domingo, 1 de mayo de 2016

¿POR QUÉ NO HAY MUERTE?

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Queridos humanos, 

Quisiéramos aclarar algo que han entendido mal desde hace mucho tiempo. Lean con cuidado lo que sigue y traten de sentirlo desde su corazón. 

Consideren esto. Una ola se mueve dentro del océano hacia la orilla, junto con sus demás compañeras. Cuando se estrella con esa orilla, desaparece. “¿A dónde se fue?”, se preguntan todas sus amigas. 

Ustedes le han llamado “muerte” a la desaparición de esa ola. Han perdido su tiempo sintiendo miedo a esa desaparición, han gastado su vida tratando de evitarla y han inventado un sinfín de historias intentando explicarla o negarla. Muchas de sus enseñanzas espirituales y religiosas están diseñadas para apaciguar ese miedo y la ansiedad que lo rodea, para adormecer su curiosidad a través de respuestas fáciles, distrayéndolos de la obvia verdad con promesas de cosas extravagantes que se revelarán o que podrán adquirirse o experimentar después de la muerte, y estas teorías podrían satisfacer a la mente, pero nunca al corazón. 

¿A dónde se fue la ola? Esta es la pregunta clave. 

La respuesta es, no se “fue” a ningún lado, ni dentro del tiempo ni del espacio. No se fue ni al cielo ni al infierno. No se fue al limbo ni comenzó otra vida. Todas estas ideas están basadas en un solo pero muy profundo malentendido. 

Veamos de nuevo. Cuando la ola se estrella en la costa, ésta simplemente se disuelve de nuevo dentro del mismo océano. Pero incluso esto no es verdad. ¿Por qué? ¡Porque, en primer lugar, la ola jamás estuvo separada del océano! La ola siempre fue una única apariencia DEL océano, un movimiento del todo, no “en” él, o en alguna “parte” de él. El todo no se “va” a ninguna parte cuando se muere porque no hay ningún sitio adonde ir. Sólo hay el sí mismo. Desde la perspectiva del océano, cuando la ola se estrella en la orilla, no ha pasado absolutamente nada. La muerte es un no-evento. Cero. Nada de Nada. Nada. Sólo se trata de un sueño que se ha evaporado - el sueño de la separación, la ilusión de que había olas separadas, de que había nacido una ola y que había una ola a punto de morir. En el momento exacto de la muerte, no hay ola que pueda morir porque ni siquiera hay una ola. Entender esto elimina todo temor a la muerte. 

La muerte no es un “evento” dentro del tiempo. Lo que es verdad sobre aquello que llamamos “muerte”, fue verdad desde un principio. Desde un principio, no había olas separadas. La ola siempre estuvo ausente como una entidad separada. Desde el principio, nunca hubo algo que se moviera “a través” del océano, a través del tiempo y el espacio. Siempre ha sido el océano moviéndose, el océano ondeando, sin desplazarse hacia ningún destino sino siempre perfectamente AQUÍ. 

Eso que llamamos muerte, como cualquier ilusión de auto-empequeñecimiento se disuelve ante la inmensidad de uno mismo, conforme uno descansa en el Hogar que jamás abandonó, todo lo que se pierde es eso que no era nuestra verdadera naturaleza. Todo lo que se pierde es cualquier sentido de carga. La historia, el futuro imaginario, las creencias, las teorías, las certezas, las dudas, los temores, las culpas, los anhelos, los obstáculos, el sentido de pérdida, la imaginación acerca de uno mismo y de los demás, todo se disuelve y se limpia, dejando sólo eso que jamás apareció visiblemente desde un principio - nuestra presencia. Nos despojamos de toda pretensión y nos disolvemos perfectamente en la vida. La muerte es pura vida. Podemos ver a Jesús renunciando al “fantasma” (el fantasma de un “yo”) en la cruz. 

La presencia es una “cosa” que jamás ha sido una “cosa”, la única cosa que nunca ha llegado ni se ha ido ante la presencia. Los pensamientos han llegado y se han ido, los sentimientos llegan y se van, los sueños y las esperanzas y los miedos vienen y van, las imágenes del pasado y del futuro, las creencias, las ideologías, las religiones, los conceptos acerca de Dios y el diablo, el cielo y el infierno, la luz y la oscuridad, la dualidad y la no dualidad, incluso la vida y la muerte y la vida después de la muerte han desfilado ante ustedes, pero eso que jamás ha venido e ido a ustedes es la presencia en donde todas esas apariencias ofrecen su danza. Nunca han sido conscientes de que la presencia viene y va, nunca. Si pudieran estar conscientes de ello, si pudieran notarlo, si pudieran saberlo, ver que llega y se va, ver que cambia o que decae o que pasa, entonces no sería realmente presencia, sería más bien una idea acerca de la presencia. Nunca estarán conscientes de la pérdida o de la desaparición de la presencia. La presencia siempre es ontológicamente anterior a aquello que parece estar presente. Es lo que todos somos, lo que tú eres, y normalmente se le conoce como un amor sin límites, sin condiciones y que no puede morir, incluso cuando se disuelva el apego corporal. 

En ese sentido, de acuerdo a nuestra verdadera naturaleza, no podemos morir y tampoco podemos experimentar la muerte. Todo lo que podemos experimentar, aquello de lo que nos podemos hacer conscientes no es la muerte sino la vida, el movimiento de la vida, el pulso, el latido y el cambio de la misma, y en ese sentido, incluso una experiencia cercana a la muerte no es la muerte, ya que esto sigue siendo un acontecimiento dentro del tiempo o más allá del tiempo, acogido en el cálido abrazo de la presencia. El proceso de morir podría resultar doloroso o incómodo o incluso alegre, sí - este está en el ámbito de la experiencia , después de todo - pero aquí hablamos de la muerte y no de morir y podemos decirles que la muerte no es su problema, no es algo que tengan que hacer o para lo que tengan que prepararse, esto no es su asunto, para nada. Tan sólo tienen que confiar y descansar en lo que siempre han sido. Pueden permitir que la inmensa inteligencia del cuerpo asuma el control, la inteligencia que sabe cómo respirar en este momento, la que sabe cómo sanar, la que sabe cómo circular la sangre en las venas, incluso dentro del sueño profundo sin sueño, la que sabe cómo morir. Sus planes no están sujetos al tiempo. Esta inteligencia ha hecho todo esto por millones de años, sin esfuerzo alguno. 

La muerte es la cosa más familiar que puede haber y ahora ustedes se reirán de todas las extrañas teorías de segunda mano y a veces hasta aterradoras que otras olas cuentan por el simple hecho de no saber la verdad. 

Ocúpense de morir, sí, cuiden el jardín de la vida, pero no teman el no-evento de la muerte en sí, ya que su cálida familiaridad ya está aquí, como su propia presencia, como eso que es mucho más íntimamente conocido que cualquier otra cosa, como aquello que está leyendo estas palabras en este momento, como eso que jamás ha temido su propia muerte ya que no puede haber dos presencias, una haciéndose consciente de la “otra”. 

La muerte es sólo para el yo separado imaginario. Por eso es que podemos decir sin duda alguna: queridos humanos, para eso que realmente son ustedes, no hay muerte. Hemos estado tratando de despertarlos a este hecho evidente desde que empezaron a preguntarse a dónde se habían ido la abuela y el abuelo. Ellos simplemente se disolvieron en ustedes, en donde siempre estuvieron, en su corazón de corazones.

- Jeff Foster 

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