Puede sentirse. Puede percibirse. En el majestuoso corazón de la Madre Tierra el Sol comienza intensamente a brillar, para que sus hijos despierten, se abran y vuelvan a recordar que la más pura, simple y sagrada religión es la que religa corazón con corazón, para que todos compartan su divina esencia. Es en ese cálido y radiante compartir que este mensaje obrará como si fuese una bendición, ayudándonos a cambiar la percepción, para sanar creando un nuevo pasado.
¿Acaso crear un nuevo pasado es algo que resulta imposible? Nada es inamovible. Todo fluye. Todo vibra, y lo que percibimos cambia según varía nuestro enfoque. Al recordar, al evocar, la memoria selectiva insufla vida a cada uno de los fragmentos de nuestra propia historia, con la misma impronta vibratoria con que se registró, por eso hoy no podemos sentirnos agradecidos al revivir hechos que categorizamos como tristes o hiriente. Sin embargo, esto puede cambiar.
Crear un nuevo pasado no significa negar nuestro historial de vida. Tampoco implica creer que nada sucedió. Por el contrario, hay que aceptar y asimilar lo vivido, honrando lo sucedido en el camino del dolor, pues se trata de un aprendizaje muy aleccionador y valioso. El punto de giro radica en ser conscientes de que esos recuerdos que nos lastiman fueron memorizados en un contexto denso y limitado, por el accionar de la mente, en donde teníamos cerrado el corazón.
Al elevarnos en la frecuencia del amor comprendemos que esas experiencias tuvieron su razón de ser para poder crecer y seguir evolucionando. Por eso, al sentir que en la adversidad está la oportunidad para movernos desde el corazón, descubrimos el aspecto positivo de eso que sólo creíamos negativo. Así, modificando la percepción, contemplamos el bello y sutil esplendor de cada vivencia. Así nos equilibramos. Así sanamos y creamos un pasado sabiamente unificado.
Lo habíamos olvidado, pero todos contamos con la armónica habilidad de contemplar nuestros pasos desde la perspectiva integradora del corazón, para dejar de cargar con pesadas mochilas emocionales que bloquean la luz del Sol. Por eso este mensaje se manifiesta como si fuese una clara y redentora bendición, que en los latidos de la Madre Tierra nos abraza y recuerda que al abrimos, y cambiar nuestra percepción, volvemos a amarnos y sentirnos hermanos de corazón.
¿Acaso crear un nuevo pasado es algo que resulta imposible? Nada es inamovible. Todo fluye. Todo vibra, y lo que percibimos cambia según varía nuestro enfoque. Al recordar, al evocar, la memoria selectiva insufla vida a cada uno de los fragmentos de nuestra propia historia, con la misma impronta vibratoria con que se registró, por eso hoy no podemos sentirnos agradecidos al revivir hechos que categorizamos como tristes o hiriente. Sin embargo, esto puede cambiar.
Crear un nuevo pasado no significa negar nuestro historial de vida. Tampoco implica creer que nada sucedió. Por el contrario, hay que aceptar y asimilar lo vivido, honrando lo sucedido en el camino del dolor, pues se trata de un aprendizaje muy aleccionador y valioso. El punto de giro radica en ser conscientes de que esos recuerdos que nos lastiman fueron memorizados en un contexto denso y limitado, por el accionar de la mente, en donde teníamos cerrado el corazón.
Al elevarnos en la frecuencia del amor comprendemos que esas experiencias tuvieron su razón de ser para poder crecer y seguir evolucionando. Por eso, al sentir que en la adversidad está la oportunidad para movernos desde el corazón, descubrimos el aspecto positivo de eso que sólo creíamos negativo. Así, modificando la percepción, contemplamos el bello y sutil esplendor de cada vivencia. Así nos equilibramos. Así sanamos y creamos un pasado sabiamente unificado.
Lo habíamos olvidado, pero todos contamos con la armónica habilidad de contemplar nuestros pasos desde la perspectiva integradora del corazón, para dejar de cargar con pesadas mochilas emocionales que bloquean la luz del Sol. Por eso este mensaje se manifiesta como si fuese una clara y redentora bendición, que en los latidos de la Madre Tierra nos abraza y recuerda que al abrimos, y cambiar nuestra percepción, volvemos a amarnos y sentirnos hermanos de corazón.
(Por Julio Andrés Pagano)
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