MÁS ALLÁ DEL PENSAMIENTO
CAPÍTULO UNO
Pensar no es más que un minúsculo aspecto de la totalidad de la conciencia, la totalidad de lo que eres.
Lo que está surgiendo ahora no es un nuevo sistema de creencias, una nueva religión, ideología espiritual o mitología. Estamos llegando al final no solo de las mitologías sino también de las ideologías y sistemas de creencias.
El cambio va más allá del contenido de tu mente, más allá de tus pensamientos.
De hecho, lo esencial de la nueva conciencia es la trascendencia del pensamiento, la recién adquirida capacidad de elevarse por encima de los pensamientos, de hacer realidad una dimensión dentro de ti que es infinitamente más vasta que el pensamiento. Entonces ya no derivas tu identidad, tu sentido de quién eres, del incesante flujo de pensamiento que en la vieja conciencia creías que eras tú.
Qué liberación, darse cuenta de que no soy esa «voz en mi cabeza». Pero entonces ¿quién soy yo? El que ve eso.
La conciencia que es anterior al pensamiento, el espacio en el que tiene lugar el pensamiento (o la emoción, o la percepción sensorial).
La causa primaria de la infelicidad nunca es la situación, sino lo que piensas sobre ella.
Sé consciente de los pensamientos que estás pensando. Sepáralos de la situación, que es siempre neutra, que siempre es como es.
Por un lado está la situación o el hecho, y por otro mis pensamientos acerca de ello.
En lugar de inventar historias, quédate con los hechos.
Por ejemplo, «estoy en la ruina» es una historia.
Te limita e impide que emprendas acciones efectivas.
«Me quedan cincuenta céntimos en mi cuenta bancaria» es un hecho. Enfrentarse a los hechos siempre da fuerza.
Sé consciente de que lo que piensas, en gran medida, genera las emociones que sientes.
Observa la conexión entre tu pensamiento y tus emociones.
En lugar de ser tus pensamientos y emociones, sé la conciencia que hay detrás de ellos.
«La sabiduría de este mundo es necedad para Dios», dice la Biblia.1 ¿Qué es la sabiduría de este mundo?
El flujo de pensamiento y el significado que se define exclusivamente mediante el pensamiento.
El pensamiento aísla una situación o un suceso y lo llama bueno o malo, como si tuviera una existencia separada.
A fuerza de fiarse en exceso del pensamiento, la realidad queda fragmentada.
Esta fragmentación es una ilusión, pero parece muy real cuando estás atrapado en ella.
Y sin embargo, el universo es un todo indivisible en el que todas las cosas están interconectadas, en el que nada existe aislado. La profunda interconexión de todas las cosas y todos los sucesos implica que las etiquetas mentales de «bueno» y «malo» son, en el fondo, ilusorias.
Siempre implican una perspectiva limitada y por lo tanto solo son ciertas relativa y temporalmente o existen sucesos casuales, no hay sucesos ni cosas que existan por y para sí mismos, aislados.
Los átomos que componen tu cuerpo se forjaron dentro de estrellas, y las causas de todo suceso, incluso el más insignificante, son prácticamente infinitas y están conectadas con la totalidad de maneras incomprensibles.
Si quisieras rastrear el origen o causa de cualquier suceso, tendrías que remontarte hasta el principio mismo de la creación. El cosmos no es caótico.
La misma palabra cosmos significa orden. Pero no se trata de un orden que la mente humana pueda llegar a comprender, aunque a veces pueda vislumbrarlo.
Elige un objeto que tengas cerca —una pluma, una silla, una taza, una planta— y explóralo con la vista, es decir, míralo con gran interés, casi con curiosidad.
Evita los objetos con fuertes asociaciones personales que te recuerden el pasado: dónde lo compraste, quién te lo regaló, etc.
Evita también todo lo que tenga escritura, como libros o botellas, ya que eso estimularía el pensamiento.
Sin forzarte, relajado pero alerta, dedica toda tu atención al objeto, a todos sus detalles.
Si surgen pensamientos, no te dejes arrastrar por ellos.
No son los pensamientos lo que te interesa, sino el acto mismo de la percepción. ¿Puedes separar el pensamiento de la percepción?
¿Puedes mirar sin que la voz en tu cabeza comente, saque conclusiones, compare o intente explicar algo?
Al cabo de un par de minutos, deja que tu mirada vague por la habitación, o donde sea que estés, y que tu atención alerta ilumine cada cosa en que se pose.
A continuación, escucha los sonidos que estén presentes. Escúchalos del mismo modo en que has mirado las cosas que hay a tu alrededor.
Algunos sonidos son naturales —agua, viento, pájaros—y otros son artificiales.
Unos pueden ser agradables y otros desagradables.
Pero no diferencies entre bueno y malo.
Deja que cada sonido sea como es, sin interpretarlo.
También aquí la clave es la atención relajada pero alerta.
Cuando percibimos sin interpretar y sin aplicar etiquetas mentales, es decir,
sin añadir pensamientos a nuestras percepciones, podemos sentir la profunda
interconexión que existe por debajo de nuestra percepción de cosas aparentemente
separadas.
Observa si puedes captar, es decir, percibir, la voz en la cabeza, tal vez en el
momento preciso en que se está quejando de algo, y reconocerla como lo
que es: la voz del ego, nada más que una pauta mental condicionada, un pensamiento.
Cada vez que notes esa voz, te darás cuenta también de que la voz no eres tú, que tú
eres el que es consciente de ella.
En realidad, tú eres la conciencia que es consciente de esa voz. En el fondo está la
conciencia. En primer plano está la voz, el pensador. De este modo vas librándote
del ego, te liberas de la mente no observada.
Ni los conceptos ni las fórmulas matemáticas pueden explicar el infinito.
Ningún pensamiento puede abarcar la inmensidad de la totalidad.
La
realidad es un todo unificado, pero el pensamiento lo divide en fragmentos. Esto da
origen a equivocaciones fundamentales, como por ejemplo que existen cosas y
sucesos separados, o que esto es la causa de aquello.
Todo pensamiento implica un
punto de vista, y todo punto de vista, por su propia naturaleza, implica limitación, lo
que en último término significa que no es verdad, al menos no de modo absoluto.
Solo el todo es verdad, pero el todo no se puede expresar con palabras o
pensamientos.
Visto sin las limitaciones del pensamiento, y por lo tanto
incomprensible para la mente humana, todo está ocurriendo ahora. Todo lo que ha
existido o existirá existe ahora, fuera del tiempo, que es un artefacto mental.
Cuando dejas de cubrir el mundo de palabras y etiquetas, vuelve a tu vida un
sentido de lo milagroso que se perdió hace mucho tiempo, cuando la
humanidad, en lugar de utilizar el pensamiento, quedó poseída por el pensamiento.
Vuelve a tu vida la profundidad.
Las cosas recuperan su novedad, su frescura.
Y el
mayor milagro es experimentar tu ser esencial como algo anterior a todas las
palabras, los pensamientos, las etiquetas mentales y las imágenes. Para que esto
ocurra, tienes que desenredar tu sentido del Yo, del Ser, de todas las cosas con las
que se ha enredado, es decir, con las que se ha identificado.
¿Es posible prescindir de creer que deberías saber o necesitas saber quién eres?
En otras palabras, ¿puedes dejar de recurrir a definiciones conceptuales que te
den una sensación de identidad? ¿Puedes dejar de recurrir al pensamiento para una
identidad?
Cuanto más mezclas tus pensamientos con tu identidad, más te desligas de la
dimensión espiritual que hay dentro de ti.
Definirte mediante el pensamiento es limitarte.
Cuando aceptas plenamente
que no sabes, entras en un estado de paz y claridad que se acerca más a lo
que verdaderamente eres de lo que el pensamiento podría acercarse jamás.
No busques la felicidad. Si la buscas, no la encontrarás, porque buscar es la
antítesis de la felicidad.
La felicidad es siempre evasiva, pero ahora es
posible librarse de la infelicidad, afrontando lo que hay, en lugar de inventar
historias acerca de ello. La infelicidad tapa tu estado natural de bienestar y paz
interior, que es la fuente de la verdadera felicidad.
Eckhart Tolle.
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