viernes, 4 de septiembre de 2015

LIBRO EL SENDERO DEL TAO (OSHO) Capitulo-I








EL SENDERO DEL TAO (OSHO)

1. Capitulo- ¿QUIÉN ES VERDADERAMENTE FELIZ?
Cuando Lieh Tzu estaba comiendo a la vera del camino,
en la ruta de Wei, vio una calavera centenaria.  Cogió una vara y señaló hacia la calavera y, dirigiéndose a su discípulo Pai Feng, dijo: “Sólo ella y yo sabemos que tú nunca has nacido y nunca morirás.  ¿Crees que es ella la desgraciada?  ¿Crees que somos nosotros los verdaderamente felices?

Disfruto mucho con Lieh Tzu.  Él es una de las expresiones más perfectas de lo inexpresable.  La verdad no se puede expresar; esa imposibilidad de expresión es intrínseca a la verdad. 
Miles y miles de personas han intentado expresarla, sólo unos pocos han conseguido dar apenas un reflejo de la verdad. 
Lieh Tzu es uno de esos poquísimos; es un ser poco común.

Antes de entrar en su mundo, se tienen que entender algunas cosas sobre él y su enfoque.  Su enfoque es el de un artista –poeta, narrador-, es un maestro narrador.  Siempre que alguien ha experimentado la vida, su experiencia ha florecido en parábolas; ésta parece ser la manera más fácil de dar una indicación de aquello que no puede ser dicho. 

Una parábola es un recurso, un gran recurso. 
Éste no es simplemente un relato ordinario.  
Su propósito no es entretenerte.  Su propósito es decir algo que no puede ser dicho de otra manera.  La vida no puede incluirse en una teoría; es demasiado vasta, es demasiado infinita.

Una teoría es cerrada por su propia naturaleza.  Una teoría tiene que ser cerrada si es una teoría.  No puede tener un final abierto, de otra manera carecería de significado.  Una parábola tiene un final abierto: dice y aun así deja mucho por decir; solamente señala.  Y aquello que no puede ser dicho puede ser indicado.  Es un dedo que señala la luna.  No te quedes con el dedo –es algo irrelevante- mira la luna.  Estas parábolas son bellas de por sí, pero ese no es su propósito… van más allá, son trascendentales.  Si diseccionas la propia parábola no llegarás a comprender demasiado.


Es algo similar al ombligo en el ser humano.  Si vas a un cirujano y le preguntas cuál es el propósito del ombligo en el cuerpo, y él disecciona el cuerpo, no encontrará ninguna explicación.  El ombligo parece casi inútil.  ¿Cuál es el propósito del ombligo?  Tuvo uno cuando el niño estaba en el vientre de su madre: su propósito fue relacionar al niño con la madre, conectar al niño con la madre.  Pero ahora el niño ya no está en el vientre: puede que la madre haya muerto, que el niño haya envejecido.  Entonces, ¿cuál es el propósito del ombligo? Tiene uno trascendental: no tiene un propósito por sí mismo. Tendrás que observar alrededor, por todas partes, para encontrar la indicación, hacia dónde señala.

Señala que ese ser humano fue niño una vez, que el niño estuvo una vez en el vientre de la madre, que el niño estuvo conectado con la madre.  Se trata de una marca que ha dejado el pasado.

Así como el ombligo muestra algo del pasado, una parábola muestra algo del futuro. Muestra que hay una posibilidad de crecimiento, de estar conectado con la existencia. Ahora mismo es sólo una posibilidad, no es definitiva. Si sólo diseccionas la parábola, se convierte en una narración ordinaria.  Si no la diseccionas y en cambio absorbes simplemente su significado, su poesía, su música, si olvidas la narración y sólo te quedas con el significado, pronto verás que señala hacia un futuro, hacia algo que puede ser pero todavía no es.  Es trascendental.


En Occidente, a excepción de las parábolas de Jesús no existe nada similar a las de Lieh Tzu, Chuang Tzu, el Buda… no existe nada como las parábolas de estas personas; sólo las de Jesús.  E incluso las parábolas de Jesús son de una cualidad tal que sin duda debió haberlas traído de Oriente.  Están las parábolas de Esopo, pero son también reflexiones del libro de parábolas más importantes de Oriente, el Panchatantra.  La parábola es una invención oriental y de tremenda importancia.


Así que lo primero que debe entenderse de Lieh Tzu es que él no es un teórico, no te dará ninguna teoría.  Él simplemente te dará parábolas.


Una teoría se puede diseccionar; en ello está su significado. No tiene trascendencia, el significado es inmanente. Una parábola no puede ser diseccionada.  Disecciónala y morirá.

El significado es trascendental; no está en ella.  Está en otra parte.  Tiene que estar. Tienes que vivir la parábola; entonces captarás su significado. Tiene que convertirse en tu corazón, en tu respiración. Tiene que convertirse en tu ritmo interior.

De ahí que estas parábolas sean tremendamente artísticas, pero no mero arte.  Contienen una gran religiosidad.


Lieh Tzu tampoco es un teólogo.  No habla de Dios.  Él expresa a Dios pero no habla de Dios. Todo lo que dice viene de Dios pero no habla de Dios. Todo lo que dice viene de la fuente, pero él no habla de la fuente. Deja que esto te quede muy claro. Hay dos clases de personas; unas hablan de Dios; son los teólogos. Otras transmiten a Dios; son los místicos.  Lieh Tzu es un místico. El hombre que habla de Dios no ha conocido a Dios. 

De ser así, ¿por qué “hablar de”?  El “de” muestra su ignorancia.  
Cuando una persona transmite a Dios, ha experimentado. Entonces Dios no es una teoría a probar o desaprobar, no; entonces Dios es su propia vida, algo que tiene que vivirse.

Para comprender a un hombre como Lieh Tzu, tendrás que vivir una vida auténtica.  Sólo entonces, a través de tu propia experiencia, serás capaz de sentir lo que él quiere expresar con sus parábolas. No se trata de que puedas aprender las teorías y llegues a informarte; la información no ayudará.A menos que sepas, nada va a ayudar. Por tanto, si estas parábolas crean en ti una sed de saber, un gran deseo de saber, un hambre enorme de saber, si estas parábolas te llevan por una ruta desconocida, en un peregrinaje, sólo entonces, sólo al recorrer el camino, te llegarás a familiarizar con él.


Lieh Tzu, Chuang Tzu y Lao Tzu, los tres maestros taoístas hablan únicamente del camino.  Tao significa “el camino”; ellos no hablan en absoluto de la meta.  Dicen: la meta ya se cuidará por sí misma; no necesitas preocuparte por la meta.  Si conoces el camino conoces la meta, porque la meta no está al final mismo del camino.  La meta está a todo lo largo del camino; a cada momento, a cada paso está allí.  No se trata de que al finalizar el camino llegas a la meta; a cada momento, donde quiera que estés, estás en la meta si estás en el camino. 

Estar en el camino es estar en la meta. Por consiguiente, ellos no hablan de la meta, no hablan de Dios, no hablan de moksha, nirvana, iluminación; no, absolutamente no. Muy simple es su mensaje: tienes que encontrar el camino.

Las cosas se vuelven un poco más complicadas porque ellos dicen que el camino no tiene mapa, el camino no está trazado, el camino no implica que puedas seguir a alguien y encontrarlo. El camino no es como una gran autopista; el camino es como un pájaro que vuela en el firmamento; no deja rastros tras de sí. 

El pájaro ha volado, pero no quedan rastros; nadie puede seguirlos. Por tanto, el camino es un camino sin sendero.
Es un camino, pero es un camino sin sendero.  No está hecho de antemano, no está disponible. No puedes simplemente decidir recorrerlo; tendrás que encontrarlo. Y tendrás que encontrarlo a tu manera.  El camino de otros no va a servir.

El Buda lo ha recorrido, Lao Tzu lo ha recorrido, Jesús lo ha recorrido, pero estos caminos no te van a servir de ayuda porque tú no eres Jesús, no eres Lao Tzu, no eres Lieh Tzu. 

Tú eres tú, un individuo único. Sólo al caminar, sólo al vivir tu vida encontrarás el camino. Esto es algo de gran valor.

Por eso el taoísmo no es una religión organizada, no puede serlo.  Es una religión orgánica, pero no una religión

organizada.
Tú puedes ser taoísta, si vives una vida de forma auténtica, espontánea, si tienes el coraje de ir hacia lo desconocido a tu manera, individualmente, sin apoyarte en otro, sin seguir a nadie, simplemente yendo hacia la noche oscura sin saber si llegarás a algo o si te perderás.  Si tienes el valor, el riesgo está allí; es arriesgado, es osado.

El cristianismo, el hinduismo, el mahometismo son grandes autopistas.  No necesitas arriesgar nada, tú simplemente sigues a la multitud, vas con la masa.  Con el Tao tienes que ir solo, tienes que estar solo. El Tao respeta al individuo, no a la sociedad.  El Tao respeta al que es único y no a la multitud.

El Tao respeta la libertad y no la conformidad.  El Tao no tiene tradición. El Tao es una rebelión, y la mayor rebelión posible.

Por eso llamo al Tao, “el camino sin sendero”.  Es un camino pero no como los otros caminos. Tiene en sí una cualidad diferente: la cualidad de la libertad, la cualidad de la anarquía, la cualidad del caos.  El Tao dice que si te impones a ti mismo una disciplina serás un esclavo.  La disciplina tiene que surgir de tu atención consciente, entonces serás un maestro. 

Si impones un orden en tu vida, esto será sólo una pretensión. El desorden permanecerá profundamente, en el propio fondo de tu ser.  El orden estará en la superficie, en el centro habrá desorden. Esto no va a ayudar.

El orden real surge, no de afuera sino de lo más profundo de tu ser.  Permite el desorden, no lo reprimas.  Enfréntalo, asume el reto del desorden. Al asumir el reto del desorden y vivirlo vivirlo peligrosamente surge un orden en tu ser.  Este orden sale del caos, no sale de ningún modelo. 

Esta gestalt es totalmente diferente: nace dentro de ti y es fresca; no es tradicional, es virgen; no es de segunda mano. 
El Tao no cree en una religión de segunda mano ni en un dios de segunda mano.  Si tomas al Dios de Jesús, te vuelves un cristiano; si tomas al Dios de Krishna, te vuelves un hinduista; si tomas al Dios de Mahoma, te vuelves un mahometano. 
El Tao dice: sin embargo, mientras no encuentres a tu Dios, no estás en el camino.

Por tanto, todos estos caminos simplemente te distraen del camino real.  Al seguir a otros te extravías. Al seguir cualquier modelo de vida te vuelves un esclavo.  Al seguir cualquier modelo te aprisionas a ti mismo.  Y Dios, o el Tao, o el dharma, o la verdad, es posible sólo para alguien que sea absolutamente libre, incondicionalmente libre.


Por supuesto, la libertad es peligrosa porque no da seguridad, no da certeza.   Hay gran seguridad cuando estás siguiendo a una multitud: la multitud te protege.  Hay mucha seguridad cuando estás siguiendo una multitud porque, en la misma presencia de tanta gente, sientes que no estás sólo y que no puedes perderte.  Debido a esta seguridad estás perdido, debido a esta seguridad nunca buscas, nunca exploras y nunca investigas. 

Y la verdad no se puede encontrar a menos que hayas investigado, a menos que hayas investigado por tu cuenta.  Si tomas verdades prestadas te vuelves erudito; pero ser erudito no implica saber.

El Tao está muy en contra de la erudición.  El Tao dice que si eres ignorante, y la ignorancia es tuya, está bien; al menos es tuya y lleva consigo una inocencia. Pero si estás cargado de conocimiento acumulado, escrituras, tradiciones, entonces vives una vida falsa, una pseudovida.  Entonces no estás viviendo realmente, sólo tienes la pretensión de que estás viviendo. 

Haces gestos impotentes, gestos vacíos.  Tu vida no tiene la intensidad, la pasión; no puede tener la pasión. 
La pasión sólo surge cuando vas por tu cuenta, solitario, hacia el vasto firmamento de la existencia.

¿Por qué no puedes moverte tú sólo?  Porque no confías en la vida.  Tú sigues a los mahometanos, sigues a los hinduistas, sigues a los judíos porque no confías en la vida, confías en las multitudes.  Para moverse en solitario uno necesita confiar enormemente en la vida… en los árboles, en los ríos, en el firmamento, en lo eterno de todo esto: uno confía en ello.

Tú confías en las concepciones creadas por el ser humano; tú confías en los sistemas creados por el ser humano; tú confías en las ideologías creadas por el ser humano.  ¿Cómo pueden ser verdaderas las ideologías creadas por el ser humano?

El ser humano ha creado estas ideologías sólo para ocultar el hecho de que no sabe, para ocultar el hecho de que es ignorante.  El ser humano es astuto, ingenioso, y puede crear racionalizaciones, pero estas racionalizaciones son falsas; no puedes avanzar con ellas hacia la verdad. 

Tendrás que dejarlas. El Tao dice que la ignorancia no es el obstáculo frente a la verdad.  La erudición es el obstáculo.

Déjame contarte unas cuantas anécdotas.


En la gran obra de Samuel Beckett, Esperando a Godoy, se produce este pequeño incidente; reflexiona sobre él.


Dos vagabundos, Vladimir y Estragón están en el escenario. Están allí para esperar, tal como todo el mundo está esperando, nadie sabe exactamente qué. Todo el mundo está esperando con la ilusión de que algo va a suceder.  Hoy no ha sucedido, mañana va a suceder.  Así es la mente humana: el día de hoy se desperdicia, pero la mente humana tiene la esperanza de que mañana algo va a suceder.  Y estos dos vagabundos están sentados debajo de un árbol, esperando… esperando a Godoy.


Nadie sabe exactamente quién es este Godoy.  La palabra se asemeja a Dios,* pero es sólo una semejanza y, en realidad, los dioses que estás esperando son todos Godots.  Tú los has creado porque uno tiene que esperar a alguien, de otra manera ¿cómo podrías tolerar la existencia?  ¿Para qué?  ¿Cómo vas a posponer el vivir?  ¿Cómo vas a tener esperanza?  La vida se hará intolerable, imposible, si no hay nada que esperar. Alguien espera dinero, alguien espera poder,  alguien espera la iluminación. 

Y alguien espera alguna otra cosa, pero todo el mundo está esperando, y la gente que espera es la gente que no acierta.
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