viernes, 14 de abril de 2023

LOS RITMOS DE LA VIDA Y LA SALUD

 


El ambiente determina cambios en la expresión de nuestros genes. Las situaciones del ambiente y el entorno pueden hacer, por ejemplo, que se exprese o no un gen en uno u otro de un par de hermanos gemelos criados en ambientes diferentes.

 

La potencialidad de enfermar claramente puede estar asociada a los genes, pero resulta que las enfermedades verdaderamente de origen genético representan un porcentaje mínimo de todas  las causas de enfermedad.

 

Aproximadamente en un 92% de la población, las enfermedades no dependen de un daño genético congénito. Hay alteraciones genéticas no congénitas que pueden desarrollarse en la vida por exposición a factores mutagénicos de diversos ordenes como: químicos, físicos, pero también debemos considerar una forma de “radiación interna” que corresponde a aspectos emocionales y mentales. Hay ciertas enfermedades neurodegenerativas cuyo desarrollo está más asociado a condiciones ambientales adversas sostenidas que a predisposición genética.  No podemos negar las causas genéticas, pero mi mensaje hoy es que un gran porcentaje de las enfermedades está más asociado a hábitos dañinos, a ritmos de vida enfermizos, que desde la conciencia podríamos modificar.

 

Dentro de esas condiciones ambientales adversas debemos considerar el estrés prolongado, como un factor desencadenante. Uno de los sistemas de respuesta al estrés  es el sistema nervioso neurovegetativo, simpático y parasimpático. Éste envía sus señales al resto del organismo por algunos nervios a través de impulsos eléctricos, que la mayor parte del tiempo no son mediados por la voluntad, así por ejemplo, mientras tú estás durmiendo, simultáneamente estás respirando, tu sistema cardíaco-vascular está activo, tu sistema digestivo está funcionando. Entonces éste sistema neurovegetativo funciona automáticamente, sin necesidad de que sea consciente o voluntario; es un sistema más autónomo, que está regulando desde una programación involuntaria movimientos de contracción y de expansión de músculos, vasos sanguíneos, vísceras y órganos de tu cuerpo. Esta programación involuntaria puede estar condicionada por vivencias del pasado.

 

Cuando el estrés es sostenido por largos períodos, se altera la respuesta simpática. Normalmente el sistema simpático te prepara para una respuesta de estrés corto que biológicamente no es dañino, nuestros cuerpos están diseñados para un estrés de corta duración. Es decir un estrés que puede ser de 15 a 30 minutos, algo así cómo correrle a un animal, perseguir algo, saltar una piedra, huir, conseguir un alimento, cosas que tienen que ver con la supervivencia. Eso está en nuestras memorias ancestrales, pero después de eso viene el reposo y la recuperación de la armonía simpático-parasimpático. Pero imaginemos que uno tuviera que correrle a un tigre, todo el día, toda la noche, una semana, un mes. Ese estado de contracción sostenida por simpaticotonía no permite el estado de recuperación por el parasimpático. El sistema parasimpático provoca respuestas, por lo menos a nivel muscular, de relajación, respuesta de pausa.

 

La vida es ritmo. Y la clave de la salud son los ritmos; y la clave del ritmo son las pausas.

 

Si no hay pausa, la vida se acorta, la vida se vuelve enfermiza. Entonces ese sistema simpático parasimpático está respondiendo al estrés y muchas veces le seguimos corriendo “al tigre” toda la vida. El tigre ya no está, pero tenemos la foto, la imagen, el recuerdo del “tigre”. Y seguimos peleando con la foto del tigre. Me refiero a qué las memorias se quedan allí, son hechos ya pasados pero siguen presentes y se activan en los recuerdos.

 

Y cada vez que recuerdo ese pasado estoy activando un estrés similar al que viví en esa situación, además con exaltación del estado emocional asociado a la vivencia referida. Esto ocurre en nuestro cerebro mamífero, pues no experimentamos las cosas solamente desde el intelecto, también desde un estado emocional que es traducido por el hipotálamo en impulsos neuroquímicos. Entonces viene la rabia que no procesada puede llegar al resentimiento, ò el miedo, que puede en  extremo llevarnos a un pánico, ò  la tristeza, que puede devenir en una depresión, ò la preocupación, la ansiedad que puede conducir a la obsesión. Todo esto  como una respuesta latente frente a cómo hemos experimentado, percibido o significado algo, que cada que se revive está allí. Es sorprendente como nosotros nos quedamos con “el tigre”.

 

El tigre ya se acabó, se murió hace tiempo, lo que nos perseguía o perseguimos, pero lo seguimos sintiendo.

 

Ese es el mundo del condicionamiento, y ese condicionamiento afecta la expresión del sistema nervioso y su neuroquímica que viaja en nuestra sangre, activando sustancias como el cortisol y la adrenalina, que va acelerando y descoordinando el latido cardíaco, que pueden llegar a afectar el sistema inmunológico, los ritmos del sistema digestivo, el ritmo de la respiración.

 

Ahí somos víctimas de una programación, del pasado, de un condicionamiento.

 

En respuesta consciente podemos desarrollar hábitos o ritmos saludables, como la atención plena en la respiración y la meditación que nos permiten la pausa y reacondicionan de manera positiva nuestra respuesta al estrés.

 

Dr. Jorge Iván Arango Caro

Médico y cirujano de la Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. Ejerce la medicina integrativa y terapias de sanación desde hace mas de 25 años. La Sintergética, como visión de síntesis de la vida y la salud, es hoy eje de su consulta.

Es socio de AMIBIO (Asociación de Médicos e Investigadores en Bioenergética) y actual Vicepresidente de Proyección Social de la AIS (Asociación Internacional de Sintergética).


 

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