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lunes, 25 de mayo de 2015
5º TRABAJO DE HÉRCULES: MATAR EL LEÓN DE NEMEA
Hércules, con todas sus armas preparadas, se situó ante el
quinto Portal, ignorando qué le esperaba y preguntándose sobre su
siguiente prueba y hasta dudando de su decisión de seguir o no su
destino.
Pero su voz interior le decía:
- Los habitantes de Nemea necesitan tu ayuda. Están sufriendo
los acosos de un terrible león. La noticia de tus hazañas les ha
llegado y piden que los libres de ese azote cruel.
Y Hércules, prestando oídos a su voz interior, se dispuso a
responder a esa necesidad ajena. Así que, pensando que las armas
obsequio de los dioses, más que ayudarle le iban a molestar, y
fiándose de las suyas de siempre, su garrote, que él mismo había
fabricado, su carcaj y su arco, partió en busca del león.
Tras una laboriosa búsqueda, vio al león. Era un hijo de
Ortros (el perro hermano de Cerbero), al que Hera había situado allí
para que luchase con Hércules.
El león estaba junto a un espeso matorral que había al
borde del camino y, al ver a un enemigo que se aproximaba sin miedo,
acostumbrado como estaba a que todos huyesen con sólo verlo, rugió
con todas sus fuerzas. Con ese rugido, los arbustos se vieron
sacudidos, los ecos del mismo llenaron la comarca y sus habitantes
temblaron de miedo. Pero Hércules no se movió. Y, echando mano a
su carcaj, le lanzó una flecha certera. La flecha dio en el costado del
león y cayó al suelo sin haberlo herido. Hércules repitió la operación
hasta que se quedó sin flechas, pero el león seguía ileso en medio del
camino. Entonces Hércules, asió su garrote y se dirigió, sin miedo,
hacia él. Y el león, no acostumbrado a que esto le sucediese, lanzó
otro rugido y, dando un salto, desapareció entre los matorrales.
Hércules corrió en su persecución, pero no lo pudo encontrar.
Durante largo tiempo buscó al león por el monte sin éxito. Hasta
que un día, de repente, escuchó un rugido que provenía de una cueva
cercana. Hércules, si dudarlo, se internó en ella para enfrentarse a la
fiera. Pero la atravesó y descubrió que la cueva tenía otra salida y que
el león había huido por ella. Quedó sin saber qué hacer. Y, mientras
meditaba cómo se las arreglaría para cazar al león, vio un montón de
troncos y ramas cerca de él, así que los transportó a la entrada de la
cueva y la taponó con ellos. Y, yendo por la otra entrada, penetró y
allí se enfrentó al león. Lo asió con sus propias manos y lo estranguló.
Él solo, sin armas y con sus propia manos. Luego intentó desollarlo.
Pero la piel del león era invulnerable y no había cuchillo ni
herramienta que la pudiese cortar. Por fin, dio con la solución: las
garras del mismo león. Con ellas pudo por fin arrancarle la piel y
llevársela consigo como prueba de su hazaña.
2.- Este trabajo es el número cinco. Cinco es el número del
hombre, compuesto de un espíritu inmortal y cuatro vehículos
mortales: el físico, el vital, el de deseos y el mental.
a) En Aries, el espíritu tomó para su uso el tipo de materia que le
serviría para relacionarse con el mundo de las ideas. Esa materia,
luego, se vistió de materia mental, agregando así, a su individualidad,
la materia mental que le permitiese expresarse mejor y convertirlo en
un espíritu pensador.
b) En Tauro, contactó con el mundo del deseo, siguiendo un
procedimiento similar y así entro en contacto con el mundo de los
sentimientos y las emociones. Y llegó a ser un espíritu consciente.
c) En Géminis, se construyó un nuevo vehículo como canal para
las energías del espíritu y de la materia, manteniendo en armonía los
dos polos de su ser. Y así nació el cuerpo vital.
d) En Cáncer, que es el signo del nacimiento físico y de la
identificación con la masa, el espíritu inmortal se manifestó en la
cuádruple naturaleza, y el hombre se convirtió en el protagonista de su
propia vida, vivida en el plano físico.
e) Pero es en Leo donde llegamos, realmente, a ser la estrella de
cinco puntas, el ser que se reconoce a sí mismo como un individuo y,
al mismo tiempo, como un Yo. En este signo es donde empezamos a
utilizar palabras como “Yo” y “mi” y “mío.”
3.- La numerología nos dice que el número diez es el de la
perfección y el de la consumación humana, el número de un hombre
perfectamente desarrollado y manifestado. Y el número del equilibrio
entre la materia y el espíritu, puesto que el uno (que es el espíritu, la
polaridad positiva) junto al cero (que es la materia, la polaridad
negativa), en plan de igualdad, representan el equilibrio.
Pero en el número cinco el espíritu aún no domina la materia.
Es el número del aspirante espiritual, que tiene por meta someter la
materia al espíritu. Y esa lucha, de momento, rompe el equilibrio del
diez que, al final del recorrido, se alcanzará.
Y hemos de recordar que estamos aquí voluntaria y libremente y
que hemos elegido elevar la materia al cielo.
4.- Leo es uno de los cuatro signos fijos, que forman la cruz en la
que tanto el Cristo Cósmico como el Cristo individual interno están
indudablemente crucificados, dificultados, impedidos de manifestarse
y, definitivamente sacrificados. Veámoslo:
a).- En Tauro, la fuerza creadora a través del deseo, aparece en
su aspecto inferior, el deseo sexual, que hay que transmutar en, o
sacrificar, a su aspecto superior.
b).- En Leo, la mente cósmica actúa sobre el individuo como
mente razonadora, y también su aspecto inferior ha de ser sacrificado
y la mente del hombre ha de subordinarse a la mente universal.
c).- En escorpio, que es el tercer brazo de la cruz fija, el amor
cósmico o atracción cósmica se muestra en su aspecto inferior,
produciendo la gran confusión de creer que la materia es lo importante
y lo real. Por eso, en Escorpio, el aspirante está crucificado,
supeditando la ilusión de la materia a la realidad del espíritu.
d).- En Acuario, la luz de la conciencia universal ilumina al ser
humano y sacrifica la vida individual volcándola en la vida universal.
Se supedita así, pues, lo imaginario, lo irreal a lo real, el aspecto
inferior al superior y la unidad a la suma total.
5.- Dícese que, antiguamente, sólo existían diez signos en el
zodíaco. Y que Leo y Virgo formaban un solo signo con un único
símbolo. Y, si se reflexiona un poco, pronto se ve en ello el origen y la
interpretación de la esfinge, del león con cabeza de mujer: las dos
polaridades, positiva y negativa, el espíritu como león y la materia
como mujer o madre de toda forma.
6).- En el signo de Leo, el hombre se reconoce a sí mismo como
un individuo y empieza su recorrido por el mundo de las experiencias
que le han de proporcionar conocimiento. Pero también en Leo el
hombre consciente de sí mismo empieza su aprendizaje para la
Iniciación. Y es en Leo donde enfrentamos la última prueba del
sendero del probacionismo. Y, cuando ese trabajo lo concluimos, llega
el definitivo adiestramiento para la Iniciación, en Capricornio. Porque:
a).. En Aries, hemos aprendido el control del pensamiento.
b).- En Tauro, hemos aprendido a transmutar el deseo.
c).- En Géminis, hemos recolectado las manzanas de la sabiduría
y hemos aprendido a distinguir entre conocimiento y sabiduría.
d).- En Cáncer, hemos aprendido que es necesario transmutar el
instinto y el intelecto en intuición, elevándolos de categoría.
7.- El aspirante Hércules, en Leo, intuye con claridad lo que se le
avecina porque:
a).- Ya sabe que el futuro depende de las causas puestas en
funcionamiento en el pasado.
b).- Y sabe que, antes de llegar a Capricornio y escalar el Monte
de la Transfiguración, ha de matar a la Hidra en Escorpio.
c).- Y sabe sobre la lucha que habrá de enfrentar en los signos
próximos de Virgo, Libra y Escorpio.
d).- Y sabe que sólo matando al león (el rey de las bestias) en su
propia naturaleza, merecerá la victoria sobre la Hidra en Escorpio.
O sea que él, que ha salido de la masa y que ha creado su
personalidad, ha de matarla, volviendo a ella y sustituyendo el
egoísmo por el altruismo y subordinando el yo al todo.
8.- Resulta interesante y significativo que, en todas las escrituras
sagradas, los acontecimientos más importantes tengan siempre lugar o
en una cueva o en una montaña:
Recordemos que Jesús nació en una cueva; que la personalidad
se vence en la cueva de nuestro interior; que la voz de Dios se escucha
en la cueva interna; que el Cristo interno está en la cueva de nuestro
corazón…
Y recordemos también que hemos de escalar los montes de la
Transfiguración, la de la Crucifixión, y la de la Ascensión.
9.- ¿Y qué significa, en este mito, la cueva con las dos entradas,
una de las cuales hay que cegar para poder matar al león?
Partiendo de que los pioneros de la humanidad poseen un
desarrollo metal agudo y de que el resto de los humanos está
desarrollándose mentalmente muy deprisa, la residencia de las
emociones se está trasladando desde el plexo solar hasta la cabeza.
Porque tenemos en nuestra cabeza una “cueva” muy especial,
que alberga la pituitaria, una de las más importantes glándulas del ser
humano. Esa glándula está protegida por una estructura ósea o cuerpo
pituitario, que consta de dos partes o lóbulos, uno frontal o
antepituitario, que es el asiento de la mente razonadora, de la
intelectualidad, y el otro, postpituitario, que es el asiento de la
naturaleza emocional e imaginativa.
Así que ese cuerpo pituitario con sus dos partes simbolizaría la
cueva con sus dos entradas, en la que Hércules sostuvo su lucha. Y se
nos dice claramente que, sólo cuando hubo bloqueado la entrada de la
emociones (la postpituitaria), desechando hasta su familiar garrote (lo
que simboliza el abandono de una vida egoísta), pudo, utilizando la
otra entrada, la de la mente razonadora, someter al león de la
personalidad solo y con sus propias manos.
Francisco Manuel Nácher
http://elsilenciodelmaestro.blogspot.com.es/
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