domingo, 27 de marzo de 2016

LAS 9 CARTAS VERSIÓN DEFINITIVA (CRISTO VUELVE)



CRISTO VUELVE, Revela la verdad sobrecogedora
Tercera Carta de Cristo (Cuarto Escrito)
MOVERSE ENTRE DIFERENTES NIVELES DE ‘CONSCIENCIA’ no es asignatura fácil o agradable. Es tan sólo porque mi misión en la tierra no había quedado completa cuando morí en Palestina, por lo que ahora vuelvo para ayudarte a preparar tu entrada en la nueva era, una fase nueva de la existencia individualizada en la tierra. Puede que comprendas lo que quiero decir por la ‘incomodidad de este suceso’ si haces memoria de alguna profunda tristeza que ocurrió en tu vida y ves que reaccionas con casi el mismo grado de tensión y estrés emocional como cuando el acontecimiento te ocurrió. El reflexionar sobre algún sufrimiento o pena pasada te hará querer llorar. Sentirás la vuelta de la depresión y angustia original al revivir aquel momento en tu imaginación.
Puede que quieras apartarte de la gente porque tu ‘consciencia’ ya ha descendido desde tu estado anterior del equilibrio feliz y de paz, para experimentar, una vez más, las vibraciones y las formas de la ‘consciencia baja,’ que creaste en el momento inicial de tu sufrimiento. El cambio de ánimos indica un cambio en tus energías de consciencia. Una subida de las vibraciones de consciencia te dará una elevación mental, emocional y física, haciéndote sentir feliz.
Una baja de tus energías de consciencia deprimirá el funcionamiento de todo tu sistema y sentirás el comienzo de una depresión – o, al menos, una caída del optimismo previo que disfrutabas. Te estoy explicando un hecho de la existencia.
Tu universo entero manifiesta las diferentes frecuencias de vibración de las partículas de energía de la consciencia.
Al moverse las frecuencias arriba o abajo, de un nivel a otro, así también las estructuras físicas y visibles manifiestan niveles de energías diferentes y hay un cambio de patrones mentales y emocionales y de aspecto.
Al descender desde mi estado de consciencia para volver a entrar en las condiciones de mis tiempos en la tierra, estoy movido tan sólo por mi amor por la humanidad. Desde hace dos mil años, los ‘Cristianos’ llevan reviviendo el trauma de mi crucifixión.
Algunas personas, incluso, han experimentado el estigma, que no es más que una respuesta histérica morbosamente emocional a lo que creen que me pasó. La gente se excita hasta un punto similar al frenesí mientras se imagina la angustia de mi sufrimiento antes de mi muerte. Su gratitud emocional por lo que soporté, los pone en un estado de congoja física. Esto está siendo escrito en un día de Viernes Santo, y he venido especialmente para hablarte acerca de mi crucifixión y para decirte que debes abandonar todo drama referente al recuerdo de este día. Morí – y eso fue, para mí, una liberación maravillosa. Es hora de que la gente se despierte de su largo, largo sueño y que llegue a comprender la existencia como lo que realmente es – y la verdad con respecto a mi crucifixión, la cual ha estado oculta hasta este tiempo.
En Viernes Santo, año tras año a través de los siglos, se ha creado un estado de ser de consciencia traumática y contaminada por todo el mundo, tan lejos de la dimensión espiritual de la CONSCIENCIA CREATIVA UNIVERSAL como dista el infierno del cielo. Ahora que he elegido revivir mi vida sobre la tierra en la persona de ‘Jesús’ a través de la mente de alguien que recibe mis palabras, con el fin de ayudar al mundo a avanzar hacia una nueva fase de desarrollo espiritual/mental, pido a aquellos que puedan recibir mis palabras, que dejen esta práctica de recordar mi muerte y de ejercer la ‘abnegación’ física durante el ayuno de la cuaresma para conmemorar mis cuarenta días en el desierto. Como te debes dar cuenta por esta narración, mí tiempo en el desierto fue de gran dicha y de bendición de espíritu.
Muchos sucesos de gran significado espiritual ocurrieron justo antes de mi muerte, los cuales son ejemplos magníficos de las Grandes Leyes Cósmicas en acción dentro de tu dimensión de existencia. Ahora te estoy dando una breve narración de esos sucesos importantes porque mi propósito es el de iluminar completamente tu mente, darte conocimiento más allá de cualquier conocimiento recibido por cualquier otra persona en tu universo. Cuando empecé a preparar a mis discípulos para mi muerte que se aproximaba, tuve una tarea terriblemente difícil.
A duras penas podían contener la conmoción y el asombro. Pensar que me iban a crucificar como un criminal común era repugnante, inexpresable, y tampoco querían perderme de vista.
Les había llamado para seguirme y dejar atrás sus vidas que habían sido bastante prósperas. Habían dejado a sus familias y sus hogares para rehacer sus vidas alrededor de mí y mi obra.
Se habían enorgullecido de mi recorrido por las ciudades. Habían estado dispuestos a asociarse conmigo y se les conocía como mis discípulos, a pesar del rechazo y la dura crítica de los Líderes Religiosos. Lo que es más, me amaban y me respetaban tanto por mi forma de vivir mis propias enseñanzas como por la manera en que curaba a tanta gente con compasión, y por cómo les traía confort a sus vidas desdichadas. Verdaderamente creían que era el Hijo de Dios. ¿Cómo podía acabar en la cruz el Hijo de Dios? se preguntaban. Aumentó el espanto con cada pregunta.
Era impensable. Sentían que un tremendo vacío se abría delante de sus vidas -un vacío en sus vidas y un enorme cráter en la tierra donde pisaban, y una vasta extensión de inestabilidad y de falta de propósito dentro de ellos mismos. No se atrevían a contemplar mi próxima crucifixión de la que yo les  hablaba.
Tal suceso les destruiría todo aquello en lo que habían creído con todo su corazón. Por consiguiente mis discípulos se resistían fuertemente y con locuacidad a lo que intentaba decirles, y afirmaban una y otra vez que tal cosa nunca podría ocurrir.
Al ponerme firme contra sus tercas negativas, al final se vieron obligados a acallar sus argumentos y a aceptar externamente que tal cosa podría ser posible. Les dije que después de mi muerte me verían de nuevo y que esperaba que siguieran la obra que yo había emprendido.
El dolor y las discusiones que había despertado en mis discípulos también me afectaron a mí profundamente. No era empresa fácil ir a Jerusalén donde me esperaba mi destino. Más que cualquier cosa, me preguntaba si estaría a la altura de este gran reto a mi resistencia. ¿Sería capaz de trascender la condición física y entrar en la Consciencia del Padre Universal y quedarme ahí hasta que muriera? Había veces que estaba profundamente asustado ante la prueba pero no me atrevía a revelar mi temor a mis discípulos.
Por tanto, empecé mi último viaje hacia Jerusalén con sentimientos poderosamente mezclados. Por una parte, estaba cansado de curar y hablar y enseñar a la gente que escuchaba boquiabierta sin tener ninguna comprensión de nada de lo que intentaba contarles. Había pensado que mi conocimiento haría capaz a la gente de salir de su miseria y, al menos, hacer contacto con el ‘Padre’ y obtener una vislumbre del ‘Reino de los Cielos’.
No había ninguna evidencia de tal despertar espiritual ni siquiera entre mis discípulos. Mi decepción y sentido de fracaso me hizo estar contento de irme de la vida terrenal hacia la gloriosa existencia que sabía que me esperaba después de mi muerte.
Al mismo tiempo, me preguntaba cómo iba a resistir el dolor de la crucifixión. A través de mi misión, había vivido en un estado mental más o menos consistentemente pacífico – frecuentemente exultado, con los pensamientos fijos en la ‘Consciencia Amorosa del Padre,’ autor de todo ser, sabiendo que sólo tenía que pedir y lo que pidiera rápidamente sería manifestado. ¿Podría mantener mi ecuanimidad cuando me trajesen ante el Consejo, al llevarme a mi crucifixión, cuando me clavaran en la cruz con mi peso colgando de mis manos? Porque estaba dando lugar a dudas y temores, se me bajaba el nivel normal de mis frecuencias de consciencia.
Me estaban bajando hasta las frecuencias de la consciencia del plano terrenal. Volví a ser víctima de mi vieja agresión que me incitaba hacia actos irrazonables, lo cual nunca hubiera contemplado antes, cuando estaba en mi estado anterior de total armonía con la ‘Consciencia del Amor Padre’.
Mis dudas y conflictos se externalizaron en mi vida como emociones e impulsos humanos que contravenían la Ley Cósmica del Amor. Primero ocurrió el episodio de la higuera. Tenía hambre y fui al árbol realmente sin esperar encontrar fruta porque no era la estación de los higos. Al ver que la búsqueda era ‘infructuosa,’ maldije la higuera. Veinticuatro horas más tarde, se había marchitado hasta las raíces. Fue una experiencia terrible.
Era la primera vez que mis palabras habían causado daño a algo. Sin embargo, demostró claramente a mis discípulos el poder del PENSAMIENTO para bien o para mal. Les demostró que cuanto más espiritualmente evolucionada es una persona, mayor es el impacto de sus palabras en el medio ambiente.
Aproveché la oportunidad para señalar a mis discípulos que me había comportado sin pensar, como lo hace el hombre o mujer promedio que – teniendo grandes esperanzas – no consiguen lo que quieren. Suelen reaccionar con enojo, lágrimas, e incluso palabras agudas que pueden o no ser una especie de ‘desear mal’ o de maldecir a la persona que les haya negado el deseo anhelado en su corazón. Ya habían visto ellos mismos lo que mi maldición había hecho a la higuera.
Ahora deberían comprender que mientras que una fuerte convicción les podría conceder cualquier cosa que pudiesen desear o imaginar, también deberían estar constantemente conscientes de su propia condición mental – emocional. No deben guardar rencor contra los demás, sino que deben perdonar rápidamente, de lo contrario podrían hacer mucho daño a aquellos contra quienes sienten resentimiento... lo cual se les devolvería, en el debido tiempo, como la cosecha de su siembra. Lo que es más, según se siembra se cosecha. Sabía que lo que había hecho a la higuera inevitablemente regresaría a mí de alguna manera u otra.
Llevé a mis discípulos al Templo. Muchos años habían pasado desde que estuve ahí, y sabía que mi visita serviría para establecer los sucesos que conducirían a mi crucifixión. Algunas personas me reconocieron y como respuesta a sus peticiones me puse a enseñarles.
Se juntaron más personas y se apiñaron los prestamistas quienes empezaron a quejarse. Sus gritos y quejas ruidosas rompieron el hilo de mi pensamiento mientras enseñaba. De repente monté en cólera, había aquí personas sinceras que me rodeaban deseando oír palabras de VIDA, las cuales pronto no podría contarles, y ahí estaban los prestamistas que vivían vendiendo ganadería para los sacrificios que no hacían ningún bien a la gente. Estos hombres solamente traían deudas y miseria a la gente.
Sentí la sangre subirme a la cabeza y dando empujones a las mesas, las tiré, esparciendo el dinero, y eché fuera del Templo a los hombres de corazón duro que pensaban tan sólo en el dinero. Entonces hubo una tremenda conmoción de gritos y chillidos. Algunos pelearon para recoger el dinero. Los prestamistas me maldijeron, denunciándome como malvado, como si hiciera el trabajo de Belcebú y otros mil demonios. Los Sacerdotes y los Fariseos y toda la gente que valoraba en mucho los sacrificios del Templo vinieron juntos corriendo para averiguar la causa del ruido y de la confusión. Al oír lo que contaron los prestamistas, estaban tan agraviados por mis actos que se lanzaron en una condenación vociferante y de lamentaciones contra mí para impresionar a los Sacerdotes, cada uno superando al compañero, haciendo protestas cada vez más fuertes para demostrar su horror por lo que yo había hecho. Nunca antes se había visto en el Templo tal cosa. Incluso aquellos que antes me habían escuchado, estaban molestos por mi intención y se preguntaron qué clase de hombre podría ser yo. Estaban agrupados, de pie, viendo los sucesos, cuando se les acercaron los Sacerdotes y los Fariseos quienes les persuadieron de que yo intentaba destruir todo aquello en lo que creían predicando un ‘Dios’ falso, totalmente diferente a lo que siempre habían oído en las sinagogas. Los Sacerdotes transmitieron su propio enojo desenfrenado a la gente y les convencieron de que mi pecado les contaminaría también si se empeñaban en escuchar mis locuras. Gradualmente se le convenció a la gente de que yo era una influencia malvada y que deberían quitarme de en medio antes de que pudiera trastornar la paz del país y atraer la ira del gobernador romano sobre todo el país de Palestina.
Mis discípulos, avergonzados por lo que había hecho, sigilosamente dejaron la escena y se escondieron entre los callejones a alguna distancia del Templo.
Cuando más tarde regresaron a donde yo estaba, demostraron claramente que estaban profundamente molestos por mis actos, se preguntaron si había perdido el juicio, o si me había vuelto loco profetizando mi muerte y luego haciendo aquellas mismas cosas que probablemente la provocarían. Fue en ese momento que Judas, quien nunca se había deshecho verdaderamente de sus creencias Judías, empezó a dudar de que yo fuera el Mesías después de todo. Llevaba tres años enseñando al pueblo y no había una disminución del dominio romano. Tres años y la gente no estaba más cerca de la felicidad que les había prometido. Y ahora parecía que estaba a punto de convertirme en un perturbador de la paz – trayendo la ira de Roma sobre sus cabezas.
Se enteró de que el Sumo Sacerdote Judío quería deshacerse de mí y por tanto ofreció sus servicios para identificar a mi persona cuando así se requiriera. Cuando fue la hora de celebrar la Pascua con mis discípulos, planeé cenar todos juntos en un salón grande. Sabía que sería la última vez que comería alimento en la tierra.
No deseo volver profundamente a la consciencia de aquella noche. Sentía gran tristeza por dejar a mis discípulos quienes me habían servido tan bien. Con mi tristeza volvieron todos mis temores y conflictos. Pasé momentos de profunda lástima emocional por mi mismo. Sentí que nadie comprendía todo lo que había intentado hacer para mi pueblo y el sacrificio que estaba dispuesto a hacer por ellos. Juan estaba dando una vívida narración de la historia de la última noche de los Israelitas en Egipto antes de escapar al desierto. Hablaba de las instrucciones de Moisés al jefe de cada familia, de que matasen un cordero sin mancha, de cocinarlo de cierto modo y con la sangre pintar los dinteles de las moradas Israelitas, porque aquella misma noche, vendrían los ángeles a matar a los hijos primogénitos y al ganado de los Egipcios.
Con gran entusiasmo, recordó el alboroto de los egipcios que al despertar encontraron el primogénito de cada hogar ensangrentado. Ninguno se salvó. Era la clase de historia horrible que rechazaba por no tener ningún valor para la persona que buscaba la Verdad espiritual más alta. Me preguntaba cuánto realmente habían entendido mis discípulos cuando les hablaba de su ‘Padre Celestial’ y Su Amor por toda la humanidad. ¿Cómo podían entusiasmarse con el pensamiento de los ‘ángeles’ matando a los primogénitos de los Egipcios cuando se les había dicho con toda claridad que ‘Dios,’ el ‘Padre’ era Amor.
Pero los judíos siempre se habían preocupado por el derramamiento de sangre para expiar sus pecados.
Incluso Abrahán, el fundador de la nación Israelita, se convenció de que debía llevar a su único hijo al desierto y matarle y ofrecerle como sacrificio a Dios. ¡Un pensamiento pagano y repugnante! Pensé en los sacrificios de animales en el Templo. Amando a todos los seres vivos como lo hacía, esta práctica era una abominación para mí. Y ahora yo estaba a punto de ser llevado a la muerte porque me había atrevido a pronunciar las palabras de la Verdad.
Y cuando consideraba lo poco que había conseguido en transmitir mi conocimiento, ¡me preguntaba por qué se me había confiado tal misión! Sentí un espasmo momentáneo de resentimiento y enfado entretejido con mis sentimientos habituales de amor hacia estos hombres. Con algo de cinismo, me preguntaba qué recuerdo eficaz podría dejarles, para volver a traer a sus mentes todas mis enseñanzas cuando ya no estuviera con ellos. Si podían olvidar tan rápidamente todas mis enseñanzas sobre el ‘Amor del Padre’ y disfrutar la historia horrible de la Pascua mientras todavía estaba en la habitación con ellos – ¿cuánto recordarían cuando muriese como un ‘malhechor’ en la cruz, la más ignominiosa de las muertes? Luego se me vino a la mente que si el ‘derramamiento de sangre’ tanto les conmovía, ¡les daría sangre para que me recordaran! Con estas reflexiones irónicas, cogí un pan, lo partí, lo pasé a mis discípulos y les dije que lo comieran. Comparé el partir el pan con el futuro de mi cuerpo partido, y les pedí que repitiesen el ‘partir el pan y su distribución’ como medio de recordar el sacrificio de mi cuerpo para traerles la VERDAD - la Verdad acerca de DIOS y la Verdad acerca de la vida, la Verdad acerca del Amor.
Dándose cuenta de que yo estaba de un humor extraño, dejaron de comer, escucharon, tomaron el pan y lo comieron en silencio. Luego tomé mi copa de vino y se la pasé, diciendo que cada uno debía beber de ella puesto que era símbolo de mi sangre que en poco sería derramada porque me había atrevido a traerles la Verdad de la Existencia.
Vi que mi voz entrecortada tocaba a algunos de ellos. Sobriamente, cada uno tomó un sorbo y luego pasó la copa a quien estaba a su lado. Pero todavía no decían nada. Percibían que hablaba en serio y que ya no toleraría más discusiones. Luego les conté que uno entre ellos me traicionaría. (En secreto, comprendí los motivos de él y supe que era una pieza necesaria de la futura secuencia de sucesos. Simplemente cumplía con el papel que su naturaleza le había incitado a hacer. Yo sabía que él sufriría mucho y sentí compasión por él. Pero yo me guardé estos pensamientos sólo para mí.)
Al mencionar que uno de ellos me traicionaría, le dije a Judas que se marchara a hacer rápidamente lo que tenía que hacer; los discípulos cobraron vida, preguntándose si realmente ésta era su última cena conmigo.
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Igual te resuena e igual no te resuena la verdad de alguien o el mensaje de alguien, está perfecto lo importante es el mensaje y no el mensajero....y repitiendo si te resuena tómalo si no déjalo pasar... no es para ti... mas también justo es a esto que se nos invita a no tener ningún ídolo, ningún Avatar, nadie a quien seguir... solo sigue tu propio corazón… justo de esto habla de los falsos profetas marcando a alguien en particular... pues todos somos maestros y alumnos a la vez y no en si el vehículo llamado cuerpo, y no la personalidad, sino el mensaje que llega a través nuestro o a través de los otros.

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