viernes, 8 de abril de 2016

LA SENSIBILIDAD HUMANA (1ª PARTE)


LA SENSIBILIDAD HUMANA
Nuestra conversación de hoy se centrará en el aspecto psicológico de la sensibilidad humana, teniendo en cuenta que siendo esta conciencia psicológica el resultado de las energías provenientes de los tres Planos de vida y existencia conocidos, es decir, el mental, el emocional y el físico, deberá tener también tres zonas bien delimitadas en la vida del ser humano.
Habrá pues una sensibilidad de tipo mental al pensamiento, una emocional en orden al sentimiento y una sensibilidad puramente física que dependerá del correcto funcionamiento de los órganos que constituyen su compleja estructura.
Tenemos así en el ser humano tres amplias zonas de sensibilidad con tres grandes corrientes de energía circulando entre ellas y produciendo en sus diversas interacciones los diferentes tipos psicológicos, así como construyendo las bases del destino humano en sus infinitas modificaciones kármicas. Hay, sin embargo, una cuarta corriente de energía o una nueva zona de sensibilidad abierta para todos los componentes de la Raza, pero que sólo pueden utilizar las personas de mente muy desarrollada y de corazón abierto a las necesidades colectivas o sociales.
Tal corriente de energía y la zona mística en donde converge y se expansiona constituyen aquello que corrientemente denominamos "vida espiritual".
Hay, así, cuatro grandes zonas de sensibilidad humana que deben ser progresivamente conquistadas a fin de consumar lo que en lenguaje esotérico llamamos "un ciclo de evolución mundial", y todos los seres humanos deberán ser conscientemente responsables algún día de sus particulares parcelas de cumplimiento, las que les correspondan dentro de las ilimitadas medidas de sensibilidad que forman parte de la gran conciencia planetaria. Así, por grados de sensibilidad, avanza la humanidad por el Sendero de Cumplimiento, único camino, en verdad, que le capacita para ultimar el proceso de su vida kármica aquí en la Tierra.
Hay un “Centro de Sensibilidad Cósmica” definida esotéricamente EL CORAZÓN DE DIOS, hacia el cual tienden o gravitan aparentemente las humanidades de todos los planetas dentro del Sistema Solar “en donde vivimos, nos movemos y tenemos el ser”, desde donde se proyectan las energías del AMOR, substancia creadora de nuestro Universo de Segundo Rayo.
El motivo esencial de la vida de todo ser humano es este centro cósmico de Amor y la energía que del mismo dimana produce el fenómeno de la SENSIBILIDAD, el estímulo supremo de la evolución; pudiendo ser catalogadas todas las conciencias o almas en evolución dentro del Universo, o del planeta, por su grado de acercamiento a la Vida cósmica, o sea, por su grado de sensibilidad a lo más elevado. En lo que al ser humano concretamente se refiere, la expansión de esta sensibilidad innata del corazón que se propaga o extiende a todo su equipo psicológico y a todos sus niveles de percepción y de contacto, se la define técnicamente como fraternidad, siendo este sentimiento indescriptible de fraternidad la base misma de la Creación del Universo, es decir, que la Creación no es esencialmente mental en lo que a nuestro Sistema solar se refiere, aun cuando sea la Mente la que prepara y confecciona sus ocultos diseños y arquetipos, sino que es la vida del Corazón la que en un potentísimo e incomprensible impulso cósmico de Amor se introduce en la Mente y la capacita para crear. La imaginación creadora, sobre la cual tanto énfasis deposita el hombre intelectual, no es una cualidad de la Mente sino una función viva del Corazón.

De la misma manera, SHAMBALLA, que a la percepción esotérica aparece como el máximo centro de actividad creadora en nuestro planeta y donde son manipuladas las energías ígneas del Primer Rayo no es sino la centralización del más elevado aspecto del Amor, expresándose como Voluntad o como Poder, es decir, el resultado de la recepción y proyección de la Sensibilidad cósmica, o del Amor universal. Igual analogía puede ser aplicada a todos los planetas del Universo, sea cual sea la corriente de energía de Rayo que caracteriza a su Logos regente y condiciona su evolución; el Amor del Corazón que surge de aquel infinito Centro de proyección magnética está en la base de todas sus creaciones, siendo cada uno de los siete Rayos, o corrientes vitales de energía cósmica, solo unas simples modificaciones o cualidades magnéticas que surgen de aquel indescriptible Corazón Logoico que late al impulso supremo del Segundo Rayo de Amor, de Sabiduría y de Sensibilidad.
EVOLUCIÓN DE LA SENSIBILIDAD
La sensibilidad evoluciona, a igual que la conciencia, a la búsqueda de los Bienes inmortales. Su grado de acercamiento a los mismos indica siempre la calidad de un Misterio, siendo éste alguna posible meta iniciática para el ser humano, un objetivo inmediato que ha de ser cumplido y la apertura de un ilimitado campo de observación al final del cual, allá en el lejano horizonte es intuida, más bien que percibida, una meta todavía más lejana y sublime. Por el cumplimiento de la Ley, entendiendo por Ley la observancia del principio causal de Servicio y Sacrificio, se avanza hacia aquella lejana meta y van consiguiéndose todos los poderes imaginables en el orden psíquico y en el espiritual con un creciente desarrollo de la sensibilidad innata y de una condición psicológica de polarización o gravitación hacia algún definido centro creador más elevado.
La Humanidad actual se mueve todavía, desde el ángulo de la evolución, inducida mayormente por impulsos instintivos dictados por las necesidades inherentes a la vida psicológica.
El límite de sus observaciones y las fronteras que limitan la sensibilidad a la vida espiritual crean las necesidades de carácter inmediato. La lucha se centraliza en el campo emocional, en aquellas zonas de actividad en donde la mente y el deseo tratan de resolver el proceso kármico y de hallar adecuadas soluciones a los múltiples problemas que surgen del cotidiano vivir, esotéricamente podríamos decir que se trata de actividades kamamanásicas, es decir, conducidas por la doble motivación de la mente intelectual y por la fuerza incentiva del apremiante deseo de lo inmediato. Un clamor de aspiración se eleva también del centro oculto de la humanidad originando unos remolinos de luz que son observados muy atentamente por los Augustos Responsables planetarios, ya que les indican, sin lugar a dudas, que un grupo de seres humanos empieza a ser sensible a la vida interior y a extender su visión a metas más lejanas dentro de los insondables confines de su vida psicológica.
Tales remolinos de luz dentro de la gran masa de actividad kamamanásica indican asimismo que hay ciertos puntos de “iluminada crisis” dentro de la humanidad orientados hacia aspectos superiores y de más amplia e incluyente sensibilidad.
El individuo que se halla en el centro de alta tensión de alguno de tales remolinos de luz y está luchando por emerger a la superficie de más elevadas realidades, está guiado por un tipo de intención o de aspiración superior y tiende hacia un aspecto de sensibilidad superior, más allá y por encima de la que constituye la meta inmediata de la inmensa mayoría de la humanidad.
De manera que cuando en los diferentes tratados esotéricos se nos habla de la Iniciación, está informándosenos acerca de esta expansión de conciencia en busca de “más luz”, lo cual indica también que la sensibilidad mental, la emocional y aun la física están abriéndose progresivamente paso hacia las corrientes inmortales de la Luz del Cosmos. A partir de esta inevitable y sincera búsqueda de luz y de sensibilidad se le abren al discípulo en entrenamiento espiritual unas zonas de cumplimiento universal realmente impresionantes; es como si avizorara desde su lugar o punto kármico en el tiempo, desde el centro ALFA de su vida el punto OMEGA de su destino creador, un destino que comparte -salvo las distancias y las proporciones cósmicas- con todos los Dioses que ejercitan su poder creador sobre mundos y Sistemas solares...
En los estudios esotéricos que hacen referencia a las técnicas de entrenamiento espiritual se insiste frecuentemente en la capacidad que tiene el discípulo de atraer más luz a las áreas psicológicas de su vida, y se le observa desde el ángulo oculto, espiritual o ashrámico, de acuerdo con la intensidad de aquella luz, la cual se localiza en ciertas zonas de la cabeza desde donde irradia en forma de ondas concéntricas de un vivísimo color blanco azulado. Esta proyección de luz causal, o “Luz en la Cabeza”, le indica al Maestro el grado de sensibilidad de un discípulo a las zonas causales de donde irradia la Luz del Alma y esta sensibilidad, de carácter iniciático, es, a su vez, el centro mágico de atracción de un sinnúmero de elementos dévicos o angélicos coexistentes con el éter, a quienes la tradición esotérica denomina “los Ángeles de la Luz” y son una especie particular de AGNISHVATTAS. Absolutamente conocedores de sus múltiples expresiones, son los eficaces colaboradores del discípulo en el difícil arte de construir el Antakarana, o “puente de arco iris”, que se extiende del centro Ajna al centro Coronario, el del Loto de los Mil Pétalos.
El Antakarana es también un resultado místico de la sensibilidad del corazón, la cual infunde la luz en la cabeza del discípulo y le orienta hacia el Bien supremo, creando todos y cada uno de los tramos o estadios espirituales que en lenguaje místico llamamos “el Sendero”. El Sendero es eterno, pero indica siempre “un grado de sensibilidad a la luz” y la culminación del mismo se pierde en las indescriptibles e insondables abismos del Cosmos absoluto, ya que existe un indisoluble engarce magnético entre todas las almas que pueblan los distintos e incalculables Universos, de la misma manera que existe una permanente e indestructible unión de todos los elementos dévicos en sus infinitas jerarquías a través del Éter, esta substancia de origen cósmico que los grandes Rishis del pasado denominaban “la Sangre de los Dioses”.
De idéntica manera, este mágico sentimiento de solidaridad y fraternidad se demuestra en la Ley de evolución de los Reinos de la Naturaleza los cuales, según el dictado de la analogía universal, vienen a ser como perlas engarzadas unas a otras por medio de un sutilísimo hilo de Luz creado y vivificado por el propio Espíritu del Logos planetario Quien, a su vez, es vivificado en virtud del enlace magnético de Su vida con la Vida del Logos solar.
La Ley de Vinculación Cósmica, cuyo secreto es SENSIBILIDAD, se extiende así desde el más elemental núcleo atómico a la más esplendente Galaxia y a medida que el Espacio se va llenando de mundos y de Sistemas solares en incesante movimiento, más profundamente se aprecia el claro sentido de la Ley social de Relaciones que le permite al ser espiritual establecer contacto con las más alejadas dimensiones cósmicas.
Bien, esta idea de Sensibilidad que estamos tratando en nuestra conversación de hoy, pese a que en ciertos momentos la hayamos situado en las más elevadas zonas de cumplimiento universal, debe quedar concreta y definidamente confinada en nosotros a la correcta vivencia y a las mas elementales reglas de convivencia social.
LA SENSIBILIDAD SOCIAL
La acción social, desde el ángulo de la sensibilidad, deberá expresarse naturalmente por grados de acercamiento humano.
La civilización y la cultura de los pueblos de la Tierra demuestran los grados de sensibilidad cósmica que pudo ser introducida en el ambiente social del mundo en cualquier momento determinado del tiempo o de la historia a través de individualidades “altamente sensibilizadas”. Cuando en los estudios esotéricos se analiza la vida del Discípulo cualificado dentro de un Ashrama de la Jerarquía, se hace siempre desde el ángulo de la sensibilidad espiritual expresada en forma de acercamiento humano, siendo ambas virtudes consubstanciales y no pudiendo existir por separado.
Así, el término Iniciación indica “un alto grado de integración social”, una sensibilidad exquisita hacia las necesidades de la humanidad y un decidido esfuerzo por mejorarlas en la medida de las propias fuerzas. El Servicio -tal como se nos ha explicado ocultamente- es “un instinto natural del Alma”, ya que la motivación principal de un Alma al tomar cualquier cuerpo de manifestación es la redención, es decir, un impulso de amor y de sacrificio en bien de las innumerables células que constituyen la estructura orgánica de dicho cuerpo. Todos los seres humanos que se sacrificaron por sus hermanos en no importa qué tiempo de la historia planetaria ni en qué tipo de sociedad humana a través de las edades, fueron discípulos de los Maestros, pertenecientes a alguno de los Ashramas de la Jerarquía en sus distintos Rayos y demostrando sensibilidad y acercamiento en sus vidas, es decir, servicio creador. En otro nivel, pero siguiendo siempre las leyes inmutables de acercamiento humano que rigen la evolución social de la humanidad, todos los seres humanos que de una u otra manera se esfuerzan, trabajan y luchan por los demás, olvidados de sí mismos en el gozo supremo de la acción social, demuestran sensibilidad al Alma y cumplen con su deber preparando el camino de su Iniciación como discípulos en el corazón del Maestro.
De ahí la confianza de la Jerarquía en el corazón sensible de la humanidad, de ahí sus solicitudes y desvelos en favor del gran “discípulo mundial” como un todo, el cual, pese a todas las aparentes contradicciones existentes y fracasos en el orden social, tiene un corazón sensible y trata de ser correcto en sus relaciones con los demás. En el fondo del ser humano subyace la gloria de la acción social y del acercamiento humano; su expresión correcta dependerá del grado de desarrollo de su sensibilidad natural por medio de la actividad del centro cardíaco. La sensibilidad humana es cosa del corazón, de la misma manera que la conciencia de las cosas es algo que pertenece a la mente a medida que ésta va evolucionando por medio de la actividad del centro del entrecejo. Ambos centros, en su mutua interdependencia, constituyen los motivos esenciales y espirituales del ser humano y a medida que ambos centros se unifican y coordinan mediante la impersonalidad, el servicio y la renuncia al “yo” separado y egoísta, se desarrolla en el individuo el Centro Coronario, abriéndose progresivamente cada uno de los Mil Pétalos que en el mismo se hallan contenidos.
Vicente Beltrán Anglada
http://trabajadoresdelaluz.com.ar/
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