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miércoles, 27 de julio de 2016

El Sermón de la Montaña CRISTO (1)


Indicaciones de vida concretas para vivir conforme a las leyes de Dios en la vida diaria.

Reglas de vida sencillas, como "Lo que esperas de tu prójimo, hazlo primero tu" -quien las pone en práctica experimenta su efecto positivo revolucionario en su propia vida.

Siendo Jesús de Nazaret, Cristo nos dio el Sermón de la Montaña -y actualmente lo explica y profundiza, a través de Su palabra profética, en Su gran obra manifestada en Vida Universal, «Ésta es Mi Palabra. Alfa y Omega. 

El Evangelio de Jesús. La manifestación de Cristo que ya conocen los verdaderos cristianos en todo el mundo»


«El Sermón de la Montaña»
- Ay de vosotros

5. “¡Ay de vosotros los ricos!, porque habéis recibi­do en esta vida vuestro consuelo. Ay de vosotros los que ahora estáis saciados, porque tendréis hambre. Ay de vosotros los que ahora reís, porque entristeceréis y lloraréis. Ay de vosotros cuando todos los hombres hablen bien de vosotros, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas. (Cap. 25, 5)

Cristo explica, rectifica y profundiza la palabra:

“¡Ay de vosotros los ricos!, porque habéis recibi­do en esta vida vuestro consuelo”.

Los hombres que consideran sus riquezas como propiedad suya, son pobres en el espíritu. A muchos de los ricos en bienes materiales, se les dio desde la cuna la tarea espiritual, para su vida terrenal, de ser un ejemplo para aquellos ricos que se atan a sus riquezas con un corazón obstinado e intransigente y cuyos úni­cos pensamientos y aspiraciones son aumentarlas para sí mismos. Un hombre que es rico en bienes terrenales, que ha comprendido que su riqueza es un don que tan sólo ha recibido de Dios para aportarlo a la gran tota­lidad para el bien de todos, y que lo administra para todos legítimamente ése está realizando la ley de la igualdad, la libertad, la unidad y la fraternidad. El está colaborando como donante desinteresado para que los pobres no tengan que sufrir necesidades ni los ricos vivan con lujo.

De esta manera se producirá paulatinamente un equilibrio, una clase media elevada para todos los que estén dispuestos a cumplir desinteresadamente la ley “ora y trabaja”. 

Así, muy paulatinamente crecerá la verdadera humanidad de una colectividad cuyos miem­bros no acumularán bienes terrenales personales, sino considerarán todo como propiedad común, que les ha sido dada por Dios.

Si el rico considera el dinero y los bienes como algo propio y en razón de sus riquezas es bien visto en el mundo, vivirá en las próximas vidas terrenales como efecto de sus causas en países pobres, mendigando el pan que como rico en su día les negó a los pobres. Esto se dará mientras aún sean posibles encarnaciones de este tipo.

El alma de un rico tal tampoco encontrará reposo en los planos de purificación. Las almas pobres en luz, que por su causa tuvieron que soportar sufrimientos y ham­bre en vestido terrenal, lo reconocerán como aquel que les retuvo sin derecho lo que les habría podido ayudar a salir de los enredos del yo humano. Muchas lo acusa­rán, y entonces sentirá su alma misma cómo éstas sufrieron y pasaron hambre. 

De esta manera, un alma que como hombre en vestido terrenal fue rica y bien vista, puede sufrir grandes penas. Estas penas son más grandes que si en vestido terrenal hubiese tenido que mendigar pan.

Comprended: de acuerdo con las leyes del Eterno, a todo el que guarda desinteresadamente el mandamiento “ora y trabaja” le corresponde lo mismo; pues Dios da a cada cual lo que necesita y aún más. 

Pero mientras no todos los hombres se atengan a este mandamiento, habrá en la Tierra los llamados ricos. 
Su tarea es distri­buir sus riquezas acumuladas y vivir como los que desinteresadamente cumplen el mandamiento “ora y trabaja”. Si de esta manera no piensan en su bien, sino en el bien de todos, la riqueza interna se volverá paulatinamente hacia afuera, y ningún hombre pasará hambre o necesidades.

¡Ay de vosotros, los ricos, que llamáis a vuestro di­nero y vuestros bienes propiedad vuestra, y hacéis que vuestro prójimo trabaje para que vuestros bienes se incrementen! 

Yo os digo que no veréis el trono de Dios, sino que seguiréis viviendo allá donde están los pies de Dios en la Tierra, una y otra vez en vestidos terrena­les, mientras aún sea posible. También si fomentáis centros y establecimientos sociales, pero sois mucho más ricos que aquellos que de ahí reciben apoyo, estáis sujetos al satanás de los sentidos, que quiere mantener las dife­rencias entre pobres y ricos.

Mediante estas diferencias surgen poder y servilis­mo, envidia y odio. De ello resultan desavenencias y guerras. Por esto los que se agarran a sus riquezas, aunque piensen de vez en cuando socialmente, están sirviendo al satanás de los sentidos y actuando contra la ley de la vida: contra la igualdad, la libertad, la unidad y la fraternidad.

Quien considera que el dinero y los bienes son pro­piedad suya y acapara para sí, en lugar de dejar fluir estas energías materiales, es un ladrón según la ley de la vida, ya que sin derecho está reteniendo a su prójimo una parte de la herencia espiritual de éste; pues todo es energía. Quien la ata mediante el “mi y mío”, está actuando contra la ley, que es energía fluente.

“Ay de vosotros los que ahora estáis saciados, porque tendréis hambre”.

El hombre rico y saciado, que sólo llena “sus” gra­neros, está vacío en el corazón. Sólo conoce el “mío” y el “tuyo”. 

Sus sentidos y pensamientos giran alrededor de “mis” propiedades, “mis” pertenencias, “mi” pan, “mis” alimentos; “todo esto me pertenece” este es su mundo. 
Un hombre tal algún día padecerá hambre y necesidades, hasta que comprenda esto: todo participa del SER; todo pertenece a Dios y a todos los hombres que se esfuerzan en hacer las obras de Dios: cumplir el amor desinteresado y la ley de la vida para la Tierra, “ora y trabaja”.

Los hombres que sólo hablan del “mío” y “tuyo”, son hombres pobres en luz, que ya en esta encarnación preparan otro camino terrenal o un largo caminar de su alma en el reino de las almas, en cualquier caso con atuendo de mendigo.

El alma cegada por la materia, inconscientemente tiene hambre de luz, porque es pobre en luz. 

Intenta forzadamente compensar esto con cosas externas, tales como riqueza terrenal o codicia; con gula, embriaguez u otras avideces y placeres. Es insaciable.

“Ay de vosotros los que ahora reís, porque entris­teceréis y lloraréis”.

Quien se ría de su prójimo y se burle de él, algún día estará muy triste y llorará a causa de sí mismo porque subestimó a aquellos de los que se burló y mofó. 

Tendrá que reconocer que en última instancia se rió e hizo escarnio y burla de sí mismo; pues quien condena y juzga a su prójimo, y se ríe, hace escarnio y se burla de él, Me está juzgando y condenando, y está riéndose, haciendo escarnio y burlándose de Mí, el Cristo.

Comprended: quien peca contra el más humilde de Mis hermanos, está pecando contra la ley de la vida y habrá de sufrir por ello. Al mismo tiempo se habrá atado a los que menospreció. Por eso, precaveos y practicad el autocontrol. 

No lo que entra por la boca contamina a vuestra alma, sino lo que sale de vuestra boca es lo que carga al alma y al hombre.

“Ay de vosotros cuando todos los hombres hablen bien de vosotros, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas”.

Si habláis al gusto de vuestros semejantes, para que os alaben y seáis bien vistos por ellos, sois iguales que los falsificadores de monedas, que por su propio pro­vecho pagan con moneda falsa.

De manera parecida ha ocurrido y ocurre con los fal­sos profetas. Estos han sido y son bien vistos por el pueblo, porque le han hablado a su gusto y porque los bien vistos por el pueblo les han apoyado, dado que con ello esperaban conseguir alguna ventaja y provecho personales.

Comprended vosotros, hombres en el Reino de Paz: en el mundo pecaminoso, muchos profetas justos, y también hombres y mujeres iluminados, fueron calum­niados y perseguidos y muchos de ellos martirizados y matados por los ricos terrenales y poderosos de este mundo, por autoridades de las Iglesias y sus seguidores. En todos los tiempos lo satánico ha utilizado como instrumentos a aquellos que querían quedarse con todo e incrementar para sí mismos su riqueza terrenal y que ambicionaban poder, y también a los que seguían ciegamente a los ricos y a los poderosos.

Esto debéis saberlo para que comprendáis por qué el viejo mundo pecaminoso se hundió de una manera cruel.

Falsos profetas, entre otros, también han sido aquellos que, si bien predicaban el evangelio del amor, no vivían de acuerdo con él. Y también lo han sido todos aquellos que se llamaban “cristianos” y que en su vida diaria se comportaban de un modo indigno para un cristiano. Han sido a menudo elogiados por su arte de oratoria y honrados y alabados por su riqueza y presti­gio.

Oh ved que, no obstante, todos los verdaderos profe­tas e iluminados contribuyeron en el transcurso de los tiempos a que el cristal de la vida interna, con sus muchas facetas de la verdad eterna, reluzca y brille cada vez más. De esta forma se fue edificando, muy paulatinamente, el Reino de Dios en la Tierra.

Para vosotros, amados hermanos y hermanas en el Reino de Paz, se trata de cuidar con cariño, conservar y guardar, como a una flor preciosa, a este ahora perfecto, reluciente y brillante cristal, la vida interna: la ley del amor y de la sabiduría de Dios, Su Orden, Su Voluntad, Su Sabiduría, Su Seriedad, Su Bondad, Su infinita irradiación de amor y Su mansedumbre.

- Vosotros sois la sal de la Tierra

6. “Vosotros sois la sal de la Tierra, pues todo lo sacrificado debe salarse con sal; pero si la sal ha perdido su sabor, ¿con qué se salará? Para nada servirá ya, sino para tirarla y que la pisoteen bajo los pies. (Cap. 25, 6)

Cristo explica, rectifica y profundiza la palabra:

Los justos son la sal de la Tierra.

Una y otra vez llamarán la atención sobre irregularidades en este mundo y pondrán el dedo en la llaga del pecado, pues han ocurrido y ocurren muchas desgracias en este mundo aún pecaminoso y muchos hombres se convirtieron en víctimas por causa del Evangelio.

Los justos que se convirtieron en víctimas deben ser rehabilitados por hombres y mujeres justos, pues todo debe llegar a ser manifiesto por medio de la sal de la Tierra. 

Ahora, en el tiempo de transición del viejo mundo pecaminoso al Nuevo Tiempo, el tiempo de luz, los justos sacarán la injusticia a la luz y la harán manifiesta, para que aquellos que hayan hecho injusticias se autorreconozcan y hagan penitencia.

Sin embargo, guardaos vosotros, justos, que sois la sal de la Tierra, para que no pierda sabor, para que permanezcáis en la justicia y no os dejéis seducir; pues ¿quién traerá la justicia a este mundo y quién señalará las irregularidades y pecados que los hombres han creado? Sólo aquellos que conozcan Mi nombre y figuren en el libro del cordero.

Quien ya no sea la sal de la Tierra, irá a parar entre aquellos que han profanado y profanan Mi nombre para sus fines, y han perseguido, calumniado y matado a los justos.

Cuando la sal de la Tierra pierda sabor y el hombre desprecie a su prójimo, sucumbirá a sus propias causas; hablando en imágenes: se pisoteará a sí mismo. Sus causas no expiadas originarán enfermedades, padecimientos y sufrimiento. 

El alma pobre en luz pasará necesidades, sintiendo en su propio cuerpo de alma lo que haya causado a su prójimo.
- Seguidme

8. “No penséis que he venido a destruir la Ley o los Profetas; no he venido a destruir, sino a cumplir. Porque en verdad os digo que hasta que Cielo y Tierra pasen, no pasará ni la más pequeña letra ni una tilde de la Ley y los Profetas, hasta que todo se haya cumplido. Pues ved que hay aquí Uno más grande que Moisés, y ése os dará la ley superior, incluso la ley perfecta, y esta ley obedeceréis. (Cap. 25, 8)

Cristo explica, rectifica y profundiza la palabra:

En Jesús de Nazaret enseñé a los hombres y mujeres que Me siguieron, y a todos los que Me escucharon, partes de la ley perfecta, de la Ley Absoluta. También les expliqué que la Ley Absoluta del amor irradia a la ley de siembra y cosecha, dado que el Espíritu es omnipresente, obrando también en la ley de siembra y cosecha, la ley de la Caída.

A través de Mí en Jesús de Nazaret, el Cristo encarnado, y a través de todos los demás profetas verdaderos de Dios, el Eterno instruyó a Sus hijos en los planos imperfectos, recordándoles que la ley de la Caída, la ley de siembra y cosecha, es constantemente activa. 

Quien no reflexione y dé la vuelta a tiempo, tendrá que sufrir sus causas en forma de efectos. 
El Eterno ha estado y permanece en el empeño, también en el tiempo actual [1989], de conducir a Sus hijos humanos y a todas las almas hasta Su corazón, hasta la ley del amor eterno, antes de que la cosecha los efectos de las causas que ellos ocasionaron venga sobre ellos. 
El Eterno los ha conducido y los conduce a través de Mí, Cristo, al autorreconocimiento. Les ha dado y les está dando la fuerza para purificar lo que han reconocido y están reconociendo como pecado y falta.

El Cristo, que Yo Soy, vino a esta Tierra, a este mundo, en Jesús de Nazaret, para como Hijo del hombre enseñar a los hombres la ley eterna y vivirla dando ejemplo, a fin de que reconocieran el camino al Padre eterno y cumplieran Su ley de modo que pudieran volver a entrar en las viviendas eternas que El tiene preparadas para todos Sus hijos.

Los hombres que Me siguieron a Mí durante Mi tiempo terrenal y realizaron las leyes eternas, fueron Mis verdaderos seguidores.

En las generaciones siguientes hubo cristianismo y pseudocristianismo: verdaderos seguidores, que Me siguieron libremente a Mí, el Cristo, guardando las leyes del Sermón de la Montaña y pseudocristianos, que sólo hablaban de Mí, el Cristo, pero actuaban contra las leyes. 

Además también hubo los llamados seguidores forzosos, que surgieron por la cristianización de las masas hecha con coacción por las Iglesias.

Comprended: en la ley eterna no existe la coacción. Dios, el Eterno, ha dado a todos Sus hijos el libre albedrío. Quien se decide libremente, tiene, con la libre decisión, la fuerza para lo que caracteriza el cristianismo auténtico: igualdad, libertad, unidad, fraternidad y justicia. Todas las coacciones vienen de la ley de siembra y cosecha, que también es llamada ley de la Caída. Al hombre le ha sido indicado elegir libremente su camino espiritual. Yo, Cristo, he ofrecido y ofrezco el camino al corazón de Dios, pero no coacciono a nadie a seguirlo. 

Quien coacciona a su prójimo, vive bajo la coacción de la ley de la Caída y personifica la forma de pensar de la Caída.

Algunas de las llamadas confesiones cristianas obligan a sus creyentes al bautismo con agua. Ya a los niños pequeños, cuyo libre albedrío todavía no ha sido desarrollado, y que por tanto aún no pueden decidir por sí mismos, se les impone el ser miembros de una Iglesia, mediante el bautismo con agua, y con ello el participar en sus restantes rituales.

Esta es una intervención en el libre albedrío de la persona, lo que equivale a una cristianización forzosa. Estos son sucesos que discurren en la ley de la Caída.

A los hombres que a Mí, Cristo, no Me aceptan ni Me acogen libremente desde el más profundo convencimiento interno, les resulta con frecuencia muy difícil entender y aceptar correctamente los Diez Mandamientos, que son extractos de la ley eterna, porque éstos han sido relegados a un segundo plano mediante las muchas externalidades, formas dogmáticas, ritos, costumbres y cultos. En las confesiones, estas externalidades han llegado a ser lo principal; sin embargo, no tienen nada en común con el cristianismo interno, la religión interna, sino que en parte proceden directamente de los tiempos del politeísmo y de la idolatría y, con ello, del ámbito de los planos de la Caída.

Sólo cuando los hombres se sueltan voluntariamente de los dogmas y formas rígidas que les fueron impuestos, de ritos y cultos, así como de sus propias ideas sobre Dios, pueden ser conducidos paulatinamente a su interior, a su verdadero ser. Ahí, en su ser interno, se encuentran como seres verdaderos en Dios y como habitantes del Reino de Dios, que está dentro de cada hombre. Esta vida interna es la verdadera religión, la religión interna.

Comprended: la eterna ley universal omniabarcante, la ley de los Cielos, es inamovible. Es la ley de todo lo que pertenece al SER puro. Por la Caída se formó la ley de siembra y cosecha, que sólo puede ser disuelta por la realización de las leyes eternas. Sin embargo, no puede ser esquivada. 

La ley de siembra y cosecha obrará en cada alma hasta que los pecados hayan sido reconocidos, purificados, expiados y entregados a Mí, el Cristo de Dios. 
Entonces la ley de la Caída habrá sido abolida en el alma; en consecuencia, el alma estará en gran medida liberada de sus impurezas. Llegará a ser de nuevo un ser puro en Dios, que vive la Ley Absoluta, dado que aspira a la ley absoluta omnirregente del amor y de la vida.

La ley de siembra y cosecha tendrá validez hasta que todo lo contrario a la ley divina haya sido saldado y transformado en energía positiva y todos los seres vivan de nuevo en Dios, del cual surgieron. 

En la medida en que todos los seres provenientes de Dios hayan regresado al corazón de Dios, a la Ley Absoluta, todos los planos de purificación todos los planos parcialmente materiales y materiales, incluyendo la Tierra se transformarán en energía cósmica y volverán a vibrar en la Ley Absoluta. 
Entonces la ley de la Caída estará abolida, y el amor de Dios estará de forma consciente y omnirregente en todo lo que es, en cada ser.

No será quitada ni una tilde de la ley eterna, que trajeron los verdaderos profetas anteriores y posteriores a Mí, y que viví dando ejemplo en Jesús de Nazaret.

Cuando se dice, “ni la más pequeña letra”, con ello se hace referencia a cada aspecto de la verdad eterna, y no a la letra ni a la palabra de los hombres como tal. Las palabras humanas a menudo sólo son símbolos, que esconden lo más interno. 

Sólo cuando el hombre puede percibir lo que hay en el interior del lenguaje simbólico, capta la verdad y el sentido de la vida, que está oculto en lo profundo de las palabras humanas.

“La ley superior”, es el paso a la ley perfecta. Les es enseñada a los seres en gran medida puros que vienen de la Tierra y de los reinos de las almas, en los planos preparatorios que se encuentran ante el portal del Cielo. 

La ley superior es el último peldaño de enseñanza ante el portal del Cielo. Muestra a los seres en gran medida puros cómo se activa nuevamente la irradiación legítima en el cuerpo espiritual, para que pueda ser utilizada en el infinito.

Siendo Jesús de Nazaret enseñé partes de la ley perfecta, de la Ley Absoluta. La verdad completa tuvo que quedar aún oculta para los hombres de antaño, porque todavía estaban demasiado atados a la creencia en los dioses y orientados a las múltiples tendencias religiosas de aquel tiempo. Por eso hablé según el sentido siguiente: cuando haya llegado el tiempo, Yo, el Espíritu de la verdad, os conduciré a toda la verdad.

En el monte Gólgota que significa lugar de las calaveras fui crucificado por los romanos, porque el pueblo judío no Me reconoció ni Me acogió como Mesías. Aunque recorriendo de arriba abajo la región del valle del Jordán prediqué, enseñé, sané y di muchas señales de Mi divinidad, el obstinado pueblo judío permaneció sujeto al clero de los templos, y, por tanto, se hizo cómplice de la muerte de Jesús de Nazaret.

Con las palabras cuyo sentido es, “está consumado”, los destellos redentores se introdujeron en todas las almas cargadas y caídas. Con ello, Me convertí en y sigo siendo el Redentor de todos los hombres y almas.

He obrado y sigo obrando como Cristo de Dios. 

En todas las generaciones hasta el tiempo actual [1989] 
Me he manifestado y Me manifiesto a través de verdaderos instrumentos de Dios, a través de hombres con un alma en gran medida purificada.

En este poderoso cambio de era en que el tiempo de luz se acerca cada vez más a los hombres, enseño la ley eterna en todas sus facetas y cada vez más hombres recorren el sendero hacia el interior, que va al amor de Dios.

Ahora ha llegado el tiempo que anuncié siendo Jesús de Nazaret: “hoy todavía no lo podéis soportar, es decir captar, pero cuando venga el Espíritu de la verdad, os conducirá a toda la verdad”. Ahora estoy en espíritu entre los Míos, los fieles caminantes que van al eterno SER, a la consciencia de Mi Padre, y les enseño la ley absoluta y eterna, para que también aquellos que vivan en el Reino de Paz la cumplan y con ello vivan en Mí y Yo a través de ellos.

Mis palabras son vida, son la ley eterna. 

Persistirán en los caminantes que van a la vida eterna y también en muchos relatos escritos así también en el presente libro para el Reino de Paz de Jesucristo.

Comprended: sólo la ley eterna del amor hace libre al hombre no la ley de siembra y cosecha. 

Esta sólo le trae sufrimiento, enfermedad, necesidades y padecimiento.
EMMET FOX

Esta amplia obra se ha reproducido en forma de extractos, en el presente libro "El Sermón de la Montaña" que lo puede adquirir si lo desea en la Editorial La Palabra.
http://www.universelles-leben.org/

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