sábado, 30 de mayo de 2015

EL ESPEJO DEL ALMA.....



Un día, hace ya mucho tiempo miré mi rostro en el espejo, algo que no acostumbraba a hacer mucho, pero inevitablemente estaba allí ( el espejo) y aún sin poner atención en ello, me miraba al pasar.
Pero ese día, no fue igual, ese día miré mi rostro en el espejo y lo observé como nunca lo había hecho antes, examinando cada detalle, cada línea, cada poro y comprendí para mi asombro, que nada de mi rostro conocía. Había en él particularidades que ignoraba completamente, que no me eran familiares.... por ejemplo la nariz. Si yo hubiera intentado dibujar mi nariz un rato antes de observarla, seguramente no hubiera sido la que poseía mi rostro. Hubiera dibujado una nariz de las que tanto yo veía por ahí, creyendo en la similitud de narices, aunque dicen que ellas muchas veces indican la personalidad de una persona, jajaja, que cosa extraña que una nariz logre semejante propósito... No, no conocía mi nariz, pero al detenerme en ello también observé que tampoco conocía la forma de mis ojos...ellos tenían en su ángulo externo una especie de sombra que provocaban el encuentro de mis también desconocidas pestañas, dándole a ellos una tonalidad un tanto misteriosa...claro, apartandolos del resto del rostro, porque en su conjunto nada de misterio había en él, es más, si cruzara mi rostro por ahí, seguramente tampoco me llamaría la atención. Sería apenas....otro rostro más, de los tantos que uno ve por ahí.
Y en esa tarea me ocupé un buen rato, intentando y deseando que algo de mi rostro por lo menos, me resultara amigable, como quien espera encontrarse con alguna pertenencia que contenga algo de uno, aunque sea nuestro aroma. Pero no.
No puedo negar que cierta preocupación me causó semejante descubrimiento, ya que no es muy agradable mirarse en un espejo y percatarse que no solo no conocía mi rostro, si no que me resultaba totalmente extraño y ajeno.
Pero cuando ya estaba a punto de retirarme y junto conmigo retirar esa imagen del espejo,,,,algo me detuvo. Algo que sí conocía, que sentía que era mío. Algo que en un primer instante no supe que era, no era ni la forma, ni sus caprichosas marcas del tiempo, ni mis pecas nuevas, no. Algo que me llamó la atención pero no lograba distinguir, que me costaba comprender...Hasta que allí estaba, casi sonriendo ante mi incredulidad. Era mi mirada. Mi mirada que estaba allí, mirándome a la vez, cómplice de ella misma. Mi mirada se miraba.... y ello disipó cierta angustia que había provocado en mí no reconocer mi rostro.
Así me retiré del espejo, un tanto perplejo y un tanto aliviado al saber que algo había reconocido. Entonces pensando en ello, de pronto algo me frenó intempestivamente, una pregunta que me asaltó desde aquel lugar donde la mente fabrica las preguntas más insólitas y que generalmente se responde más insólitamente todavía. Como era que yo, desconociendo aún cuestiones básicas de mi rostro, reconocía mi mirada?. Como podía reconocerla, si me he pasado la vida observando miradas, miles de miradas, millones de miradas, pero nunca la mía. Si mi mirada pudieron haberla observado otros tantos, pero no yo mismo?. Preguntas que retumbaban en mí como una alarma, inquietantemente. Tanta intranquilidad me causó no tener las respuestas, que volví presurosamente en busca del espejo, para intentar la claridad que trajera sosiego a mi corazón, que a esa altura ya no respondía coherentemente y parecía que iba a romper con su cárcel de huesos y carne.
Y así llegué agitado ante él,,,lo miré buscando mi mirada y mi mirada que a la vez me buscaba. Y se encontraron, pero nada decían, solo se miraban y yo esperando una respuesta, un mínimo atisbo de comprensión de lo que ello significaba....nada. Quedé allí esperando, horas, días, realmente no puedo definir cuanto tiempo pasó, hasta quedarme profundamente dormido frente al espejo. 
Hasta que una brisa me despertó, extrañamente porque el lugar donde se encontraba el espejo no era precisamente un espacio donde las brisas soplaran su canto comúnmente. En realidad, solo imaginaba haber despertado, ya que al abrir los ojos el espejo no devolvía ninguna imagen, ni mi rostro ni mi mirada estaban reflejadas en él. Esperé un buen rato hasta que mi visión volviera a la normalidad de ver las imágenes que seguramente aparecerían en algún momento... cosa que seguió sin ocurrir. Sin embargo grande era mi dicha, al notar que la impaciencia no me ganaba, que en cierta forma entendía como natural que eso no sucediera, a la vez que un placer extraño me recorría como aceptando lo que allí ocurría, aún sin lograr comprenderlo. 
Solo podía percibir que mi alma se estaba manifestando en la mirada, por eso el espejo nada devolvía, que no eran los ojos de mi rostro los que observaban si no mi alma que se expresaba en ese silencio, en ese vacío de las formas.
Y entonces comprendí porque nunca me había mirado con aquellos ojos que no reconocían mi rostro, porque ellos no podían ver la realidad infinita del alma, solo podían captar la ilusión de las formas, donde no es la mirada la que mira, si no solo la ilusión del Ego que se mira. 
Y entonces me retiré delante del espejo y a medida que me alejaba de allí, solo una mancha difusa iba minimizándose hasta al fin desaparecer. Y solo quedaba este único universo sin formas lleno de almas que seguramente, cuando me aleje de allí, también se volverán una. Y esa unidad, solo puede ser contemplada desde el estado de amor donde nos transformamos en su propia esencia, en su propia gracia,, donde realmente somos el Amor y nuestra mirada solo es una manifestación de él......
Müpu Kuntur

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...