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jueves, 9 de junio de 2016

Maestría en Felicidad: Claves y enseñanzas para recorrer el camino de la vida plena (Chamalú) Carta-9


Carta-9
Esta noche, después de varios intervalos de silencio, el parpadeo de la oscuridad y un persistente maullido constituyeron el contexto de esta carta. 
Exhalé con lentitud, mi tiempo siempre esta ahí, pero no es el mismo. 
Se enlentece cuando hay peligro, se acelera cuando disfruto; es una red transparente que se tejió en varios espacios. 
La vida descansa en su regazo, el silencio, callado como siempre, parece esperar sin prisa que el transeúnte de esta experiencia, aunque sea por un momento, abandone sus cavilaciones y le sintonice. 
Meditar es detener la ciudad y, simultáneamente, mutilar el ruido, dar un portazo en la cara al estrés, desconectar las alarmas para dejar de estar al ataque o a la defensiva. 
No más supervivencia. Comienza a saborear la vida desde el sabor que otorga el silencio. 
La vida se ha detenido, algún pensamiento periférico se mueve en su rebeldía, se encienden más luces en la ciudad, bailan las sombras con el paso de los autos, desde la ventana vecina percibo la silueta de una persona que permanece hipnotizada ante una falsa ventana de luz azulada. 
No puedo comprender cómo tanta gente amobló su infelicidad y se acostumbró a vivir mal. Estaba allí el egoísmo cuando observé con atención al vecino. 
La envidia, procedente de un pariente, también estaba presente. La soberbia había construido al lado un castillo desde el cual observaba a todos, viéndolos pequeños. 
Intenté comprender por qué la vida había llegado a tal nivel de inhumanidad. No recuerdo haber visto últimamente al amor caminando por las calles del presente. 
Se notaba también la ausencia de la felicidad, en cambio, las menudencias que fabrican malestares abundaban por todas partes. Avanza la noche, el gato se aproxima, salta a la silla, su motor permanece encendido, contemplo mi agenda, encuentro la hora marcada para mi meditación. 
Comenzar el día meditando es una excelente decisión que garantiza la purificación de hoy. Habiendo cerrado el círculo del día que concluyó, extraída la enseñanza en la reflexión previa al descanso, la meditación matinal otorga el contexto ideal para elegir el día que queremos, más aun si visualizamos lo anhelado y le otorgamos categoría de real, incluso antes de que sea tangible. 
Como militante de una espiritualidad existencial, quiero compartir contigo mi enfoque de la meditación. 
Mucho se ha hablado al respecto. Desde Oriente, nos han inundado con explicaciones rimbombantes de lo que es la meditación, volviéndola inalcanzable, reservada para iluminados. Parafraseando a Lao Tze, podríamos decir que meditación que pueda ser definida no es meditación. 
No intentaré definir la meditación, no es necesario, quizá solo baste con comprender la importancia de su práctica diaria. Meditar para nosotros es convertirse en lo que haces. 
Si contemplas el mar, cómodamente sentado en la arena, tu meditación habrá comenzado cuando, abolida la separación entre el observador y lo observado, comienzas a saborear la unicidad. Suprimida la dicotomía, el resto es esa unidad superior a la que solo se accede desde otro nivel de conciencia, que emerge de un contexto meditativo. 
Si quieres aprender a meditar, primero olvida todo lo que escuchaste al respecto, porque explicar la meditación equivale a explicar el sabor de la sed. Comienza a meditar haciendo algo que amas. Podrías cantar o danzar, hacer el amor o nadar. Elegida la actividad meditativa, desconecta toda posible interferencia, apaga el computador y el teléfono, asegúrate de no ser interrumpido y a continuación limítate a hacer lo que decidiste hacer, hacerlo por el placer de hacerlo. 
Cuando juega un niño, no juega en broma, se convierte en lo que hace, inaugurando de esa manera sus primeras experiencias meditativas. Por ello, cuando se interrumpe su juego, se altera un nivel vibratorio, se le obliga quizá bruscamente a abandonar el presente, porque meditar es eso: vivir intensamente, profundamente, el presente. 
Redefinida la meditación, esta vuelve a estar al alcance de todos. Meditar es reinstalar lo sagrado en lo cotidiano, es ver la vida con otros ojos, hasta lo espiritual pasa a convertirse en algo diferente, así mismo la vida, el cuerpo y los demás, que se convierten en algo supremo. 
Meditar es instalarse mágicamente en el presente y, desde él, en la vida, abordada desde un alerta sereno, es decir, se puede vivir meditando, entonces descubrirás que la vida es una fiesta de aprendizaje y celebración.
Hay tantas formas de meditar como personas. 
Descarta las técnicas, conocerlas, incluso ser experto en algunas técnicas meditativas, no significa que sepas meditar. 
Encuentra tu manera de entrar en silencio, de convertirte en viajero de tu espacio interior. 
Cuando uno se implica profundamente en algo, se convierte en eso, entonces el resto deja de importar, por lo menos en ese momento, eso es meditación. 
Con frecuencia me preguntan qué siento cuando medito. Intentaré describirte lo que es para mi un momento meditativo, reiterándote la importancia de que encuentres tu estilo de meditar. Cuando medito, siento que mi alma se llena de luz, que camino por calles blancas, que el amor en forma de torbellino, de tornado, hace girar mis cuerpos energéticos hasta disolverlos y convertirlos en universo mismo. 
Siento que mis átomos se visten de colores, que la preocupación por lo cotidiano se duerme, que las flores del jardín de mi corazón florecen con pétalos transparentes, que las estrellas curiosas asoman a la hora vespertina, a la misma hora en que amanece la noche y se encienden las hogueras que desnudan los altares corporales y los gradúan de sagrados. 
Cuando medito, siento que todas las velas titilan en mi interior y las olas del mar se vuelven fosforescentes, que el silencio anuncia buenas nuevas y que la eternidad me abraza, me envuelve en láminas mágicas. Siento que mis pupilas devienen en cascadas de luz y que las campanas de las otras realidades me dan la bienvenida. 
Cuando medito, percibo cómo los instantes se entrelazan con hilos de seda cósmica y el silencio, convertido en rigurosa niebla, da la bienvenida a los abuelos invisibles, que me visitan por un instante sin tiempo y me entregan polvo de las estrellas, mensajes de otros tiempos y lágrimas color arcoíris, para cuando me visite la incomprensión. 
No sé si puedo poner palabras a eso que se siente cuando te arrodillas humildemente al fondo de ti mismo y desde tu corazón confiesas tu amor a la vida. 
Después de haber vivido de tantas maneras, de haber tenido miles de aprendices, quiero decirte lo que me enseñó la vida: quien no aprende a meditar, tendrá muy difícil su existencia, porque nunca llegará a conocerse profundamente, ni tendrá la capacidad de autogobernarse. 
Meditar es vivir con profundidad, es reactivar la intuición y recuperar la sensibilidad, es atravesar el infierno de la infelicidad y la ignorancia e instalarse en el paraíso, es una vacuna contra la depresión y el contexto más recomendable para inaugurar felicidades y otros despertares.
Meditar te purifica y armoniza, te facilita la fusión de lo sagrado con lo mundano, encaminando tu vida a una espiritualidad natural, donde percibirás que todo es uno y todo está vivo. Entonces, cada instante será percibido como lo que realmente es: gotas de eternidad esperando ser descubiertas. Mientras aún camino por la vida, quise compartir contigo mis más profundas sensaciones sobre la meditación. 
Mi objetivo: motivarte a entablar una profunda amistad con la meditación, que no es otra cosa que una posibilidad de tu alma para completar su historia evolucionaria, razón fundamental de tu paso por la Tierra. 
Quiero que a partir de hoy veas a la meditación como un estado alcanzable, accesible a las manos reverentes y a los pies humildes. 
Quiero proponerte en esta carta que inventes nuevas formas de meditar, que experimentes diferentes modalidades, que te enamores del silencio y te regales instantes luminosos, fruto del estar absorto, contemplando la vida y sus sorpresas. 
¿Quieres continuar caminando a mi lado? Nuestra próxima escala es la Madre Tierra y los secretos que los abuelos sabían, para beneficiarse de energía purificadora. Hasta pronto.
Chamalú.
Continua...
http://rosacastillobcn.blogspot.com.es/

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