Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte II.
En el SER, que es eternamente, viven los seres puros, y tienen su existencia en el eterno SER porque ellos mismos son el eterno SER, la ley eterna, Dios: la pureza, la belleza, la libertad, lo noble y lo fino, el amor desinteresado. Los seres puros son el SER en la corriente universal, en Dios, en el SER.
Las almas cargadas, en los ámbitos de purificación, y las almas cargadas encarnadas, los hombres, no viven en calidad de SER ni se mueven tampoco en la corriente del SER.
Quien no vive en Dios, vive en el mundo creado por él mismo, que está formado por sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos humanos, a los que él llama su «Ser» y su «Yo». Este es el pequeño mundo del yo humano.
En este pequeño mundo vive y se mueve, y cree tener únicamente ahí su existencia.
El ve entonces sólo con los ojos de su pequeño mundo, que puede compararse con un capullo. Por eso también ve sólo el pequeño mundo de capullo de su prójimo.
Ve solamente la superficie de la vida, el reflejo, porque vive sólo en lo externo y se mueve sólo en su pequeño mundo, en su capullo, que él mismo ha tejido con sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos negativos. Eso es su estado de consciencia.
Los hilos del pequeño mundo de capullo son en cierto modo las paredes hacia las que él mira y a las que califica de «la verdad». Ya que sólo mira hacia las paredes de su pequeño mundo propio, también ve sólo las paredes del pequeño mundo de su prójimo. Por tanto, ve solamente en el espejo de la verdad, y no ve en profundidad la verdad misma.
Habla de la verdad y se refiere con ello al reflejo de la verdad, a lo que él mismo ha introducido, aquello con lo que se ha envuelto a sí mismo, aquello en lo que cree, porque sólo ve eso. El cree por tanto sólo lo que ve, y lo llama la verdad.
En todo el Universo hay sólo un principio: emitir y recibir. Cada cual se emite a sí mismo –lo que él es, su forma de sentir, pensar, hablar y actuar.
El ser que es puro, vive y obra en y a partir de la ley pura eterna, la ley universal.
El impuro vive en su pequeño mundo creado por él mismo, que está compuesto por sus impurezas, es decir, por la basura de sus sensaciones, pensamientos, palabras y actos. En este su mundo de capullo vive y se mueve, y siente, piensa, habla y actúa tal como él mismo es, de lo cual está compuesto a su vez su mundo de capullo.
El hombre que se ha cargado negativamente puede compararse con una oruga.
El hombre cargado –la oruga– se va envolviendo en el capullo de su pequeño mundo hasta que comprende que tiene que salir del capullo, es decir desarrollarse, para volverse una mariposa, un ser de la luz que vive y se mueve en la ley universal eterna de Dios y tiene en el Eterno su existencia eterna, en el principio universal, que es, y que se denomina a sí mismo Yo divino: lo puro, fino, noble, bello, el amor desinteresado, la ley universal, lo absoluto, el eterno SER, la verdad eterna.
Por eso toda oruga tiene que desarrollarse, es decir, desenrollar aquello con lo que se ha envuelto, para reconocerse en ello, para arrepentirse de lo reconocido, pedir perdón, perdonar y no volver a hacer lo reconocido.
Entonces se disuelven los hilos de su capullo; se derrumban los muros a los que el hombre había mirado hasta la fecha y que él llamaba la verdad –el pequeño mundo de su yo, que sólo era el reflejo de la verdad–. Entonces el alma luminosa y el hombre orientado hacia el interior, hacia el Santísimo, contemplan en sí mismos el eterno SER, la verdad eterna.
El eterno Yo divino es la verdad. Quien ha llegado a ser la verdad, es él mismo la verdad, el Yo divino, el SER, el Yo Soy, la ley eterna del amor.
Con los ojos de la verdad el hombre también contempla en sí mismo lo que hay en el exterior. Penetra el reflejo de la verdad, y en todos los hombres, acontecimientos, conversaciones y sucesos contempla la verdad.
Ve con los ojos de la verdad también lo falso. No puede ser engañado, porque él es la verdad y ve en profundidad con los ojos de la verdad, y todo lo dice, conversa y lo lleva a cabo en la verdad.
El es por tanto la verdad, que es la ley eterna del Universo, en la que vive, en la que se mueve, de la que toma y con la que obra.
El es la verdad, la ley, en toda sensación, en todo pensamiento, en toda palabra y en todo acto.
Dado que la verdad, el SER, la ley eterna, está en ti, y lo verdadero, lo eterno, toma forma y aspecto primero en ti y tan sólo luego en el exterior, en tu entorno y en el mundo, tienes que vivir en ti, en el Santísimo, que habita en ti.
Por lo tanto, comprende que tú eres el templo del Uno, Santo, que habita en ti.
Ten presente la siguiente frase de la verdad, y vive según ella:
Habita en ti, pues tú eres el templo del Uno, Santo, que habita en ti.
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