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domingo, 12 de junio de 2016
Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.XIII
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte XIII.
El que es puro penetra todo con su mirada.
Su ojo penetrante es la percepción de su consciencia divina. Todo lo que tiene lugar en su consciencia divina, es la verdad; todo lo demás es solamente espejo, reflejo de la verdad, reflexión, destello de la verdad.
Cómo hablas y lo que dices, es tu lenguaje –también tu rostro y tu cuerpo.
Tanto tu interior como tu exterior –tu palabra, tu comportamiento–, hablan su yo.
El que está pleno de Dios habla el Yo divino, ya que es el Yo divino en el SER del Padre universal.
El que está centrado en el mundo habla su yo inferior; habla el lenguaje de su yo –lo que él mismo es–.
El que está centrado en el mundo es el que está envuelto por el mundo, que se contenta con lo que ve, con las reflexiones de su pequeño mundo, que son el reflejo de él mismo.
Lo que tú –el que es puro, la luz en la luz primaria– hablas, es substancia y fuerza, porque es hablado desde lo más sagrado, desde ti, el SER. Este es el lenguaje de Dios en ti y a través de ti.
Habla el lenguaje del verdadero Yo divino, y serás divino.
El lenguaje del verdadero Yo divino es la palabra plena de Dios. Ella fluye desde lo más interno de tu templo.
Lo divino no se defiende. Tampoco discute, ya que es.
El ES lo contempla todo y ve a través de todo, y conoce lo más interno del hombre y también su exterior. Quien conozca la ley eterna, por ser él ella, no discutirá.
Lo más interno es lo impersonal, que de modo impersonal llama la atención y da aclaraciones sobre lo personal, y rectifica lo falso.
Da aclaraciones a tu prójimo cuando haya habido algo incorrecto, pero nunca lo coacciones; no le insistas para que piense y haga lo que es verdad. Si a pesar de las aclaraciones o de lo que sabe, el obstinado continúa hablando, está hablando su yo, exponiéndose a sufrir las consecuencias.
Tú, el verdadero sabio, calla. Si has rectificado algo incorrecto, si desde la luz de la verdad has alumbrado algo incorrecto y a pesar de todo se te rechaza, calla, pues tú conoces al verdadero Salvador, Dios –y al juez que sólo habla de sí mismo: éste es el hombre que mediante obstinación, mediante venganza y codicia, se entrega por sí mismo a la ley de siembra y cosecha, introduciendo en el campo de su vida lo que le juzga a él mismo, que es su pequeño yo inferior, su ley de yoidad.
Lo que tú hablas fuera del Santísimo, no siempre es el lenguaje de tu yo personal, pues no siempre tus pensamientos y palabras son tus pensamientos y tus palabras. Si durante años, decenios, hablas lo que se denomina palabras irreflexivas, ciertamente hablas tú, pero otro habla a través de ti. Esto es entonces determinación ajena, a través del mundo de tus sentidos, en el que entonces tú también vives. El programador, aquel o aquello que te determina, obra a través de ti sobre otros, también de forma determinante. Quien permite esto, es esclavo del pecado y un pecador.
Tú no eres el tiempo, sino la eternidad en el Eterno.
Sin embargo, tú eres hombre en el transcurso del día y la noche, que se llama tiempo. Por eso planifica tu tiempo con Dios, introduce el transcurso del tiempo en tu planificación y tu plan en la ley universal, que está en ti. Llévalo todo a tu templo interno y entrégalo al orden del templo.
Entonces manténte a la vez en silencio y alerta, pues el Santísimo en ti ordena y fija. El Santísimo, que es tu palabra y tu obra, se mueve en lo más interno de ti y te refleja a ti, el ser humano, el transcurso progresivo de tu plan. El lo introduce también en el transcurso del tiempo.
Entonces hablas en el momento oportuno la palabra llena de contenido, que es divina, y haces en el momento oportuno lo que hay que hacer, que a su vez es divino. Entonces tu trabajo diario discurre según la voluntad del Santísimo, que está en ti y en el que tú estás.
Siendo Jesús de Nazaret viajé mucho con Mis apóstoles y discípulos. En los caminos y senderos de un lugar a otro les enseñé lo siguiente:
Cuando caminéis, caminad erguidos; cuando estéis de pie, estad erguidos; cuando estéis sentados, estad erguidos.
Cada uno de vosotros es el SER en la corriente del SER.
Cada movimiento armonioso es el ritmo de la corriente, el ritmo del Universo.
La corriente no conoce ni curvatura ni sinuosidad, no retrocede ante nada ni ante nadie; fluye invariablemente por el Universo y traspasa a todos y todo.
Si camináis por este mundo con pasos grandes, camináis encorvados; vuestras miradas se orientan hacia la tierra, el suelo, de donde acogéis lo que se pega al suelo. Todo lo pesado, cargado, se arrastra por el suelo y a su vez carga a aquellos que dirigen sus miradas y pensamientos exclusivamente hacia el suelo.
Comprended: un modo de andar cargado es un modo de andar arrastrado. Tales hombres se ven solamente a sí mismos, y aquello que a su vez son ellos mismos –lo que les irradia desde el suelo.
Por eso, caminad erguidos; entonces alcanzaréis una visión muy amplia, capacidad de captación y la visión general; entonces estaréis cada vez más unidos a las fuerzas cósmicas. Estas os mostrarán también lo que aún hay que purificar para que con el tiempo veáis de forma cósmica, oigáis de forma cósmica, sintáis, penséis, habléis y obréis de forma cósmica.
Cuando estéis de pie, estad erguidos. No os apoyéis en objetos ni en cosas. A quien se apoya en objetos y cosas, le emiten también esos objetos y cosas; entonces acogéis lo que se adhiere a los objetos y a las cosas.
Quien se apoya en objetos y cosas, también se apoya en su prójimo y toma de éste lo que irradia de humano.
Si te apoyas en tu prójimo y tu prójimo se apoya en ti, con el tiempo ambos os cansaréis y os hartaréis de vosotros, porque las energías que os transmitís y quitáis mutuamente pronto se agotan. ¿Qué sucede entonces?
Las consecuencias son desavenencias, disputas, discordia y desunión. Cuando estáis hartos el uno del otro, cada uno se busca otra víctima, en la que de nuevo se apoya –y eventualmente la víctima a su vez en él–. Entonces se produce nuevamente lo mismo que hubo anteriormente.
Por tanto, estad de pie erguidos; no os apoyéis en nada ni en nadie. Entonces os convertiréis muy paulatinamente en antenas cósmicas que se elevan a los Cielos y reciben de los Cielos.
Cuando estéis sentados, estad erguidos. Vuestra columna vertebral no es encorvada; es vertical y os muestra que os habéis de sentar erguidos, para recibir de la corriente del SER.
Habéis oído que la corriente del SER no conoce curvatura ni sinuosidad. Una columna vertebral sana tampoco conoce ni curvatura ni sinuosidad.
Si estáis recostados en la silla, en cierto modo estáis echados en el suelo y recibís las vibraciones que se arrastran por el suelo.
Si cruzáis los brazos y las piernas, bloqueáis la corriente del SER en vosotros y sobre vosotros, o la desviáis de vosotros y atraéis otras fuerzas.
Sabed: el hombre ha de ser una antena cósmica. Quien hace nudos en su antena o la tuerce, no puede recibir ni las fuerzas ni la salud del Universo. Únicamente las fuerzas del Universo fortalecen y mueven al hombre, le hacen libre y sano.
Le otorgan una visión muy amplia, capacidad de captación y la visión general.
Quien no acepta ni vive estas legitimidades, se vuelve estrecho de miras e intelectual. Con el tiempo adopta lo que le hacen creer aquellos semejantes que igualmente están en el recorrido humano.
Cuando os recostéis, recostaos para descansar.
Descansad conscientemente y yaced en posición horizontal, y sed conscientes de que descansáis; entonces percibiréis el silencio del Universo.
Si al hablar, al comer o en otra ocasión apoyáis la cabeza en vuestras manos, sólo hablaréis vuestro yo inferior y devoraréis los alimentos como una fiera que busca presa.
Entonces os educaréis como insaciables, que anhelan placeres y cultivan el placer del cuerpo, la corporalidad, porque con su comportamiento indisciplinado, con la antena torcida, reciben las fuerzas –es decir los emisores –correspondientes.
La corriente del SER es movimiento armonioso, rítmico. Por eso moveos armoniosamente. Los movimientos armoniosos son las melodías del Universo.
Sabed: todo cuerpo es sonido, es melodía. Tal como suena, es el hombre.
Todo movimiento agitado es una curvatura de la antena, que a su vez es el hombre mismo. Entonces el hombre se apoyará, estará medio recostado en la silla, cruzará sus brazos y piernas, y apoyará la cabeza en sus manos.
Movimientos armoniosos son movimientos dinámicos. Producen flexibilidad en la forma de pensar, hablar y actuar.
Sabed: el hombre recto es en cierto modo el erguido, que irradia los sonidos cósmicos en su forma de pensar, hablar y obrar, cuyos gestos y mímica expresan las sinfonías cósmicas.
Sentaos por tanto erguidos, y poned ambos pies en el suelo; entonces desviáis las tensiones y acogéis vibraciones armoniosas.
Sabed: cada uno de vosotros es el Universo comprimido, y el Universo es el SER –es el Hogar eterno, el mar de luz, Dios–. Por eso comportaos, como seres humanos, de modo que emitáis hacia los Cielos y recibáis de los Cielos.
Si vives en la corriente del Universo, eres la esencia del Universo. Entonces vives en la plenitud y eres la plenitud. Ninguna persona ni nada pueden decepcionarte, porque no esperas nada, ya que eres la plenitud.
Comprended: el Universo y la corriente universal emiten incesantemente. Observad arbustos, flores, animales y piedras –ellos son–. Tienen sus antenas levantadas hacia el cielo.
Los animales, plantas, arbustos y árboles no se apoyan en sus iguales, a menos que el hombre intervenga en el proceso cósmico. Cuando los árboles están demasiado cerca entre sí, no pueden desarrollarse. De forma similar ocurre al hombre, cuando se apoya en hombres, objetos y cosas.
Desarrollaos: no os apoyéis en nada ni en nadie.
El hombre ennoblecido es el hombre sabio, que reposa en su interior.
El hombre ennoblecido, sabio, no ríe desde la garganta, sonríe desde el corazón.
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