sábado, 8 de agosto de 2015

Vidas Pasadas y Sus Resultados en el Presente (CAPITULO-4)


UNA EXISTENCIA EN LA EDAD MEDIA

¿Es posible que en nuestro presente, en nuestra vida actual, nos afecten las vidas pasadas que hemos experimentado y ello incida en cómo experimentamos nuestra vida y sus resultados? De ser así, ¿cómo y por qué? Con la Terapia de Regresiones estas preguntas se pueden responder.
Caso anterior
Nota previa
En los últimos días me ha llegado información por distintas fuentes sobre algo que no es nuevo y que ha inspirado esta entrada: Las experiencias que ciertas personas que han vuelto a la vida después de lo que sería una muerte clínica, o incluso las de aquellas que han experimentado estados donde no deberían haber tenido consciencia de ningún tipo y, por supuesto, ningún recuerdo.
Esto último no me sorprende ni me parece destacable, porque apenas sabemos nada de los efectos que ciertos fármacos pueden tener sobre ciertas personas, es absurdo pensar que todos podamos reaccionar igual a las mismas dosis de los mismos y, por otra parte, es viejo el experimentar estados alterados de consciencia con diferentes drogas; estados donde la persona se ve disociada de su cuerpo y vive experiencias fuera del mismo. La única relevancia que esto tiene para mí es su posible relación con las experiencias post-morten que relatan, de forma tan reiterada, tan agradables y luminosas; puede que tengan un punto en común que se ha pasado por alto.
En cuanto a las personas que vuelven de una muerte clínica, aspecto sobre al cual Raymond Moody ya habló de ello hace ya casi 40 años, en 1975, en su libro Vida Después de la Vida, hay algo que me resulta como mínimo un tanto extraño: Excepto las experiencias donde las personas parece que han visto algo parecido al infierno, todas relatan algo similar, hasta ahí nada raro, pero lo que me resulta poco fiable es como todo parece un paseo por la iluminación, todo amable, luminoso… No dudo de que para ciertas personas pueda ser así, especialmente dentro del ámbito hospitalario donde consideran antes de una operación la posibilidad que la muerte pueda suceder, hacía ahí están enfocando su mente, o que, como señalaba la Dra. Kübler Ross, las personas llegan al estado de “aceptación” y estén abiertas y preparadas para esa experiencia y, por tanto, a experimentar otras realidades.

Pero me parece sospechosa esa insistencia, que ya he visto en otros relatos, que parezca que se le quieran dar a esas experiencias una dimensión universal, como si fuera lo normal e igual para todos, y no es así porque las personas sobre las cuales se ha podido observar estas experiencias siguen siendo una minoría sobre todo el conjunto total de personas que fallecen. Además, usemos la lógica, seamos abiertos pero críticos a la vez: ¿Puede ser esa experiencia, la muerte, igual para una persona que ha dedicado su vida al trabajo interior, a su crecimiento, que la de una persona que nunca prestó la menor atención a esos aspectos y sólo se ocupó quizás de lo superficial?
No parece lógico. Si no queremos ir a un ejemplo tan extremo, ¿puede ser lo mismo ese proceso para una persona que ha llegado a aceptar que está frente a esa realidad (ya sea por enfermedad o edad) a alguien que, pongamos por ejemplo, va con su coche a una cita de negocios, pensando en cómo cerrará la operación, y tiene un accidente inesperado y donde pasa al otro lado y ni se da cuenta de lo que ha pasado? Tampoco parece lógico, y puedo asegurar que es no es así, hay una gran diferencia.
Por otra parte, me ha llegado de primera mano experiencias de personas que también han regresado, pero que no recuerdan lo que ahí experimentaron de una forma amable, para nada vieron el infierno, vieron simplemente la película de su vida y experimentaron lo mismo que experimentan la mayoría de las personas en regresiones: Dolor por lo que hicieron o no hicieron, por lo que experimentaron o no pudieron experimentar, deseos de reparar o de vengar, necesidad de haber tenido otra oportunidad, etc… Pero de este tipo de personas, que seguro las tiene que haber, no se habla y tampoco miran la vida de una forma más confiada que antes, al contrario, el escepticismo es mayor, e incluso tienen un miedo a la muerte que antes no tenían.
¿A qué viene ahora esa insistencia de nuevo en la iluminación instantánea en cuanto cruzamos el umbral? Personalmente, creer en esta visión condicionó de forma negativa mis creencias, porque cuando, por las Terapia de Regresiones a Vidas Pasadas, me tropecé con lo que las personas experimentan en el momento de despedirse de la vida que acaban de dejar tuve que cambiar mis paradigmas mentales: Raramente, muy raramente, el tránsito es tan amable. Cuando lo he observado de esa forma ha sido, igualmente, en personas que habían aceptado la muerte que llegaba y que, además, se habían puesto en paz con su vida; para los demás, la infinita mayoría, es como ya he señalado: Un trance más traumático que agradable.
No sé a qué viene esa insistencia y publicidad en esa iluminación instantánea, pero incluso si así fuera eso no garantiza lo que para mí es clave y la razón de mi libroVuelo a la Libertad i el sin sentido del Karma: La liberación de este plano energético ni, mucho menos, lograr mejores condiciones, posibilidades y/o mayor libertad para su próxima vida.
Por ello creo que hay que tomárselo con un cierto escepticismo, por que siendo posible, ¿qué nos proporciona en nuestra evolución o liberación esta imagen tan amable y que, por mi experiencia, no corresponde a la realidad de la infinita mayoría de las personas? Sí, confort y, de ahí y derivada de esa palabra, conformismo. Y me pregunto: ¿A quién le beneficia el conformismo de las personas?
Caso ejemplo número 4
En este caso el paciente X4 observa una vida que se desarrolla en la profundidad de los bosques alemanes a finales del Medievo, quizás en torno o finales del siglo XV o poco más pero no hay forma de encontrar una mayor precisión. La vida transcurre en una aldea donde, junto con otro hombre del que es amigo desde la infancia, parece que son los que dan cohesión a esa comunidad; son como la fuerza de dirección y del orden de la misma pero, aparte de eso, es una vida sencilla, donde procuran mantenerse ocultos en el fondo del bosque y sin mucho contacto con el resto del mundo.
Copio y pego tal cual (sin corregir) del texto de la regresión un hecho importante de aquella vida:
… Me encuentro en el exterior de lo que debe de ser un castillo. No entiendo mi presencia en ese lugar. Estoy con el hombre que me inspiraba confianza anteriormente y estamos cubiertos por una especie de manto marrón y con una capucha. La ropa es de abrigo y no llevamos arcos.
En mi caso sólo llevo una especie de cayado de madera que es suave, como pulida por el uso, en cuyo extremo superior hay una serie de protuberancias naturales propias de la rama de donde se tomó. Está claro que es un arma, como una maza, pero en ese lugar tengo la sensación que no podríamos o no nos convendría entrar con armas.


Me doy cuenta a qué hemos ido a ese lugar, es un día de mercado pero es algo que no hacemos nunca. Tengo la sensación de que el otro hombre y yo destacamos demasiado como para dejarnos ver mucho por estos sitios, tengo la impresión de que dada la vida que llevamos podríamos bien ser considerados como cazadores furtivos o reclutables como soldados por nuestro aspecto y eso sería peligroso para la aldea en que vivimos ya que tengo también la impresión que en ella dependen mucho de nosotros. Pero también tengo la impresión de que no me hubiese arriesgado a ir a un lugar como este si no fuera con él.
Siento todo esto por la precaución con la que nos movemos entre los tenderetes, mirando todo con curiosidad pero sin quitarnos la capucha y un tanto encorvados, como queriendo pasar desapercibidos.
El día era gris, no he visto nieve pero tengo la sensación de que es invierno y que, precisamente por eso, por el mal tiempo y la posibilidad de ir más ocultos por la ropa de abrigo, nos hemos arriesgado hasta este sitio.
Saltamos en el tiempo y ahora copio y pego el resumen de lo que dice en el momento de morir:
En el momento de mi muerte estoy tendido en lo que debería ser una especie de lecho individual, de paja y estructura de madera. Veo entrar luz y algo de cielo entre las ramas del tejado y a mi derecha hay un hombre sentado en una butaca que me coge la mano derecha con las dos suyas. Creo que es mi hijo. Veo que se siente apenado. Hay bastantes más hombres alrededor, ropa sencilla y oscura, son de la aldea y parece como si vinieran a rendir homenaje por el silencio y lo serios que se mantienen… Me siento en paz, en calma, paso al momento de mi muerte y no localizo nada especial, no hay nada especial que ver, han vuelto a correr la cortina porque todo se ha vuelto otra vez negro y siento una gran paz.
Cuando se le pregunta cómo evalúa todo ello, explica que lo ve con una gran luz, mucha paz, ve su vida pasar y todo es positivo, siente que ha hecho una buena labor, pero lo que quiero destacar aquí es algo que cuando se hizo esta regresión no tenía para mí mucha importancia, pero que luego, con lo que descubrí y me llevo a escribir Vuelo a la Libertad o el sinsentido del Karma, se revistió de una gran importancia:
… Dos personas sin importancia y, al mismo tiempo, con mucha importancia. Que preferían pasar desapercibidos y permanecer apartados, por eso era tan importante el día del mercado, se estaban dando un auténtico festín, ya que nunca lo hacían, permitirse ver cosas que nunca se permitían, preferían que fueran otros, por una vez se arriesgaron, no lo hicimos más, sabíamos que corríamos peligro, si llegan a cazarnos o a cogernos nunca el poblado hubiese podido salir adelante sin nosotros.
Había cazadores, había otros, pero eran en realidad el tejido que sujetaba todo eso, nunca hubo rivalidad, nunca hubo peleas, nunca hubo nada… Lo sujetábamos todo, no permitíamos que nadie andase con críticas, maledicencias, lo parábamos todo en seco.
He querido destacar este momento porque, ¿recordar en el momento de muerte un día de mercado? ¿Tan importante fue ese detalle como para recordarlo justo en ese momento…? X4 lo recordaba con el rostro iluminado, porque hay que recordar siempre presente que cuando regresamos lo hacemos con la emoción del momento, ya que la energía de una experiencia no se ha disipado a menos que la hayamos trabajado. En el momento de su muerte −que fue de un apacible realmente raro− lo que brilló con más intensidad no fue lo que aportó a esa comunidad, reconoció la bondad de esa labor, lo que sería el Karma positivo, pero el recuerdo de ese día tan especial donde pudo acceder a algo que nunca
se permitía era más intenso, ese era su apego, su deseo…
Porque aquello en lo que uno piensa en el último momento de su vida, es con certeza hacia lo que el alma va, debido a la afinidad que tiene con esa determinada naturaleza.
Bhagavad Gita
Y ese apego y ese deseo, a pesar de haber tenido una muerte apacible y llena de paz, con un tránsito fácil tal como decía al principio ahora nos relatan que tienen ciertas personas, fue lo que impidió la liberación. No bastan los buenos actos, el buen Karma no basta, hay algo más, porque cuando haces el repaso de tu existencia, si no sabes lo que estás haciendo y desconoces las “leyes” del Karma Esotérico, estás inconscientemente programando lo que será tu próxima vida. Como digo en otro lugar, aunque no sepas lo que es la Ley de la Gravedad no por ello deja de actuar, y esto que explico sí que es auténtica Ley de la Atracción…
Es importante porque en la vida en la que apareció posteriormente fue una persona mundana, con abundantes recursos para poder hacer todo lo que en aquella otra vida no pudo hacer, para tener acceso a todas las ferias que quiso porque se dedicó a los negocios y el comercio, pero eso no fue una bendición, porque como todos cometió errores y cuando llegó al momento de su muerte la sensación tampoco era de haberse saciado, y volvió una vez más a programar con lo que creyó eran las carencias que tuvo en ella… Pero esto queda para otro día.
Fuente: Vuelo a la Libertad

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