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jueves, 3 de marzo de 2016

El MECANISMO DE DEJAR IR (Dr. David R Hawkins.)




Capitulo III (Tercer Escrito)
LA ANATOMÍA DE LAS EMOCIONES
Sanando el Pasado
Si nos fijamos en nuestras vidas, veremos restos de crisis vitales pasadas que todavía están sin resolver.
Pensamientos y sentimientos acerca de los sucesos que tienden a ocurrir y colorear nuestra percepción, y nos daremos cuenta de que nos han discapacitado en ciertas áreas de la vida.
Llegados a este punto, es conveniente preguntarse si vale la pena pagar este coste continuo.
Ahora que tenemos algunos mecanismos con los que manejar estos restos, pueden ser descubiertos. Los sentimientos residuales pueden ser investigados y dejados de modo que la curación pueda tener lugar.
Esto nos lleva a otra técnica de sanación emocional que se vuelve poderosa una vez que el acontecimiento principal ha pasado. Esto es poner el suceso en un contexto diferente, para verlo desde una perspectiva diferente, y considerarlo en un paradigma distinto con importancia y significado distintos.
Se dice que la mayoría de las personas se pasan la vida lamentando el pasado y temiendo el futuro; por tanto, son incapaces de experimentar alegría en el presente. Muchos de nosotros hemos asumido que este es nuestro destino humano, nuestra suerte, y lo mejor que podemos hacer es "poner buena cara y aguantarnos". Los filósofos han sacado tajada a veces de este enfoque negativo y pesimista, y desarrollaron todos los sistemas del nihilismo.
Estos filósofos, algunos de los cuales han sido reconocidos en los últimos años, son obviamente meras víctimas de las emociones dolorosas que no han manejado y que provocaron la interminable intelectualización y elaboración.
Algunos pasaron toda su vida construyendo sofisticados sistemas intelectuales para justificar lo que salta a la vista que es una simple emoción reprimida.
Una de las herramientas más efectivas para manejar el pasado es la creación de un contexto diferente. Esto significa que le damos un significado diferente. Asumimos una actitud diferente acerca de las dificultades pasadas o traumas, y reconocemos un don oculto en ello. El valor de esta técnica le fue reconocido por primera vez en psiquiatría a Viktor Frankl.
Explicó el enfoque, que calificó de "Logoterapia", en su famoso libro, El Hombre En Busca De Sentido. Su experiencia clínica y personal demostró que los acontecimientos emocionales y los sucesos traumáticos cambiarían considerablemente y sanarían si se les envolviera con un nuevo significado.
Frankl habló de su propia experiencia en los campos de concentración Nazis en donde llegó a ver su sufrimiento físico y psíquico como una oportunidad para lograr el triunfo interior. "Todo se puede tomar de un hombre, menos una cosa: la última de las libertades humanas, -elegir la propia actitud en cualquier conjunto de circunstancias dadas, elegir tu propio camino" (Frankl, 1959 - 2006). Frankl re-contextualizó las terribles circunstancias para mantener el profundo significado del espíritu humano.
Cada experiencia de la vida, no importa lo "trágica" que sea, contiene una lección oculta. Cuando descubrimos y reconocemos el don oculto que está ahí, la curación se lleva a cabo.
En el ejemplo del hombre que perdió su trabajo, después de que algún tiempo hubiera pasado, miró hacia atrás y vio que su anterior trabajo retrasaba su crecimiento, y que se había quedado en la rutina. Francamente, el trabajo le había provocado una úlcera. Antes de perder el trabajo, sólo había visto sus ventajas. Una vez pasada la situación, comenzó a ver los costes que había estado pagando, -física, mental y emocionalmente.
Después de perder el trabajo, estaba abierto a descubrir nuevas habilidades y nuevos talentos, de hecho, comenzó una nueva y más prometedora carrera.
Por lo tanto, los acontecimientos de la vida son oportunidades para crecer, expandirse, experimentar y desarrollarse. En algunos casos parece en retrospectiva que hubiera en realidad este propósito inconsciente detrás del acontecimiento, como si nuestro inconsciente supiera que algo importante debiera ser aprendido y, por doloroso que fuera, esa era la única forma en la que podía llevarse a la experiencia.
Esto es parte de la psicología del psicoanalista Carl Jung, quien llegó a la conclusión después de toda una vida de estudio, de que existe un impulso innato en el inconsciente hacia la plenitud, la integridad, y la realización del Ser, y que el inconsciente ingeniará las maneras y los medios de llevar a cabo esto, aunque sean traumáticas para la mente consciente. Jung también dijo que en el inconsciente había un aspecto de nosotros mismos llamado la "sombra".
La sombra son todos los pensamientos, sentimientos y conceptos reprimidos sobre nosotros mismos que no queremos enfrentar. Uno de los beneficios de una crisis es que a menudo nos lleva a familiarizarnos con nuestra sombra. Nos hace más humanos y más completos para darnos cuenta de que todo lo compartimos con toda la humanidad. Todas las cosas, "ellas", que pensábamos que eran culpables están igualmente en nosotros mismos.
Así, cuando son llevadas hasta a la conciencia consciente, y son reconocidas y entregadas, ya no operan en nosotros inconscientemente.
Una vez que la sombra ha sido reconocida, pierde su poder.
Todo lo que se necesita es simplemente reconocer que tenemos ciertos impulsos, pensamientos y sentimientos prohibidos. Ahora, pueden ser manejados con un "¿Y qué?" Al pasar por una crisis vital, nos hacemos más humanos, más compasivos, aceptamos mejor las cosas y nos volvemos mas comprensivos hacia nosotros mismos y hacia los demás. Ya no hemos de satisfacernos haciendo que los demás se equivoquen o equivocándonos nosotros mismos. Manejar una crisis emocional lleva a una mayor sabiduría y resulta beneficioso de por vida.
El miedo a la vida es en realidad el miedo de las emociones.
No son los hechos lo que tememos, sino nuestros sentimientos acerca de ellos. Una vez que tengamos dominio sobre nuestros sentimientos, nuestro miedo a la vida disminuye. Sentimos una mayor confianza en nosotros mismos, y estamos en disposición de hacer grandes cambios porque ahora sentimos que podemos manejar las consecuencias emocionales, sean las que sean.
Porque el miedo es la base de todas las inhibiciones, el dominio sobre el miedo significa desbloquear todas las vías de la experiencia de la vida que antes habían sido evitadas.
Por lo tanto, el hombre que maneja con éxito la crisis de perder un empleo no volverá a experimentar ese mismo miedo de nuevo.
En el futuro, por tanto, será más creativo en el siguiente trabajo, dispuesto a tomar los riesgos necesarios para que sea un éxito. Comienza a ver cómo ese miedo inquietante de la pérdida del empleo ha limitado severamente su actuación en el pasado, lo hizo miedoso y cauteloso, y le costó su autoestima debido a su doblegamiento y conformidad con sus superiores.
Uno de los beneficios de una crisis vital es una mayor auto-consciencia. La situación es abrumadora, y nos vemos obligados a detener todos nuestros divertimentos, dar un buen vistazo a nuestra situación vital, y volver a evaluar nuestras creencias, metas, valores y dirección en la vida.
Es una oportunidad para reevaluar y dejar la culpa. También es una oportunidad para un cambio total de actitud.
Las crisis vitales, a medida que las pasamos, nos enfrentan a polos opuestos. ¿Deberíamos odiar o perdonar a esa persona? ¿Deberíamos aprender de esta experiencia y crecer, o resistirla y amargarnos? ¿Elegimos pasar por alto los defectos de las otras personas y los nuestros, o en su lugar nos molestan y mentalmente las atacamos? ¿Deberíamos retirarnos de una situación similar en el futuro con mayor temor, o debemos trascender esta crisis y dominarla de una vez por todas? ¿Elegimos la esperanza o el desaliento? ¿Podemos utilizar la experiencia como una oportunidad para aprender a compartir, o nos encerraremos en una concha de miedo y amargura? Cada experiencia emocional es una oportunidad para ir hacia arriba o hacia abajo. ¿Qué elegiremos? Esa es la confrontación.
Tenemos la oportunidad de elegir si queremos conservar o dejar los trastornos emocionales. Podemos ver el coste de aferrarnos a ellos. ¿Queremos pagar el precio? ¿Estamos dispuestos a aceptar los sentimientos? Podemos ver los beneficios de dejarlos ir.
La elección que hagamos determinará nuestro futuro. ¿Qué clase de futuro queremos? ¿Elegiremos ser sanados, o nos convertiremos en unos heridos ambulantes?
Al tomar esta elección, es bueno observar el pago que obtenemos al aferrarnos a los restos de una experiencia dolorosa. ¿Cuáles son las satisfacciones que estamos obteniendo? ¿Con tan poco estamos dispuestos a conformarnos? Ira. Odio. Autocompasión. Resentimientos. Todo esto tiene una recompensa poco barata, una muy pequeña satisfacción interior. No pretendamos que no está ahí. Hay un placer extraño, peculiar cuando nos aferramos al dolor. Sin duda, satisface nuestra necesidad inconsciente de aliviar la culpa a través del castigo.
Llegamos a sentirnos miserables y descompuestos. Surge entonces la pregunta: "¿Pero por cuánto tiempo?"
Tomemos, por ejemplo, a un hombre que no había hablado con su hermano durante veintitrés años.
Ninguno de los dos podía recordar el incidente en cuestión; había sido olvidado hacía tiempo. Pero tenían la costumbre de no hablarse, por lo que durante veintitrés años pagaron el precio de perder su mutua compañía, afecto, y unión en los asuntos familiares, y compartir todas las experiencias y el amor que podrían haber tenido.
Cuando el hombre aprendió el mecanismo de la entrega, comenzó a dejar de lado sus sentimientos hacia su hermano. De repente, estalló en lágrimas de dolor, dándose cuenta de todo lo que se había perdido en los últimos años.
Al perdonar a su hermano, provocó una respuesta similar en el hermano, y los dos se reunieron. Luego, uno de los hermanos se remontó hasta el incidente. Había sido una discusión por un par de zapatos de tenis. ¡Por un par de zapatillas de tenis habían pagado un precio que se había extendido durante veintitrés años! De no haber aprendido la técnica del dejar ir, el hombre bien podría haber ido a la tumba con el mismo resentimiento.
Así que la pregunta es, "¿Por cuanto tiempo queremos seguir sufriendo? ¿Cuando estamos dispuestos a dedicar a ello? ¿Cuándo es suficiente?" La parte de nosotros que quiere aferrarse a las emociones negativas es nuestra pequeñez. Es la parte de nosotros que es miserable, mezquina, egoísta, competitiva, rastrera, maquinadora, desconfiada, vengativa, crítica, mermada, débil, culpable, avergonzada, y vana.
Tiene poca energía; es agotadora, degradante, y lleva a la disminución de la autoestima. Es la pequeña parte de nosotros que representa nuestro auto-odio, la culpa sin fin, y la búsqueda del castigo, la enfermedad y el trastorno. ¿Es esa la parte con la que queremos identificar? ¿Es esa la parte que queremos potenciar? ¿Es esa la forma en que queremos vernos a nosotros mismos?
Porque si esa es la forma en que nos vemos a nosotros mismos, esa es la manera en que los demás nos verán. El mundo sólo puede vernos como nos vemos a nosotros mismos. ¿Estamos dispuestos a pagar las consecuencias? Si nos vemos a nosotros mismos como rastreros y mezquinos, es poco probable que estemos los primeros de la lista de la empresa para un aumento de sueldo.
El precio de aferrarse a la pequeñez puede ser demostrado por la prueba muscular. El procedimiento es bastante simple (Hawkins, 1995, 2012). Mantén en la mente, un pensamiento bonito y haz que alguien presione tu brazo hacia abajo mientras resistes; notar el efecto.
Ahora elige la visión exactamente opuesta. Imagínate a ti mismo como un ser generoso, compasivo, cariñoso, y experimenta tu grandeza interior. Al instante, habrá un enorme aumento de la fortaleza muscular que indica un repentino aumento de la bio-energía positiva.
La pequeñez trae debilidad, enfermedad, trastornos y muerte.
¿De verdad quieres eso? Dejar ir los sentimientos negativos pueden ir acompañado de otra maniobra muy saludable que ayudará enormemente tu transformación interior, y es la de dejar de resistir las emociones positivas.
Mejorar las Emociones Positivas
El corolario al dejar ir los sentimientos negativos es dejar de resistir los positivos. Todo en el universo tiene su opuesto; por lo tanto, en la mente, cada sentimiento negativo tiene su contrapartida entre la pequeñez y la grandeza, seamos constantemente conscientes de su existencia en un momento dado o no.
Un buen ejercicio y muy esclarecedor es sentarse y observar la sensación directamente opuesta a la negativa que estamos viviendo y empezar a dejar de resistirnos a ella.
Digamos, por ejemplo, que el cumpleaños de un amigo se acerca y nos sentimos resentidos y mezquinos; por lo tanto, nos parece que no deberíamos salir a comprar un regalo, y el día se acerca.
Los sentimientos exactamente opuestos son los del perdón y generosidad. Solo empezamos a buscar los sentimientos de perdón en nosotros mismos y dejamos de resistirlos.
Al mantenernos en el dejar ir de nuestra resistencia a perdona a la persona, a menudo es sorprendente que vienen en oleadas. Empezaremos a reconocer que parte de nuestra naturaleza siempre ha tenido la voluntad de perdonar y quiere hacerlo, pero no nos atrevimos a correr el riesgo.
Pensamos que parecería una tontería. Pensamos que estábamos castigando a la otra persona manteniendo el resentimiento, pero en realidad hemos estado suprimiendo el amor.
En un principio, podemos no sentir esto consciente y específicamente en relación a nuestro amigo, pero empezaremos a notar que tenemos este aspecto en nuestra personalidad.
A medida que seguimos entregando nuestra resistencia a amar, nos daremos cuenta de que dentro de nosotros hay algo que quiere expresarse a través del compartir y el dar, dejando ir el pasado y enterrando el hacha de guerra. Hay un deseo de hacer un gesto amistoso; queremos curar la separación, reparar la herida, corregir el error, expresar gratitud, y tener una oportunidad para hacer lo que pensaste que era una tontería.
El propósito de este ejercicio es encontrar en nosotros lo que sólo puede describirse como la grandeza. La grandeza es el coraje para superar los obstáculos. Es la voluntad de pasar al nivel más elevado del amor. Es la aceptación de la humanidad de los demás y tener compasión por su sufrimiento al ponernos nosotros mismos sus zapatos. Del perdonar a los demás proviene nuestro perdón y alivio de la culpa. La verdadera recompensa que obtenemos es la de desprendernos de nuestra negatividad y elegir ser cariñosos; somos los únicos que se benefician. Somos los únicos que ganamos la verdadera recompensa.
Con este incremento de la consciencia de quiénes realmente somos viene la progresiva invulnerabilidad al dolor. Una vez que compasivamente aceptamos nuestra humanidad y la de los demás, ya no estamos sujetos a la humillación, la verdadera humildad es parte de la grandeza.
Del reconocimiento de quiénes somos en realidad proviene el deseo de buscar lo que es edificante.
De él surge un nuevo significado y contexto de la vida.
Cuando ese vacío interior, debido a la falta de autoestima, es reemplazado por el verdadero amor propio, autoestima y respeto, ya no tenemos que buscarla en el mundo, porque la fuente de la felicidad está en nosotros mismos.
Y caemos en la cuenta de que no puede ser suministrada de ningún modo por el mundo.
Ninguna riqueza puede compensar una sensación de pobreza interior. Todos sabemos de muchos multimillonarios que tratan de compensar su sensación interior de vacío y falta de valor interior. Una vez que hemos contactado con este Ser interior, esta grandeza interior, esta plenitud interior, alegría y verdadera sensación de felicidad, hemos trascendido el mundo.
El mundo es ahora un lugar para disfrutar, y ya no estamos tomando partido por el. Ya no estamos en su efecto.
Al utilizar estas técnicas de renunciar a lo negativo y entregar la resistencia de lo positivo, más pronto o más tarde nos encontramos en una repentina y completa consciencia de nuestra verdadera dimensión.
Una vez que esto se ha experimentado, nunca será olvidado.
El mundo nunca nos intimidará de nuevo como una vez lo hizo.
Es posible que continuemos acatando las formas del mundo por puro hábito, pero el instinto interior, la vulnerabilidad interior, y la duda interior se han ido ahora.
Externamente, el comportamiento puede parecer el mismo, pero, internamente, las causas para ello son ahora totalmente diferentes.
El resultado final de manejar conscientemente las emociones es la invulnerabilidad y la imperturbabilidad. Nuestra naturaleza interior está ahora a prueba de balas. Somos capaces de ir por la vida con equilibrio y gracia.

Dr. David R Hawkins
http://universo-espiritual.ning.com/
http://rosacastillobcn.blogspot.com.es/

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