martes, 16 de junio de 2015

“Ni mundano, ni espiritual; ni lo exterior, ni lo interior; ni activo, ni pasivo” Emilio Carrillo.




Es la mente, al funcionar con base en los contrastes y al usarla para lo que no le corresponde ni está preparada, la que divide y distorsiona la realidad inventando un mundo ficticio lleno de opuestos, de extremos… Salta conscientemente por encima de ellos y no te etiquetes ni aprisiones con ninguno…
 No seas mundano… ni seas espiritual.
 La vida es la totalidad, vive toda ella sin rechazar nada porque la vida nada rechaza: ¿cómo iba a hacerlo si todo forma parte de ella misma y en ella existe y se integra? Lo mundano y lo espiritual tienen su sitio exacto en la vida, pero no como vivencias separadas y confrontadas, sino conectadas e interrelacionadas, interactuando y retroalimentándose siempre entre sí… En la existencia, lo mundano se encuentra con lo espiritual y lo espiritual con lo mundano…
No te clasifiques, no te autolimites, no optes por lo exterior ni por lo interior. Esas divisiones pertenecen a la mente. El interior y el exterior son uno: el exterior es solo la prolongación del interior; el interior, la penetración del exterior. Si optas por lo exterior, notarás que te falta algo, que tu vida no es completa porque te has volcado excesivamente en lo externo y no captas ni disfrutas experiencias interiores. Y si eliges lo interior, percibirás esa misma carencia de algo en tu vida porque le has prestado demasiada atención a lo interno y eso te ha lastrado y coartado para vivenciar el mundo exterior.
Ni mundano, ni espiritual; ni lo exterior, ni lo interior… Ni activo, ni pasivo… Recuerda lo ya compartido: la cristalización de la consciencia es la acción. No una acción al rebufo del lío de los pensamientos y el barullo de las emociones, sino una acción despierta y consecuente con lo eres y es… Y lo que hagas como fruto de esa acción, hazlo totalmente, con toda tu atención, con todo tu ser… ¿Qué sucederá? Que, tras la actividad, la pasividad llegará a ti: la pasividad te envolverá como consecuencia de la actividad desarrollada. Será una pasividad tan potente como la actividad desplegada. Vívela plenamente y… ¿qué pasará?
La pasividad consciente dará paso de manera natural a la actividad, a la acción que es plasmación de la consciencia… Actividad y pasividad no son opuestos, sino que configuran el fluir de idéntica energía, solo se diferencian en el ritmo. No elijas ni la una ni la otra. Si haces algo centrado en ello enteramente, disfrutando de la actividad con toda tu energía y sin que nada de ti se mantenga alejado de lo que estás haciendo, entonces el descanso vendrá a continuación automáticamente. Y al gozar el descanso completamente, sin que ninguna parte de ti sea ajeno a él, la actividad le seguirá de modo consustancial y espontáneo porque, al reposar, recuperas energía y emanará de ti el compartirla de nuevo.
Evita los extremos. No hagas ninguna distinción entre lo mundano y lo espiritual, lo exterior y lo interior, la pasividad y la actividad… Fluye, sé equilibrado. Esos hipotéticos opuestos son igual que los dos ojos: si elijes uno serás capaz de ver, pero tu visión perderá hondura. No dividas. La vida es una, tú eres uno. No te vayas a los extremos. Entonces los dos extremos se encontrarán, se equilibrarán. Y en ese equilibrio entre ambos, tú trascenderás los dos y ya no serás ni esto ni aquello: ni mundano, ni espiritual; ni exterior ni interior; ni activo, ni pasivo…

Te habrás transformado en una tercera fuerza: el observador, el testigo… consciencia que refleja la vida y vida que es el reflejo de la consciencia… Te habrás transformado en Amor; te habrás transformado en Dios, habrás realizado en tu vida “el más perfecto grado de perfección a que en esta vida se puede llegar, que es la transformación en Dios” (carta de San Juan de la Cruz a Ana de Pañalosa y Mercado fechada en 1584). Amada en el Amado transformada… Lo que siempre has sido y eres, lo que todo es, lo que en todo acontece… La Paz, por fin, estará contigo; y tú con ella. Dejarás tu cuidado, la preocupación por tu pequeño yo, la obsesión del ego, entre las azucenas olvidado. Y cesarás de dominar…
Viejo hábito Nuevo hábito
Etiquetarte a ti mismo, al mundo y a los demás en función de los opuestos, de los extremos, prefiriendo uno frente a otro y autodefiniéndote en función de ellos como esto o aquello. Fluir y ser equilibrado evitando caer en los extremos. Los hipotéticos opuestos son igual que los dos ojos: si elijes uno serás capaz de ver, pero tu visión perderá hondura.
No dividas: la vida es una, tú eres uno. Entonces los dos extremos se encontrarán. Y en ese equilibrio entre ambos, tú trascenderás los dos y ya no serás ni esto ni aquello: ni mundano, ni espiritual; ni exterior, ni interior; ni activo, ni pasivo… Te habrás transformado en una tercera fuerza: el observador, el testigo… consciencia que refleja la vida y vida que es el reflejo de la consciencia…


Texto extraído del libro Sin Mente, Sin Lenguaje, Sin Tiempo, del que es autor Emilio Carrillo

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