martes, 17 de marzo de 2015

ESCRITO II CONOCIMIENTO.- LA PAZ INTERIOR



ESCRITO II CONOCIMIENTO.- LA PAZ INTERIOR

Jeshua nos sugirió adentrarnos en tierras jordanas…
Llegamos los tres a Petra, escondida en el corazón de los montes
de Shara en el desierto jordano, tras largas horas de viaje en
autobús. Al bajar decidimos adentrarnos andando por el largo
desfiladero que nos lleva al alma de una ciudad roja excavada y
esculpida en la piedra.
—Estas ruinas ―Meryem nos señaló― nos recuerdan una vez
más que estamos de paso en este mundo y cuánto hemos de
aprender de nuestra historia, de nuestros errores y aciertos.
—Vamos asentándonos poco a poco ―expuse―, unas veces
sobre nuestras ruinas, otras construyendo donde antes no había
nada. Creciendo y madurando como seres humanos pasamos de
una etapa de la vida a otra, unas veces casi sin darnos cuenta y
otras a regañadientes, mas nuestro porvenir no se detiene por ello.
«El cuerpo —prosiguió Jeshua— que fue polvo en la Tierra
resurge una y otra vez como el ave fénix, dándonos siempre una
nueva oportunidad de madurar aprendiendo y creciendo en un
mundo lleno de experiencias que nos van enriqueciendo.
Y aprender es también perdonarse a sí mismo. Reconocer que no
somos perfectos y por lo tanto sujetos a las consecuencias de la
imperfección, pero no por ello hemos de flagelarnos y vivir el
resto de nuestra vida como si ya el presente y el destino, el futuro,
fuera algo inevitable, destructor y amargo.

El Creador nos habla en el silencio. Él de antemano ya “nos ha
perdonado”, aún antes de materializar aquello que nuestra mente
nos sugiere que hagamos en contra del Amor como consecuencia
de nuestra ignorancia. Reconozcamos sinceramente que no
siempre seguimos el camino que nos hemos trazado, que a veces
entramos en bifurcaciones que nos llevan a laberintos y callejones
sin aparente salida. Mas… siempre hay una salida, es pensar,
sentir y actuar con humildad.
Debemos dejar de vivir construyendo máscaras, colocando una
sobre la otra, tantas que ya no reconocemos quién se encuentra al
fondo. Y al fondo siempre estarás, estás tú, estoy yo: un ser
humano que simplemente vivió su propio destino en libertad…
siempre.

No hay un camino trazado de antemano por nadie, salvo por ti
mismo. Tú, yo, nosotros, elegimos nuestro destino y desde luego
el que elegimos aún antes de nacer era y es de Amor y Felicidad,
y nada impedirá que le vivamos en plenitud. Tenemos todo el
tiempo del mundo para comprenderlo y cuando así lo hagamos
nos veremos como realmente somos. Habremos despertado de
una pesadilla, de un mal sueño y la realidad se abrirá ante
nosotros tal cual es.
Ni siquiera es necesario que nadie nos guíe, en ti, en mí,
tenemos al mejor guía que podamos desear, pues estamos hechos
de la misma esencia del Sol y de la esencia de la Vida. Somos
Espíritu encarnado en nuestra propia creación. Todos somos Dios,
nada hay fuera de Él, fuera de ti, fuera de mí, ya que nuestro
Espíritu abarca lo creado y lo aún por crear, la plenitud y el vacío.
Puedes reconocerte como, no un dios, sino Dios, o negarte el
tiempo que desees. Puedes seguir viviendo en el viejo mundo que
palidece ante su próxima muerte, o pensar, sentir y actuar como si
el nuevo mundo ya estuviera aquí. Porque, y aún os digo más: ¡ya
está aquí!
Únicamente hemos de vivir sin máscaras. Reconocernos tal cual
somos y reconciliarnos con nosotros mismos y con la Vida, con
quienes nos rodean y logrando que nuestra Voluntad se funda
cada vez más con el Amor.

Quienes sientan como tú nada te tendrán que perdonar, pues
saben que el perdón nos lo hemos de dar a nosotros mismos, y
vivir en paz, la paz del que se sabe realmente liberado, sin
ataduras de ningún tipo.
Quienes siguen aún los dictados del viejo mundo, no te creerán.
Intentarán confundirte y confundir a los demás con malas artes,
querrán que juegues a su propio juego que nunca les sacia y no les deja vivir en paz. Pues emprendieron una guerra en realidad
contra sí mismos, no contra los demás. Hasta que en un instante
de humildad deseen acabar con tan desastrosa situación, entonces y sólo entonces, con este pensamiento, toda su vida cambiará, han pasado el puente que les conduce a sí mismos y al otro.

Ninguno nacimos instruidos, nos vamos creando como el
aprendiz trabaja el barro hasta que consigue darle a la pieza la
forma que desea, con esfuerzo, paciencia y constancia. Cada vez
él se identifica más con ella y fruto de su experiencia alcanza la
maestría, se convierte en alfarero y nuevamente crea formas más
bellas y sublimes, de tal modo que se funde con aquella que para
él es el súmmum de la belleza.
Tomémonos el tiempo que queramos para conseguirlo, eso sí,
con mucha Voluntad y Amor.»
Y con estas últimas palabras resonando en las paredes del
desfiladero se abre ante nosotros la majestuosa ciudad escondida
de Petra.
La paz se respira en el lugar y en nuestros corazones.


 EL ANCIANO JUAN

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