Al despertar tu consciencia, descubres poco a poco en lo que te has ido convirtiendo día tras día a causa de aprendizajes instaurados en tu mente, pautas de comportamientos más o menos aceptables por un grupo de individuos llamado sociedad, que determina qué aptitudes son válidas y cuáles son inadecuadas para ser un miembro destacado o desapercibido dentro de dicho conjunto de individuos. A parte de estas normas, que quedan escondidas bajo conceptos educacionales que se transmiten principalmente en el núcleo familiar y de manera menos importante en otros ámbitos, tales como la escuela o el círculo de amistades o conocidos en los que compartimos nuestras vivencias, existen pautas de comportamiento inducidas generación tras generación a través de las emociones mentales que nos desarraigan de nuestro verdadero centro de sabiduría, nuestro corazón.
El corazón tiene las claves de nuestra felicidad, sabe qué necesitamos y qué no necesitamos, sabe hacia dónde debemos movernos o dirigirnos, sabe todo lo que no sabe la mente. Nuestra mente es como un ordenador que contiene muchísima información, pero el usuario, el verdadero usuario es nuestro corazón. Algunos lo llaman intuición, otros alma, pero sea como sea, ahí está nuestra esencia real y no en estructuras complejas basadas en errores y en paradigmas ya obsoletos que nos bloquean y nos generan emociones negativas y mal gestionadas que, en ocasiones, nos conducen a enfermedades físicas y que siempre nos confunden y desorientan, nos llevan a equivocar el camino y nos hacen infelices.
Cuando un individuo despierta se da cuenta de que su corazón le habla y le dirige justamente al lado opuesto de su mente. Ahí empieza a sentirse confundido, necesita saber qué está pasando, se da cuenta de que no está donde desea estar, necesita cambiar muchas cosas de su vida, pero le falta el valor de hacerlo, pues la mente le intenta convencer de que si cambia su vida va a sufrir.
Sin embargo, algo le impulsa a seguir los dictados de su corazón, y cambia todo lo que no le hace feliz, busca su felicidad a través de sí mismo, y alcanza una sabiduría que parece surgir de la nada, una sabiduría que estaba en él mismo y que nunca había podido escuchar, nunca le había prestado atención.
Ahí, desde el primer momento en que una persona abre los ojos, comienza la evolución de su ser, su propia evolución, una evolución que le lleva camino hacia su interior y aprende a vivir desde dentro hacia afuera, dejando ya de sentirse víctima de las circunstancias del exterior, pues advierte que puede crear las situaciones que desee desde su corazón hasta el exterior, siempre de maneras favorables a sí mismo y sin hacer ningún daño a nadie, cosa que suele preocupar bastante.
No se trata de ser egoístas, se trata de amarnos a nosotros mismos para poder extender ese amor puro y verdadero hacia el exterior y, en consecuencia, hacia los demás...
Bienvenido a tu propia evolución hacia tu propio ser, bienvenido a la evolución colectiva del ser humano...
Cuando un individuo despierta se da cuenta de que su corazón le habla y le dirige justamente al lado opuesto de su mente. Ahí empieza a sentirse confundido, necesita saber qué está pasando, se da cuenta de que no está donde desea estar, necesita cambiar muchas cosas de su vida, pero le falta el valor de hacerlo, pues la mente le intenta convencer de que si cambia su vida va a sufrir.
Sin embargo, algo le impulsa a seguir los dictados de su corazón, y cambia todo lo que no le hace feliz, busca su felicidad a través de sí mismo, y alcanza una sabiduría que parece surgir de la nada, una sabiduría que estaba en él mismo y que nunca había podido escuchar, nunca le había prestado atención.
Ahí, desde el primer momento en que una persona abre los ojos, comienza la evolución de su ser, su propia evolución, una evolución que le lleva camino hacia su interior y aprende a vivir desde dentro hacia afuera, dejando ya de sentirse víctima de las circunstancias del exterior, pues advierte que puede crear las situaciones que desee desde su corazón hasta el exterior, siempre de maneras favorables a sí mismo y sin hacer ningún daño a nadie, cosa que suele preocupar bastante.
No se trata de ser egoístas, se trata de amarnos a nosotros mismos para poder extender ese amor puro y verdadero hacia el exterior y, en consecuencia, hacia los demás...
Bienvenido a tu propia evolución hacia tu propio ser, bienvenido a la evolución colectiva del ser humano...
Ana Maria Cantos Torres@