Para tener éxito en el yoga, así como en la vida, los logros personales y la prosperidad no son suficientes. Para tener éxito se necesitan tres ingredientes: compromiso, dedicación y devoción hacia aquello que está más allá de uno mismo. A menos que desarrollemos estas tres cualidades en nuestro yoga y en nuestra vida, nunca encontraremos satisfacción ni plenitud. El verdadero éxito no se mide por el estatus, ni por las ganancias económicas o los logros personales, sino por la capacidad de darles a los demás en sus momentos de necesidad para contribuir a su mejoramiento y a eliminar sus aflicciones.
El ser humano no es una isla ni una unidad separada. Todos somos una parte necesaria de este mundo, de este vasto universo. Estamos en el universo, y el universo está en nosotros. Nadie es diferente de los demás de ninguna manera. Todos estamos hechos de la misma conciencia y la misma energía, de los mismos cinco elementos. Todos respiramos el mismo aire, bebemos la misma agua, comemos la misma comida, caminamos sobre la misma tierra. Todos sentimos las mismas emociones y pensamos los mismos pensamientos. Entonces, ¿qué es lo que nos hace sentir diferentes los unos de los otros? Nuestra ilusión sobre el ser, nuestro sentido de individualidad, de importancia personal, de egocentrismo, que obstruye nuestra visión de la totalidad, de la unidad con la humanidad y con toda la creación.
¿Cuándo seremos libres? La libertad no es un bien que se pueda comprar política, social o profesionalmente. La libertad es una comprensión de sí mismo con relación a los demás, de la parte con relación al todo. No seremos libres mientras no aprendamos a compartir con los demás. Siempre hay alguien que tiene menos que nosotros, independientemente de lo poco que podamos tener. Hay miles de maneras de compartir nuestro conocimiento, habilidades, facilidades, experiencias, fe, creencias, dinero, propiedades, comida, ropa, libros, ideas.
No es a través de la acumulación y el enriquecimiento como nos volvemos libres. Nos volvemos libres dando lo que tenemos a los demás. Las diferentes maneras y formas en que compartimos son la medida de nuestra libertad, de nuestra capacidad de tomar conciencia de Dios. Cuando hablo de Dios no me refiero a ese Santo Padre que vive arriba en algún lugar del cielo, sino a la divinidad que reside en la misma medida dentro de nosotros y dentro de todos los seres, sentientes y no sentientes.
No sirve de nada construir cosas para nosotros mismos. Todas estas acumulaciones se convierten en nuestras ataduras, nuestras barreras. Nos mantienen alejados de la realidad superior, de la visión de la totalidad. Cuanto más damos, mejores nos volvemos porque aprendemos a vernos a nosotros mismos en los demás. Su sufrimiento se convierte en nuestro sufrimiento y su alegría en nuestra alegría.
Una vida de adquisiciones egoístas y de satisfacción material es una vida por la que no vale la pena ni vivir ni morir. Al final de la vida, ¿qué tendremos que siga siendo nuestro? Nada. Ningún dinero, ninguna posesión, ninguna propiedad, ninguna casa, ningún automóvil, ningún trabajo, ninguna relación, ningún amigo, pasará de esta vida con nosotros. Lo único que se irá con nosotros en ese último día serán nuestros karmas, nuestras acciones, tanto positivas como negativas, egoístas o desinteresadas, y nada más.
Es por eso por lo que en esta vida es muy importante estar siempre atentos a las oportunidades de dar, de servir y de contribuir en algo al bienestar y al mejoramiento de los demás. Esta es la manera de alcanzar la felicidad, la plenitud y la trascendencia en esta vida y en la vida venidera. Con cada acto positivo, eliminamos las cadenas de 10 años de actos negativos. Nos volvemos más luminosos, más jóvenes, más saludables y más vitales.
¿Qué nos hace sentir desanimados, viejos, enfermos y oprimidos? La causa no es externa; son nuestras limitaciones internas las que nos atan a una visión de la vida estrecha y egoísta. Esa es la causa de todo nuestro sufrimiento. Para eliminar nuestro sufrimiento debemos eliminar nuestras limitaciones. Debemos vivir para ayudar y servir a los demás y no a nosotros mismos. Debemos mirar más allá de nuestra familia inmediata y de nuestras necesidades personales para desarrollar una identidad más amplia que abarque a toda la humanidad, a toda la creación, a todo el cosmos. Esta es la libertad; no es ninguna ideología política, social o religiosa.
Los caminos del mundo son muchos, pero el camino hacia Dios, hacia el espíritu, hacia la divinidad, es uno solo. Dedicarse al mejoramiento de los demás, ver a los demás en uno mismo y verse a sí mismo en los demás; éste es el yoga superior. No hay ninguna otra manera de convertir nuestra visión limitada y egocéntrica en una visión cósmica. Este es el camino y éste es el yoga del próximo siglo; es el yoga de la libertad.
Fuente: "Bhakti Yoga Sagar" - Swami Satyananda Sarasvati
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