Este Blog esta dedicado a compartir, todo tipo de temas relacionados con los Maestros Espirituales del Alma y de la Mente. Contribuyendo al Despertar de la Conciencia Unificada, con un solo proposito, el de Vibrar en el Amor Incondicional. Podeis contribuir con vuestros comentarios y opiniones, ruego se mantega el respeto, la hermandad y la ármonia entre nosotr@s. SOMOS SOLO UNO EN AMOR Y UNIDAD. ·
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domingo, 12 de junio de 2016
Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.XIII
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte XIII.
El que es puro penetra todo con su mirada.
Su ojo penetrante es la percepción de su consciencia divina. Todo lo que tiene lugar en su consciencia divina, es la verdad; todo lo demás es solamente espejo, reflejo de la verdad, reflexión, destello de la verdad.
Cómo hablas y lo que dices, es tu lenguaje –también tu rostro y tu cuerpo.
Tanto tu interior como tu exterior –tu palabra, tu comportamiento–, hablan su yo.
El que está pleno de Dios habla el Yo divino, ya que es el Yo divino en el SER del Padre universal.
El que está centrado en el mundo habla su yo inferior; habla el lenguaje de su yo –lo que él mismo es–.
El que está centrado en el mundo es el que está envuelto por el mundo, que se contenta con lo que ve, con las reflexiones de su pequeño mundo, que son el reflejo de él mismo.
Lo que tú –el que es puro, la luz en la luz primaria– hablas, es substancia y fuerza, porque es hablado desde lo más sagrado, desde ti, el SER. Este es el lenguaje de Dios en ti y a través de ti.
Habla el lenguaje del verdadero Yo divino, y serás divino.
El lenguaje del verdadero Yo divino es la palabra plena de Dios. Ella fluye desde lo más interno de tu templo.
Lo divino no se defiende. Tampoco discute, ya que es.
El ES lo contempla todo y ve a través de todo, y conoce lo más interno del hombre y también su exterior. Quien conozca la ley eterna, por ser él ella, no discutirá.
Lo más interno es lo impersonal, que de modo impersonal llama la atención y da aclaraciones sobre lo personal, y rectifica lo falso.
Da aclaraciones a tu prójimo cuando haya habido algo incorrecto, pero nunca lo coacciones; no le insistas para que piense y haga lo que es verdad. Si a pesar de las aclaraciones o de lo que sabe, el obstinado continúa hablando, está hablando su yo, exponiéndose a sufrir las consecuencias.
Tú, el verdadero sabio, calla. Si has rectificado algo incorrecto, si desde la luz de la verdad has alumbrado algo incorrecto y a pesar de todo se te rechaza, calla, pues tú conoces al verdadero Salvador, Dios –y al juez que sólo habla de sí mismo: éste es el hombre que mediante obstinación, mediante venganza y codicia, se entrega por sí mismo a la ley de siembra y cosecha, introduciendo en el campo de su vida lo que le juzga a él mismo, que es su pequeño yo inferior, su ley de yoidad.
Lo que tú hablas fuera del Santísimo, no siempre es el lenguaje de tu yo personal, pues no siempre tus pensamientos y palabras son tus pensamientos y tus palabras. Si durante años, decenios, hablas lo que se denomina palabras irreflexivas, ciertamente hablas tú, pero otro habla a través de ti. Esto es entonces determinación ajena, a través del mundo de tus sentidos, en el que entonces tú también vives. El programador, aquel o aquello que te determina, obra a través de ti sobre otros, también de forma determinante. Quien permite esto, es esclavo del pecado y un pecador.
Tú no eres el tiempo, sino la eternidad en el Eterno.
Sin embargo, tú eres hombre en el transcurso del día y la noche, que se llama tiempo. Por eso planifica tu tiempo con Dios, introduce el transcurso del tiempo en tu planificación y tu plan en la ley universal, que está en ti. Llévalo todo a tu templo interno y entrégalo al orden del templo.
Entonces manténte a la vez en silencio y alerta, pues el Santísimo en ti ordena y fija. El Santísimo, que es tu palabra y tu obra, se mueve en lo más interno de ti y te refleja a ti, el ser humano, el transcurso progresivo de tu plan. El lo introduce también en el transcurso del tiempo.
Entonces hablas en el momento oportuno la palabra llena de contenido, que es divina, y haces en el momento oportuno lo que hay que hacer, que a su vez es divino. Entonces tu trabajo diario discurre según la voluntad del Santísimo, que está en ti y en el que tú estás.
Siendo Jesús de Nazaret viajé mucho con Mis apóstoles y discípulos. En los caminos y senderos de un lugar a otro les enseñé lo siguiente:
Cuando caminéis, caminad erguidos; cuando estéis de pie, estad erguidos; cuando estéis sentados, estad erguidos.
Cada uno de vosotros es el SER en la corriente del SER.
Cada movimiento armonioso es el ritmo de la corriente, el ritmo del Universo.
La corriente no conoce ni curvatura ni sinuosidad, no retrocede ante nada ni ante nadie; fluye invariablemente por el Universo y traspasa a todos y todo.
Si camináis por este mundo con pasos grandes, camináis encorvados; vuestras miradas se orientan hacia la tierra, el suelo, de donde acogéis lo que se pega al suelo. Todo lo pesado, cargado, se arrastra por el suelo y a su vez carga a aquellos que dirigen sus miradas y pensamientos exclusivamente hacia el suelo.
Comprended: un modo de andar cargado es un modo de andar arrastrado. Tales hombres se ven solamente a sí mismos, y aquello que a su vez son ellos mismos –lo que les irradia desde el suelo.
Por eso, caminad erguidos; entonces alcanzaréis una visión muy amplia, capacidad de captación y la visión general; entonces estaréis cada vez más unidos a las fuerzas cósmicas. Estas os mostrarán también lo que aún hay que purificar para que con el tiempo veáis de forma cósmica, oigáis de forma cósmica, sintáis, penséis, habléis y obréis de forma cósmica.
Cuando estéis de pie, estad erguidos. No os apoyéis en objetos ni en cosas. A quien se apoya en objetos y cosas, le emiten también esos objetos y cosas; entonces acogéis lo que se adhiere a los objetos y a las cosas.
Quien se apoya en objetos y cosas, también se apoya en su prójimo y toma de éste lo que irradia de humano.
Si te apoyas en tu prójimo y tu prójimo se apoya en ti, con el tiempo ambos os cansaréis y os hartaréis de vosotros, porque las energías que os transmitís y quitáis mutuamente pronto se agotan. ¿Qué sucede entonces?
Las consecuencias son desavenencias, disputas, discordia y desunión. Cuando estáis hartos el uno del otro, cada uno se busca otra víctima, en la que de nuevo se apoya –y eventualmente la víctima a su vez en él–. Entonces se produce nuevamente lo mismo que hubo anteriormente.
Por tanto, estad de pie erguidos; no os apoyéis en nada ni en nadie. Entonces os convertiréis muy paulatinamente en antenas cósmicas que se elevan a los Cielos y reciben de los Cielos.
Cuando estéis sentados, estad erguidos. Vuestra columna vertebral no es encorvada; es vertical y os muestra que os habéis de sentar erguidos, para recibir de la corriente del SER.
Habéis oído que la corriente del SER no conoce curvatura ni sinuosidad. Una columna vertebral sana tampoco conoce ni curvatura ni sinuosidad.
Si estáis recostados en la silla, en cierto modo estáis echados en el suelo y recibís las vibraciones que se arrastran por el suelo.
Si cruzáis los brazos y las piernas, bloqueáis la corriente del SER en vosotros y sobre vosotros, o la desviáis de vosotros y atraéis otras fuerzas.
Sabed: el hombre ha de ser una antena cósmica. Quien hace nudos en su antena o la tuerce, no puede recibir ni las fuerzas ni la salud del Universo. Únicamente las fuerzas del Universo fortalecen y mueven al hombre, le hacen libre y sano.
Le otorgan una visión muy amplia, capacidad de captación y la visión general.
Quien no acepta ni vive estas legitimidades, se vuelve estrecho de miras e intelectual. Con el tiempo adopta lo que le hacen creer aquellos semejantes que igualmente están en el recorrido humano.
Cuando os recostéis, recostaos para descansar.
Descansad conscientemente y yaced en posición horizontal, y sed conscientes de que descansáis; entonces percibiréis el silencio del Universo.
Si al hablar, al comer o en otra ocasión apoyáis la cabeza en vuestras manos, sólo hablaréis vuestro yo inferior y devoraréis los alimentos como una fiera que busca presa.
Entonces os educaréis como insaciables, que anhelan placeres y cultivan el placer del cuerpo, la corporalidad, porque con su comportamiento indisciplinado, con la antena torcida, reciben las fuerzas –es decir los emisores –correspondientes.
La corriente del SER es movimiento armonioso, rítmico. Por eso moveos armoniosamente. Los movimientos armoniosos son las melodías del Universo.
Sabed: todo cuerpo es sonido, es melodía. Tal como suena, es el hombre.
Todo movimiento agitado es una curvatura de la antena, que a su vez es el hombre mismo. Entonces el hombre se apoyará, estará medio recostado en la silla, cruzará sus brazos y piernas, y apoyará la cabeza en sus manos.
Movimientos armoniosos son movimientos dinámicos. Producen flexibilidad en la forma de pensar, hablar y actuar.
Sabed: el hombre recto es en cierto modo el erguido, que irradia los sonidos cósmicos en su forma de pensar, hablar y obrar, cuyos gestos y mímica expresan las sinfonías cósmicas.
Sentaos por tanto erguidos, y poned ambos pies en el suelo; entonces desviáis las tensiones y acogéis vibraciones armoniosas.
Sabed: cada uno de vosotros es el Universo comprimido, y el Universo es el SER –es el Hogar eterno, el mar de luz, Dios–. Por eso comportaos, como seres humanos, de modo que emitáis hacia los Cielos y recibáis de los Cielos.
Si vives en la corriente del Universo, eres la esencia del Universo. Entonces vives en la plenitud y eres la plenitud. Ninguna persona ni nada pueden decepcionarte, porque no esperas nada, ya que eres la plenitud.
Comprended: el Universo y la corriente universal emiten incesantemente. Observad arbustos, flores, animales y piedras –ellos son–. Tienen sus antenas levantadas hacia el cielo.
Los animales, plantas, arbustos y árboles no se apoyan en sus iguales, a menos que el hombre intervenga en el proceso cósmico. Cuando los árboles están demasiado cerca entre sí, no pueden desarrollarse. De forma similar ocurre al hombre, cuando se apoya en hombres, objetos y cosas.
Desarrollaos: no os apoyéis en nada ni en nadie.
El hombre ennoblecido es el hombre sabio, que reposa en su interior.
El hombre ennoblecido, sabio, no ríe desde la garganta, sonríe desde el corazón.
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El complejo problema del amor. (Krishnamurti)
Krishnamurti
El complejo problema del amor.
No creo que podamos comprender el complejo problema del amor hasta que comprendamos el problema igualmente complejo al que llamamos mente. ¿Han notado, cuando somos muy jóvenes, lo inquisitivos que somos? Queremos saber y vemos muchas más cosas que las que ven los mayores.
Si estamos del todo despiertos, observamos cosas que los adultos ni siquiera advierten. La mente, cuando somos jóvenes, es mucho más alerta, curiosa y deseosa de saber.
Por eso es por lo que aprendemos con tanta facilidad matemáticas, geografía o lo que sea. A medida que crecemos y nos volvemos adultos, la mente se cristaliza más y más, se vuelve cada vez más densa, más lerda. ¿Han notado cómo las personas de mayor edad están llenas de prejuicios? Sus mentes no están abiertas, lo abordan todo desde un punto de vista fijo. Ustedes ahora son jóvenes, pero si no están muy alerta, sus mentes también se volverán así.
¿No es, entonces, muy importante comprender la mente y ver si, en lugar de embotaría poco a poco, pueden ustedes ser flexibles, capaces de ajustes instantáneos, de extraordinaria iniciativa, de investigación profunda y de comprensión en todas las etapas de la vida? ¿No deben conocer las modalidades de la mente para comprender la naturaleza del amor? Porque es la mente la que destruye al amor. Las personas que son meramente ingeniosas, diestras, no saben qué es el amor porque sus mentes, si bien agudas, son superficiales; viven en la superficie, y el amor no es una cosa que exista en la superficie.
¿Qué es la mente? No me refiero sólo al cerebro, al organismo físico que reacciona a los estímulos mediante diversas respuestas nerviosas y acerca del cual cualquier psicólogo puede hablarles. Más bien vamos a averiguar qué es la mente. La mente que dice: "yo pienso", "esto es mío", "me siento lastimado", "soy celosa", "amo", "odio", "soy indio", "soy musulmán", "creo en esto y no creo en aquello", "yo sé y tú no sabes", "yo respeto", "yo desprecio", "yo deseo", "yo no deseo"... ¿qué es esta cosa? A menos que empiecen a comprenderlo ahora y se familiaricen enteramente con todo el proceso del pensar al que llaman la mente, a menos que estén por completo conscientes de ese proceso en ustedes mismos, gradualmente, a medida que vayan avanzado en años, se endurecerán, quedarán cristalizados, embotados, fijados en cierto patrón de pensamiento.
¿Qué es esta cosa que llamamos mente? Es el modo como pensamos, ¿no es así? Estoy hablando de la mente de cada uno de ustedes, no de la mente de algún otro: el modo como piensan y sienten, el modo como miran los árboles, como miran a los pescadores, el modo como consideran al aldeano. Nuestra mente, a medida que envejecemos, se pervierte o queda fija en un patrón determinado. Queremos algo, lo anhelamos, deseamos ser o llegar a ser alguna cosa, y este deseo establece un patrón; o sea, que nuestra mente crea un patrón y queda presa en él. El deseo cristaliza la mente.
Digamos, por ejemplo, que quiero ser un hombre muy rico. El deseo de ser rico crea un patrón, y entonces mi pensar queda atrapado en él; puedo pensar únicamente en esos términos y no puedo ir más allá. Por lo tanto, mi mente se cristaliza poco a poco, se endurece, se embota. O, si creo en algo, en Dios, en el comunismo, en cierto sistema político, esa creencia misma establece el patrón porque ella es el resultado de mi deseo; y mi deseo refuerza los muros del patrón. Poco a poco mi mente pierde su capacidad de rápido ajuste, de penetración profunda, de verdadera claridad, porque estoy atrapado en el laberinto de mis propios deseos.
Por lo tanto, hasta que comencemos a investigar este proceso que llamamos la mente, hasta que comprendamos nuestra propia forma de pensar y nos familiaricemos con ella, no podremos descubrir qué es el amor. No puede haber amor mientras nuestras mentes deseen del amor ciertas cosas o le exijan que actúe de una manera determinada. Cuando imaginamos lo que debe ser el amor y le damos ciertos motivos, creamos gradualmente un patrón de acción respecto del amor; pero eso no es amor, es meramente nuestra idea de lo que el amor debería ser.
Digamos, por ejemplo, que poseo a mi esposa o marido, tal como ustedes poseen un sari o una chaqueta. Si alguien les quitara la chaqueta estarían ansiosos, irritados, furiosos. ¿Por qué? Porque consideran esa chaqueta como su propiedad; la poseen y al poseerla se sienten enriquecidos, ¿no es así? Mediante la posesión de muchas ropas se sienten enriquecidos no sólo físicamente sino internamente; y cuando alguien les quita la chaqueta se irritan, porque internamente se les priva de ese sentimiento de riqueza, de esa sensación de poseer algo.
Ahora bien, el sentimiento de posesión crea una barrera respecto del amor, ¿verdad? Si alguien me pertenece, si lo poseo, ¿es eso amor? Lo poseo como poseo un automóvil, una chaqueta, un sari, porque al poseerlo me siento muy gratificado y dependo de ese sentimiento; para mí es muy importante internamente. Este sentido de propiedad, de poseer a alguien, este depender emocionalmente de otro es lo que llamamos amor; pero si lo examinan, encontrarán que detrás de la palabra "amor" la mente está obteniendo satisfacción en el acto de poseer. Después de todo, cuando poseen muchos saris bonitos, o un magnífico automóvil o una gran casa, el sentimiento de que eso es de ustedes les brinda internamente una gran satisfacción.
Así, al desear, al anhelar algo, la mente crea un patrón y en ese patrón queda atrapada; y entonces se fatiga, se embota, se vuelve estúpida, irreflexivo. La mente es el centro de este sentimiento de posesión, el sentimiento del "yo" y lo "mío": "Yo poseo alguna cosa", "yo soy un gran hombre", "soy un hombre pequeño", "yo he sido insultado", "me han alabado", "yo soy inteligente", "yo soy muy hermosa", "quiero llegar a ser alguien", "soy el hijo o la hija de alguien"...
Este sentimiento del "yo" y lo "mío" es el núcleo mismo de la mente, es la mente misma. Cuanto más tiene la mente este sentimiento de ser alguien, de ser grande o muy inteligente o muy estúpida, etc., tanto más construye muros alrededor de sí misma y se encierra, se embota. Entonces sufre, porque en ese encierro inevitablemente hay dolor. A causa de que está sufriendo, la mente pregunta: "¿Qué puedo hacer?". Pero en vez de quitar los muros que la cercan, de quitarlos mediante una percepción sensible y una cuidadosa reflexión, investigando y comprendiendo todo el proceso por el cual se han creado los muros, lucha para encontrar algo externo con lo cual vuelve a cercarse nuevamente. Así es como poco a poco la mente se convierte en una barrera para el amor; y sin comprender lo que la mente es, lo cual equivale a comprender las modalidades de nuestro propio pensar, la fuente interna de donde proviene la acción, no podremos descubrir qué es el amor.
¿No es también la mente un instrumento de comparación? Ustedes saben qué significa comparar. Dicen: "Esto es mejor que aquello"; se comparan con alguien que es más hermoso o menos inteligente. Hay comparación cuando dicen: "Recuerdo un río que vi hace un año; es todavía más hermoso que éste". Se comparan con un santo o con un héroe, con el ideal supremo. Este juicio comparativo embota la mente; no la estimula, no la toma comprensiva, abarcativa. Cuando comparan constantemente, ¿qué ocurre? Cuando ven una puesta de sol y la comparan inmediatamente con una puesta anterior, o cuando dicen: "Esa montaña es hermosa, pero hace dos años vi una montaña que era aún más hermosa", no están mirando realmente la belleza que está ahí delante de ustedes. De modo que la comparación les impide mirar plenamente. Si al mirarte a ti, por ejemplo, digo: "Conozco a una chica que es mucho más bonita", no te estoy mirando realmente, ¿verdad? Mi mente está ocupada con alguna otra cosa. Para mirar de verdad una puesta de sol, no tiene que haber comparación; para mirarte realmente, no tengo que compararte con ninguna otra persona. Sólo cuando te miro plenamente, sin ningún prejuicio comparativo, puedo comprenderte. Cuando te comparo con alguien no te comprendo, meramente te juzgo, digo que eres esto o aquello. Así, la estupidez surge cuando hay comparación, porque comparar a alguien con alguna otra persona implica falta de dignidad. Pero cuando te miro sin comparar, entonces mi único interés es comprenderte, y en ese interés mismo, que no es comparativo, hay inteligencia, hay dignidad humana.
En tanto la mente está comparando, no hay amor; y la mente está siempre comparando, sopesando, juzgando, ¿no es así? Está siempre mirando para descubrir dónde está la debilidad; por lo tanto, no hay amor. Cuando la madre y el padre aman a sus hijos, no comparan un hijo con otro. Pero ustedes se comparan con alguno que es mejor, más noble, más rico; en la relación que establecen con otro están siempre interesándose en sí mismos, y así crean internamente la falta de amor. De esta manera, la mente se vuelve más y más comparativa, más y más posesiva, más y más dependiente estableciendo, debido a eso, un patrón en el que queda presa. A causa de que no puede mirar nada de un modo nuevo, como sí fuera por primera vez, destruye el perfume mismo de la vida, que es el amor.
Interlocutor: ¿Qué debemos pedirle a Dios que nos dé?
K.: Estás muy interesado en Dios, ¿verdad? Es a causa de que tu mente está pidiendo algo, deseando algo. Por eso está constantemente agitada. Si yo te pido algo o espero alguna cosa de ti, mi mente está agitada, ¿no es así?
Este niño quiere saber qué debe pedirle a Dios. No sabe qué es Dios ni qué es lo que desea realmente. Pero hay un sentimiento general de aprensión, el sentimiento de que 'debo pedir, debo rezar, debo ser protegido". La mente está siempre buscando en todos los rincones para conseguir alguna cosa; está siempre anhelando, asiéndose a esto o a aquello, observando, urgiendo, comparando, juzgando, y así jamás está quieta. Observa tu propia mente y verás lo que está haciendo, cómo trata de controlarse, de dominar, de reprimir, de encontrar alguna forma de satisfacción, cómo está constantemente pidiendo, suplicando, luchando, comparando. A una mente así la calificamos de muy alerta, ¿pero es alerta? Una mente alerta es, sin duda, una mente quieta, no una que, como una mariposa, vuela de aquí para allá por todas partes. Y es sólo una mente quieta la que puede comprender lo que es Dios. Una mente quieta jamás le pide nada a Dios. Es sólo la mente empobrecida la que implora, la que pide. Lo que pide jamás podrá tenerlo, porque lo que realmente desea es seguridad, consuelo, certidumbre. Si le pides cualquier cosa a Dios, jamás encontrarás a Dios.
Interlocutor: ¿Qué es la verdadera grandeza y cómo puedo ser grande?
K.: Mira, la desgracia es que queramos ser grandes. Todos queremos ser grandes. Queremos ser un Gandhi o un primer ministro, queremos ser grandes inventores, grandes escritores. ¿Por qué? En la educación, en la religión, en todos los departamentos de nuestra vida, tenemos ejemplos de esto. El gran poeta, el gran orador, el gran estadista, el gran santo, el gran héroe; tales personas son exaltadas como ejemplos y queremos ser como ellas.
Ahora bien, cuando queremos ser como algún otro hemos creado un patrón de acción, ¿verdad? Hemos puesto una limitación a nuestro pensamiento, lo hemos constreñido dentro de ciertos límites. De este modo, nuestro pensamiento ya se ha cristalizado volviéndose estrecho, limitado, reprimido. ¿Por qué quieres ser grande? ¿Por qué no miras lo que eres y comprendes eso? En el momento en que quieres ser como otro, hay desdicha, conflicto, envidia, dolor. Si quieres ser como el Buda, ¿qué ocurre? Luchas perpetuamente por alcanzar ese ideal. Si eres estúpido y ansías ser inteligente, tratas constantemente de dejar de ser lo que eres y de ir más allá. Si eres feo y deseas ser hermoso, anhelas serlo hasta que mueres o te engañas a ti mismo pensando que eres hermoso. De modo que, en tanto estés tratando de ser alguna otra cosa que lo que realmente eres, tu mente lo único que hace es fatigarse. Pero si dices: "Esto es lo que soy, es un hecho y voy a investigarlo, a comprenderlo", entonces sí que puedes ir más allá, porque encontrarás que la comprensión de lo que eres trae consigo gran paz y contentamiento, una gran percepción, un gran amor.
Interlocutor: El amor, ¿no se basa en la atracción?
K.: Supongamos que alguien se siente atraído hacia una bella mujer o hacia un hombre bien parecido. ¿Qué hay de malo en eso? Estamos tratando de descubrir. Mira, cuando somos atraídos por una mujer, por un hombre, ¿qué es lo que generalmente sucede? No sólo queremos estar con esta persona, sino que queremos poseerla, poder decir que es nuestra. Nuestro cuerpo tiene que estar cerca del cuerpo de esta persona. ¿Qué es, entonces, lo que hemos hecho? El hecho es que cuando somos atraídos queremos poseer, no queremos que esa persona mire a nadie más; y cuando consideramos a otro ser humano como "nuestro", ¿hay amor allí? Obviamente no. En el momento en que mi mente crea alrededor de esa persona un cerco que implica "es mía", no hay amor.
El hecho es que nuestras mentes están haciendo esto todo el tiempo. Por eso estamos discutiendo estas cosas, para ver cómo opera la mente; quizás, al darse cuenta de sus propios movimientos, la mente se aquietará de manera espontánea.
Interlocutor: ¿Qué es la oración? ¿Tiene alguna importancia en la vida cotidiana?
K.: ¿Por qué oras? ¿Y qué es la oración? Las oraciones son, en su mayoría, súplicas, una manera de pedir. Nos entregamos a esta clase de oración cuando sufrimos. Cuando nos sentimos completamente solos, cuando estamos deprimidos y pesarosos, pedimos a Dios que nos ayude; por lo tanto, lo que ustedes llaman oración es una súplica. La forma de la oración puede variar, pero la finalidad que hay detrás es generalmente la misma. La oración, para la mayoría de la gente, es una súplica, un rogar, un pedir. ¿Es eso lo que tú haces? ¿Por qué oras? ¿Por más conocimiento, por más paz? ¿Oras porque el mundo pueda estar libre de dolor? ¿Existe alguna otra clase de oración? Existe la oración que no es en realidad una oración, sino una expresión de buena voluntad, una expresión de amor, una expresión de ideas. ¿Qué es lo que haces tú?
Cuando oras, generalmente le estás pidiendo a Dios o a algún santo, que llene tu escudilla vacía, ¿no es así? No estás satisfecho con lo que ocurre, con las cosas como se dan, sino que quieres tu escudilla llena de acuerdo con tus deseos. De modo que la oración de ustedes es meramente un pedido, una exigencia de que deben ser satisfechos; por lo tanto, no es oración en absoluto. Le dicen a Dios: "Estoy sufriendo, por favor, gratifícame; por favor, devuélveme a mi hermano, a mi hijo. Por favor, hazme rico". Están perpetuando sus propios requerimientos y eso, obviamente, no es orar.
Lo legítimo es que se comprendan a sí mismos, que vean por qué están pidiendo perpetuamente algo, por qué existe en ustedes esta exigencia, este impulso de implorar. Cuanto más se conozcan a sí mismos mediante la percepción alerta de lo que están pensando, de lo que están sintiendo, tanto más descubrirán la verdad de lo que es: esta verdad es la que les ayudará a ser libres.
Extracto de: EL ARTE DE VIVIR - J. Krishnamurti
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Es muy importante saber cómo escuchar. (Krishnamurti)
Krishnamurti
Es muy importante saber cómo escuchar.
Pienso que es muy importante saber cómo escuchar.
Si saben cómo escuchar, llegarán inmediatamente a la raíz de las cosas. Si escuchan el sonido puro, tendrán un contacto instantáneo con su belleza. De igual manera, si supieran cómo escuchar lo que se está diciendo, habría una comprensión instantánea. Escuchar es enfocar completamente la atención. Ustedes piensan que la atención es una cosa cansadora, que aprender a concentrarse es un largo proceso. Pero si realmente saben cómo escuchar, entonces la atención no es difícil y encontrarán que llegan inmediatamente al corazón de las cosas, con un estado extraordinario de alerta.
La mayoría de nosotros no escucha realmente. Nos distraen los ruidos externos o tenemos algún prejuicio, alguna propensión que deforma nuestra mente, y eso nos impide escuchar verdaderamente lo que se dice.
Esto es especialmente así con las personas mayores, porque tienen tras de sí una larga serie de logros y fracasos; son alguien o no son nadie en el mundo, y es muy difícil penetrar las capas de sus formulaciones, de sus conceptos previos.
Su imaginación, su condicionamiento, su sentido de la realización personal impedirán que lo que se dice pueda penetrar. Pero si sabemos cómo escuchar lo que se está diciendo, si podemos escuchar como si escucháramos el canto de un pájaro en la mañana, entonces el escuchar es una cosa extraordinaria, especialmente cuando lo que se dice es algo verdadero. Puede no gustamos, puede que lo resistamos instintivamente; pero si realmente podemos escuchar, veremos la verdad de ello. De ese modo, el auténtico escuchar quita la carga de la mente, limpia los desperdicios de muchos años de fracasos, éxitos, anhelos.
Ustedes saben lo que es la propaganda, ¿no es así? Significa propagar, sembrar o repetir constantemente una idea.
Así es como el propagandista, el político, el líder religioso imprimen en la mente de ustedes lo que ellos quieren que crean. También en este proceso hay involucrado un escuchar.
Tales personas repiten continuamente lo que uno debe hacer, qué libros debe leer, a quién debe seguir, qué ideas son correctas y qué ideas son erróneas; y esta constante repetición deja una huella en nuestra mente. Aun si no los escuchamos de manera consciente, eso va dejando una impresión, y tal es el propósito de la propaganda. Pero ya lo ven: la propaganda es meramente un interés creado, no trae esa verdad que uno comprende al instante cuando realmente escucha, cuando presta atención sin esfuerzo alguno.
Ahora ustedes me están escuchando; no están haciendo un esfuerzo para prestar atención, simplemente están escuchando; y si hay verdad en lo que oyen, encontrarán que dentro de ustedes ocurre algo notable: un cambio no premeditado ni deseado, una transformación, una revolución completa en la que sólo reina la verdad y no las creaciones de la mente.
Si puedo sugerirlo, de ese modo tienen que escucharlo todo, no sólo lo que estoy diciendo sino también lo que dicen otras personas; así tienen que escuchar a los pájaros, el silbido de una locomotora, el ruido del autobús que pasa. Encontrarán que cuanto más lo escuchan todo, mayor es el silencio, y ese silencio no es roto por el ruido. Pero cuando están resistiendo algo, cuando erigen una barrera entre ustedes y aquello que no desean escuchar, sólo entonces se genera una lucha.
Ahora bien, ¿no es muy importante ser refinado, tanto exteriormente como interiormente? ¿Saben qué es el refinamiento? Es ser sensibles a todo lo que nos rodea, y también a los pensamientos, a las creencias, a los sentimientos que hay dentro de nosotros. El refinamiento se refleja en las ropas que vestimos, en nuestros modales, en nuestros gestos, en la manera como caminamos, como hablamos, como miramos a la gente. Y el refinamiento es esencial, ¿verdad? Porque sin refinamiento lo que hay es deterioro.
¿Saben qué significa deteriorar? Es lo opuesto de crear, de construir, de tener la iniciativa para progresar, para crecer.
El deterioro implica lenta decadencia, marchitamiento; y eso es lo que está sucediendo en el mundo. En los colegios y en las universidades, entre las naciones, entre los pueblos, en el individuo, hay una paulatina decadencia; el proceso de deterioro prosigue todo el tiempo y esto es porque falta refinamiento interno. Ustedes podrán tener cierta cantidad de refinamiento exterior, podrán vivir en una hermosa casa, alimentarse bien, observar una pulcritud escrupulosa, pero sin el refinamiento interno, la perfección externa de la forma tiene muy poco sentido. Es meramente otra variedad de deterioro. Tener bellas posesiones pero ser internamente groseros, o sea, estar interesados en la propia vanidad y grandiosidad, en las propias ambiciones y logros, es el camino del deterioro.
Existe la belleza de la forma en la poesía o en una persona o en un árbol hermoso, pero sólo tiene sentido a través del refinamiento interno del amor. Si hay amor, habrá refinamiento tanto externo como interno.
El refinamiento se expresa exteriormente en la consideración por los demás, en la manera como tratamos a nuestros padres, a nuestros vecinos, al sirviente, al jardinero. El jardinero puede haber creado para nosotros un bello jardín, pero sin ese refinamiento que es amor, el jardín es meramente una expresión de nuestra propia vanidad.
Por lo tanto, es esencial tener refinamiento, tanto externo como interno. La manera como ustedes comen es muy importante: si hacen ruido mientras comen, eso importa muchísimo.
El modo como se comportan, los modales que tienen cuando están con sus amigos, la manera como hablan de otros... todas estas cosas importan porque señalan lo que son ustedes internamente, indican si hay o no hay refinamiento interno. Una falta de refinamiento interno se expresa en la degeneración externa de la forma; de modo que el refinamiento externo significa muy poco si no hay amor. Y ya hemos visto que el amor no es una cosa que podamos poseer. Adviene sólo cuando la mente comprende los complejos problemas que ella misma ha creado.
Interlocutor:¿Por qué sentimos orgullo cuando tenemos éxito ?
K.: ¿Con el éxito hay un sentimiento de orgullo? ¿Qué es el éxito? ¿Alguna vez han considerado qué es tener éxito como escritor, como poeta, como pintor, como hombre de negocios o político? Sentir que internamente hemos logrado cierto control que otros no poseen o que hemos triunfado donde otros han fracasado; sentir que somos mejores que algún otro, que hemos llegado a ser un hombre de éxito, que somos respetados, estimados por los demás como ejemplo... ¿qué indica todo esto? Naturalmente, cuando tenemos este sentimiento hay orgullo:
Yo he hecho algo, yo soy importante.
El sentimiento del "yo" es, por su misma naturaleza, un sentimiento de orgullo. Así, el orgullo crece con el éxito; uno está orgulloso de ser muy importante, comparado con otras personas. Esta comparación de uno mismo con otro existe también en nuestro seguimiento del ejemplo, del ideal, y nos brinda esperanza, nos da fuerza, propósito, impulso, lo cual sólo fortalece al "yo", al agradable sentimiento de que uno es mucho más importante que cualquier otro; y ese sentimiento, esa sensación de placer, es el principio del orgullo.
El orgullo genera muchísima vanidad, un engreimiento egocéntrico. Esto pueden observarlo en los adultos y en ustedes mismos. Cuando aprueban un examen y sienten que son un poco más inteligentes que otro, se introduce en ello una sensación de placer. Es lo mismo cuando superan a alguno en una discusión o cuando sienten que son físicamente más fuertes o más hermosos: inmediatamente hay un sentimiento de la propia importancia. Este sentimiento de la importancia del yo engendra inevitablemente conflicto, lucha, dolor, porque uno tiene que sostener su importancia todo el tiempo.
Interlocutor: ¿Cómo podemos librarnos del orgullo?
K.: Si hubieras escuchado realmente la respuesta a la pregunta anterior, habrías entendido cómo se puede estar libre del orgullo y estarías libre del orgullo; pero estabas ocupado pensando en cómo formular la siguiente pregunta, ¿no es así? Por lo tanto, no estabas escuchando. Si realmente escuchas lo que se está diciendo, descubrirás por ti mismo la verdad de ello.
Supongamos que estoy orgulloso porque he logrado alguna cosa. Me he convertido en el director; he estado en Inglaterra o en Norteamérica; he hecho grandes cosas, mi fotografía ha aparecido en los periódicos, etc., etc. Sintiéndome muy orgulloso me digo: "¿Cómo puedo librarme del orgullo?"
Ahora bien, ¿por qué quiero estar libre del orgullo? Ésa es la pregunta importante, no cómo estar libre. ¿Cuál es el motivo, cuál es la razón, el incentivo? ¿Quiero librarme del orgullo porque siento que es dañino para mí, que es penoso, que no es bueno espiritualmente? Si ése es el motivo, entonces el tratar de librarme del orgullo es otra forma de orgullo, ¿verdad? Sigo estando interesado en mi realización personal.
Al encontrar que el orgullo es muy penoso, espiritualmente feo, digo que debo librarme de él. El "debo librarme" contiene el mismo motivo que el "debo tener éxito". El "yo" sigue siendo importante, es el centro de mi lucha por librarme.
Lo que importa, pues, no es cómo estar libre de¡ orgullo, sino comprender el "yo", y el "yo" es muy sutil.
Este año quiere una cosa y quiere otra cosa al año siguiente; y cuando eso resulta ser doloroso, entonces quiere alguna otra cosa. Por lo tanto, mientras este centro del "yo" exista, significa muy poco que uno sea orgulloso o sea lo que suele llamarse humilde. Son sólo chaquetas diferentes que uno se pone. Cuando una chaqueta en particular me gusta, me la pongo; y al año siguiente, según mis fantasías, mis deseos, me pongo otra chaqueta.
Lo que tienen que comprender es cómo se forma este "yo". El "yo" se forma a causa del sentimiento de logro en sus distintas formas. Esto no quiere decir que ustedes no deban actuar; lo que tiene que comprenderse es el sentimiento de que "yo" estoy actuando, de que "yo" lo estoy logrando, de que "yo" no debo tener orgullo.
Tienen que comprender la estructura del "yo".
Tienen que percatarse de su propio pensar; tienen que observar cómo tratan al sirviente, a su padre y a su madre, al maestro; tienen que ser conscientes de cómo miran a los que están por encima y a los que están por debajo de ustedes, a los que respetan y a los que desprecian.
Todo esto revela los comportamientos del "yo". Comprendiendo los comportamientos del "yo" hay libertad respecto del "yo". Eso es lo que importa, no cómo librarse del orgullo.
Interlocutor: ¿De qué modo algo bello puede ser motivo de felicidad para siempre?
K.: ¿Es ése tu pensamiento original o estás citando a alguien? ¿Quieres descubrir si la belleza es perecedera y si puede haber felicidad eterna?
Interlocutor: La belleza llega en ciertas formas.
K.: El árbol, la hoja, el río, la mujer, el hombre, esas aldeanas que llevan una carga pesada sobre sus cabezas y caminan bellamente... ¿Es perecedera la belleza?
Interlocutor: Las aldeanas pasan pero dejan una impresión de belleza.
K.: Pasan, y el recuerdo de ello permanece. Vemos un árbol, una hoja, y el recuerdo de esa belleza permanece.
Ahora bien, el recuerdo de la belleza, ¿es una cosa viva? Cuando vemos algo bello, el júbilo es inmediato; vemos una puesta de sol y hay una respuesta inmediata de júbilo. Ese júbilo, pocos momentos después, se ha convertido en un recuerdo. ¿Es una cosa viva el recuerdo de ese júbilo? El recuerdo de la puesta de sol, ¿es una cosa viva? Es una huella muerta, ¿verdad? Y mediante esa huella muerta de la puesta de sol queremos recapturar el júbilo. Hay júbilo como respuesta inmediata a la belleza, pero interviene el recuerdo y lo destruye todo. Sólo si hay una constante percepción de la belleza, sin las acumulaciones de la memoria, existe la posibilidad de una felicidad perdurable.
Pero no es fácil estar libres de las acumulaciones de la memoria, porque en el momento en que vemos algo muy placentero, lo convertimos en un recuerdo al que nos aferramos. Cuando vemos un objeto bello, un niño hermoso, un hermoso árbol, hay un júbilo inmediato, pero entonces queremos más de eso. El querer más de eso es la acumulación de la memoria. Al querer más de lo mismo hemos puesto en marcha el proceso de la desintegración, y en eso no hay júbilo alguno' La memoria jamás puede producir una felicidad perdurable.
Ésta existe sólo cuando hay una constante y espontánea respuesta a la belleza, a la fealdad, a todo, sin que se active el impulso de la memoria; esto implica una gran sensibilidad interna y externa, implica tener un verdadero amor.
Interlocutor: ¿Por qué los pobres son felices y los ricos son desdichados?
K.: ¿Son particularmente felices los pobres? Podrán cantar, podrán bailar, pero ¿son felices? Tienen comida insuficiente, tienen pocas ropas o ninguna, no pueden mantenerse limpios, trabajan de la mañana a la noche año tras año. Puede que tengan ocasionales momentos de felicidad, pero no son verdaderamente felices, ¿no es así?
¿Y son desdichados los ricos? Poseen abundancia de todo, disfrutan de altas posiciones, viajan. Son desdichados cuando se frustran de algún modo, cuando se enfrentan con obstáculos y no pueden obtener lo que desean.
¿Qué es lo que entiendes por felicidad? Algunos dirán que la felicidad consiste en lograr lo que queremos. Si queremos un automóvil y lo obtenemos, somos felices, al menos por un tiempo. Es lo mismo si queremos un sari o un viaje a Europa; si logramos lo que queremos, somos felices. Si queremos ser el profesor más renombrado o el más grande de los políticos, somos felices si podemos llegar a eso y desdichados si no podemos.
Por lo tanto, lo que ustedes llaman felicidad es el resultado de obtener lo que desean, de alcanzar el éxito, de llegar a ser ilustres. Desean algo, y mientras pueden obtenerlo sienten que son perfectamente felices, no se sienten frustrados; pero si no pueden obtener lo que desean, entonces comienza la infelicidad.
Este problema nos concierne a todos, no sólo al rico y al pobre. El rico y el pobre desean por igual algo para sí mismos, y si algo les impide lograrlo, se sienten desdichados. No estoy diciendo que los pobres no deban tener lo que quieren o necesitan. Ésa no es la cuestión que estamos considerando. Tratamos de descubrir qué es la felicidad y si la felicidad es algo de lo que estamos conscientes.
Cuando estamos conscientes de que somos felices, ¿es eso felicidad? Eso no es felicidad, ¿cierto? Ocurre como la humildad: en el momento en que estamos conscientes de que somos humildes, no somos humildes.
De modo que no podemos ir tras la felicidad, no es algo que pueda perseguirse. Llega; pero si la buscamos nos eludirá.
Interlocutor: Aunque hay progreso en diferentes direcciones, ¿por qué no hay hermandad?
K.: ¿Qué es lo que entiendes por progreso?
Interlocutor: El progreso científico.
K.: De la carreta de bueyes al jet, eso es progresos ¿verdad. Hace siglos sólo existía la carreta de bueyes, pero paulatinamente, a través del tiempo, hemos desarrollado el jet. Los medios de transporte en la antigüedad eran muy lentos y ahora son muy rápidos: en pocas horas podemos estar en Londres. Gracias a las medidas sanitarias, a la nutrición apropiada y al cuidado médico, ha habido también una gran mejora en materia de salud física. Todo esto es progreso científico; sin embargo, no nos hemos desarrollado o progresado igualmente respecto de la hermandad.
Ahora bien, ¿es la hermandad una cuestión de progreso? Sabemos lo que queremos decir con "progreso": es evolución, es alcanzar algo a través del tiempo. Los científicos dicen que hemos evolucionado a partir del mono; dicen que, a través de millones de años, hemos progresado desde las formas de vida más inferiores hasta la más alta, que es el hombre. ¿Pero es la hermandad una cuestión de progreso? ¿Es algo que puede evolucionar a través del tiempo? Está la unidad de la familia y la unidad de una sociedad o nación en particular; desde la nación, el paso siguiente es el internacionalismo, y de ahí surge la idea de un mundo único y unido. El concepto del mundo unido es lo que llamamos hermandad. ¿Pero es el sentimiento de hermandad un asunto de evolución? ¿Puede ser cultivado lentamente a través de las etapas de la familia, la comunidad, el nacionalismo, el internacionalismo y la unidad mundial? La hermandad es amor, ¿no es así? ¿Puede el amor ser cultivado paso a paso? ¿Es una cuestión de tiempo el amor? ¿Comprenden de qué estoy hablando?
Si digo que habrá hermandad dentro de diez, o treinta, o cien años, ¿qué es lo que eso indica? Indica, ciertamente, que no amo, que no me siento fraternal. Cuando digo: "Seré fraternal, amaré", el hecho real es que no amo, que no soy fraternal. En tanto piense en términos de "seré", no soy. Mientras que si elimino de mi mente el concepto de ser fraternal en el futuro, puedo ver lo que realmente soy; puedo ver que no soy fraternal y puedo empezar a descubrir por qué.
¿Qué es lo importante: ver lo que soy o especular acerca de lo que seré? Ciertamente, lo importante es ver lo que soy, porque entonces puedo habérmelas con ello. Lo que seré está en el futuro, y el futuro es imposible de predecir. El hecho real es que carezco del sentido fraternal, que no amo verdaderamente; y es con ese hecho con el que puedo comenzar, comenzar a hacer algo al respecto. Pero decir que seré algo en el futuro es mero idealismo, y el idealista es una persona que está escapando de lo que es: escapa del hecho, el cual sólo puede ser cambiado en el presente.
Extracto de: EL ARTE DE VIVIR - J. Krishnamurti
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