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jueves, 28 de julio de 2016

El Sermón de la Montaña CRISTO (3)


Cristo
El Sermón de la Montaña (3)


Indicaciones de vida concretas para vivir conforme a las leyes de Dios en la vida diaria.

Reglas de vida sencillas, como "Lo que esperas de tu prójimo, hazlo primero tu" quien las pone en práctica experimenta su efecto positivo revolucionario en su propia vida.

Siendo Jesús de Nazaret, Cristo nos dio el Sermón de la Montaña y actualmente lo explica y profundiza, a través de Su palabra profética, en Su gran obra manifestada en Vida Universal, «Ésta es Mi Palabra. Alfa y Omega. 

El Evangelio de Jesús. La manifestación de Cristo que ya conocen los verdaderos cristianos en todo el mundo»

«El Sermón de la Montaña»

- Ama a tus enemigos.

13. “Habéis oído que se dijo: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo; pero Yo os digo a vosotros que escucháis: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian. (Cap. 25, 13)

Cristo explica, rectifica y profundiza la palabra:

El mandamiento de la vida dice: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian”.

Cada hombre debería ver en cada uno de sus semejantes a su prójimo, a su hermano o a su hermana. 

También en los enemigos aparentes deberíais ver a vuestro prójimo y esforzaros en amarlos desinteresadamente.

El enemigo aparente puede serte incluso un buen espejo para el autorreconocimiento, cuando tú te irritas a causa de la hostilidad que puede tener muchas caras; pues cuando algo os irrita en vuestro prójimo, hay algo igual o parecido en vosotros.

Sin embargo, si puedes perdonar a tu prójimo, que te ha inculpado y acusado, sin mayor irritación, no hay analogía alguna en ti; es decir que en ti no hay algo igual o parecido y, por tanto, de eso no hay resonancia en tu alma. 

Es posible que tú, ya en vidas pasadas, hayas purificado y expiado aquello de lo que te inculpan o que nunca lo hayas edificado en tu alma. Entonces sólo estaba en el alma del que ha pensado y hablado contra ti y te ha inculpado. Si en ti, pues, no resuena alteración alguna, si no surge un eco de tu alma, en ese caso has sido espejo para él. Que él mire o no en este espejo puesto para su yo humano esto, déjaselo a Dios y a él, Su hijo.

Comprende: con sólo verte se movió su conciencia, reflejándole que en su día, por ejemplo, pensó y habló de ti de modo contrario a la ley divina. Ahora tiene la posibilidad de purificar esto. Si lo hace, a base de arrepentirse y no volviendo en adelante a pensar o a hacer algo igual o parecido, eso es borrado de su alma, es decir, transformado. Sólo entonces te verá con los ojos de la luz interna.

Un signo de que en un alma se ha transformado algo de contrario a la ley divina en positivo, es la benevolencia y comprensión para con el prójimo.

- Bendecid a los que os maldicen.

14. “Bendecid a los que os maldicen y orad por los que por maldad abusan de vosotros, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los Cielos, que hace salir el sol sobre malos y sobre buenos y envía lluvia sobre los justos y los injustos. (Cap. 25, 14)

Cristo explica, rectifica y profundiza la palabra:

Quien guarda estos mandamientos, está siendo justo con sus semejantes y a través de su vida en Dios conducirá a muchos hombres a la vida en Dios. Dios no sanciona ni castiga a Sus hijos. Lo dicen ya las palabras: “...hace salir el sol sobre malos y sobre buenos y envía lluvia sobre los justos y los injustos”.

Dios es el donante de la vida, porque El mismo es la vida. 

De la ley eterna de la vida, Dios dio a los hombres el libre albedrío, para decidirse libremente a favor o en contra de El. Quien esté a Su favor, guardará las leyes eternas del amor y de la vida y también recibirá de la ley eterna los dones del amor y de la vida. Quien sienta, piense y actúe contra la ley eterna, recibirá lo que haya sembrado, es decir lo que haya sentido, pensado, hablado y hecho.

Cada cual recibe, por lo tanto, lo que él mismo ha sembrado. Quien siembre buena semilla, es decir, cumpla las leyes de Dios, también cosechará buenos frutos. 

Quien siembre semillas humanas, que introduce como sentimientos, pensamientos, palabras y actos humanos en el campo de su alma, también cosechará frutos análogos.

En ello veis que Dios no interviene en la voluntad del hombre. El es donante, ayudante, amonestador, guía y protector de aquellos que se esfuerzan en hacer Su voluntad, porque se vuelven hacia El. Quien le vuelva la espalda, creando su propia ley humana, también será conducido por su propia “ley egoísta” humana.

Dios no interviene por tanto en la ley de siembra y cosecha. Dios ayuda a Sus hijos de múltiples maneras, y los que Le ruegan de corazón y cumplen lo que Yo, Cristo, en Dios, Mi Padre, les he mandado amarse los unos a los otros desinteresadamente, están en Dios y Dios actúa a través de ellos.
- Acepta a tu prójimo de corazón.

15. “Pues si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis?; pues también los pecadores aman a los que les aman. Y si hacéis el bien a los que os hacen el bien, ¿qué recompensa tendréis?; pues también hay pecadores que hacen lo mismo. 

Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más, que los otros no hagan? ¿No hacen así también los publicanos? (Cap. 25, 15)

Cristo explica, rectifica y profundiza la palabra:

Acepta y acoge, por consiguiente, en tu corazón a tu prójimo, incluso si él no te ama; aun si no te apoya y te desprecia, rehusando saludarte. ¡Amale tú! Apóyale desinteresadamente y salúdale aunque sólo sea en pensamientos, si no desea que le saludes con palabras. También un saludo de corazón, que es dado en pensamientos, entra en su alma y traerá a su debido tiempo buenos frutos.

De modo que cuidad de comportaros como el sol, que da tanto si el hombre quiere verlo como si no, ya desee lluvia o tempestad, ya pida frío o calor.

Dad amor desinteresadamente, como el sol da a la Tierra, y respetad a todos los hombres, a todo lo que es. 

Entonces recibiréis la recompensa en el Cielo.

No habléis al gusto de los hombres. No hagáis diferencias, como los hombres que sólo se asocian y sólo están con aquellos que comparten su manera de pensar y hacer y condenan a los que piensan y actúan de otra manera.

- No te ates ni a hombres ni a cosas

16. “Y si deseas algo tanto como tu vida, pero que te desvía de la verdad, renuncia a ello, pues es mejor entrar en la vida y poseer la verdad, que perderla y ser arrojado a las tinieblas exteriores. (Cap. 25, 16)

Cristo explica, rectifica y profundiza la palabra:

Lo que el hombre desea para sí mismo, está relacionado con lo humano, con su yo inferior. Todo esto es atadura. Atadura significa estar atado a hombres y cosas. Quien se ata a hombres y cosas, es decir quien está atado a algo, disminuye el flujo de las energías cósmicas.

Si por tus propias ventajas atas a un hombre a ti, estás persiguiendo con tu voluntad personal intereses que te apartan de la vida en Mí, el Cristo. 

Con ello abandonas la vida impersonal desinteresada, te enredas en querer poseer, ser y tener, y empobreces interiormente en vida espiritual. Si no renuncias a tiempo al querer poseer, ser y tener, algún día lo perderás todo.

Si no te autorreconoces en los efectos por ejemplo con la pérdida de tus bienes, o en la enfermedad, o en las necesidades y el sufrimiento, si no te arrepientes y reparas el mal hecho, caminarás como alma y como hombre en las tinieblas, por haber pensado sólo en ti, en tu bien personal.

Por tanto, autorreconócete cada día de nuevo, y realiza las leyes divinas diariamente, renunciando a desear algo para tu yo personal. Permanece en la verdad y así fiel a la ley de Dios. Entonces entrarás en la vida que es tu verdadero SER y serás rico en ti, porque habrás abierto el Cielo en ti.

A quien no sea un recipiente de la verdad, tampoco le puede afluir la verdad, que es impersonal. 

Un hombre tal está centrado en sí mismo y sólo acumula para sí mismo. Este comportamiento conduce a que se aparte de la fuerza eternamente fluente de Dios, llevando una vida “en la ciénaga”: a esta ciénaga sólo afluye lo contrario a la ley divina, y apenas efluye algo de ella. Esto significa que experimentará en carne propia lo que haya acumulado en su ciénaga.

La verdad eterna fluirá, en cambio, en el hombre y a través del hombre que sea un recipiente de la verdad. El recibirá de Dios y dará de Dios, y con ello llegará a ser un manantial de la vida para muchos. La energía cósmica de vida, el manantial de todo lo que es, fluye a través de todas las formas del SER, y a través de aquellos hombres y almas que se han vuelto hacia Dios, que por tanto se han convertido en recipientes de Dios.

Comprended: la fuerza eternamente fluente fluye sólo a través de los hombres y las almas que no acumulan para fines egoístas, sino que dan desinteresadamente. ¡Sólo a través del que da desinteresadamente fluye incesantemente la corriente de Dios! Si Dios puede fluir por el hombre sin impedimento, traspasándolo, el hombre vivirá en la Verdad, en Dios, en la Vida que perdura eternamente. Sólo tales hombres dan de Mí, la Vida, porque están en Mí, la Vida y la Verdad.

- Vuélvete perfecto como tu Padre en el Cielo

17. “Y si deseas algo que causa pena y preocupación a otro, arráncalo de tu corazón. Sólo así obtendrás paz. Pues mejor es padecer preocupación que ocasionar preocupación a aquellos que son más débiles que vosotros.

18. “Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre en el Cielo”. (Cap. 25, 17-18)

Cristo explica, rectifica y profundiza la palabra:

Todo lo no divino que sale de ti tal como pensamientos, palabras y actos contrarios a la ley divina, no sólo puede ocasionarle pena y preocupación a tu prójimo, sino también a ti mismo; pues lo que el hombre siembre, es lo que cosechará.

La cosecha se corresponde con la siembra. 

Siempre es cosechada por el que ha sembrado no por su prójimo. Tu prójimo no ha sembrado tu siembra ni cosechará tu cosecha.

Tus semillas, sin embargo, pueden ser semillas voladoras

como las semillas de diferentes clases de flores, que son llevadas por el viento después del tiempo de la floración y enraizan allí donde pueden afianzarse—. De la misma forma tus pensamientos, palabras y acciones pueden también caer, como semillas voladoras, en el campo del alma de tu prójimo y brotar, si encuentran allí condiciones iguales o parecidas.

Algo igual o parecido a lo que hay en ti está en él si se irrita y enfada por tus palabras y actos, si con ello le ocasionas preocupación y él piensa, habla o hace algo igual o parecido, estimulado por tus semillas voladoras. Pero tú has provocado esto y, en la ley de siembra y cosecha, se te pueden pedir cuentas. Te ha sido mandado que ames desinteresadamente a tu prójimo y que le sirvas y ayudes —y no que le ocasiones pena y preocupación con tu comportamiento.

Si entonces tu prójimo carga su alma por tu comportamiento ilegítimo, por haber irrumpido tú en el campo de su alma y haber hecho entrar en vibración causas bajo las cuales luego tendrá que sufrir y llevar una pesada carga, tú estarás atado a él. Y si a tu comportamiento reacciona de forma igualmente ilegítima, se atará a su vez a ti. En esta o en otra forma de existencia tendréis que purificar esto juntos.

Comprended: una pequeña e insignificante semilla voladora del yo humano puede crear una gran causa, que ya lleva en sí su efecto.

Comprended, pues: ¡cada causa debe ser eliminada!

Otro ejemplo: si tú envías como semillas voladoras tus pensamientos, palabras y actos negativos, y tu prójimo oye lo que dices sobre él, pero no hace caso porque en el campo de su alma no tiene algo análogo a eso, entonces sólo tú cargarás tu alma, y estarás atado a él y no él a ti. 

Tu prójimo puede entrar en el Cielo, al no haber aceptado ni acogido tus semillas negativas, porque no pensó ni habló de modo igual o parecido al tuyo. Sin embargo, si mediante tu comportamiento erróneo has despertado causas en tu prójimo que en él no hubieran tenido que llegar a su efecto, puesto que podría haberlas purificado en un tiempo posterior sin penas ni preocupaciones, tú tendrás la culpa más grande y tendrás que cargar con la parte que has causado en tu prójimo.

Así pues, si tienes que soportar penas y preocupaciones, no le eches la culpa a tu prójimo por tu estado. Tú mismo eres el causante y no tu prójimo. Tus penas y preocupaciones son la siembra en tu alma, que ha brotado y que también se muestra en tu cuerpo, como cosecha.

Sólo Yo, Cristo, tu Redentor, te puedo liberar de ello y sólo cuando te arrepientas y no vuelvas a hacer algo igual o parecido. Entonces la carga habrá sido quitada de tu alma y te irá mejor en tu vida.

Comprended: quien se da cuenta de que sus penas y preocupaciones son sus propias siembras y acepta su sufrimiento, muestra verdadera grandeza interna. 

Este es un signo de crecimiento espiritual; y el crecimiento espiritual lleva paulatinamente a la perfección.

Los seres puros son perfectos; son la imagen y semejanza del Dios Padre-Madre. Viven en Dios, y Dios vive a través de los seres puros.

Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios ya que han llegado a ser nuevamente la imagen y semejanza del Padre celestial. De un corazón puro entregado a Dios, fluyen dulzura y humildad.

- Recorre el camino al interior

1. “Estad atentos a no dar vuestras limosnas delante de los hombres, para ser vistos por los hombres. De otra manera, no tendréis recompensa en vuestro Padre en los Cielos. 

Cuando des limosna, no vayas pregonándolo, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para ser alabados por los hombres. En verdad os digo que ya tienen su recompensa.

2. “Cuando des limosna, no dejes que tu mano izquierda sepa lo que hace tu mano derecha, para que tu limosna permanezca oculta; y el Uno, que ve lo oculto, te recompensará abiertamente. (Cap. 26, 1-2)

Cristo explica, rectifica y profundiza la palabra:

El Sermón de la Montaña vivido es el Camino Interno al corazón de Dios. 

Lo que el hombre no hace desinteresadamente, lo hace para sí mismo. Ser desinteresado es amar a Dios. El interés personal es amor humano. Quien sólo haga el bien a su prójimo cuando éste se lo agradezca y alabe sus buenas obras, no lo hace para su prójimo, sino para sí mismo. El agradecimiento y el elogio son su recompensa. Con esto ya ha sido recompensado, y no recibirá recompensa alguna de Dios. Sólo lo desinteresado es recompensado por Dios. Lo desinteresado crece y madura sólo en el hombre que ha dado los primeros pasos hacia el reino del interior, es decir, que ha realizado.

Los primeros pasos en esa dirección consisten en controlar los pensamientos: pon en lugar de pensamientos egocéntricos, negativos, cavilosos o pasionales, pensamientos positivos, serviciales, alegres y nobles, y pensamientos sobre lo bueno que hay en el hombre y en todo lo que se te presenta. 

Entonces llegarás a tener paulatinamente tus sentidos bajo control. Entonces tampoco desearás nada de tu prójimo ni esperarás nada de él. En el transcurso posterior del Camino Interno sólo dirás cosas positivas y esenciales. 
Así llegarás a tener bajo control tu yo humano, porque habrás aprendido a reposar en ti. Tu alma se esclarecerá cada vez más, y encontrarás en todo lo que se te presente lo bueno, pudiendo llamar la atención sobre ello y expresarlo de la manera correcta. 
Cuando hayas aprendido esto, también llamarás la atención legítimamente sobre lo que es contrario a la ley divina al orden divino. De esta manera despertarán en ti la honestidad y la sinceridad, con lo que te mantendrás en todo fiel a Dios.

Este proceso evolutivo espiritual hacia lo desinteresado, es el Camino Interno al corazón de Dios. Todo lo que hagas desinteresadamente te traerá múltiples frutos.

Por tanto, si tus sensaciones no tienen expectativas y tus pensamientos son nobles y buenos, en tus palabras y en tus obras estará la fuerza que proviene de Dios. Esta fuerza es Mi energía de vida, que penetra en el alma de tu prójimo y hace que también tu prójimo se vuelva desinteresado; pues lo que procede de tu alma luminosa, también penetrará más pronto o más tarde, dependiendo de cuándo el prójimo se abra a ello

en el alma y en el ánimo de tu prójimo.

Quien dé desinteresadamente, no preguntará si el prójimo sabe acerca de lo que le dio. ¡El que es desinteresado da! Sabe que Dios, el Padre eterno, ve en el corazón de todos Sus hijos, y que el Eterno, cuyo Espíritu habita en cada hombre, recompensará al que sea desinteresado, cuando haya llegado el tiempo para ello. Sólo esto es importante.

Comprended: todas las buenas obras, es decir desinteresadas, se harán a tiempo manifiestas, a fin de que de esto se aperciban aquellos que deben verlo para volverse asimismo desinteresados, aceptando la vida en Mí y aspirando a ella y haciendo lo que les he mandado: amarse desinteresadamente los unos a los otros, como Yo, el Cristo, los amo.

Esta amplia obra se ha reproducido en forma de extractos, en el presente libro "El Sermón de la Montaña" que lo puede adquirir si lo desea en la Editorial La Palabra.
http://www.universelles-leben.org/
 

http://www.trabajadoresdelaluz.com.ar/
http://rosacastillobcn.blogspot.com.es/

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