Capitulo II (Segundo Escrito)
Los Sentimientos y Los Mecanismos Mentales
Tenemos tres maneras principales de manejar los sentimientos: supresión, expresión y escape.
Vamos a desarrollar cada uno de ellas.
La supresión y la represión. Estas son las formas más comunes con las que tapamos nuestros sentimientos y los dejamos a un lado. En la represión, esto sucede inconscientemente; en la supresión, sucede conscientemente.
No queremos que nos molesten nuestros sentimientos y, además, no sabemos qué más hacer con ellos.
Sorteamos el sufriendo a través de ellos y tratamos de seguir funcionando como mejor podemos.
Los sentimientos que elegimos para ser suprimidos o reprimidos lo son en conformidad a los programas conscientes e inconscientes que llevamos con nosotros por costumbre social y educación familiar.
La presión de los sentimientos suprimidos se manifiesta luego como irritabilidad, cambios de humor, tensión en los músculos del cuello y la espalda, dolores de cabeza, calambres, trastornos menstruales, colitis, indigestión, insomnio, hipertensión, alergias y otras condiciones somáticas.
Cuando reprimimos un sentimiento, es porque hay tanta culpa y miedo por la sensación que ni siquiera puede ser sentida.
Se ve instantáneamente surgiendo en el inconsciente apenas amenaza con emerger. El sentimiento reprimido es luego manejado de varias maneras para asegurar siempre que se mantiene reprimido y fuera de la consciencia.
De estos mecanismos utilizados por la mente para mantener el sentimiento reprimido, la negación y la proyección son quizás los métodos más conocidos, ya que tienden a ir juntos y reforzarse el uno al otro.
La negación deriva en bloqueos importantes de las emociones y la maduración.
Generalmente viene acompañada por el mecanismo de la proyección.
Como consecuencia de la culpa y el miedo, reprimimos el impulso o el sentimiento, y negamos su presencia en nosotros mismos. En lugar de sentirlo, lo proyectamos sobre el mundo y en los que nos rodean. Experimentamos la sensación como si perteneciera a "ellos". "Ellos" se convierten entonces en el enemigo, y la mente busca y encuentra justificación para reforzar la proyección. La culpabilidad se sitúa en las personas, los lugares, las instituciones, los alimentos, las condiciones climáticas, los acontecimientos astrológicos, las condiciones sociales, el destino, Dios, la suerte, el diablo, los extranjeros, los grupos étnicos, los rivales políticos, y otras cosas fuera de nosotros mismos. La proyección es el principal mecanismo utilizado en el mundo de hoy. Es responsable de todas las guerras, los disturbios y los desórdenes civiles. Incluso se anima a odiar al enemigo para convertirse a sí mismo en un "buen ciudadano".
Mantenemos nuestra propia autoestima a costa de los demás y, con el tiempo, esto deriva en descomposición social. El mecanismo de la proyección subyace a todo ataque, violencia, agresión, y toda forma de destrucción social. 2. Expresión.
Con este mecanismo, la sensación es canalizada, verbalizada, o afirmada por el lenguaje corporal, y se representan en un sinfín de demostraciones en grupo.
La expresión de los sentimientos negativos permite dejar salir sólo la suficiente presión interior para que, de este modo, el resto pueda ser suprimido.
Este es un punto muy importante a entender, porque muchas personas en la sociedad de hoy creen que expresar sus sentimientos les libera de ellos. Los hechos demuestran lo contrario.
La expresión de un sentimiento, en primer lugar, tiende a propagarlo y darle mayor energía.
En segundo lugar, la expresión del sentimiento simplemente permite que el resto sea suprimido al margen de la consciencia. El equilibrio entre supresión y expresión varía en cada individuo ya que depende de aspectos como su formación temprana, las actuales normas culturales, las costumbres, y los medios.
Expresarse está ahora de moda como resultado de una interpretación errónea de la obra de Sigmund Freud y el psicoanálisis. Freud señaló que la supresión era la causa de la neurosis; por lo tanto, se pensó erróneamente que la expresión era la cura. Esta mala interpretación se convirtió en una licencia para la auto-indulgencia a costa de los demás. Lo que en realidad dijo Freud, en el psicoanálisis clásico, era que el impulso o sentimiento reprimido debía ser neutralizado, sublimado, socializado, y canalizado por los instintos constructivos del amor, el trabajo y la creatividad.
Si volcamos nuestros sentimientos negativos en los demás, lo experimentarán como un ataque, y a su vez, se verán forzados a suprimir, expresar, o escapar de esos sentimientos; por lo tanto, la expresión de la negatividad deriva en el deterioro y la destrucción de las relaciones. Una alternativa mucho mejor es asumir la responsabilidad de nuestros propios sentimientos y neutralizarlos. Entonces, sólo los sentimientos positivos permanecen y son expresados.
Escape. El escape es la evitación de los sentimientos a través de la diversión. Esta evitación es la columna vertebral de las industrias del entretenimiento y los licores, así como la ruta del adicto al trabajo. El escapismo y la evitación de la consciencia interior es un mecanismo socialmente tolerado. Podemos evitar a nuestros propios yoes interiores y tapar nuestros propios sentimientos a través de una interminable variedad de búsquedas, muchas de las cuales con el tiempo se convierten en adicciones a medida que nuestra dependencia a ellas crece. La gente está desesperada por seguir inconsciente. Observemos cómo a menudo las personas encienden la televisión en el momento en que entran en una habitación y luego caminan por ella en un estado de cuasi- insomnio, siendo constantemente programados por los datos que provienen en ella. Las personas están aterrorizadas con la idea de enfrentarse a sí mismas. Temen incluso un momento de soledad. De ello, las constantes actividades frenéticas: la interminable socialización, el hablar, el enviar mensajes de texto, leer, escuchar música, trabajar, viajar, hacer turismo, ir de compras, comer en exceso, los juegos de azar, ir al cine, tomar píldoras, el uso de drogas y las fiestas de cóctel. Muchos de los mecanismos anteriores de escape son erróneos, estresantes e ineficaces. Cada uno de ellos requiere cantidades crecientes de energía en y de por sí. Se requieren enormes cantidades de energía para mantener el control sobre la presión creciente de los sentimientos suprimidos y reprimidos. Hay una pérdida progresiva de consciencia y un freno en el crecimiento. Hay una pérdida de creatividad, energía, e interés genuino en los demás. El crecimiento espiritual se detiene y, finalmente, se desarrollan de enfermedades físicas y emocionales, dolencias, envejecimiento y muerte prematura. La proyección de estos sentimientos reprimidos resulta en problemas sociales, trastornos, y el aumento del egoísmo y la crueldad que caracteriza a nuestra sociedad actual. Por encima de todo, el efecto es la incapacidad para verdaderamente amar y confiar en otra persona, lo que resulta en el aislamiento emocional y el odio a uno mismo. En contraste con lo anterior, ¿qué sucede cuando en lugar de esto nos liberamos de un sentimiento? La energía detrás de ese sentimiento es instantáneamente entregada y el efecto neto es la descompresión. La presión acumulada comienza a disminuir a medida que lo soltamos constantemente. Todo el mundo lo sabe, cuando soltamos, nos sentimos mejor inmediatamente. La fisiología del cuerpo se cambia. Hay mejoras detectables en el color de la piel, la respiración, el pulso, la presión sanguínea, la tensión muscular, la función gastrointestinal, y la composición química de la sangre. En un estado de libertad interior, todas las funciones del cuerpo y los órganos se corrigen en general en dirección a la normalidad y la salud. Hay un aumento inmediato en la potencia muscular. La visión mejora y nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos cambia para mejor. Nos sentimos más felices, más cariñosos y más relajados. Los Sentimientos y el Estrés Se presta mucha atención y publicidad al tema del estrés sin una comprensión verdadera de su naturaleza esencial. Se dice que somos más propensos al estrés que nunca. ¿Cuál es la causa esencial del estrés? Ciertamente no los factores desencadenantes externos. Ellos son meros ejemplos del mecanismo que hemos descrito como ‘la proyección’. Son "ellos" o "eso" que se piensa que es el culpable cuando, de hecho, lo que estamos sintiendo es simplemente la descompresión de la presión interior de las emociones reprimidas. Son estos sentimientos reprimidos los que nos hacen vulnerables al estrés externo. El verdadero origen del "estrés" es en realidad interno, y no externo como a la gente le gustaría creer. La predisposición a reaccionar con miedo, por ejemplo, depende de la cantidad de miedo que ya esté presente en nosotros para ser desencadenado por un estímulo. Cuanto más miedo interior tenemos, más cambia nuestra percepción del mundo a una expectativa precavida y temerosa. Para una persona miedosa, este mundo es un lugar aterrador. Para la persona enfadada, este mundo es un caos de frustración y aflicción. Para la persona culpable, este es un mundo de tentación y pecado, lo ven en todas partes. Lo que tenemos adentro colorea nuestro mundo. Si renunciamos a la culpa, veremos inocencia; sin embargo, una persona con sentimiento de culpa sólo verá el mal. La regla básica es que nos centramos en lo que hemos reprimido. El estrés resulta de una presión acumulada de nuestros sentimientos reprimidos y suprimidos. La presión busca alivio, y así los acontecimientos externos sólo desencadenan lo que hemos estado guardando, tanto consciente como inconscientemente. La energía de nuestros sentimientos bloqueados emerge de nuevo a través de nuestro sistema nervioso autónomo y causa cambios patológicos que provocan los procesos de enfermedad. Un sentimiento negativo inmediatamente provoca una pérdida del 50% de la fortaleza muscular del cuerpo y también reduce nuestra visión, tanto física como mental. El estrés es nuestra reacción emocional a un factor o estímulo desencadenante. El estrés está determinado por nuestros sistemas de creencias y sus presiones emocionales asociadas. No es el estímulo externo, por tanto, lo que causa el estrés, sino nuestro grado de reactividad.
Cuanto más entregados estemos, menos propensos somos al estrés. El daño causado por el estrés no es más que el resultado de nuestras propias emociones.
La efectividad del dejar ir para reducir las reacciones del cuerpo al estrés se ha demostrado en estudios científicos (véase el Capítulo 14). Muchos programas de reducción de estrés ofrecidos hoy en día a menudo pierden el punto esencial. Tratan de aliviar las secuelas del estrés en lugar de eliminar la causa del estrés en sí mismo, o se concentran en los acontecimientos externos. Esto es como tratar de bajar la fiebre sin corregir la infección. Por ejemplo, la tensión muscular es el resultado de la ansiedad, el miedo, la ira y la culpa. Un curso sobre técnicas de relajación muscular va a tener un efecto beneficioso muy limitado. Sería mucho más eficaz, en cambio, eliminar el origen de la tensión subyacente, que es la ira, el miedo, la culpa y los demás sentimientos negativos.
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