con nuestro Universo fue encubierto por los secretos velos de un elevado Misterio espiritual.
No olviden ustedes que estamos viviendo hoy día bajo la tremenda presión de los grandes avances científicos y tecnológicos y que las verdades esotéricas deben ser analizadas muy concreta y analíticamente por los investigadores de las verdades ocultas de la Naturaleza.
Así pues en nuestra conversación de hoy trataremos de darle consistencia científica a las ideas esotéricas que nos fueron transmitidas a través de las alegorías poéticas y místicas de los Libros Sagrados que salvaguardan la gran tradición hermética de la Sabiduría.
No podríamos darle en verdad una explicación intelectual o racional, es decir, comprensible, a la expresión septenaria de la Naturaleza sin remontarnos previamente a las elevadas Fuentes místicas que encubren las altas verdades espirituales y fueron causa y motivo de la SÉPTUPLE CONSTITUCIÓN y expresión Universal.
Les ruego, por tanto, mediten atentamente cuanto hemos dicho hasta aquí con respecto a los orígenes de nuestro Universo. Apliquen la analogía y sin tratar de forzar la mente, ya que una mente sujeta al esfuerzo difícilmente puede comprender el alcance de cualquier posible verdad, sigan atentamente el proceso. Aparecerá así indudablemente ante su vista un extenso cuadro de valores psicológicos realmente insospechables que hará posible que a partir de aquella primera “Gran Concepción Universal Septenaria” realizada en niveles cósmicos, podamos empezar a hablar psicológicamente de los SIETE RAYOS y a ver algo más claro cuanto a través de la tradición esotérica y mística nos comunicaron los libros de teosofía y de elevada concepción filosófica.
La estructura espiritual y física de nuestro Universo se fundamenta en las dos grandes corrientes de vida septenaria que fluyen por medio de las Constelaciones de la OSA MAYOR y de las PLÉYADES. La organización de tales corrientes de vida y energía y su distribución en orden a densidades -si podemos utilizar esta expresión- determina la creación de los Siete Planos del Sistema Solar, de los cuales emanan las energías que determinan los Siete Esquemas terrestres, las Siete Cadenas planetarias, las Siete Rondas de cada Cadena, los Siete planetas de cada Ronda, los Siete Reinos de la Naturaleza, las Siete Razas humanas, cada cual con sus siete correspondientes subrazas, las Siete modificaciones del Éter, las Siete cualidades de la Luz, o siete colores del espectro solar, las Siete Notas fundamentales del Sonido y, en lo que a la humanidad respecta, los Siete tipos psicológicos, los Siete grandes centros etéricos de distribución de la energía, denominados técnicamente CHACRAS, cada cual con su correspondiente glándula endocrina, etc., etc.
Como ustedes verán, y tal como la analogía nos lo demuestra, el Macrocosmos y el microcosmos se complementan en este denominador, común que en los estudios esotéricos es denominado LOS SIETE RAYOS.
A partir de momento sólo deberemos ir concretando detalles dentro de la impresionante majestad del conjunto que iremos estudiando y tratar de darle validez científica al hecho psicológico del hombre como un Septenario que refleja en su vida todo cuanto ocurre en los vastos océanos de lo Cósmico, ya que, según dicen todas las grandes religiones del mundo “el hombre es hecho a imagen y semejanza de la Divinidad”.
B. LOS PLANOS DEL SISTEMA SOLAR
De acuerdo con los estudios esotéricos, tales son los Planos o niveles donde se proyectan y desde donde se distribuyen las energías de los SIETE RAYOS:
Rayo 1º PLANO ÁDICO (el de la propia Divinidad)
Rayo 2º PLANO MONÁDICO (o Espiritual)
Rayo 3º PLANO ÁTMICO
Rayo 4º PLANO BÚDICO (Tríada Espiritual)
Abstracto
Rayo 5º PLANO MENTAL (El Ángel Solar)
Concreto
Rayo 6º PLANO EMOCIONAL
Etérico
Rayo 7º PLANO FÍSICO (La Personalidad Humana)
Denso
Siempre de acuerdo a cuanto hemos aprendido en los libros ocultistas, habrá que señalar algo que ustedes quizás ya saben, o sea, que los Planos Átmico, Búdico y Mental constituyen los niveles expresivos de la llamada TRÍADA ESPIRITUAL, o expresión monádica -tal como se expresa por medio del Ángel solar en el tercer subplano del Plano mental.
Hay que remarcar también que el aspecto concreto de la MÓNADA, o Manas inferior, constituye el intelecto humano el cual, unido a los componentes kármicos invocados desde los niveles emocionales y físicos, constituyen la entidad psicológica que técnicamente definimos como “Personalidad Humana”.
Nada vamos a hablar hoy sobre las expresiones particulares de un Esquema Terrestre.
Bastará indicar que cada Logos Planetario es responsable de su propio Esquema de evolución ante el Logos Solar, de quien dimana toda forma de vida y toda corriente de energía.
Sólo indicaremos, como materia simplemente informativa, que un Esquema terrestre consta de Siete Cadenas de Mundos, que cada una de estas cadenas tiene Siete Rondas, o procesos de encarnación, que cada Ronda abarca la evolución de Siete planetas, solidarios entre sí y kármicamente unidos -si podemos decirlo así- durante el proceso de manifestación de una Ronda planetaria, la cual, según se nos dice ocultamente, es la proyección evolutiva del aspecto personal del Logos de un Esquema terrestre.
Ahora bien, es interesante saber en orden a nuestro estudio que cada planeta en evolución dentro del ciclo correspondiente a su Cuarta Ronda (o encarnación física de Logos planetario), desarrolla y pone en actividad Siete grandes Razas Raíces y que cada una de estas Siete grandes Razas se subdivide en otras tantas subrazas, cada una de las cuales con sus peculiares y correspondientes cualidades y características.
Sabemos también, inducidos por el principio hermético de analogía, que en la Naturaleza planetaria evolucionan Siete Reinos de los cuales sólo conocemos los cuatro primeros, es decir, el mineral, el vegetal, el animal y el humano, aunque empezamos a entrever la grandeza del Quinto Reino, el Espiritual, quedando ante nuestra perspectiva como una tremenda incógnita para el futuro, la evolución de otros dos Reinos para los cuales nuestra mente carece absolutamente de cualidades para poder identificarlas.
Hay que distinguir también en cada Plano, siempre en orden a densidad de vibraciones, a los siete elementos naturales constituyentes del mismo con raíz en el Éter, la sustancia universal de Creación, de los cuales solamente conocemos Cinco, los más próximos a nuestro presente estado de evolución por estar enlazados con la Naturaleza del plano físico, o sea, la tierra, el agua, el fuego, el Aire y el primer Éter, reconocido oficialmente por la Ciencia actual, aunque se carece todavía de los necesarios aparatos técnicos para poder detectarle objetivamente.
Quedan todavía otros dos éteres más sutiles que entran en la composición del cuerpo etérico de los seres humanos y completan la maravillosa organización física del Universo.
La complejidad grandiosa de la estructura universal determina así que SIETE elementos químicos de base, siguiendo un orden creciente de sutilidad y sensibilidad, constituyan la base orgánica de los cuerpos en todos aquellos niveles en donde la FORMA de que se reviste el aliento espiritual de la Divinidad precise todavía de una cierta densidad objetiva, tal como ocurre en los bajos niveles emocionales y en el nivel mental concreto, pero a partir de ahí el Aliento espiritual divino utiliza una especie particular de Éter en cuya composición entran unos elementos realmente imponderables desde el ángulo de vista de la percepción humana.
Sólo cuando el alma se libera de la sustancia grosera de sus cuerpos de densidad mayor y entra en la mágica corriente de la Iniciación, empieza a ser consciente de tales niveles de sutilidad. No podemos, por tanto, entrar en su consideración en nuestras conversaciones, aun cuando y de acuerdo con el principio de analogía demos por “supuesta” la existencia de estos elementos imponderables que constituyen los agentes cohesivos de nuestro Sistema Solar.
Vicente Beltrán Anglada
http://trabajadoresdelaluz.com.ar/