Páginas

Páginas

domingo, 18 de octubre de 2015

LIBRO EL SENDERO DEL TAO (OSHO) Capitulo-IV (II Escrito)



Capitulo 4 (II Escrito)
Es Mejor Estar Quieto, Es mejor estar Vacio.
Existe un relato taoísta:

El duque Huan, sentado en lo alto de su salón, leía una vez un libro mientras el carretero P’ien fabricaba una rueda a sus pies.  Dejando a un lado su martillo y su cincel, P’ien subió los escalones y dijo al duque:
-Me atrevo a preguntar a su alteza por las palabras que ocupan su lectura.
El duque respondió:
-Las palabras de los sabios.
-¿Están vivos esos sabios? –preguntó P’ien.
-Están muertos –respondió el duque.
-Entonces –dijo P’ien- lo que usted, mi gobernante, está leyendo, son únicamente escorias y sedimentos de esos ancianos.
El duque respondió:
-¿Cómo puedes tú, carretero, decir algo sobre el libro que estoy leyendo?  Si te puedes explicar, muy bien.  Si no puedes hacerlo tendrás que morir; te mataré.
Estaba furioso.  ¡Esto era demasiado!  Cómo un carretero puede decirle al príncipe: “¡Lo que usted está leyendo son escorias y sedimentos de esos ancianos muertos!”.
El carretero dijo:
-Su sirviente mirará este asunto desde el punto de vista de su propio arte.  Cuando construyo una rueda, si procedo con suavidad, es bastante placentero, pero el acabado no es fuerte; si procedo con violencia, resulta forzado y las uniones no ajustan.  Si los movimientos de mi mano no son demasiado suaves ni demasiado violentos, se lleva a cabo la idea de mi mente, pero no puedo explicar cómo hacerlo con la palabra hablada.
No demasiado forzado, no demasiado suave, justo en el medio, equilibrado.
El carretero añadió:
-Pero no puedo explicar cómo hacerlo con la palabra hablada, cómo lograr este punto medio absoluto entre el esfuerzo y el no-esfuerzo, entre el hacer y el no-hacer.  No puedo decir cómo hacerlo por medio de la palabra hablada; hay que encontrar el punto, pero no puedo expresarlo. Lo conozco, pero no puedo expresarlo.  No puedo enseñárselo a mi hijo, ni siquiera a mi hijo, tampoco mi hijo puede aprenderlo de mí.  No hay forma de enseñarlo y no hay forma de aprenderlo.  Aprender y enseñar, enseñar y aprender.  Esto sólo puede hacer con las cosas externas, y aquél es un sentimiento interno.  Es así hasta tal punto que estoy cumpliendo setenta años y todavía tengo que elaborar ruedas en mi vejez.  Pero esos ancestros, junto con lo que no pudieron manifestar, están muertos y desaparecidos.  Por tanto, lo que tú mi gobernante, estás leyendo ¡no son más que escorias y sedimentos!

Él está diciendo: “Estoy vivo, le tengo cogido el punto a eso, pero no puedo transmitirlo, no puedo transferir mis conocimientos.  Estoy vivo y tengo el conocimiento, y amo a mi hijo y me gustaría ser capaz de transmitírselo.  Estoy muy viejo, tengo setenta años, y aún así tengo que trabajar.  Si pudiera enseñar a mi hijo, me retiraría.  Pero si en vida no puedo transmitirlo, ¿cómo pueden esos viejos sabios que están muertos transmitir algo que sólo puede ser experimentado?  No puede ser transmitido mientras el sabio está vivo.  ¿Cómo puede entonces transmitirse si el sabio hace ya siglos que no existe?  Usted sólo está perdiendo su tiempo señor”, le dijo.  “Todo esto es basura”.
Este anciano es un hombre del Tao.  Los taoístas tienen hermosas parábolas como ésta: un hombre ordinario, un hombre pobre, un carretero; nadie lo conoce, pero él tiene una visión.  El método taoísta en su totalidad afirma que sólo la experiencia te puede dar la clave.  Se puede preguntar, se puede responder, pero esto no tiene un valor definitivo.  Para conocer el sabor debes comer, para saber lo que es el amor debes amar.  No hay forma de transmitirlo; por eso, en lugar de responder, Lieh Tzu dijo: “Lo mejor es estar quieto…”.
Sí, valor no es el nombre para eso: estar quieto… ¿Y qué quiere decir él con “estar quieto”?  tú estás agitado constantemente, nunca te estás quieto.  Incluso cuando te sientas como una estatua estás agitado.  Tu mente se está moviendo continuamente va de uno a otro lado; se te tira y se te empuja de un deseo al otro.  Cuando no hay deseo, ni siquiera el deseo de alcanzar lo supremo, entonces uno está quieto.
La negación de todos los deseos es lo que se entiende por vía negativa.  Cuando se niegan todos los deseos, súbitamente estás quieto.  No hay dónde ir, no hay hacia dónde moverse.  No sopla viento alguno.  El deseo es el viento que sigue soplando en tu interior y mantiene tu llama interna agitada, por eso no estás quieto.  Ni siquiera mientras duermes estás quieto.  Ni siquiera mientras estás sentado en meditación, silenciosamente, estás quieto.
Precisamente, el otro día, alguien estaba diciendo: “En la meditación los pensamientos siguen, no se detienen; en realidad vienen más”.  Cuando tú estás ocupado con tu vida ordinaria de cada día, no te llegan tantos; tú estás ocupado, absorto.  Pero cuando estás sentado sin hacer nada, entonces toda tu energía se va a los pensamientos.  Entonces surge una gran tormenta en tu ser: pensamientos y pensamientos, e incluso algunas veces ni siquiera puedes imaginar ¡qué clase de pensamientos!  Memorias del pasado: algo que sucedió hace treinta años surge repentinamente.  O pensamientos del futuro; puede que tu esposa ni siquiera esté embarazada y tú estés pensando: “Una vez que haya nacido el niño, ¿a qué colegio lo enviaremos?”.  Cosas imposibles siguen yendo y viniendo, y tú sabes que son tonterías.  Muchas veces las reconoces y quieres dejarlas, pero te sientes impotente.
Los pensamientos no se pueden detener en forma directa; permite que esto se entienda muy profundamente.  Deja que se asiente en tu ser.  Los pensamientos no se pueden detener directamente, porque los pensamientos no son más que sirvientes de los deseos.  Cuando se presenta un deseo no puedes detener los pensamientos.  El amo está ahí; los sirvientes tiene que seguirlo.
Tú quieres detener los pensamientos.  Es una tontería, una idiotez: tu esposa ni siquiera está embarazada y tú estás pensando en el niño que ha crecido y va a la universidad.  ¿A qué universidad enviarlo?  ¿A Cambridge o a Oxford?  Y tú estás muy inquieto: ¿Adónde enviarle?  ¿Cuál será la mejor?  Y de repente lo reconoces, ¡qué tontería!  Es una idiotez.  Entonces, ¿por qué surge?
No se trata del pensamiento mismo.  Tú tienes un deseo, tienes una ambición.  Muchas cosas se han quedado sin satisfacer.  Tú quisieras satisfacerlas por medio de tu hijo.  El hijo no es otra cosa que la personificación de tu ambición.  Tú querías ir a Oxford, pero no pudiste hacerlo; te gustaría ir en la forma de tu hijo.  Por eso ha surgido la idea, ha surgido el pensamiento.  Han pasado treinta años, y de repente algo sale a la superficie.  Nada es repentino, nada deja de ser causado en la mente.  Si algo surge, esto quiere decir que hay algo en ello; no se le puede llamar simplemente una estupidez y dejarlo.  Hace treinta años alguien te insultó y todavía no lo has dejado pasar.  La herida todavía duele.  Te sientas en silencio y la herida sale a la superficie.  Ocupado en las mil y unas cosas del mundo, tú lo olvidas, pero cuando no estás ocupado, ha herida se abre.  La herida empieza a enviarte mensajes: “Haz algo al respecto.  Todavía no hago daño.  Todavía no he sido curada.   ¡Haz algo al respecto!”.  ¿Cuántas veces la herida se te ha manifestado, y cuántas veces has decidido vengarte o hacer algo?  Y el dolor de la herida regresa una y otra vez, y todavía tienes el deseo de vengarte del enemigo que te ha insultado.
Esto no concierne al pensamiento, concierne al deseo.  Analiza tus pensamientos y siempre hallarás que son los sirvientes y que en algún lugar oculto está el amo, protegido por los sirvientes.  Mata al amo y los sirvientes desparecen.  Si continúas matando a los sirvientes nada pasará: el amo seguirá trayendo nuevos sirvientes.  Mientras el amo esté vivo seguirá trayendo nuevos sirvientes.  Tú podrás seguir matando a los viejos; él proporcionará otros nuevos.
Los pensamientos nunca se detienen por sí mismos.  Sólo se detienen cuando la mente que desea desaparece.  Éste es el significado de “lo mejor es estar quieto”.  Esa es la forma taoísta de decir “no desees”.  Por eso se dice incluso el deseo de conocer a Dios, de llegar a Dios, es una barrera.  Permanece quieto, simplemente, sin deseos, como si nada se tuviera que hacer, como si nada fuera a suceder.  Mantén una carencia absoluta de esperanzas, porque la esperanza no es otra cosa que un nombre nuevo para el deseo.  La esperanza es el deseo con un nombre hermoso.  El deseo como nombre es un tanto feo, el deseo es algo un tanto desnudo, expuesto.  La esperanza es un deseo vestido.  Permanece sin esperanza. Nada va a pasar.  Nunca sucede nada.  No hay futuro, así que abandona toda ambición.  Sólo existe este momento, así que no corras de aquí para allá.  No tiene sentido, es de neuróticos, es de locos.  Sólo relájate en este momento; simplemente se.  Éste es el significado de “lo mejor es estar quieto…”.
Y la diferencia se tiene que entender.  Si vas a donde un profesor de yoga, él te dirá cómo estar quieto.  Él te dirá qué postura te ayudará a estar quieto, cómo respirar, qué ritmo facilitará la quietud, si debes cerrar los ojos completamente o sólo mirar a la punta de la nariz.  Él te dará indicaciones, ayudas; él te dará un mapa.
Los taoístas no tienen mapa alguno.  Dicen que si practicas una postura determinada y miras tu nariz y respiras de una forma correcta, impondrás una cierta quietud, pero no será verdadera.  Es cultivada, es algo que se practica, es falsa.  La quietud verdadera viene de la comprensión, de la comprensión de que el deseo es inútil.
Trata de comprenderlo.  En el Tao no hay ejercicios, no existe algo como los Sutra yoga de Patanjali.  No existen las “ocho ramas del yoga”.  No se te da una postura, una disciplina, una clase de moralidad… No se te dice qué comer, cuándo acostarse y cuándo levantarse por la mañana.  Nada se te dice, porque se considera que todas estas cosas pueden darte una experiencia falsa de la quietud, pueden forzarla.
Y esto se tiene que entender.  Cuando te sientas en una postura determinada, puedes ayudar a que la mente se quede un poco más quieta.  Si el cuerpo está totalmente quieto, la mente se queda ligeramente quieta, porque la mente y el cuerpo no son dos cosas; la división no es completamente clara.  La mente y el cuerpo están unidos.  Aunque se diga que eres cuerpo y mente, eres cuerpomente, una sola palabra.  El “y” no es correcto, déjalo.  “Mentecuerpo” “psicosomático”.  La mente es tu cuerpo más profundo, y el cuerpo es tu mente más externa.  Por tanto, cuando el cuerpo está quieto, naturalmente algunas vibraciones de quietud llegan a la mente más profunda.  Eso crea una base física y tú sientes algo de quietud.
Míralo de otra forma.  Cuando te enojas, ¿qué haces?  Aprietas los dientes, cierras los puños.  ¿Por qué?  ¿Es que no puedes enojarte sin más, sin apretar los dientes y los puños?  Inténtalo un día: enójate simplemente, sin apretar los puños, sin apretar los dientes.  Permanece relajado en el cuerpo e intenta enojarte y verás que es imposible.  ¿Cómo puedes enojarte si no tienes la ayuda del cuerpo?  Y después, un día, prueba lo siguiente: sin enojo alguno aprieta los puños y los dientes; muestra únicamente el gesto de enojo y verás que una forma de enojo surgirá repentinamente en ti.  Tú te puedes llegar a enojar sólo creando los síntomas; eso es lo que hacen los actores.  El actor tiene que actuar en momentos en los que puede no sentirse enojado y tiene que estarlo.  ¿Qué se supone que tiene que hacer?  Él hará la parte corporal y la parte mental le seguirá.  Él no se está sintiendo feliz, pero tiene que hacer la parte corporal; se muestra feliz, y una forma de felicidad le sigue en consecuencia.
Cuerpo y mente van juntos.  Los taoístas dicen que esto se debe entender, pues de lo contrario crearás una quietud falsa.  La quietud que se crea con la postura corporal no es la quietud real; es un truco.  Tiene casi los mismos efectos químicos que cuando tomas un tranquilizante; es una droga.
Si te pones a ayunar, sentirás mucha quietud, porque la química del cuerpo cambia; el cuerpo tiene menos trabajo que hacer, está más relajado; el estómago no tiene nada que hacer, está más relajado.  Y si el estómago no tiene nada que hacer, más energía se libera desde el estómago hacia la cabeza.  Eso lo sabes; cuando comes demasiado te sientes somnoliento, porque el estómago se apodera de toda la energía disponible para digerir el alimento.  La cabeza no es muy importante –es un lujo-, por tanto, cuando el estómago necesita la energía, la energía va al estómago y abandona la cabeza inmediatamente.  Debido a eso empiezas a sentirte somnoliento; los ojos se van cerrando y tú empiezas a dormir.  Esto implica simplemente que la energía se ha desplazado de la cabeza al estómago.  Te quedas dormido.
¿Lo has observado?  Cuando no has comido bien, te resulta difícil dormir, porque cuando el estómago no tiene de qué ocuparse, se libera energía.  La energía va inmediatamente a la cabeza y ésta empieza a funcionar, a fantasear y a pensar.
Por tanto, cuando una persona está ayunando, al tercer o cuarto día siente mucha quietud.  Pero éste es un cambio químico, no es una quietud real.  Proporciónale alimento y la quietud desaparecerá.  ¿Qué tipo de cambio es éste entonces?  Si una persona continúa ayunando durante muchos días, sentirá que surge en ella una cierta falta de sexualidad, brahmacharya.  Esto es falso porque el alimento tiene que suministrar energía sexual.  Si no se le da alimento al cuerpo, no se crea energía sexual, la energía sexual desaparece.  Después de tres semanas de ayuno, un hombre perderá interés por las mujeres y una mujer perderá interés por los hombres.  Así es como han caído en el engaño muchas personas religiosas.  Piensan que han logrado el brahmacharya, el celibato.  Esto no es brahmacharya; es una forma de impotencia.  Se pierde vigor, se pierde vitalidad.  Y luego empiezan a tenerle miedo a la comida, entonces no pueden comer bien, porque en cuanto comen bien, se suministra energía a los órganos sexuales y la energía sexual vuelve a surgir.
El Tao tiene un enfoque totalmente diferente.  No plantea el cultivar. Plantea el comprender.
“Lo mejor es estar quieto…”.  Mediante la comprensión.  Mediante la atención consciente.
“…Lo mejor es estar vacío.  En la quietud y en la vacuidad encontramos una morada…”.
En la vacuidad y la quietud… ¿Qué es la vacuidad?  La vacuidad quiere decir que tú no eres.  La idea que tienes normalmente de lo que eres no es más que una acumulación de todas tus acciones.  Has hecho esto, has hecho aquello, has ganado un premio, has tenido éxito en los negocios, tienes una enorme cuenta bancaria, eres famoso, eres el autor de muchos libros, has hecho muchas cosas.  Todas estas cosas juntas te permiten ser alguien.  La vacuidad implica dejar todo lo que has hecho, olvidar todo lo que has hecho.  Olvida el pasado; es debido al pasado que sientes que eres alguien.  Sólo piensa: si tu pasado se pudiera derrumbar en este preciso momento, ¿quién serías tú?  Si en este preciso momento, por milagro, se viniera abajo tu pasado, ¿quién serías tú?  No sabrías quién eres.  Por tanto, lo que eres es tu pasado, y según los taoístas, “vacío” quiere decir dejar el pasado.  Una vez te has desconectado del pasado, estás vacío.  Entonces no sabes quién eres, porque todas las ideas que tienes de ti mismo vienen del pasado, son creaciones del pasado.  Medita precisamente en este hecho.  Si no hay pasado, ¿quién eres tú?
Ramana Maharshi solía pedir a sus discípulos que meditasen únicamente sobre una cosa: ¿quién soy yo?, tarde o temprano comprenderás que no eres nadie.  No eres el cuerpo ni eres la mente, tampoco eres el hijo de alguien o el padre de alguien; ni un rico, ni un pobre.  No eres nadie.
El día que llegues a ser nadie llegarás a saber quién eres.  Tú eres ese nadie.
“Lo mejor es estar vacío.  En la quietud y en la vacuidad encontramos una morada…”.
El vacío es tu hogar.  Te conviertes en un templo, en un santuario.  En este vacío arde la llama de tu consciencia, y esa llama es la de la divinidad, la del Tao.  Ésta es la vía negativa.
“Al dar y recibir perdemos el sitio”.
Cuando empiezas a dar y recibir, a hacer esto, a no hacer aquello, a relacionarte, a conectar con la gente, pierdes tu lugar, pierdes tu llama interior, pierdes contacto con tu interior.  Esto pasa sólo al comienzo.  Lieh Tzu se dirige a un buscador principiante, por eso habla así.  Al comienzo pasará.  Cada vez que estés solo, tranquilo, quieto, te sentirás súbitamente centrado, arraigado; sentirás el tremendo gozo de no ser, de ser nadie.  Tu “ser nadie” será luminoso, estará lleno de luz, de fragancia, de bendición y de belleza.
Pero al comienzo sucederá una y otra vez que al relacionarte con otro lo perderás: perderás tu espacio interior.  El peligro está en que empieces a tener miedo de relacionarte.  Al comienzo está bien tener miedo, pero si eso se vuelve un hábito y el miedo llega a arraigarse, entonces es peligroso.  Este peligro se ha dado en Oriente, en el pasado.  Mucha gente llegó a tener miedo de relacionarse: los budistas escaparon de la vida, los taoístas escaparon a los Himalayas o a las montañas para no estar en contacto, porque “al dar y recibir perdemos el sitio”.
Pero Lieh Tzu no le da este sentido.  Él dice: “Sí, al dar y tomar cuando vamos al mercado se pierde la meditación.  Primero logra la meditación, luego ve allí una y otra vez y procura estar cada vez más alerta, a fin de que un día puedas ser capaz de relacionarte como de permanecer solo, de estar en el mercado y aun así de no estar allí, de estar en la multitud y aun así estar solo”.  Esto es lo más elevado.  Es algo que no se le puede decir a un principiante.  Es algo que sucede sólo cuando se ha llegado a ser un maestro.
Lieh Tzu le dice al principiante: “Entonces tú sabrás quién eres y entonces verás repentinamente que al dar y tomar pierdes una y otra vez”.  Tú ganas algo y luego, cuando conectas, cuando te relacionas –con la esposa, con el marido, con los hijos, en el mercado, con el cliente, con el jefe-, lo pierdes.  Una y otra vez, gánalo: cuando tengas tiempo, vuelve a conectar otra vez contigo mismo.  Poco a poco, poco a poco… lentamente.  Un día verás que puedes estar en el mercado y permanecer tan solitario y silencioso como en cualquier parte.  Entonces te has convertido en un loto: estás en el agua, pero el agua no te toca.
Primero desarróllalo, evoluciona –lo que suele llamarse en sánscrito shunya- al cero, al vacío, y luego tráelo al mundo.  Lo perderás una y otra vez, es verdad, pero no trates de escapar del mundo por esto, no te vuelvas un escapista.  Es un desafío.  Y el punto más elevado se logra cuando nadie puede alterar tu espacio interior, nadie, ninguna situación puede alterarlo.  Entonces, por primera vez llegas a ser un poseedor.  Entonces eres el poseedor y ello te posee.  Entonces eso es tuyo, realmente tuyo.  Pero si algo puede hacerlo desaparecer, entonces eso no es aún tuyo por completo.  Lo has tocado, pero aún no has sido su poseedor.
Me gustaría contarte una historia:

En un país lejano vivía un inventor ingenioso que se había vuelto chiflado un poco jugando con la televisión.  En el curso de sus experimentos fabricó una especie de espejo mental al que llamó psicoscopio, por medio del cual una persona podía  ver su estado mental con la misma claridad con que podía ver su cuerpo físico a través de una lupa.
Una vez fue perfeccionado el instrumento, se abrió una fábrica para producirlo y se dio a conocer en el país con la publicidad adecuada.  Pronto hubo un montón de pedidos.  Las esposas lo compraban para sus esposos –atención, las esposas lo compraban para sus esposos- y los esposos lo compraban para sus esposas y cuñados.  Los padres lo compraron para sus hijos, e incluso los hijos lo compraron para sus padres.  Los empresarios hicieron grandes pedidos para sus empleados.  Se sabe, o quizás es sólo un rumor, que únicamente un individuo en todo el país, confesó haberlo comprado para su propio uso. El alborozado inventor se vio nadando en la abundancia: se vendieron millones de estos artefactos.
Entonces, casi con la misma celeridad, las ventas descendieron y sin más cayeron a cero.  Los investigadores que se enviaron a recorrer el país informaron de que las casas de empeño estaban abarrotadas de psicoscopios, mientras millares de ellos se habían estropeado accidentalmente o habían ido a parar misteriosamente a la basura.
Desesperado, el inventor se dedicó a una nueva tarea.  Le dio un sentido opuesto al funcionamiento del instrumento, a fin de que idealizara el estado mental reflejado.  De esta manera la persona se veían a sí mismas no como eran, sino como querían aparecer, con sus defectos arreglados y coloreados de rosa, y su fealdad encubierta de inocencia.  Al final del año, por lo visto, la compañía declaró dividendos del cincuenta por ciento.
La mayor parte de la gente no quiere verse a sí misma como es, ni le gustaría dar una segunda mirada a un espejo mental.  Pero aquellos que validan las ilusiones que nos hacemos de nosotros mismos pueden obtener de nosotros prácticamente lo que sea.
Recuerda, estar vacío es llegar a una situación en la que te verás tal como eres.  Las personas temen esto, no quieren percibir esta situación interior.  Tienen sus imágenes ideales, sus propias imágenes hermosas, decoradas.  Tienen miedo de que, al interiorizar, esas imágenes se derrumben.  Tienen que derrumbarse y desaparecer porque son falsas y no pueden ser reales.  De ahí que nadie interiorice.  Todos los maestros en el mundo, ya sean los del camino de la vía afirmativa o los del camino de la vía negativa, todos los maestros han insistido en una cosa: tienes que acceder a tu realidad, a lo que eres de verdad.  Pero nadie los escucha.  Incluso cuando las personas quieren saber quiénes son, están esperando realmente tener la misma personalidad que proyectan.  Cuando empiezan a trabajar, llegan las dificultades; surge la fealdad; se siente la malicia, la ira terrible, el odio, los celos.  Todo un infierno irrumpe y uno empieza a tener miedo y escapa y vuelve a aferrarse a una personalidad ideal. 
Eso no vale mucho.  Recuerda, uno tiene que conocerse tal como es.  Abandona todos los ideales.  Son hermosos pero ponzoñosos; son ilusiones.  Si no abandonas todos los ideales que tienes sobre ti mismo, todas las imágenes que has creado en tu impotencia a fin de ocultarte para enmascarar tu realidad… abandona esas máscaras, permanece quieto, permanece vacío y mira en tu ser. Sea lo que sea.  Al comienzo será una experiencia casi infernal, pero ese es el precio que tenemos que pagar.  Si tienes suficiente valor y puedes perseverar, pronto desaparece el infierno, se van las nubes y el sol brilla en un firmamento despejado.  Entonces llegas a tu paraíso interior.
El infierno y el cielo están en tu interior.  El infierno es sólo tu circunferencia.  El cielo es tu mismo centro.  Tú eres el centro del ciclón.  El Tao dice que en realidad no se debe hacer nada.  Uno simplemente tiene que penetrar en su propio ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario