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jueves, 28 de julio de 2016
El Sermón de la Montaña CRISTO (5)
Cristo
El Sermón de la Montaña (5)
- Encuentra en lo negativo lo positivo.
7. “Porque si perdonáis a otros hombres su culpa, también os perdonará a vosotros vuestro Padre celestial.
Pero si no perdonáis a los hombres su culpa, tampoco vuestro Padre en el Cielo os perdonará vuestra culpa.
8. “Igualmente cuando ayunéis, no parezcáis tristes como los hipócritas, pues ellos desfiguran sus rostros para tener la apariencia de hombres que ayunan. En verdad os digo, ya tienen su recompensa.
9. “Yo os digo que jamás encontraréis el Reino de los Cielos, a no ser que os guardéis del mundo y de su malicia.
Y jamás veréis al Padre en el Cielo, a no ser que guardéis el sábado y ceséis en vuestro afán de acumular riquezas.
Tú, cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara, para no darte importancia ante los hombres con tu ayuno. Y el Uno santo, que ve en lo oculto, te recompensará abiertamente. (Cap. 26, 7-9)
Cristo explica, rectifica y profundiza la palabra:
El mandamiento de perdonar y pedir perdón tendrá validez hasta que todo lo que no corresponde a las leyes eternas haya sido expiado y purificado. El mandamiento de perdonar y pedir perdón pertenece a la ley de siembra y cosecha.
Quedará abolido cuando todo lo humano haya sido expiado y cada alma haya llegado a ser un ser espiritual puro e inmaculado.
Hasta entonces tendrá por tanto validez el mandamiento: perdonad, y obtendréis perdón. Cuando pidáis perdón y vuestro prójimo os perdone, también os habrá perdonado vuestro Padre en el Cielo. Pero si pedís perdón y vuestro prójimo aún no os perdona, porque todavía no está dispuesto a hacerlo, tampoco os perdonará vuestro Padre eterno. Quien ha pecado contra su prójimo, también tiene que obtener perdón de parte de su prójimo. Sólo entonces quita Dios el pecado.
El eternamente Justo ama a todos Sus hijos también a aquellos que todavía no tienen la fuerza para perdonar.
Si sólo perdonara al que dio ocasión de que se pecase, y no perdonara al que ha sido seducido por éste a cometer un pecado y que todavía no puede perdonar ¿dónde estaría en ello la justicia de Dios?
Ambos podrán entrar en el Cielo tan sólo cuando sus pecados hayan sido saldados.
Por tanto, cuidad lo que sale de vuestra boca, y fijaos en si vuestros actos corresponden a la ley eterna, es decir, si son desinteresados. Con mucha ligereza se pronuncia o hace algo contrario a la ley divina pero puede pasar mucho tiempo hasta que esté perdonado.
Si habéis pedido perdón y vuestro prójimo aún no está dispuesto a perdonaros, la gracia de Dios se incrementará en vosotros, envolviéndoos y apoyándoos pero no quitará de vosotros lo que todavía no haya sido purificado.
La misericordia de Dios también se incrementará entonces en vuestro prójimo y le conducirá, respetando su libre albedrío, de manera que reconozca más pronto sus faltas, se arrepienta y os perdone. Sólo cuando os hayan perdonado todos aquellos contra los que hayáis pecado es decir, cuando todo esté saldado, podréis entrar en los Cielos, porque Dios habrá transformado entonces todo lo humano en fuerza divina.
Dios es omnipresente; por tanto también es activo en la ley de siembra y cosecha. También en todo lo negativo está lo positivo, Dios, la ley eterna. Cuando el hombre reconozca sus pecados y faltas y se arrepienta de ellos, se activarán en ellos las fuerzas positivas y fortalecerán al hombre que ha llegado a reconocer su culpa, para que purifique sus pecados con la fuerza de Cristo.
Comprended la ley de Dios, que es vida eterna de eternidad a eternidad todo en todo: todo está contenido en todo; en lo grande, lo más pequeño, y, en lo más pequeño, lo grande; en el pecado, la fuerza para perdonar, y, en la fuerza que se libera por el acto del perdón, el elevarse a la vida interna, al eterno SER.
Por eso, también en lo negativo puede actuar lo divino en el momento en que el hombre pida perdón de corazón, perdone y no vuelva a pecar. No obstante, el hombre tiene que dar el primer paso hacia la vida interna.
Comprended: en todo lo que hagáis ya sea que oréis, ayunéis o deis limosna, si no lo hacéis desinteresadamente, sino para ser vistos por vuestros semejantes, ya habréis recibido vuestra recompensa de los hombres.
En ese caso, Dios no os recompensará.
Y si sólo ayunáis debido a vuestra obesidad, no aumentaréis el espíritu de vuestro Padre en vosotros. Pero quien acoja los alimentos en nombre del Altísimo, sea moderado y ayune de vez en cuando, para relajar su cuerpo y desintoxicarlo, para que la fuerza de Dios pueda abastecer a todas las células y órganos de forma correcta, se estará ejercitando de buena fe en aceptar y acoger la vida proveniente de Dios, a fin de vivir en ella. Y al mismo tiempo consagrará en la oración su vida a Dios, el Eterno, para de esta forma convertirse paulatinamente en oración vivida.
- No os lamentéis por vuestros muertos
10. “Deberíais hacer de igual modo cuando os lamentéis por los muertos y estéis de luto, porque vuestra pérdida es su ganancia. No hagáis como aquellos que lloran delante de los hombres y se lamentan públicamente y desgarran sus vestidos, para que los demás vean su luto; pues todas las almas están puestas en las manos de Dios y todos aquellos que hayan hecho el bien reposarán con sus antepasados en el seno del Eterno.
11. “Orad, más bien, por su reposo y su ascenso, y considerad que están en la tierra del reposo que el Eterno les ha preparado y que recibirán la justa recompensa por sus actos. Y no os lamentéis como los que no tienen esperanza. (Cap. 26, 10-11)
Cristo explica, rectifica y profundiza la palabra:
Quien se lamenta por los muertos, todavía está lejos de la vida eterna, porque ve la muerte como final de la vida. No ha alcanzado todavía la resurrección en Mí, el Cristo.
Se cuenta entre los espiritualmente muertos.
¡No os lamentéis por vuestros muertos! Porque quien se lamenta de la pérdida de un hombre, no piensa en el beneficio para el alma, la cual en la medida en que haya vivido en Mí, el Cristo entrará en ámbitos de consciencia más elevados de la vida; pues si su vida en la existencia terrenal estuvo en Dios, también estará en Dios en otra forma de existencia.
Comprended: lo temporal, la vida en el cuerpo, no es la vida del alma. El alma ha aceptado la carne sólo por un breve período de vida, para purificar y saldar en lo temporal lo que ha cargado sobre sí en diferentes vestidos terrenales.
La Tierra hay que considerarla sólo como una estación de tránsito, en la que las almas en vestido terrenal purifican en breve lo que más allá de los velos de la consciencia también llamados muros de niebla no pueden superar tan pronto.
Cuando un alma abandona su vestido terrenal, el hombre sólo llora por el vestido del alma, y no está pensando en el alma, que se ha deslizado fuera del vestido.
Un alma luminosa, después de desprenderse de su cuerpo terrenal, es acompañada por seres luminosos, invisibles para el hombre, a aquel plano de consciencia que corresponde a la manera de pensar y vivir del hombre en el que esa alma estuvo encarnada.
Comprended: cada alma que ha abandonado el cuerpo, es atraída durante algún tiempo hacia los hombres con los que ha convivido como hombre. Si se entera de que sus antiguos familiares terrenales lloran por su envoltura, esto es muy doloroso para el alma. El alma todavía cercana a la Tierra se da perfecta cuenta de por qué sus parientes sólo se lamentan por su envoltura humana y por qué no es tenida en cuenta, como alma, por los que llevan luto.
Un alma que tiene que darse cuenta de eso, siente en ello el primer profundo dolor de alma, después de desprenderse del cuerpo físico; pues se entera de por qué lloran los hombres y de por qué no la tienen presente con amor y hermanamiento.
Ella ve más de un pensamiento egoísta de sus antiguos familiares terrenales. No puede hacer que ellos reparen en ella, porque no es percibida por ellos. Lo que dice, no lo oyen los hombres, y, lo que ve, ellos no lo ven. Pero el alma percibe mucho.
Os incito a la reflexión: ¿os lamentáis, cuando la serpiente cambia la piel, cuando deja atrás su piel y continúa serpenteando?
De forma parecida sucede con el alma.
Ella abandona su cuerpo corruptible, su envoltura, y sigue su camino. ¡Vosotros, pues, lloráis la pérdida de la envoltura y no tenéis presente al alma! Quien tiene presente al alma, da gracias a Dios, que ha llamado al alma a regresar a Su regazo en la medida en que ésta ha aprovechado la vida en Dios estando en vestido terrenal, acercándose con ello más a El. Pensad que, para un alma luminosa, el desprenderse del cuerpo es una ganancia.
Y: si lloráis sólo ante los hombres por la pérdida de un hombre, fingís ante ellos. En realidad no tenéis presente ni al hombre ni al alma. Sólo pensáis en vosotros mismos. El alma que registra esto, se da cuenta de que no ha sido amada desinteresadamente, de que acaso sólo estaba ahí para el propio provecho de su prójimo.
Muchas almas tienen que darse cuenta de que en vestido terrenal fueron vividas por sus familiares y conocidos terrenales. Esto quiere decir que no pudieron desarrollarse a sí mismos, como seres humanos, ni vivir su carácter personal, porque tuvieron que hacer la voluntad de los que les exigían lo que para sí mismos era ventajoso.
Muchas de estas almas ven lo que desaprovecharon durante su existencia terrenal, y también por eso vuelven a la existencia terrenal. Regresan a la Tierra pasando por los velos de la consciencia y, como alma, se hallan de nuevo entre aquellos que vivieron a través de ellas. Otras, en cambio, intentan vivir en la Tierra lo que no pudieron desarrollar como hombres.
Mientras haya hombres que estén atados a hombres o cosas como pertenencias, riqueza y poder, sus almas volverán a la Tierra y volverán a ponerse nuevos vestidos terrenales.
Existen múltiples causas y motivos por los que las almas vuelven a encarnar. Si por ejemplo un alma se da cuenta de que está encadenada a sus parientes por pecados, con frecuencia se resigna y consiente al deseo de tomar un nuevo cuerpo. Animada por este deseo, vive en el plano de consciencia que corresponde a su estado de alma, y allí es instruida. Entre otras cosas, se le hace comprender el pro y el contra de una nueva encarnación. Ella encarnará cuando los astros en los que está registrado su pro y su contra y por tanto también su camino terrenal señalen el camino a la materia, y cuando en la Tierra sea engendrado un cuerpo terrenal que corresponda a su estado de consciencia como alma. En esta envoltura humana entrará durante el parto.
El hombre que ha engendrado el cuerpo y la mujer en la que creció el embrión han atraído a aquella alma con la que todavía tienen que purificar algo conjuntamente o para recorrer junto con ella el camino del Señor, sirviendo desinteresadamente al prójimo.
Que el hombre no se fije sólo en su cuerpo, sino ante todo en el ser encarnado en éste, esforzándose en cumplir la voluntad de Dios y en no dejarse imponer la voluntad humana de segundos o terceros.
Comprended: también si decís, “yo hago la voluntad de mi prójimo para mantener la paz externa”, impedís a vuestra alma y también al alma de vuestro prójimo desarrollarse y desplegarse de la manera que sea buena para ambas.
Os impedís a vosotros e impedís a vuestro prójimo el cumplir las tareas que vuestras almas han traído a la existencia terrenal: purificarse y liberarse de la carga del pecado que fue traída a la encarnación, acaso de vidas anteriores.
Quien se deja tutelar por sus semejantes, es decir quien hace lo que otros dicen, aunque se da cuenta de que ese no es su camino, está siendo vivido y vive pasándosele de largo su verdadera existencia terrenal.
El no aprovecha los días; está siendo utilizado por aquellos a los que sigue ciegamente, y por eso no conoce su camino, como hombre, por esta Tierra.
Quien ata a sus semejantes, imponiéndoles su voluntad, es comparable a un vampiro que chupa la energía de sus semejantes. No se conoce a sí mismo y al mismo tiempo se ata a sus víctimas y viceversa, la víctima que se deja chupar también se ata a él.
En una de las vidas, ya sea en vestido terrenal o como alma en los ámbitos del más allá, serán de nuevo reunidos y esto tantas veces como haga falta, hasta que se hayan perdonado el uno al otro.
Si dos se atan mutuamente no importa si uno ha atado o se dejó atar, ambos han cargado a su alma, y ambos tienen que purificar juntos, para que puedan ser restablecidos entre ellos el amor y la unidad.
Ninguno puede decir: “yo no sabía nada acerca de las leyes de la vida”. Yo os digo: Moisés os trajo los extractos de la ley eterna, los Diez Mandamientos. Y si los guardáis, no os ataréis los unos a los otros, sino viviréis en paz unos con otros.
Comprended: sólo el amor y la unidad entre unos y otros muestran a almas y hombres los caminos a la vida superior.
Dios, el eternamente bondadoso, tiende Su mano a cada alma y a cada hombre. Quien la tome, aprovechará su vida terrenal. Valorará los días y también podrá vivirlos de acuerdo con los mandamientos, purificando lo que cada día le muestre. Algún día caminará y reposará en Dios, como alma, con todos aquellos que igualmente hayan aprovechado su existencia terrenal, reconociendo y superando día a día conmigo, el Cristo, lo que los días les trajeron y mostraron alegría y pena.
Y si no lloráis pensando en vosotros mismos por la envoltura mortal de la que vuestro prójimo se desprendió, sino que os alegráis en el espíritu de que el alma, estando en vestido terrenal, reconociera su vida espiritual y se preparara para ella, oraréis alegres al Padre por vuestro prójimo, a través de Mí, el Cristo. Enviaréis fuerzas del amor al alma que ahora está más cerca de Dios, a fin de que pueda encaminarse a planos más elevados, para unirse cada vez más con Dios.
El alma siente la alegría y la pena de sus familiares. Las almas que desencarnaron en Mí, el Cristo, se sienten unidas a través de Mí, el Cristo, con todos los que todavía caminan en vestido terrenal. La alegría del alma de que sus familiares la tengan presente con amor, la llena de fuerza.
Comprended: las oraciones desinteresadas hechas con amor donan al alma peregrina fuerza y vigor en su camino a lo divino. En vuestras oraciones desinteresadas siente el hermanamiento y recibe fuerza incrementadamente.
Con ello se desprenderá más pronto de lo que todavía tiene de humano, y con esto se volverá libre para Aquel que es la libertad y el amor Dios, la Vida.
La recompensa de Dios es grande para cada alma que se esfuerza seriamente en cumplir la voluntad de Dios.
Comprended: sólo carece de esperanza el que de su fe sólo habla, sin vivir lo que aparenta creer. En último término, el escéptico no cree lo que finge creer. De ahí se va formando la desesperación.
- Donde esté tu tesoro, ahí estará también tu corazón
12. “No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra, que la polilla y el orín corroen y los ladrones desentierran y roban. Acumulad tesoros en el Cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroen, y donde los ladrones no excavan ni roban; pues donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
13. “Las luces del cuerpo son los ojos. Por eso, si ves con claridad, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si te faltan los ojos o si ellos están nublados, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Si, pues, la luz que hay en ti es tiniebla, ¡cuán grandes serán las tinieblas!
14. “Nadie puede servir a dos señores. O bien odiará al uno y amará al otro; o bien, adhiriéndose al uno, despreciará al otro. No podéis servir al mismo tiempo a Dios y a Mammon [la riqueza]. (Cap. 26, 12-14)
Cristo explica, rectifica y profundiza la palabra:
Sólo acumula tesoros en la Tierra el hombre que no cree en Dios, en Su amor, sabiduría y bondad. Muchos hombres fingen creer en Dios; sin embargo, ¡por sus obras los reconoceréis! Muchos hombres hablan del amor y de las obras de Dios mas sólo por sus actos les reconoceréis.
Muchos hombres hablan del reino interno y de la riqueza interna y, sin embargo, trabajan para llenar sus propios graneros y acumulan riquezas terrenales para sí mismos, a fin de ser bien vistos por los hombres.
Quien sólo se fije en su bien personal, no presentirá al ave rapaz que ya ha alzado sus alas para destruir el nido y arrebatar la riqueza que el rico, el constructor del nido, llama propiedad personal suya.
En cambio, quien aspire en primer lugar al Reino de Dios, acumulará valores internos, tesoros internos.
Recibirá también en lo temporal todo lo que necesite, y más aún.
Quien sea rico internamente, no sufrirá necesidades externas. Pero quien sea rico externamente y acumule sus riquezas, algún día sufrirá necesidades. A quien acumule tesoros en la Tierra, le serán quitados, para que se acuerde del tesoro del interior y pueda entrar en la vida, en la riqueza interna.
Al alma le faltará luz divina hasta que aspire en primer lugar al Reino de Dios. Y mientras en la Tierra aún sea posible, el alma pobre en luz encarnará de nuevo en un cuerpo pobre en luz, y quizás viva en la pobreza entre los pobres. El reconocimiento llegará, de que el tesoro, la riqueza, está únicamente en Dios.
Aquel cuyo corazón esté cerca de Dios, será rico en valores internos, y entrará en el reino de la paz.
Yo, Cristo, os doy una medida para que os deis cuenta de dónde os encontráis en la luz o en las sombras: “pues donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”; allí estará algún día vuestra alma.
Tened en cuenta: ¡quien lea estas palabras y se encuentre en el cambio del viejo al Nuevo Tiempo, debería darse prisa para poder hallar aún su vida espiritual!; pues cuando el Nuevo Tiempo, el tiempo del Cristo, se haga manifiesto en toda la Tierra y la vida interna se viva, no habrá más encarnaciones para aquellos que aspiren a valores externos. Tampoco habrá más encarnaciones para los ricos terrenales, para que expíen, como los más pobres entre los pobres, lo que desatendieron como ricos.
Cuando el Reino de Paz de Jesucristo haya dado más pasos evolutivos, no habrá ni pobres ni ricos. Todos los hombres serán entonces ricos en Mi espíritu, ya que habrán abierto el reino interno. También vivirán en la nueva Tierra del modo que a ello corresponde, bajo otro cielo.
Por tanto, estad preparados para servir a Dios y, por amor a Dios, también a vuestros semejantes.
Comprended: nadie puede servir a dos señores, a Dios y a Mammon [la riqueza]. Unicamente el amor desinteresado une a todos los hombres y pueblos. El hombre en la Tierra y el alma en los lugares de purificación ambos serán algún día llevados a decidirse: a servir a Dios, o a Mammon [la riqueza]; a estar a favor, o en contra de Dios. No hay nada entre medio: a favor de Dios, o a favor de lo satánico.
Esta amplia obra se ha reproducido en forma de extractos, en el presente libro "El Sermón de la Montaña" que lo puede adquirir si lo desea en la Editorial La Palabra.
http://www.universelles-leben.org/
http://www.trabajadoresdelaluz.com.ar/
http://rosacastillobcn.blogspot.com.es/
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