martes, 28 de julio de 2015

Efectos de las vidas pasadas en el presente (2)





UNA EXISTENCIA COMO MONJE
¿Es posible que en nuestro presente, en nuestra vida actual, nos afecten las vidas pasadas que hemos experimentado y ello incida en cómo experimentamos nuestra vida y sus resultados? De ser así, ¿cómo y por qué? Con la Terapia de Regresiones estas preguntas se pueden responder.
Caso anterior
Caso ejemplo número 2
La persona X2 preguntaba por varias cuestiones, una de ellas era su tendencia hacia aspectos monásticos más que religiosos, hacía tiempo en un monasterio de Galicia había sentido una sensación muy extraña, como de profunda atracción, familiaridad y no sabía si realmente quizás eso podría ser algo que debía explorar, lo cual no tenía mucho sentido porque no tenía una especial atracción por la religión católica, aunque formalmente pertenecía a ella, pero tampoco se sentía confortable en medio de la sociedad actual, el ruido, las prisas, etc. El haber sentido esa paz y serenidad en el monasterio le había dejado profundamente impresionado, “me hubiese quedado allí para siempre con gusto, nunca me he sentido tan como en mi casa en ningún sitio como ahí”.
No entró directamente en una existencia que tuviera relación alguna con esta cuestión, pero cuando lo hizo se vió en los suburbios de Paris alrededor de 1800, una vida de pillo de la calle, con mucha suciedad y bastante pobreza. Un día se ve a si mismo frente a una mesa de reclutamiento, es grande y fuerte y no tiene nada que perder, pagan bien por firmar un papel que no sabe apenas leer y donde sólo pone un nombre: “Pierre”.
La siguiente escena está de uniforme en medio de una batalla, siente calor, mucha humedad y está en medio con los demás soldados vestido con pantalones blancos, botas y algo como una chaqueta azul, siente miedo y nota que todos tienen miedo, se aferra con fuerza a un fusil con el que apenas sabe qué hacer, no saben qué hacer ni para donde ir, es más alto que sus compañeros y mira más lejos pero no mucho más porque hay mucho humo, dice “nos van a hacer picadillo”, todo se envuelve en humo y cuando vuelve a verse a sí mismo está caminando por caminos de tierra, rodeado de campos de trigo o de algo parecido y hace mucho calor, parece que es agosto, pleno verano y tiene la sensación que es el Sur de Francia.
Camina con otros soldados, cuatro o cinco pero sin armas, sigue con las botas, las calzas ceñidas y una camisa blanca por fuera, siente cansancio y hambre, llevan muchos días caminando y ve que también llevan algún hatillo. Según camina a la pregunta de hacia donde va responde que no sabe, que no sabe que va hacer de su vida, que nunca ha sabido qué hacer de su vida y que todo lo que ha hecho le ha resultado siempre extraño, que no se ha sentido pertenecer a nada, se siente perdido.
Se paran a la sombra de los muros de lo que es un convento o monasterio y piden comida a los monjes que salen y les dan mendrugos de pan y algo más, pero él lleva una bolsa de dinero, tiene la sensación que su estatura y fuerza física ha impedido que le quitaran el dinero que le habían dado por alistarse y algo más que tenía guardado, el dónde y cómo lo había guardado no lo recuerda, pero sabe que cuando ofrece dinero a los monjes para que le den de comer le permiten entrar en el monasterio y le dicen que espere en una especie de jardín de entrada. En él hay sombra, no hace calor, se está bien y hay un manzano con unas manzanas amarillas muy atractivas, tiene hambre pero se contiene.
Llega un monje y le dice que le acompañe, le lleva a una cocina grande, con una mesa de madera larga y le indican que se siente en un banco y enfrente de él, en la mesa, le ponen una escudilla de madera y se la rellenan con algo parecido a un guiso de color marrón oscuro y caliente, su primera comida caliente en mucho tiempo, se siente feliz y come con ansia. Al terminar pide hablar con quién esté al cargo del convento, ha decidido quedarse allí si puede, si le dejan.
Le recibe en otra sala grande, con una cristalera detrás, otro monje como en un alto que debe ser el abad, y lo reconoce como una persona muy inteligente que ha conocido en la presente vida, le trata con distancia pero amablemente, él le pide quedarse allí y ofrece su bolsa de dinero, que no es muy grande de cuero sucio marrón, eso no parece que le importe mucho al abad, pero la toma y dice que tendrá que olvidarse de todo lo que está fuera si quiere vivir con ellos y que si será capaz de hacerlo, acepta porque no sabe qué hacer de su vida y sabe, por su vida en Paris antes del ejército, que sino se queda puede terminar mal, tiene miedo de lo que va a encontrarse fuera y no sabe donde ir si no se queda ahí.
Hay varias escenas más, como una en que ve que ha aprendido a leer en latín y como con el paso de los años engorda, tiene una gran panza y cuida del huerto, es feliz. Lleva una vida apacible y sabe que fuera corren malos tiempos, no se arrepiente de haberse quedado allí pero, a veces, hablando con el abad hablan de lo que podría haber sido su vida ahí fuera, el abad le dice que seguro que hubiese salido adelante pero que se alegra de que se haya quedado con ellos.
La siguiente escena es su muerte: Se ve en el lecho de muerte, no es muy mayor, quizás no más de cincuenta y pocos años pero está muy delgado, se ha consumido por alguna enfermedad extraña y muere feliz, acompañado por el abad que le mira con preocupación, pero preguntándose qué habría sido su vida fuera de allí, le gustaría haber tenido el valor de haberlo intentado. Es una sensación extraña, por una lado ha sido feliz y por otro siente como nostalgia de algo que nunca conoció.
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A veces tenemos miedo no por lo que puede suceder, sino por lo que sucedió, a veces tenemos deseos no por algo que queremos, sino por algo que quisimos en otros tiempos. Después de esto le quedó claro que en aquel monasterio de Galicia sólo había recordado la felicidad y la seguridad de un tiempo pasado, pero que no era lo que ahora debía de hacer.
Fuente: Vuelo a la Libertad.

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