La construcción y evolución del cuerpo mental
El método por el cual la conciencia construye su vehículo; es el de aquellos que deben comprenderse con toda claridad, porque cada día y hora de nuestra vida nos presenta oportunidades para aplicarlo a fines elevados. Despiertos y durmiendo estamos edificando nuestros cuerpos mentales; pues cuando la conciencia vibra, afecta la substancia mental que la rodea.
Y cada vibración de la conciencia; aunque sólo sea debida a un pensamiento fugaz, atrae al cuerpo mental algunas partículas de materia mental, al paso que expele otras.
La materia circundante también ondula, sirviendo así de medio para afectar otras conciencias. Ahora bien; lo delicado o lo grosero de la materia que de este modo es apropiada, depende de la calidad de las vibraciones que la conciencia pone en acción. Pensamientos puros y elevados están compuestos de vibraciones rápidas; y sólo pueden afectar, los grados sutiles de la materia mental. Los grados groseros permanecen insensibles, porque no pueden vibrar con la rapidez necesaria. Cuando un pensamiento así hace vibrar al cuerpo mental; se expelen de éste las partículas de la materia más groseras, las cuales son reemplazadas por las partículas de grados más sutiles.
Y de éste modo, se forman mejores materiales en el cuerpo mental. De igual manera; los pensamientos bajos y malos atraen dentro del cuerpo mental los materiales más groseros, propios para su expresión. Y estos materiales repelen y echan fuera, las clases más finas.
De ésta manera, las vibraciones de la conciencia están expeliendo una clase de materia y atrayendo otra.
Y de esto se sigue; como consecuencia necesaria, que con arreglo a la clase de materia que hayamos construido en nuestros cuerpos mentales en el pasado, así será nuestra facultad para responder a los pensamientos que ahora nos llegan de afuera. Si nuestros cuerpos mentales están compuestos de materia sutil; los pensamientos groseros y malos no tendrán respuesta, y por lo tanto, no pueden causarnos daño alguno. Al paso que si están formados de materiales groseros, serán afectados por cada pasajero pensamiento malo, permaneciendo insensibles a los buenos de los que no recibe beneficio alguno. Cuando nos ponemos en contacto con alguien cuyos pensamientos son elevados; sus vibraciones mentales, actuando en nosotros, despiertan vibraciones en aquella materia de nuestros cuerpos mentales que sea capaz de responder. Y estas vibraciones perturban; y hasta expelen alguna de aquellas materias demasiado groseras para vibrar a ese alto grado, de actividad. El beneficio; pues, que de él recibimos, depende en gran modo de nuestro propio pensar anterior, y nuestra “comprensión” de él. Nuestra facultad de responder, está condicionada por nuestros cuerpos mentales.
No podemos pensar el uno por el otro; él no puede pensar sino por sus propios pensamientos, causando así las vibraciones correspondientes en la materia mental circundante, la cual actúa en nosotros, despertando en nuestros cuerpos mentales vibraciones simpáticas. Estas afectan la conciencia.
El pensador externo sólo puede afectar nuestra conciencia despertando estas vibraciones en el cuerpo mental. Pero no siempre sigue una comprensión inmediata a la producción de tales vibraciones causadas desde afuera.
Algunas veces el efecto se asemeja al del Sol, la lluvia y la tierra sobre la semilla enterrada en el suelo. En un principio no hay contestación visible a las vibraciones que actúan sobre las semillas; pero allí dentro hay un pequeñísimo estremecimiento de la vida que la anima, y este estremecimiento se hará más fuerte cada día, hasta que la vida en evolución rompe la corteza de la semilla y echa pequeñas raíces y brotes luego que se desarrolla. Así sucede con la mente.
La conciencia vibra débilmente dentro de sí misma, antes de poder dar una contestación externa a los choques que recibe; y cuando no somos aún capaces de comprender a un noble pensador, hay sin embargo, dentro de nosotros, una vibración inconsciente que es el predecesor de la respuesta consciente. Cuando nos alejamos de una gran presencia, nos encontramos un poco más próximos a la elevada vida pensante que de él fluye, que lo que lo estábamos anteriormente. Y en nosotros se habrá apresurado el desarrollo de gérmenes de pensamiento, al paso que nuestras mentes habrán sido auxiliadas en su evolución. Así; pues, algo puede hacerse desde afuera que contribuya a la formación y evolución de nuestras mentes; pero la mayor parte tiene que provenir de las actividades de nuestra propia conciencia; y si queremos tener cuerpos mentales fuertes, bien vitalizados, activos, que puedan comprender los pensamientos más elevados que se nos presenten, debemos entonces trabajar con firmeza en pensar bien, pues somos nuestros propios constructores y moldeamos nuestras propias mentes. Muchas personas son grandes lectores. Ahora bien; la lectura no forma la mente; sólo la construye el pensamiento. La lectura sólo es valiosa en el sentido de que proporciona material para pensar. Un humano puede leer mucho, pero su desarrollo mental estará en proporción de la cantidad de pensamiento que emplea en la lectura. El valor para él del pensamiento que lee; depende, del uso que hace de él. A menos que no coja el pensamiento y trabaje en él, su valor será para él insignificante y pasajero.
“La lectura completa al humano”, dijo Lord Bacon, y con la mente sucede lo que con el cuerpo. El comer llena el estómago; pero así como el alimento es inútil para el cuerpo si no se digiere y asimila, del mismo modo la mente puede llenarse con la lectura. Pero a menos de que haya pensamiento; no hay asimilación de lo que se lee, y la mente no se desarrolla con ello. Pero aún, es posible que sufra por estar sobrecargada, y que más bien se debilite que fortalezca bajo el peso de ideas no asimiladas. Debemos leer menos; y pensar más, si queremos que nuestras mentes crezcan y que nuestra inteligencia se desarrolle. Si tenemos verdadero interés en cultivar nuestras mentes, deberemos emplear a diario una hora en el estudio de un libro serio y trascendental; y por cada cinco minutos de lectura pensar diez, y así durante toda la hora. El modo usual es leer rápidamente durante todo el tiempo; y luego poner el libro a un lado, hasta que llega otra vez la hora de lectura. De aquí que la gente desarrolle poco el poder del pensamiento.
Una de las cosas más marcadas en el movimiento teosófico, es el desarrollo mental que se observa año tras año en sus individuos. Esto se debe en gran parte al hecho de que se les enseña la naturaleza del pensamiento; principian a comprender un poco sus funciones, y se dedican a construir sus cuerpos mentales en lugar de dejarlos que se desarrollen por el proceso natural no ayudado. El estudiante ansioso de crecimiento debe determinarse; a no dejar pasar un solo día en el cual, no lea por lo menos cinco minutos y dedique diez a pensar con todo interés en lo que ha leído. Al principio, encontrará esfuerzo pesado y trabajoso, y descubrirá la debilidad de su poder pensante. Este descubrimiento señala su primer paso, pues es mucho descubrir la propia impotencia para pensar consecutivamente y con ahínco. Las personas que no pueden pensar; pero que se imaginan que pueden, no hacen grandes progresos.
Es mejor conocer la propia debilidad que imaginarse ser fuerte, cuando se es débil. Gradualmente el poder del pensamiento crece, se llega a dominar y a poderlo dirigir a fines definidos. Sin este pensar, el cuerpo mental seguirá formado con flojedad y sin organizar; y mientras no se adquiera concentración -la facultad de fijar el pensamiento en un punto definido-, el poder del pensamiento no se ejercitará nada.
Por: Annie Besant
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