Ya eres lo que deseas ser
Secreto 4
A los 21 años, cuando estudiaba medicina en Nueva Delhi, tuve que elegir entre dos tipos de amigos. Los del tipo materialista se levantaban al mediodía y asistían a fiestas en las que se bebía Coca-Cola y se bailaba al compás de los discos de los Beatles. Habían descubierto los cigarrillos y las mujeres, así como la manera de beber alcohol de contrabando.
Los del tipo espiritual se levantaban al amanecer para ir al templo (aproximadamente a la hora en que los materialistas regresaban tambaleándose a sus casas y sufriendo la resaca), comían arroz en un plato y bebían agua o té, normalmente en el mismo tazón. En ese momento no me parecía extraño que todos los materialistas fuéramos hindúes y que todos los del tipo espiritual fueran occidentales. Los hindúes ansiábamos salir de casa e ir a algún lugar en el que hubiera Coca-Cola, buen tabaco y whisky a bajo precio y en abundancia.
Los occidentales no dejaban de preguntar dónde se hallaban los santos de India, aquellos que podían levitar y curar leprosos con sólo tocarlos. Yo me uní a los materialistas, de los que había muchos en mi clase.
Ninguno de los nacidos en India se consideraba un buscador espiritual. Hoy no elegiría entre dos tipos de personas; todos somos buscadores. Buscar significa ir en pos de algo.
La búsqueda de mis condiscípulos hindúes era la más fácil, pues obtener dinero y objetos finos es fácil; por el contrario, los occidentales de tipo espiritual casi nunca encontraban al santo que buscaban. Yo pensaba que esto se debía a lo escasos que son los santos, pero ahora me doy cuenta de que lo que derrotaba su sed de una vida superior era la búsqueda en sí. Las tácticas que obtienen whisky y discos de los Beatles fracasan miserablemente cuando se va en pos de la santidad.
Aquí el secreto espiritual es éste: tú eres lo que estás buscando. Tu conciencia proviene de la unidad. En lugar de buscar fuera de ti mismo, encuentra la fuente de la unidad y comprende lo que eres. “Búsqueda” es una palabra que se utiliza frecuentemente en relación con la espiritualidad, y muchos se enorgullecen de llamarse buscadores. Con frecuencia son los mismos que alguna vez persiguieron vehementemente dinero, sexo, alcohol o trabajo, y ahora esperan encontrar con la misma intensidad adictiva a Dios, el alma o el ser superior.
El problema es que la búsqueda parte de una premisa errónea. No me refiero a la creencia de que el materialismo es corrupto y la espiritualidad pura. Es cierto que el materialismo puede volverse una obsesión, pero lo importante es que la búsqueda está condenada al fracaso porque te conduce fuera de ti.
Da lo mismo que el objetivo sea Dios o el dinero.
Una búsqueda productiva exige desechar la idea de ganar un trofeo. Esto significa actuar sin la esperanza de alcanzar un yo ideal, de llegar a un lugar mejor del que saliste.
Partes de ti y en ti están todas las respuestas. Debes desechar la idea de ir desde A hasta B. No hay distancia que recorrer: la meta no está en otro sitio.
También debes desechar conceptos establecidos como alto y bajo, bien y mal, sagrado y profano. La realidad única incluye todo en su maraña de experiencias, y lo que buscamos es a quien experimenta, a quien está presente independientemente de cuál sea la experiencia. Pensando en las personas que se esfuerzan por erigirse en modelos de virtud, alguien acuñó la acertada expresión “materialismo espiritual”, que alude al traslado de los valores que operan en el mundo material al mundo espiritual.
Materialismo espiritual.
Errores del buscador.
Definir una meta.
Luchar por alcanzarla.
Seguir el camino de otro.
Esforzarse por mejorar su persona.
Establecer límites temporales.
Esperar milagros.
La mejor manera de ser un buscador auténtico es evitar estos escollos. No definas una meta. El crecimiento espiritual es espontáneo, Los acontecimientos significativos se presentan de improviso, igual que los nimios .
Una sola palabra puede abrir tu corazón; una sola mirada puede decirte quién eres en realidad. La conciencia no se alcanza mediante un plan; más bien es como armar un rompecabezas sin conocer la imagen que forma.
Los budistas tienen un dicho: “Si en el camino encuentras a Buda, mátalo”. Esto significa que si estás representando un guión espiritual escrito con anterioridad, más vale que lo entierros. Lo único que puedes concebir son imágenes, y las imágenes no son la meta. No te esfuerces por alcanzar la meta. Si hubiera una recompensa espiritual al final del camino — una olla llena de oro, las llaves del cielo— todos lucharíamos por obtenerla. Valdría la pena cualquier empeño.
Pero, ¿sirve de algo que un niño de dos años se esfuerce por cumplir tres? No, porque el desarrollo surge del interior.
No hay una remuneración económica sino una nueva persona. Lo mismo ocurre con el desarrollo espiritual: es tan natural como el crecimiento del niño, pero no en el plano fisiológico sino en el de la conciencia. No sigas el camino de otro.
Hubo un tiempo en que creí que para alcanzar la iluminación debía meditar durante el resto de mi vida utilizando cierto manirá. Estaba siguiendo un mapa trazado miles de años atrás por los sabios de la mayor tradición espiritual hindú.
Pero hay que tener cuidado: seguir el mapa de otro puede habituarte a los pensamientos rígidos, los cuales, aun cuando se refieren al espíritu, no favorecen la libertad.
Recoge enseñanzas de todas partes. Sé fiel a las que te ayudan a progresar y mantente abierto a los cambios.
No intentes mejorar tu persona.
El progreso personal nos ayuda a superar situaciones negativas como depresión, soledad e inseguridad. Sin embargo, si buscas a Dios o la iluminación porque quieres liberarte de la depresión y la ansiedad, deseas más autoestima o menos soledad, tu búsqueda tal vez no tenga fin.
En esta área del conocimiento no hay nada escrito.
Algunas personas sienten un gran progreso conforme su conciencia se expande, pero hace falta un fuerte sentido del yo para confrontar los muchos obstáculos y retos del camino.
Si te sientes débil o frágil, puedes sentirte aún más débil y frágil al confrontar las energías de las sombras en tu interior.
La conciencia expandida tiene un costo —debes renunciar a tus limitaciones— y para quien se siente víctima, esa limitación es tan obstinada que el progreso espiritual es muy lento.
Mientras haya un conflicto en tu interior habrá un gran obstáculo en tu camino. Lo más conveniente es buscar ayuda en el nivel donde está el problema.
No establezcas límites temporales.
He conocido a innumerables personas que renuncian a la espiritualidad porque no alcanzan sus metas con la suficiente rapidez. “Le dediqué diez años. ¿Qué puedo hacer? La vida es corta. A otra cosa.” Lo más seguro es que estos guerreros de fin de semana hayan dedicado sólo un año o un mes a recorrer el camino, y que la ausencia de resultados los haya desanimado. La mejor manera de evitar decepciones es no establecer límites temporales, aunque a muchas personas esto les resta motivación. Pero la motivación no los iba a llevar a su meta. Por supuesto, se requiere disciplina para meditar regularmente, asistir a clases de yoga, leer textos inspiradores y mantener presente nuestra visión.
Para adquirir el hábito de la espiritualidad hace falta dedicación. Pero si nuestra visión no se despliega cada día, inevitablemente nos distraeremos. En vez de establecer límites temporales, procúrate apoyo para el crecimiento espiritual mediante maestros personales, grupos de diálogo, compañeros que compartan el sendero contigo, retiros regulares, un diario. Serás menos susceptible a las decepciones.
No esperes milagros.
No importa cómo definas milagro: la aparición repentina del amor perfecto, la cura de una enfermedad mortal, ser ungido por un gran líder espiritual, el éxtasis perpetuo. Quien espera un milagro deja a Dios todo el trabajo: distingue entre nuestro mundo y el mundo sobrenatural, y espera que algún día éste repare en él. Como sólo hay una realidad, tu tarea es ir más allá de las fronteras de la división y la separación.
La expectativa de milagros perpetúa las fronteras y te mantiene lejos de Dios, conectado a él sólo por ilusiones.
Si salvas los escollos del materialismo espiritual te sentirás menos tentado a perseguir metas imposibles.
Esta clase de persecución comenzó cuando las personas se convencieron de que Dios reprueba lo que hacemos y espera de nosotros un comportamiento ideal.
Resulta difícil imaginar un Dios, por amoroso que sea, que no se sienta decepcionado, enojado» deseoso de vengarse o indignado cuando no estamos a la altura de ese ideal.
Las personalidades espirituales más importantes de la historia no sólo fueron cabalmente buenos, también cabalmente humanos. Aceptaban, perdonaban y evitaban juzgar.
Creo que la forma más elevada del perdón se alcanza al aceptar que la creación está entretejida de manera inexplicable y que toda cualidad imaginable tiene la oportunidad de manifestarse. Necesitamos aceptar de una vez por todas que sólo hay una vida y que cada quien es libre de moldearla mediante sus elecciones. La búsqueda no puede llevarnos de un lugar a otro porque todo está entrelazado. Lo único que siempre será puro y prístino es tu conciencia, una vez que la hayas desbrozado.
Es mucho mas fácil perpetuar la lucha entre el bien y el mal, lo sagrado y lo profano, nosotros y ellos.
Pero cuando la conciencia se expande, la pugna de los opuestos se aplaca y surge algo nuevo: un mundo en el que nos sentimos cómodos. El ego te perjudicó al arrojarte a un mundo de contrarios. Éstos siempre están en conflicto —sólo eso saben hacer—, ¿y quién puede sentirse cómodo en medio de un combate? La conciencia ofrece una alternativa más allá de las contiendas.
Anoche mientras dormía tuve un sueño.
Las imágenes eran las usuales de un sueño; no las recuerdo bien. De repente percibí la respiración de alguien. Al cabo de un segundo me di cuenta de que era mi esposa, quien se había movido mientras dormía. Yo sabía que se trataba de ella, y también que yo estaba soñando.
Por un instante estuve en ambos mundos, y finalmente desperté. Sentado en la cama, tuve la extraña sensación de que la irrealidad de los sueños carecía de sentido.
La vigilia es más real que ellos sólo porque así lo hemos decidido. De hecho, el sonido de la respiración de mi esposa está en mi cabeza, esté soñando o despierto.
¿Cómo puedo distinguir un estado de otro? Alguien más debe estar viendo: un observador que no está despierto, dormido ni soñando. La mayor parte del tiempo estoy tan inmerso en esos estados que no tengo otra perspectiva.
El observador silencioso es la versión más simple de mí, la que simplemente es. Si eliminas todas las distracciones de la vida, lo que queda eres tú.
Esta versión de ti no tiene que pensar ni soñar; no necesita dormir para sentirse descansado.
Es muy gratificante encontrarla porque vive en un estado de paz, por encima del bullicio y ajena a la batalla de los contrarios. Cuando buscamos estamos respondiendo al llamado silente y sereno de este nivel de nosotros mismos. Buscar es en realidad una manera de recuperarnos.
Pero para recuperarnos es necesario acercarnos lo más posible a cero. La realidad es, en esencia» existencia pura.
Reúnete contigo ahí y podrás crear lo que quieras. El “yo soy” contiene todo lo necesario para hacer un mundo, aunque en sí no es más que un testigo silencioso.
Ya has realizado el ejercicio de mirar una rosa y reducirla desde el estado físico hasta el de energía vibrando en el vacío. La segunda parte del ejercicio consistió en comprobar que tu cerebro puede descomponerse del mismo modo.
Entonces, cuando vemos una rosa, ¿es la nada contemplando a la nada? Así parece, pero el fenómeno real es más sorprendente: estás mirándote a ti mismo.
Una parte de tu conciencia, la que llamas “yo”, está mirándose en la forma de una rosa.
Ni el objeto ni el observador tienen un núcleo físico.
No hay una persona dentro de tu cabeza; sólo un remolino de agua, sal, azúcar y algunas otras sustancias químicas como potasio y sodio. Este remolino —el cerebro— está siempre fluyendo, por lo que cada experiencia viaja por corrientes y remolinos tan rápidos como un río de montaña.
Entonces, si el observador silencioso no está en el cerebro, ¿dónde está? Los neurólogos han identificado pautas y ubicaciones para todos los estados de ánimo posibles; sin importar cuál esté experimentando la persona —depresión, euforia, creatividad» alucinación, amnesia, parálisis, deseo sexual o cualquier otro—, el cerebro presenta una pauta característica de actividad distribuida en varios sitios.
Sin embargo, no hay ubicación ni pauta para quien tiene esas experiencias: podría no estar en ningún lugar, al menos en ninguno que la ciencia pueda identificar. No podemos sino sentirnos enormemente emocionados. Que el tú real no esté en tu cabeza significa que estás en libertad, igual que la conciencia.
Esta libertad es ilimitada: puedes crear lo que sea porque estás en cada átomo de la creación. Sea cual sea el deseo de tu conciencia, la materia obedecerá. En efecto, tú estás primero y el mundo después.
Puedo escuchar los gritos airados de quienes afirman que los creyentes de hoy se sienten más poderosos que Dios, quienes en vez de acatar sus leyes definen el mundo a su antojo.
Esta crítica tiene algo de verdad, pero debe contextualizarse. Piensa en un bebé que ha gateado durante varios meses y descubre de repente un nuevo modo de desplazarse llamado caminar. Todos hemos visto a un niño que descubre sus piernas: su rostro refleja una combinación de inestabilidad y de- terminación, inseguridad y alegría. “¿Podré hacerlo? ¿Será mejor seguir gateando como hasta ahora?”
Lo que vemos en la cara del niño son los mismos sentimientos encontrados de quien se encuentra en una encrucijada espiritual. En ambos casos, todo resulta desconocido.
El cerebro motiva al cuerpo, el cuerpo transmite información inesperada al cerebro, acciones inéditas empiezan a surgir de la nada, y aunque toda la situación resulta amenazante, la excitación nos impulsa: “No sé a dónde voy, pero debo llegar”. Todas las experiencias ocurren en el caldero burbujeante de la creación.
Cada momento de la vida lanza al cuerpo a una mezcla inestable de mente, emociones, percepciones, conductas y sucesos externos. Tu atención es atraída en todas direcciones. En un momento de despertar espiritual, el cerebro está tan confundido, feliz, inseguro, intranquilo y sorprendido como el bebé que descubre sus piernas. Pero en el nivel del testigo» esta confusa mezcla resulta totalmente diáfana: todo es uno.
Piensa de nuevo en el bebé. Cuando avanza vacilante, el mundo se tambalea con él. No hay lugar firme donde plantarse ni oportunidad de decir: “Tengo el control.
Esto saldrá tal como lo planeo”. El bebé no tiene más remedio que sumergirse en un mundo pictórico de nuevas dimensiones. ¿Es posible vivir de esta manera, sumergiéndonos en nuevas dimensiones a cada momento? No; es necesario encontrar la estabilidad. Desde la infancia la hemos hallado en el ego, imaginando un “yo” invariable que tiene el control o al menos intenta poseerlo. Pero hay algo mucho más estable: el testigo.
Encuentra al testigo silencioso
Cómo buscar en tu interior.
1. Sigue el flujo de la conciencia.
2. No resistas a lo que ocurre dentro.
3. Ábrete a lo desconocido.
4. No censures ni niegues lo que sientes.
5. Ve más allá de ti mismo.
6. Sé auténtico, expresa tu verdad.
7. Haz del centro tu hogar.
Sigue el flujo. La frase “sigue tu sueño” se ha convertido en una máxima para muchas personas. El principio que la sustenta es que la mejor guía para el futuro es aquello que produce mayor alegría a una persona.
Una guía aún más confiable es seguir tu conciencia conforme se desarrolla. En ocasiones, ésta no se identifica con la alegría o con nuestro sueño.
Tal vez descubras una necesidad oculta de sentir pesar o una sensación persistente de malestar o descontento con las limitaciones de tu vida actual.
Pero la mayoría de las personas no siguen estas señales; buscan mentes externas de felicidad y piensan que su sueño está en ellas. En cambio, si sigues tu conciencia descubrirás que abre un sendero a través del tiempo y el espacio.
La conciencia no puede desarrollarse sin desarrollar también los sucesos externos que la reflejan.
Así se vinculan deseo y propósito: si sigues tu deseo, el propósito se revela. Hay un flujo que vincula los sucesos desconectados, y tú eres ese flujo.
Cuando eras niño, el flujo te llevó de una etapa de desarrollo a la siguiente; ahora puede hacer lo mismo.
Nadie puede predecir tu siguiente etapa, ni siquiera tú.
Pero si estás dispuesto a seguir el flujo, el camino te acercará al testigo silencioso, quien reside en la fuente de todos tus deseos. No resistas a lo que ocurre. Es imposible ser nuevo y viejo al mismo tiempo, pero todos queremos ser los mismos a la vez que realizamos cambios. Ésta es la fórmula perfecta para atascarse. Con el fin de buscar tu verdadero yo debes abandonar imágenes antiguas de ti mismo.
Es irrelevante si te agrada quién eres o no. Una persona con autoestima elevada y logros sobresalientes está atrapada por igual en la guerra de contrarios. De hecho, estos individuos suelen pensar que están ganando esa guerra para el lado “bueno”. La parte de ti que se ha liberado de todas las batallas es el testigo. Si quieres encontrarlo» más vale que te prepares: los viejos hábitos centrados en ganar y perder, ser aceptado o rechazado, sentirse en control o disperso, empezarán a cambiar. No te resistas a este cambio; te estás despojando de los adornos del ego y adquiriendo un nuevo sentido del yo.
Ábrete a lo desconocido.
Este libro, dedicado al misterio de la vida, vuelve continuamente a lo desconocido. Lo que crees que eres no es real sino una mezcla de sucesos pasados, deseos y recuerdos. Esta mezcolanza tiene vida propia: avanza por el tiempo y el espacio experimentando sólo lo que ya conoce.
Una experiencia nueva no es nueva en realidad; es un leve giro de sensaciones bien conocidas.
Abrirte a lo desconocido significa arrancar de raíz tus reacciones acostumbradas y hábitos.
Observa cuan frecuentemente las mismas palabras salen de tu boca, las mismas preferencias y aversiones dictan lo que haces con tu tiempo, las mismas personas hacen de tu vida una rutina. Toda esta familiaridad es como una concha.
Lo desconocido está fuera de ella, y para encontrarlo debes estar dispuesto a recibirlo.
No censures ni niegues lo que sientes.
En la superficie, la vida cotidiana es mucho más cómoda que nunca. No obstante, las personas aún llevan vidas de silenciosa desesperación. La fuente de ésta es la represión, la sensación de que no podemos ser lo que queremos ser, sentir lo que queremos sentir, hacer lo que queremos hacer.
Un creador no debe estar limitado de esta manera.
Ninguna autoridad ejerce esta represión sobre ti; es totalmente autoimpuesta.
Cada parte de ti que no puedes enfrentar levanta una barrera entre tú y la realidad.
Y sin embargo, las emociones son totalmente privadas.
Sólo tú sabes cómo te sientes, y cuando dejas de censurar tus emociones, el efecto supera por mucho la simple sensación de bienestar.
El objetivo no es experimentar sólo emociones positivas.
La libertad no se alcanza sintiéndose bien; se alcanza siendo fiel a uno mismo. Todos tenemos deudas emocionales con el pasado, en la forma de sentimientos que no pudimos expresar.
El pasado no quedará atrás mientras estas deudas no estén saldadas. No debes volver con la persona que te hizo enojar o asustó, con la intención de modificar el pasado.
Para esa persona, el impacto no será el mismo que para ti.
El propósito de cancelar las deudas emocionales es encontrar tu lugar en el presente.
El ego tiene un repertorio de racionalizaciones para coartar tu libertad emocional:
No soy el tipo de persona que tiene esos sentimientos.
Debería superarlo.
A nadie le interesa saber de estos sentimientos.
No tengo derecho a sentir dolor; no es justo para los demás. Sólo abriré viejas heridas.
Lo pasado, pasado.
Si te sorprendes diciendo cosas así para evitar enfrentar sentimientos dolorosos, puede que logres mantenerlos reprimidos. Pero cada sentimiento oculto y bloqueado es como un pedazo de conciencia congelada.
Mientras no se derrita, seguirás diciendo “Yo soy este dolor” aunque te rehúses a verlo: te tiene en sus garras.
Éste es otro obstáculo que debe disolverse entre tú y el testigo silencioso. Debes dedicar tiempo y atención, sentarte con tus sentimientos y permitirles decir lo que deben decir.
Ve más allá de ti mismo. Sí habitas un yo estable y fijo puedes creer que has logrado algo positivo.
Las personas suelen decir: “Ahora me conozco a mí mismo”. Lo que en realidad conocen es una imitación de un yo real, una colección totalmente histórica de hábitos, etiquetas y preferencias.
Debes ir más allá de esta identidad creada por ti mismo, para hallar la fuente de energía nueva.
El testigo silencioso no es un segundo yo.
No es un como traje nuevo que cuelgues en el clóset y te pongas para remplazar el traje raído que has desgastado.
El testigo es una sensación del yo que está más allá de las fronteras. Hay un poema impresionante del gran poeta bengalí Rabindranath Tagore en el que imagina cómo será morir.
Él tiene una profunda intuición de que será como una piedra derritiéndose en su corazón: La piedra se derretirá en lágrimas porque no puedo permanecer cerrado a ti por siempre no puedo escapar sin ser conquistado. Desde el cielo azul un ojo mirará hacia abajo para convocarme en silencio.
A tus pies recibiré la muerte completa.
Para mí, es la descripción perfecta de ir más allá de uno mismo. Pese a haber vivido con una parte dura en el corazón, no puedes evitar tu yo real. Es el ojo silencioso que mira hacia abajo. (En vez de decir “recibiré la muerte”, el poeta pudo decir “recibiré la libertad” o “recibiré la alegría”) ir más allá de uno mismo significa tomar conciencia, con determinación auténtica, de que tu identidad fija es falsa.
Entonces, cuando el ego te exija ver el mundo desde la perspectiva de “qué hay en él para mí”, podrás liberarte respondiendo: “ese yo no está a cargo ya”. Sé auténtico.
¿Por qué se dice que la verdad nos hará libres?
Las personas son excluidas y castigadas todo el tiempo por decir la verdad. Las mentiras triunfan frecuentemente.
Un acuerdo cortés para dejar las cosas como están y no hacer olas ha proporcionado dinero y poder a muchas personas.
Pero “la verdad os hará Libres” no se pensó como consejo práctico. Detrás de las palabras hay una intención espiritual que dice, en esencia: “Tú no puedes liberarte, pero la verdad sí” En otras palabras, la verdad tiene el poder de hacer a un lado lo falso, y con ello, puede liberarnos.
El propósito del ego es mantenerse en marcha.
Sin embargo, en los momentos cruciales, la verdad nos habla; nos dice cómo son las cosas en realidad, no todo el tiempo ni para todas las personas, sino en este momento y sólo para nosotros. Debes honrar este impulso si quieres ser libre. Cuando pienso en cómo es un destello de verdad, se me ocurren algunos ejemplos:
Saber que no puedes ser lo que otro quiere que seas, sin importar cuánto lo ames.
Saber que amas aun cuando da miedo decirlo.
Saber que la lucha de otra persona no es tu lucha.
Saber que eres mejor de lo que pareces ser.
Saber que sobrevivirás.
Saber que tienes que seguir tu propio camino.
Cada oración comienza con la palabra saber porque el testigo silencioso es ese nivel en que te conoces, sin importar lo que otros crean que saben. Decir tu verdad no es lo mismo que vociferar todas las cosas desagradables que no has dicho por miedo o cortesía.
Estos arrebatos tienen siempre presión y tensión detrás de ellos, están fundados en la frustración, cargan ira y dolor.
El tipo de verdad que proviene de aquel que sabe es serena; no se refiere al comportamiento de alguien más; nos da claridad sobre quiénes somos.
Valora estos destellos.
No puedes hacer que aparezcan pero puedes fomentarlos siendo auténtico y no permitiéndote ser un personaje creado sólo para sentirte seguro y aceptado.
Haz del centro tu hogar.
Estar centrado se considera deseable.
Cuando las personas se sienten distraídas o dispersas, suelen decir: “Perdí mi centro”.
Pero si no hay una persona dentro de tu cabeza, si el sentido que el ego tiene del yo es ilusorio, ¿dónde está el centro? Paradójicamente, el centro está en todas partes.
Es el espacio abierto que no tiene fronteras.
En vez de pensar en tu centro como un lugar definido (del modo en que las personas señalan su corazón como el asiento del alma) permanece en el centro de la experiencia.
La experiencia no es un lugar; es un foco de atención.
Puedes vivir ahí, en el punto fijo alrededor del cual todo gira. Estar descentrado es perder concentración, apartar la mirada de la experiencia o bloquearla.
Estar centrado es como decir: “Quiero encontrar mi hogar en la creación”. Te relajas y adoptas el ritmo de tu propia vida, lo cual prepara el escenario para encontrarte a ti mismo en el nivel más profundo.
No puedes llamar al testigo silencioso pero puedes acercarte a él rehusándote a perderte en tu propia creación.
Cuando me descubro eclipsado por algo, recurro a unos sencillos pasos:
Me digo: “Aunque esta situación me perturba, yo soy más que cualquier situación”.
Respiro profundamente y centro mi atención en lo que mi cuerpo está sintiendo.
Me veo como lo haría otra persona (de preferencia la persona a la que me estoy resistiendo o frente a la que estoy reaccionando).
Tomo conciencia de que mis emociones no son guías confiables hacia lo permanente y lo real. Son reacciones momentáneas, y lo más probable es que hayan nacido del hábito.
Si estoy al borde de un arranque de reacciones incontrolables, me alejo.
Como ves, no intento sentirme mejor, ser más positivo, acercarme desde el amor o cambiar mi estado.
Todos estamos enmarcados por personalidades e impulsados por egos.
Las personalidades del ego están entrenadas por el hábito y el pasado; avanzan como motores
autopropulsados.
Si puedes observar el mecanismo en marcha sin quedar atrapado en él,
descubrirás que posees una segunda perspectiva siempre serena, alerta, objetiva, sintonizada pero
no eclipsada. Ese segundo lugar es tu centro.
No es un lugar sino un encuentro cercano con el
testigo silencioso.
Deepak Chopra.
http://rosacastillobcn.blogspot.com.es/
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