domingo, 5 de junio de 2016

RETORNO AL PASADO


Era viernes, por la tarde, y el sábado no había clases y lo celebrábamos a nuestra manera. Mi amiga y yo paseábamos por una de las estrechas calles del casco viejo de nuestra ciudad, cuando de repente, y ante nuestra perplejidad, apareció delante nuestro un hombre sentado en el suelo con las manos abiertas y las palmas hacia arriba. Conforme nos acercábamos a él, le iba examinando detenidamente. Era un hombre de unos treinta y cinco años, moreno, pelo castaño oscuro y un poco rizado con una corta melena. Parecía por su ropaje, un mendigo, pero su limpieza y pulcritud eran tan exquisitas, que me extrañó muchísimo. No sabía si rezaba o pedía limosna. Mi impulso fue ir donde él y hablarle, pero era tanta mi timidez por entonces, que lo único que fui capaz de hacer fue pasar de largo pero mirándole de reojo.
Mi impresión fue tremenda cuando inesperadamente él clavó sus ojos en los míos, me sonrió y me eché a correr. Cuando ya llevaba unos pocos metros de despavorida huída, me paré y pensé que mi actitud era ridícula. Mi amiga tiraba de mi brazo para proseguir la marcha, pero retrocedí, quería volver donde él, saber... Pero cual fue mi sorpresa, cuando vi que aquél sitio estaba vacío, no había ni rastro de él. No se por qué, pero volví a mi casa llorando, con el corazón partido y muy triste. ¡Y todo por un simple mendigo...!, me repetía a mí misma una y otra vez. No lo entendía. Esa misma noche me retiré pronto a mi habitación, llorosa y rabiosa, pero el sueño me fue ganando poco a poco. Y ocurrió ¡me fui...o me llevó él...!.Todavía no lo sé. El caso es que me vi en un gran salón cuadrado. El suelo estaba cubierto con alfombras artesanales algo desgastadas por el continuo roce. Las paredes eran blancas, al menos así me lo pareció, pues lo que predominaba era la luz de la veintena de velones repartidos por todo el recinto. En uno de los lados, había una gran mesa rectangular, a poca altura del suelo. Había varios hombres y mujeres sentados en unos cojines alrededor. No me paré a contarlos, pues mi atención estaba concentrada en él, en Jhasua.
El estaba allí, en medio de ellos. Hubo un momento en el que a mi derecha sentí una fuerte descarga. Y miré, y me vi de frente con una mujer joven, de unos treinta años y vestida de romana. Ella me miró y yo la miré, y durante unos segundos tanto ella como yo nos balanceamos, como si fuéramos a perder el conocimiento. Enseguida intuí que aquélla joven era yo, solo que con un traje diferente. Reaccioné y me alejé de ella enseguida. Aparentemente solo ella se había percatado de mi presencia, y me seguía con la mirada. Y se hizo el gran silencio. Aquéllos hombres y mujeres dejaron de hablar. Algunos lloraban, otros cerraban sus puños con fuerza y la mayoría miraba a Jhasua con cara de no comprender nada. Me dio la impresión de que tanto los unos como los otros se sentían impotentes. Y Jhasua comenzó a hablar, despacio, con cierto cansancio en su alma, pero con su corazón a flor de piel. Sus ojos también estaban húmedos y miraba con infinita ternura a cada uno de los allí presentes, incluida a la joven romana. Yo me moría de ganas porque él también me mirase a mí, pero por lo visto, yo solo era visible para ella. Comenzó a hablar, y aunque los demás no parecían escuchar, intenté que se grabaran en mi alma a fuego aquéllas palabras:
"En esta noche tan dura para mí, pero tan hermosa también, os he invitado a mi mesa. He querido celebrar con vosotros, queridos amigos y hermanos, la Pascua, brindar por la vida y compartir estos últimos momentos. Pero al hablaros de mi futuro inmediato, vuestros corazones se han desgarrado, y el denso velo de la oscuridad y la desesperación empieza a posarse sobre vuestras almas. Sé que algunos de vosotros vendríais conmigo hacia la muerte sin vacilar. En verdad sé que me amáis, pero no habéis comprendido todavía. Si pudierais entender el verdadero sentido de mi entrega final, a pesar de vuestro serio semblante por la partida de vuestro amigo, vuestros corazones estarían embriagados de alegría, de aceptación, de felicidad y plenitud. Porque no solo me entrego yo. El Amor lo hace a través de mí, y vosotros también estáis en EL.
Pero la única embriaguez que experimentáis ahora es la que provoca este delicioso y reparador vino que estamos compartiendo, y que ya empieza a adormecer vuestras mentes. Mejor así, queridos míos, porque os amo con todo mi Ser, y no deseo que sufráis por mí, porque ahora sólo seríais capaces de sentir mi dolor, y no la plenitud de mi corazón y el deseo de mi alma de entregarse como alimento a esta humanidad. Porque no comprendéis todavía, no podéis seguirme ahora.
Llegará el día, y todo hombre tendrá su momento, en que lo comprenderéis porque viviréis el Amor, y entonces os acordaréis de mí, me amaréis más que nunca, porque vuestro corazón y el mío serán Un solo corazón, y habréis descubierto por fin vuestra verdadera identidad. Entonces, solo entonces, podremos caminar juntos con la cruz de la humanidad, e ir con paso firme y decidido y corazón abierto hacia el Calvario del mundo, y dejar que claven allí, en el, todas nuestras ataduras, nuestros egos, miedos, egoísmos. Juntos entregaremos nuestro espíritu al Padre Amor, y así podremos resucitar y renacer de nuevo a la Vida verdadera del Espíritu, nuestra Casa de siempre.
La ignorancia del mundo es como un animal herido y hambriento que todavía necesita alimentarse de hombres, de vida robada. Es por ello que yo, vuestro amigo, que os ama y estará con vosotros hasta el final de esta aventura, habiendo ido hacia el Amor, he regresado de nuevo a vosotros para recordaros el camino de regreso. El AMOR lo da todo, y yo entrego al mundo mi cuerpo para que sacie su hambre, mi sangre para que calme su sed, y mi corazón para que nunca os sintáis solos. La oscuridad y la ignorancia de esta humanidad ya ha tendido su velo sobre mí, pero yo la amo y le abro mi corazón. No temo a sus zarpazos y tampoco a sus dentelladas. Ella me devorará, pero en cada desgarro, en cada incisión, en cada bocado de mi cuerpo y en cada sorbo de mi sangre, ingerirá Luz, porque yo soy la Luz y la Vida, y una vez saciada me digiera y salga de su sopor tras el gran festín, despertará de un sueño pesado de dos veces mil años y entonces comprobará y experimentará que todo en ella ha cambiado. Dentro de dos veces mil años, estas mis palabras seguirán grabadas en vuestros corazones."
Los allí presentes parecía que no habían entendido nada. Seguían sumidos en su dolor y con las cabezas inclinadas. Mi rostro estaba inundado de lágrimas. Quería avanzar hacia él, pero sabía que yo allí era una intrusa, y decidí quedarme donde estaba. Pero de repente, de nuevo se hizo el silencio. Jhasua se levantó de su sitio y vino hacia mí, hasta el lado opuesto de la habitación. Parecía que los demás no se enteraban de sus movimientos. Cuando estuvo delante de mí, me quedé paralizada. Fue él quien me abrazó intensamente y me ofreció un trago del vino que llevaba en su copa. Me miró, sonrió y siguió diciendo:
"Aquí me tenéis de nuevo, más vivo que nunca, pero esta vez sin lágrimas, sin despedidas. Sí, tú eres esa joven romana. Ella tampoco comprendió, pero tú sí. Tú has venido a mí, tú eres el momento del futuro. Durante siglos habéis estado celebrando esta cena sin comer el verdadero manjar. Me habéis tenido agonizando clavado en la cruz durante dos mil años, sufriendo por mí cuando yo ya estaba en la Luz. Después de todo este tiempo veo que parte de mis hermanos me han olvidado, que para una gran mayoría soy un personaje que hizo historia y que pertenece al pasado. Otros muchos aseguran que incluso fui un mito. Para otros soy el Hijo de Dios que viene a hacer justicia, a llevarse a los suyos y condenar a los otros. Muchos me aman, realmente me aman, pero siguen sin entender. Han ido buscando durante siglos mi grial para beber de él y conseguir la salvación eterna, y no saben todavía que ellos, vosotros, sois cálices que han de ser colmados hasta rebosar. Me aman más que a su propia vida, pero siguen necesitando verme sufriente en la cruz constantemente para sentirse más cerca de mí. No han comprendido, no habéis comprendido todavía que es el momento en el que tenéis que vivir, experimentar y gozar vuestra propia crucifixión, entrega final. El viejo espíritu que albergáis en vuestra alma tiene que inmolarse para que ese Niño-Amor con pies de gigante que hay en vuestros corazones, pueda nacer al mundo del Espíritu y del Amor. Pertenecemos a esta humanidad por propia voluntad, pero no somos de este mundo. Estamos aquí para hacer florecer el Reino del Amor en este planeta y en esta dimensión. Hace dos mil años, unos instantes para nuestro corazón, yo comencé una misión de Amor, de consciencia, pero hay que llevarla a cabo, y yo solo no puedo. ¡Os necesito, hay mucho trabajo por hacer! Hay que empezar primero a ayudar a los que me guardan en su corazón, ayudarles a morir y a recibir al nuevo Ser que nacerá de ellos. Después, con todos estos soles renacidos, iremos juntos a aquellos que creen en mí pero me temen y esperan mi juicio final. Habrá que decirles que yo soy su hermano y les amo, y que el juicio no vendrá del Amor. Son ellos los que esperan el juicio final los verdaderos jueces y verdugos para sí mismos y sus hermanos. Habrá que hacerles comprender que no habrá Juicio Final, sino Triunfo Final, y no solo para unos cuantos, sino para toda la humanidad.
Y luego habrá que ir hacia los que creen que soy un personaje del Nuevo Testamento ya caducado, ¿y qué si lo creen así...? A mí no me importa. A ellos hay que decirles que lo verdaderamente importante son ellos mismos, que no son historia, sino que la hacen, y que si no creen en mí., tampoco es importante. ¡Que crean en ellos mismos, en su origen, en su verdadera identidad divina! Porque cuando lo consigan, ya no hará falta que crean o no crean... sencillamente "serán" y el Amor les habrá devuelto lo que un día perdieron, y entonces creerán en mí. Como ves querida hermana, queridos hermanos míos, se sigue acumulando el trabajo. Soy consciente de que en esta humanidad impera todavía la ley del más fuerte en poder y dominio, pero siempre he apostado por el Amor y la Vida, lo sigo haciendo y lo haré siempre cueste lo que cueste. Pueden ser otros mil, dos mil o cuatro mil años más. Incluso si es necesario me partiré en cachitos todas las veces que haga falta. Para el Amor no hay barreras ni desaliento. Es y será difícil el camino, pero nunca imposible. ¡Os necesito amigos, esta vez sí que os invito a compartirlo todo conmigo! ¿Estáis dispuestos a entregarlo todo? Si es así, amigos míos, yo os traigo esta vez vuestro propio cáliz. ¡Bebed y comed de él. Comed y bebed de vuestro propio Corazón y entregaros a este mundo conmigo! ¡Vayamos a por todas, hermanos míos, en esta generación hay mucho Amor, y juntos lo conseguiremos!”
Un Viernes de Mayo en 1.973
ALMA VIAJERA
http://unbuscadordelaluz.blogspot.com.es/
http://rosacastillobcn.blogspot.com.es/

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...