Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte V.
Todo está en ti. La vida está en ti, y la vives desde ti.
Ya que todo se efectúa primero en ti, el eterno SER no tiene sombras. Por eso no hay ni arriba ni abajo, ni delante ni detrás, ni derecha ni izquierda.
La unidad universal es un cristal grandioso que destella en todas las facetas de la vida interna, y cada irradiación traspasa cada faceta.
El hombre habla de «arriba» y «abajo», de «delante» y «detrás», de «derecha» e «izquierda», porque sólo ve con los ojos externos y solamente percibe las reflexiones de la verdad. Con el comportamiento erróneo humano creó la condensación, con lo que se originó la forma de pensar de las tres dimensiones, ya que él, con sus ojos físicos, sólo mira hacia las paredes del mundo de capullo creado por él mismo y lo toma por real y por la naturaleza de su vida.
Lo denso, la materia, no es otra cosa que energía de Dios degradada, la inversión de polaridad de la luz, las sombras.
El alma de quien vive en este mundo de sombras del hombre, está ensombrecida y se halla como ser humano en la Tierra para expiar aquello en lo que ella ha contribuido a ensombrecer la totalidad –a no ser que ese ser de la luz venga enviado por el Todopoderoso para anunciar los caminos que indican al hombre, al alma ensombrecida, cómo salir del laberinto de su oscuro yo.
Si quieres respetar el orden del templo, hazte consciente de esto: la vida es una totalidad: como totalidad está arriba y abajo, delante y detrás, a derecha e izquierda.
Si has reconocido esto y vives en lo más interno de tu templo, también tomas de lo más interno en ti.
Lo que para el hombre-externo está arriba o abajo, delante o detrás, a la derecha o a la izquierda, para el hombre-interno es la vida, la totalidad, en él mismo.
Si respetas el orden del templo, vives en el templo, en el Santísimo de Dios en ti, y te experimentas a ti mismo.
Cuando te has experimentado a ti mismo como al SER, conoces a tu prójimo, porque conoces el Universo, el SER.
Entonces no necesitas buscar –has recibido, porque el SER da eternamente; El da en ti; El fluye a través de ti y se manifiesta en ti y en este mundo.
Si te reconoces como el SER y vives en el SER, no necesitas mirar a tu alrededor para encontrar la verdad, el SER, porque sabes que lo que hay detrás es lo mismo que hay delante.
No necesitas mirar hacia la derecha o hacia la izquierda, pues sabes que a derecha e izquierda hay lo mismo que detrás y delante. No necesitas mirar hacia arriba ni hacia abajo; sabes que arriba y abajo hay lo mismo que delante y detrás, que a derecha e izquierda: la Vida, lo grande en lo más pequeño y lo más pequeño en lo grande, en ti, el SER.
Ten esto presente y llévalo siempre contigo:
Dios está presente; Dios es todo en todas partes.
En lo más grande está lo más pequeño, en lo más pequeño lo más grande, Dios.
Si te has encontrado, has encontrado a Dios, y en el Universo, estás en casa. Entonces no necesitas mirar alrededor buscando el Universo, no necesitas mirar hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia arriba, hacia abajo –en ti está el Universo; en ti está Dios; en ti está tu prójimo; en ti están todas las fuerzas de los reinos de la naturaleza.
Si te has encontrado, ves en profundidad todo en ti, porque tú mismo eres todo en todo.
Ten esto presente una vez más, y llévalo conscientemente en ti:
Si mantienes puro tu templo, habrás desarrollado todo en ti, y tendrás respeto por el templo de tu prójimo y veneración por el Santísimo, que habita en ti y en tu prójimo y en todas las formas de vida de la naturaleza.
Tú eres rico, pues el Universo está en ti. Por eso todo lo hallarás en ti mismo –lo más pequeño en lo grande y lo grande en lo más pequeño.
Estos y otros detalles de la ley eterna los enseñé Yo, Cristo, siendo Jesús, a aquellos de Mis apóstoles y discípulos que podían captarlos. Sin embargo, una y otra vez tuve que explicarles también el camino hacia el eterno SER, la ley de la Caída, la ley de siembra y cosecha.
La ley de la Caída es energía de Dios degradada, invertida en su polaridad por el adversario, que quería utilizarla contra Dios. Esta conclusión errónea llevaba en sí el cambio; pues lo que el hombre siembra de humano, lo cosecha él –y no Dios o el prójimo.
En Dios no hay curiosidad. Quien mira a su alrededor por curiosidad, sólo ve su propio yo inferior, a sí mismo, el yo, y no ve su verdadero Yo divino –por eso tampoco se conoce–.
El curioso va buscando algo nuevo, para ganar algo para sí o utilizarlo para sí, porque le faltan valores internos.
El curioso es la avidez, el ansia. El se ve y se oye sólo a sí mismo.
El curioso, que mira con curiosidad hacia la derecha y hacia la izquierda, hacia delante, detrás, arriba y abajo, es también el atemorizado, que en todas partes ve peligros para sí.
El no reposa en Dios y por eso tampoco vive en Dios, y así crea para sí mismo aquello que está temiendo. Vive en el mundo de la limitación y de lo denso.
Quien teme a otros, tiene miedo de sí mismo; no tiene confianza en sí mismo. Para él lo denso es lo real y a la vez amenazador. En su pusilanimidad está constantemente cuidando de mirar a su alrededor, para que no le suceda nada.
Con curiosidad mira hacia adelante, hacia atrás, hacia la derecha y hacia la izquierda, hacia arriba y hacia abajo, y así se cree seguro, porque es de la opinión de que así tiene una visión que lo abarca todo.
La visión de conjunto, el mirar hacia arriba y hacia abajo, hacia la derecha y hacia la izquierda, hacia atrás y hacia adelante, debería ser, en la materia, sólo para orientarse; pues vuestros ojos físicos han sido creados para la materia, para lo denso. Quien así lo hace, permanece en el templo del interior y respeta el orden del templo.
El verdadero sabio es el prudente, que permanece en el Santísimo y mantiene allí el silencio. En el templo del silencio el verdadero sabio, el prudente, recibe las indicaciones directamente de Dios y la bienaventuranza de Dios.
Si te has ejercitado en la ley de la vida interna, sientes y piensas de forma divina y hablas Su palabra, que tú eres: divino.
Quien vive como gota en el Océano Dios, se ha convertido en la ley de Dios. La gota es la esencia de todo el Océano.
Todas las gotas forman a su vez el Océano, Dios.
Una gota es igual a otra gota, porque en una está contenido todo. Por eso todas las gotas se traspasan unas a otras y forman el Océano, la ley universal, Dios.
La ley universal, Dios, es el Santísimo en ti. Allí hay absoluto silencio.
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