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miércoles, 29 de julio de 2015
LIBRO ATENCIÓN PLENA Y MEDITACIÓN. ¿QUÉ DIFERENCIA HAY? - Andy Puddicombe
Mindfulness 1 - ATENCIÓN PLENA Y MEDITACIÓN. ¿QUÉ DIFERENCIA HAY? - Andy Puddicombe
Seamos sinceros: es difícil escuchar la palabra «meditación» sin pensar en un yogui en taparrabos en lo alto de un pico del Himalaya. En eso, o en un monje o monja con la cabeza afeitada, sentado en un monasterio, recitando, tocando campanas y soplando cuernos, envuelto en espesas nubes de incienso y vestido con una túnica naranja (he estado allí, y eso es lo que hacía). O quizá lo que venga a la mente sean hippies «colocados» vestidos con camisetas de flores o grupos de seguidores de la Nueva Era corriendo por los bosques, abrazándose a los árboles. No hay modo de evitarlo; la palabra «meditación» viene con esa carga incorporada.
Cuando unos pocos doctores occidentales de mentalidad avanzada trataron de introducir la meditación en el sistema oficial de salud hace ya más de treinta años, muchos se rieron de ellos en el hospital en el que estaban trabajando. Con el fin de evitar posibles dificultades añadidas, le cambiaron el nombre por el de «atención plena» y continuaron su investigación. Aunque las técnicas de atención plena, en la forma que se practican en Occidente, tienen su origen en la tradición de meditación budista, no hay nada inherentemente «budista» en ellas. La atención plena es el ingrediente fundamental de la mayoría de las técnicas de meditación, y va mucho más allá del aspecto formal que consiste en sentarte en el suelo con los ojos cerrados. La atención plena implica estar presente, en este momento, sin distracciones. Implica hacer permanecer la mente en su estado natural de consciencia, libre de cualquier pensamiento parcial o juicio. Suena bien, ¿verdad? Es exactamente lo opuesto a como la mayoría de nosotros vivimos nuestras vidas, constantemente atrapados por pequeños (y grandes) pensamientos y sentimientos, criticando y juzgando a los demás y a nosotros mismos.
Normalmente es cuando nos vemos aprisionados por todas esas pequeñas cosas cuando empezamos a cometer errores. Al menos, así es como ha sido siempre en mi caso. Y esos errores pueden afectar nuestro rendimiento laboral, nuestras relaciones con los demás, y hasta nuestra cuenta bancaria. Cada vez que pienso en la falta de atención, recuerdo algo que me pasó cuando vivía en Moscú. La escuela en la que trabajaba solía pagarme en dólares estadounidenses, y como el salario era bastante bueno, podía ahorrar un poco de dinero cada mes. Era justo después de la crisis financiera de finales de los noventa, así que nadie confiaba en los bancos. La gente escondía su dinero bajo el colchón, o intentaba sacarlo del país. Yo había estado ahorrando para pagarme un retiro de meditación, así que la siguiente vez que volé al Reino Unido decidí llevarme el dinero que tenía ahorrado.
El gobierno había introducido reglas muy estrictas acerca de sacar dinero del país, siendo la principal que no podías sacar nada en absoluto. Así que decidí meter quinientos dólares en la parte delantera de mis calzoncillos. Allí, de pie, vestido con mi hábito de monje y con un fajo de billetes debajo de mis calzoncillos, no pude evitar sentirme algo culpable, a pesar de que mi intención —gastármelo en un retiro espiritual—, era buena. De hecho, los pequeños pensamientos de ansiedad me dominaron de tal modo, mientras ensayaba mi ruso con los oficiales de aduanas, que cuando pude ir al baño había olvidado por completo el dinero que había puesto allí abajo.
Como suele suceder, los baños estaban ocupados, y ningún urinario estaba libre, así que fui a los retretes. No entraré en detalles, pero aquellos retretes habían visto mejores días, y el que lo había usado antes no había tirado de la cisterna. Aún me encontraba confuso y preocupado, y en ese estado me baje la ropa interior. Entonces sucedió. Antes de que pudiera hacer nada para evitarlo, contemplé con horror como quinientos dólares en billetes caían al interior de la taza. No es necesario decir que, de haber permanecido más atento y menos atrapado por los pensamientos, eso nunca hubiera sucedido. Quizá te estés preguntando acerca de lo que sucedió después. ¿Dejé los quinientos dólares flotando en el retrete o me remangué e hice lo impensable? Digamos solamente que acabé asistiendo a aquel retiro.
Así que la atención plena significa estar presente. Significa estar «en el momento», experimentar la vida directamente, tal y como va sucediendo, en lugar de estar distraído, atrapado y perdido en el pensamiento. No se trata de un estado mental artificial o temporal, que necesites de algún modo crear y mantener. Por el contrario, es un modo de dar un paso hacia atrás y hacer que la mente descanse en su estado natural, libre del caos habitual. Imagina por un momento lo que sería vivir la vida de ese modo. Imagina cómo sería deshacerse de todo el equipaje, de las historias, las discusiones, los juicios y los planes para el futuro, que ocupan tanto espacio en la mente. Eso es lo que significa permanecer atento.
Pero después de toda una vida perdido en los pensamientos, se necesitan unas condiciones que nos permitan aprender a cómo dar ese paso atrás. Y aquí es donde aparece la meditación. No hay nada místico al respecto. La meditación es simplemente una técnica que te proporciona las condiciones óptimas para la práctica de la habilidad de la atención plena.
Por supuesto, puedes experimentar el hecho de estar «en el momento» o completamente absorto en el presente con cualquier actividad, no solo con la práctica de la meditación. De hecho, sin duda has tenido ya esa sensación muchas veces en tu vida. Quizá te encontrabas esquiando montaña abajo, montando en bicicleta, escuchando tu música favorita, jugando con tu hijo o contemplando una puesta de sol. El problema con ese tipo de experiencia es que suele ser bastante inestable, con lo que no logramos experimentar la sensación de forma frecuente. Pero sentándose a meditar cada día, incluso si es durante cortos espacios de tiempo, esa sensación de estar presente, alerta, y «en el momento», se vuelve cada vez más familiar y es entonces cuando resulta mucho más fácil aplicarla al resto de tu vida. Como sucede con el aprendizaje de cualquier nueva habilidad, si quieres sacarle el máximo provecho, necesitas rodearte de las mejores condiciones para el aprendizaje. De hecho, la práctica de la meditación proporciona tan buenas condiciones para el aprendizaje de la atención plena, que para muchos eso es todo lo lejos que quieren llegar. Simplemente diez minutos de descanso mental cada día puede ser suficiente.
Las ideas de atención plena y meditación y de cómo se relacionan entre sí no es necesariamente fácil de comprender. Así que trata de imaginarlo de este modo: estás conduciendo un coche; probablemente te diriges por una tranquila carretera campestre en vez de a lo largo de una autopista. Por supuesto puedes conducir por ambas, pero una es mucho más fácil que la otra cuando estás aprendiendo. Lo mismo sucede con la atención plena. Puedes usarla en cualquier situación y para cualquier propósito, pero el lugar más fácil para aprender la técnica de la atención plena es durante la meditación. Lo gracioso es que incluso cuando te sientas seguro aplicando la atención plena a la vida diaria, probablemente quieras además tomarte un rato cada día para meditar. Eso sucede porque no importa lo buen conductor que puedas ser; siempre hay algo de reconfortante, y hasta de tonificante, en el hecho de conducir a lo largo de una tranquila carretera campestre, algo que una autopista no puede dar. Y lo que es más, también te proporciona el tiempo y el espacio para darte cuenta de lo que sucede a tu alrededor, para admirar el paisaje.
La diferencia entre meditación y atención plena puede no parecer tan importante, y a menudo los términos se intercambian. Pero a no ser que estés a punto de hacer las maletas para comenzar una nueva vida como monje o monja, la distinción sí que importa, y mucho. Siempre que vivas en otro lugar que no sea un retiro en las montañas, el tiempo para sentarte y practicar la meditación de un modo formal, estructurado, será limitado. A menudo oigo a la gente decir: «¡No tengo tiempo para meditar, estoy demasiado ocupado, tengo demasiadas cosas que hacer, estoy demasiado estresado!». Pero si echamos un vistazo al contexto, y hablamos de entrenar y cultivar la mente allá donde nos encontremos o sin importar lo que estemos haciendo, entonces la cosa se vuelve más accesible. Puedes continuar viviendo en el mundo con una práctica de meditación diaria adaptada de modo que encaje en tu agenda, aunque lo suficientemente larga para que puedas notar la diferencia y podrás usar esta idea más amplia de «entrenamiento mental» o «atención plena» para transformar tu experiencia de la vida cotidiana.
Estoy seguro de que habrá algunos meditadores experimentados que se llevarán las manos a la cabeza con horror ante la idea de una meditación de diez minutos. Si tú eres uno de ellos, te digo que yo mismo acepto que, a primera vista, eso puede sonar al equivalente de la comida precocinada que se calienta en el horno microondas. Pero examina las intenciones del entrenamiento mental un poco más de cerca, y verás que la idea de «poco y constante» tiene mucho sentido. Necesitamos ser flexibles, adaptables y receptivos en nuestra aproximación a la meditación. No hay nada malo en absoluto en sentarse durante una hora en calma, pero si eres incapaz de mantener tu estado de consciencia durante todo ese tiempo, entonces obtendrás poco beneficio de esa práctica. ¿Y qué pasa con las otras veintitrés horas del día? Como tantas otras cosas en la vida, cuando se trata de meditación la calidad es mejor que la cantidad. Comienza con diez minutos. Si lo encuentras sencillo, quieres más y dispones de tiempo, entonces genial. Pero también hay un gran beneficio en el hecho de sentarse durante simplemente diez minutos al día. Incluso ignorando todos los beneficios anecdóticos que he escuchado y visto a lo largo de todos estos años, ahora tenemos evidencias científicas sólidas que apoyan los beneficios que tienen para la salud las sesiones de meditación cortas, regulares y diarias.
Andy Puddicombe
Andy Puddicombe (nacido el 23 de septiembre 1972) es el fundador de Headspace (Espacio en la Cabeza), una plataforma de salud digital que proporciona entrenamiento de meditación mindfulness para sus usuarios. És ex monje budista.
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