Páginas

Páginas

miércoles, 27 de enero de 2016

Jesús de Nazareth: ¿Una flor nacida en el desierto o la flor más preciosa de un árbol milenario y siempre vivo?



1. Los viajes en el Oriente
Para los que se dicen cristianos es cuestión fundamental negar totalmente y categóricamente cualquier conexión del Cristo Jesús con culturas ajenas a la judía en la cual él nació. Su voluntad es demostrar que Jesús es el único Hijo de Dios, que su Enseñanza no tiene nada que ver con las Enseñanzas propias de otras religiones y culturas porque nadie antes de él pudo nunca conocer las verdades que el Salvador llevó al mundo.
Por otra parte, los detractores del cristianismo y de cualquier forma de espiritualidad lanzan acusas a Jesús o a sus secuaces de haber nada menos que agregado motivos ya presentes en religiones más antiguas y haberlos reamasados para crear una nueva religión que nada de nuevo tiene, porque todas las religiones son copias y ‘variaciones del tema’ con el cual desde milenios los hombres se autoengañan inventando seres superiores para explicar lo que su mente todavía no puede abarcar con sus conocimientos intelectuales.
Dos extremos opuestos por teorías y afirmaciones pero igualmente ignorantes de la real cuestión de la Religión y de las religiones.
Cuando se hace un estudio serio y honesto de las religiones antiguas y actuales es inevitable que se vea con claridad meridiana cómo entre todas ellas corren similitudes y analogías, símbolos y ritos comunes a varias culturas que no pueden ser justificados por el ‘azar’ ni tampoco por un simple ‘paso’ de una religión a otra como si hubiera habido un reciclaje de temas y creencias. Hay algo que es común hasta a religiones de gentes que nunca se conocieron (por lo menos según los ilustrados de hoy en día) y que profesan credos muy similares. ¿Cómo puede ser esto? ¿Por qué encontramos símbolos sagrados análogos o idénticos en lugares del mundo y épocas tan lejanas entre sí? ¿Por qué el número tres es tan sagrado y representa a la Divinidad en tantas culturas? ¿Por qué la Serpiente está asociada al poder y a la sabiduría prácticamente en cualquier lugar del planeta? ¿Por qué el Sol está siempre unido al Dios que viene para salvarnos?
Estos y muchos otros interrogantes pueden encontrar explicación en las Enseñanzas esotéricas que son universales y que en verdad nos pueden entregar las llaves para abrir todas las puertas que quisiéramos superar para profundizarnos más en la sabiduría.
Si miramos la cuestión desde este nuevo punto de vista, ya no nos puede asombrar tanto si encontramos testimonios que afirman que Jesús, antes de empezar su peregrinación en Galilea, viajó mucho por todo el mundo medio oriental y hasta por el Tíbet, recibiendo Enseñanzas e Iniciaciones en todos los templos que visitó, con el fin de prepararse a la misión tan fundamental y tan dura que el Padre le había encomendado.
Empezamos con decir que Jesús no nació en el así llamado año cero, sino algunos años antes, alrededor del 7 o 6 a.C., porque el rey Herodes el Grande murió en el año 4 a.C. y el emperador romano Augusto, que reinó desde el 27 a.C. hasta el 14 d.C. convocó en total tres censos de la población del Imperio: uno el 28 a.C. (cuando Augusto era todavía cónsul y no emperador), otro en el 8 a.C., y el tercero en el año 14 d.C. Es muy probable que el censo que obligó según las Escrituras a José y a María a viajar cuando ella estaba embarazada fue aquel del 8 a.C.
«Después de nacer Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, he aquí unos magos del oriente llegaron a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarlo» (Mt 2, 1-2). Este pasaje del evangelista Mateo nos da una indicación muy interesante en cuanto sabemos que en el año 7 a.C., por tres veces seguidas en pocos meses había pasado un hecho astronómico y astrológico raro: una conjunción de Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis. Y Piscis representaba la tribu de Judá, de la cual se esperaba la venida del Mesías. No una estrella cometa (de la cual no hay mención en los Evangelios) sino una señal planetaria de un nacimiento real (Júpiter es Señor de los Reyes). No podemos saber si lo reyes magos fueron verdaderamente a visitar al niño, porque esta visita tiene muchos sentidos trascendentales en los que ahora no podemos profundizar; pero podemos decir que si fueron de verdad tuvieron que emplear unos cuantos meses para llegar a visitar al niño, no pocos días como hoy se cree; y esto explicaría bien el motivo por el cual el rey Herodes ordenó que en el Estrago de los Inocentes se matasen a todos los niños de Belén de cero hasta los dos años de edad.
Y, de hecho, Mateo en todo el pasaje de la fuga en Egipto (Mt 2, 12-20) se refiere a Jesús con la palabra paidíon (que en griego antiguo, el idioma en que se difundió este Evangelio, significa ‘niño muy pequeño’), indicando que a la muerte del rey Herodes, en el 4 a.C., Jesús fuese todavía muy pequeñito, como de dos o tres años.
Entonces es muy probable que Jesús, en el día de su crucifixión, no tuviese 33 años, sino algo más, alrededor de unos 40.
¿Qué hizo Jesús desde los 12 años, cuando en la fiesta de Pascua se quedó en Jerusalén instruyendo en el templo (Lc 2, 41-52), hasta el día en que empezó a viajar por la Judea dando sus Enseñanzas? ¿Fue carpintero? Hay muchas pruebas de que no es así, sino que antes de empezar su misión Jesús viajó mucho y recogió la sabiduría de varios países en preparación a la inmensa tarea que le esperaba.
Primero que todo hay que decir que los cuatro Evangelios canónicos no dicen que Jesús fuese carpintero.
De los cuatro Evangelios solo dos hablan de la infancia de Jesús: Mateo y Lucas; mientras que los otros dos no dicen nada sobre el pasado del Salvador. Mateo (cap. 1-2) habla del nacimiento, de la fuga en Egipto y de cómo a la muerte de Herodes José fue avisado por un ángel, pero como era rey Arquelao, hijo de Herodes, José tuvo miedo de volver a Galilea y se fue a vivir con la familia a Nazaret.
Luego, en el capítulo 3, nos encontramos ya en tiempo de la predicación de Juan el Bautista. Lucas (cap. 1-2) habla de la concepción y nacimiento de Juan, de la inmaculada concepción de María, del viaje desde Nazaret (en Galilea) hasta Belén (en Judea) para el censo y el nacimiento de Jesús en Belén, la adoración de los pastores, la circuncisión en el templo con el sabio Simeón y la profetisa Ana. Luego se dice que la familia volvió a Nazaret «y el niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él» (Lc 2, 40). Sigue el acontecimiento de la Pascua cuando Jesús tenía 12 años y se quedó instruyendo en el templo, y luego se lee: «Y [Jesús] descendió con ellos [sus padres] y vino a Nazaret, y continuó sujeto a ellos. Y su madre atesoraba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres» (Lc 2, 51-52). El tercer capítulo de Lucas empieza también hablando del Bautista.
De estos textos se ha deducido que Jesús se quedó toda la vida en Nazaret haciendo el oficio de su padre oficial, José, que era carpintero, pero la verdad es que no dicen nada ni sobre una vida estática en Nazaret ni sobre posibles viajes; lo único que dicen es que después del acontecimiento aquel de la Pascua se fue a Nazaret.
Tampoco los Evangelios apócrifos encontrados en Nag Hammadi en 1945, aunque tengan muchos relatos (a veces fantásticos) sobre la infancia de Jesús, no dicen nada sobre los ‘años perdidos’, aquellos desde los 12 años hasta el momento en que Jesús empezó su peregrinación en Tierra Santa.
Hay un hueco de más o menos 20 años, que no son pocos.
En 1894 fue editado en francés un libro que causó mucho escándalo, una obra del periodista ruso Nicolai Notovich titulada La vida de San Issa, el Mejor de los Hijos de los Hombres, en la cual el autor dijo haber viajado a India en 1887 y haber estado en el monasterio tibetano de Hemis, en la región de Ladakh, en el estado indio de Jammu y Kashmir. Notovich afirma haber hablado con el jefe de los monjes que le mostró unos rollos de corteza en que se relataba la historia de un hombre de Judea llamado Issa (muy parecido al nombre con que se conoce a Jesús entre los mahometanos, Isa, y también a la palabra sánscrita Isha, ‘el Señor’. El nombre arameo de Jesús sonaba como Yehoshua ben Yosef, ‘Jesús hijo de José’), que a los 13 años, no queriendo casarse, se fue de casa y viajó a India, donde estudió la cultura védica y aprendió a hablar y leer los idiomas locales; pero como él quiso instruir a las clases pobres sobre los textos sagrados y se opuso a la división en castas, los brahmines y los guerreros quisieron matarlo y entonces se marchó de Jagannath al sur de Nepal, a los pies de los Himalayas, donde aprendió el pali y estudió los textos budistas. Luego, a los 29 años, se fue otra vez a su casa y el relato sigue más o menos igual al de los otros Evangelios, si no fuera por el hecho de que los miembros del Sanedrín intentaron proteger a Jesús y se lavaron las manos delante de Pilatos que quería condenarlo a muerte.
Este libro provocó muchísimas reacciones, algunas durísimas, y Notovich fue acusado de ser un impostor. Efectivamente había algunas cosas que se podían criticar, porque no había una prueba cierta de que estos rollos existieran verdaderamente, solo las palabras de Notovich. Pero hay que decir también que otras personas después de él juraron haber visto los mismos rollos, y una, el Swami Abhedananda, un discípulo de Ramakrishna, después de haberse ido al mismo monasterio con la intención de demostrar que Notovich fue un mentiroso, publicó una obra titulada Swami Abhedananda's Journey into Kashmir and Tibet que lleva la traducción de un texto muy parecido al de Notovich. Y dice también que, según el lama que le mostró los rollos, después de la resurrección, Jesús el Cristo se fue secretamente a Kashmir donde vivió en un monasterio circundado de muchos discípulos.
Entonces los pareceres están divididos entre los que están a favor y los que están en contra de la sinceridad de Notovich, pero el Swami Abhedananda fue un estudioso muy serio y respetado y muchas personas hablan de textos y tradiciones orientales sobre Jesús el Cristo.
Además Notovich, a causa de su obra, fue humillado, acusado, escarnecido y por fin considerado un gran impostor, y salió de la polémica hecho pedazos. Si no hubiese sido sincero, ¿para qué exponerse a tantos escarnios?
Hay muchos otros buscadores más recientes que llevan pruebas para demostrar que Jesús fue a Oriente antes y después de la crucifixión, como el profesor Fida Hassnain, que aporta pruebas sobre los viajes de Jesús en Egipto, en Persia, en India y su educación entre los esenios. Si no hubiese nada verdadero no sería pensable que en países tan lejanos, donde el cristianismo no ha llegado o llegó muy tarde, hubiesen nacido tradiciones tan articuladas sobre la presencia de un gran Maestro llamado Issa que vino de Judea y luego volvió a su país. Rechazarlas todas como fantasías es como mínimo superficial.
Veremos en capítulos venideros que hay varias y asombrosas semejanzas entre las Enseñanzas de Jesús y las de las tradiciones orientales. Pero ahora nos vamos a centrar en el sentido de la denominación ‘Nazareno’, que se merece un capítulo específico.
La gnosis develada
Publicado por Isa Ramon.

No hay comentarios:

Publicar un comentario