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miércoles, 15 de junio de 2016
Las grandes enseñanzas cósmicas de Jesús de Nazaret a Sus apóstoles y discípulos Parte.XIV
Cristo
Las grandes enseñanzas cósmicas. Parte XIV.
Comprended: una cultura no puede ser implantada a un hombre o en un país. La cultura tiene que ir creciendo a partir del hombre. Donde no hay cultura hay mucho culto.
El Tú Soy Yo y el Yo eres tú.
Por eso ten presente lo siguiente:
Tú eres lo fino y bello.
Tú eres lo noble y puro.
Tú eres, en el Tú que es eternamente, lo excelso.
El Excelso es el Uno.
Tú en el Tú –el Excelso– eres lo excelso, que sabe acerca de todas las cosas, porque el Excelso es el Padre –la grandeza, el poder y el Universo mismos.
El es la cultura y lo cultural, pues El es Creador, Dios, Portador, Movedor, Donador –el SER.
El es belleza, brillo, plenitud.
El es tu Padre –tú, Su hijo, la herencia.
Tú eres, en el mar de luz –Dios–, la luz; por eso no necesitas aferrarte a nada ni a nadie.
Tú, el que es puro, eres la rectitud y el que es recto. Tú no te apoyas ni en hombres ni en cosas u objetos. Tú recibes tu fuerza exclusivamente de lo más sagrado en ti mismo, que eres tú, el Yo divino, en ti, el Yo divino.
Por tanto, no te apoyes en hombres, o te volverás dependiente y deshonesto. Quien se apoya en hombres, también menosprecia a hombres. El que es dependiente se convierte en apéndice de sus semejantes. Cuando éstos ya no le apoyan, se siente solo.
No te apoyes ni aferres a cosas u objetos, pues eso dice de ti que te rebelas contra tu prójimo. Eso también indica la agitación de tu ánimo.
Has de saber que todo hombre irradia su grado de vibración. También las cosas y objetos irradian lo que se adhiere a ellos.
Si te apoyas, atraes de hombres, cosas u objetos aquello que te ha movido a apoyarte o que ha producido la agitación de tu ánimo.
Repito: a los hombres, cosas y objetos se adhieren innumerables vibraciones, que se ponen a vibrar en aquel que tiene algo igual o parecido en sí o en su vida y le asedian. Así se refuerzan tus analogías, tu actitud de rebeldía y la agitación de tu ánimo.
No te apoyes en nada ni en nadie, sino sé firme, recto y sincero; entonces eres o te volverás el Yo Soy, la rectitud, la justicia, la ley universal.
Reposa en ti. Cualquier cosa que hagas, hazla por completo, totalmente concentrado, centrado en la cuestión y el asunto.
El sabio, que vive en el templo purificado, también mantiene el orden del templo al hacer un trabajo escrito. Ahora él escribe. Sus sensaciones y pensamientos están con la redacción de su escrito. Desde lo más interno de sí, el Santísimo, en el que vive y desde el que da, influye sobre lo externo, sobre cada letra y cada palabra. De ese modo confiere la fuerza a lo escrito y lo traspasa con la ley eterna, Dios.
Hagas lo que hagas, mantén en todo el orden del templo.
Ahora vas aquí y allá, y estás contigo, porque estás en ti.
Ahora trabajas en la mesa de trabajo, y estás con la pieza de trabajo, y así en ti y contigo.
Hablas con tu prójimo, estás contigo y en ti, y en la palabra hablas la ley.
Lo que haces, lo haces por completo.
Si tienes un objeto en una mano, no has de tener ningún otro en la otra mano, a no ser que ambos objetos estén en concordancia recíproca y no estén en oposición el uno respecto del otro. Si por ejemplo tienes en una mano la pieza de trabajo y en la otra mano la herramienta con la que elaboras la pieza de trabajo, ambos instrumentos están en concordancia recíproca, porque uno sirve al otro.
Cuando redactes un escrito, ten en tu mano exclusivamente el instrumento para escribir. Si por ejemplo en la otra mano tuvieras una regla o un objeto para borrar lo escrito, te desconcentrarías y tu atención estaría dividida, porque estas dos vibraciones que no están en concordancia recíproca, producirían en ti distracción y disonancias.
Si en la otra mano tienes una regla, por ejemplo, subrayarás a menudo expresiones que no deberían subrayarse, o subrayarías lo que tú mismo aún eres o aún no eres. Con ello darías expresión y fuerza a tu yo humano, porque te subrayarías a ti mismo, tu yo. Si en una mano tienes el instrumento para escribir y en la otra el objeto para borrar lo escrito, te equivocarás con frecuencia y luego lo borrarás.
Reconócete en todo y date a ti, tu yo inferior, por vencido; entonces obtendrás el Yo Soy, el SER, que es todo, que sabe acerca de todo y cuya mirada traspasa todo, que oye todo, que habla a través de ti.
Comprende una y otra vez: lo puro se produce exclusivamente en lo más interno del alma, en lo puro –lo impuro exclusivamente en el exterior, en el mundo de los sentidos.
Comprende: el entendimiento del hombre no es el corazón del alma. Quien habla desde el entendimiento, habla desde los programas humanos, porque no está en casa en lo más interno, en el SER, que sabe acerca de todas las cosas, que lo ve todo, que lo oye todo, que se habla a sí mismo.
Las palabras habladas desde el intelecto, llegan a su vez tan sólo al intelecto. No contienen fuerza alguna; por eso están limitadas y centradas en la materia, en la que también son activas.
Tal como en el transcurso de los tiempos el pensamiento y la vida de la humanidad se transforman, sucede también con la palabra que está marcada por el intelecto. De época a época se habla una y otra vez a sí misma, sólo que con otras palabras y conceptos.
El yo humano, inferior, perece, porque únicamente nace del intelecto y es hablado a partir de ahí.
La superficie es el intelecto, que a su vez reacciona superficialmente. De forma que el intelecto es solamente la superficie del lago, no el fondo. En la superficie hay sólo reflejo, y no la verdad.
La palabra de lo más interno es el Yo Soy, la palabra de la ley eterna. No nació como la palabra del intelecto. La palabra de Dios es de eternidad a eternidad, y quien la habla es de eternidad a eternidad.
El verdadero sabio, el iluminado, habla el Yo Soy. Es la ley eterna, la palabra que en lo más interno del alma se habla a sí misma eternamente.
El que está pleno de Dios nunca habla la palabra del intelecto, porque él está en casa en lo más interno, en el Yo divino que él habla.
Deja que la palabra se forme en ti, antes de pronunciarla.
Tanto si piensas como si hablas, ambas cosas son energías que no se pierden.
Lo que se siente en lo más interno, en el templo santificado, es al mismo tiempo la palabra. Lo más interno da buenos frutos, porque la sensación que produjo el pensamiento y hace surgir la palabra, es el fruto divino, la luz y la fuerza que vienen a este mundo mediante el Espíritu de Cristo, que vence a las tinieblas.
Quien se ha vencido a sí mismo con la fuerza de Cristo, contempla lo que es, y habla el SER, el presente, Dios. El hombre externo, por el contrario, habla desde el pasado y el futuro humanos, pues el presente de este mundo es sólo un hálito que, cuando apenas se ha captado, ya se ha desvanecido.
El hombre divino, que en lo más interno está en casa, contempla en lo que se está formando el Es, porque en lo más interno todo es presente y ya se ha producido. El hombre divino vive y obra desde el presente de Dios. Lo que para el hombre-externo tan sólo está en formación, para el hombre divino ya se ha producido, en lo más interno.
Quien vive en lo más interno, contempla también en lo más interno lo que en el mundo exterior se está produciendo y se producirá, y cómo va tomando forma. Con sus sensaciones divinas él acompaña los pasos que aún han de darse en el exterior, pero que en lo más interno ya están dados. En el formarse, él pone la totalidad, de modo que también en el exterior se forme como ya es en lo más interno.
Lo que el hombre-interno guarda y mueve en lo más interno, también se realizará en lo externo, en el mundo de los sentidos, porque en lo más interno ya es y también sigue guardado y es movido.
El lenguaje del SER es impersonal. Lo impersonal no espera nada; no quiere nada; habla su yo, el Yo divino eterno. El Yo divino eterno es el infinito y la plenitud eterna. Los seres puros son el Yo divino que ha tomado forma, la plenitud que ha tomado forma.
Si eres el Yo divino, eres la palabra del Yo divino, que habla en ti y va al mundo como sonido y son, y allí se habla y vibra hacia el oído del mundo y en el oído del SER en el hombre y suena en su alma. Así también se transformará mucho en el mundo, para bien de la totalidad.
Deja que lo que hablas en voz alta fluya desde ti y a través de ti; se formula por sí mismo en ti, porque es el Yo divino. Esto es el Yo Soy, la palabra del SER, la vida y el contenido de la vida. Es lo absoluto, que nunca perece, aunque los tiempos se transformen y pasen.
La palabra que es el SER, el Yo Soy, la ley eterna, que está en la corriente del Universo, no recae sobre ti como la palabra del intelecto, banal y pobre en energía. La palabra, el SER, permanece en la corriente del SER y te traspasa a ti, el SER que ha tomado forma, y también a Mí, el SER que ha tomado forma, y a todo lo que se halla en la corriente del SER y tiene allí su existencia.
Habla por tanto la palabra, el SER, en ti.
Aprende a mover todo en lo más interno de ti, a recibirlo en lo más interno y a hablarlo desde lo más interno; entonces hablarás el lenguaje del SER.
Todo lo que perdura eternamente, se produce en lo más interno del alma. Esto es la verdad; esto es la perdurabilidad; esto es la vida; esto es la corriente, el Yo divino, el Yo Soy. Es la vida y la substancia de la vida en ti.
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