miércoles, 15 de junio de 2016

Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.XV


Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte XV.


Quien acusa a su prójimo de falsedad y mentira, sin poder demostrar esta afirmación, da testimonio de sí mismo, de que está en el borde de la corriente y que arroja piedras a aquél –y así se apedrea a sí mismo, pues su prójimo, al que él acusa, es en su interior una parte de él.

Quien sólo está en la orilla de la corriente, cree que ella es la realidad, porque no conoce la corriente. Quien se comporta así, da por sí mismo testimonio de lo que él todavía es.

Quien habla la palabra, el Yo Soy, ve en profundidad la verdad y la falsedad. Da aclaraciones, rectifica y luego sigue su camino, pues sabe esto: quien cambia y se consagra a Dios, sigue el camino que conduce a la libertad. Pero quien no cambia, va por el camino pedregoso que lleva al sufrimiento, para, a través del sufrimiento, que es igual al pecado, despertar a la verdad, a fin de poder entrar entonces en la verdad.

Si no os cansáis de buscar la verdad, os encontraréis a vosotros, reconociendo vuestros errores y debilidades y purificándolos a tiempo, antes de que os sobrevenga el sufrimiento. 

Por eso nunca os canséis de buscar, o de otro modo tendréis que sufrir vuestros aspectos pecaminosos.

Quien no desea mirarse a sí mismo, mira siempre hacia su prójimo. Es de la opinión de que él es el bueno y el prójimo el malo. De esta forma de comportarse surge el sabelotodo, que es de la opinión de que puede conducir los procesos del Universo, ya que se tiene a sí mismo por omnisapiente.

Comprended: el necio ”lo sabe todo mejor”. Si el prójimo se dirige a él con su necedad, se pelean dos necios. A ambos les falta la sabiduría.

Lo opuesto a la verdad es la necedad; en ésta se ocupan muchísimos.

Si el alma va, siendo necia, a los mundos que ella misma ha determinado con su necedad, a su alrededor hay solamente necedad, porque ella vive en sus imágenes engañosas de necedad. Aun cuando el que en otro tiempo fuera hombre conozca las leyes de Dios, si no las ha cumplido sigue siendo un necio y un esclavo de la esclavitud, de la necedad que ha vivido y con la que se ha rodeado.

Quien no se enfrenta a su existencia terrenal, no tiene ninguna comunicación con el mundo espiritual.

Quien no recorre el camino al reino del interior, quien por tanto no se refina en sensaciones, pensamientos, palabras ni obras, permanece apegado a este mundo, a la vida temporal. Ya viva o muera, ya esté despierto o duerma –ni esta existencia terrenal ni la muerte le enseñan nada nuevo, porque él ha seguido siendo el hombre antiguo, pecador, a pesar de lo que sabe.

Ningún hombre puede huir de sí mismo. Cada cual tiene que verse a sí mismo y expiar lo que ha puesto sobre sí. La tarea que la vida le plantea, es su vida.

Un día se le plantea la tarea de expiar lo que ha cargado sobre sí.

Lo que tú mismo introduces en los astros –el grandioso registro–, está constantemente al acecho para abalanzarse sobre ti. Tú mismo eres por tanto el peligro para ti mismo.

Si no os cansáis de buscar vuestro verdadero Yo divino, estáis dispuestos a aprender. Quien esté dispuesto a aprender, se reconocerá a sí mismo y en el autorreconocimiento encontrará su verdadero SER. El realizará, hallando así plenitud.

Si alma y hombre no están dispuestos a aprender, es decir a encontrarse en Dios a través de la realización, la vida del alma y del hombre se vuelve más dura y penosa.

Si sufrís, sentid en el sufrimiento por qué sufrís. Dejad que surjan las sensaciones y los pensamientos del sufrimiento, pues ellos hablan su lenguaje. Y si no os cansáis de cumplir la ley eterna, en el sufrimiento maduraréis y os acercaréis a la luz que os trae la paz y el silencio.

El ser humano no debería lamentarse del camino de su vida terrenal ni condenar el camino de su vida.

Quien pretende conocer el camino de su vida, también pretende tener competencia sobre la Creación.

Todos los caminos que el Espíritu enseña conducen a una única meta: que alma y hombre encuentren el camino hasta el SER, que es Dios.

La esperanza y el anhelo de Dios provocan el cumplimiento de la esperanza. Donde está la esperanza, el anhelar este cumplimiento, impera Dios.

Yo, Cristo, os doy enseñanzas para que os autorreconozcáis, para que siempre podáis recurrir a ellas cuando os volváis tibios:

Decidíos por Dios en toda situación, y así os escaparéis de las tinieblas.

Si el hombre unas veces se inflama y otras se enfría, es indeciso y sirve a las tinieblas. Quien se decide por el mundo, se decide por la embriaguez del yo. Entonces le inspira el mundo y le inspiran aquellos que pertenecen al mundo.

Con el hombre las tinieblas hacen un juego: lo influencian –una vez a favor de Dios, otra en contra–. Así quieren escarnecer a Dios. Practican este juego con el hombre hasta que éste se decide.

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