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lunes, 16 de noviembre de 2015

LA ALQUIMIA SUPREMA VOL II




LA ALQUIMIA SUPREMA VOL II

Osho, ayer noche explicaste la quietud interior desde la dimen-sión del silencio interior. Explica por favor la quietud interior desde alguna otra dimensión.
La quietud tiene muchas dimensiones. Una es el silencio; es el extremo opuesto al sonido, es la ausencia de sonido. La segunda dimensión es la ausencia de movimiento: es el extremo opuesto al movimiento. La mente es movimiento del mismo modo que la mente es sonido. El sonido viaja y la mente también. La mente está en movimiento constante, nunca permanece quieta.
Exteriormente sabemos lo que el movimiento significa:  ir de un lugar a otro, de un sitio a otro.  De A a B. Si estás en A y te vas a  B,  ha tenido lugar un movimiento. Así, exteriormente a la mente, movimiento quiere decir cambiar de lugar en el espacio. Si no hay espacio, no te puedes mover. Necesitas espacio para moverte exteriormente.

El movimiento interno no es en el espacio, sino en el tiempo. 
Cuando te vas desde el pasado al futuro o desde el futuro al pasado, solamente entonces empleas el momento presente, pero sólo como un medio. El presente, para la mente, no es nada más que la línea divisoria entre  pasado y futuro. Para la mente el presente no es realmente existencial. Solamente es una línea divisoria desde la que puedes desplazarte al pasado o al futuro. La mente nunca está en el presente porque es incapaz de ir al presente. Compréndelo: eres incapaz de moverte en el presente. En el presente no existe el tiempo. El presente siempre es un único instante. Nunca estás en dos momentos al mismo tiempo. Solamente vives un instante. No puedes ir de A a B porque solamente existe A. No hay B.

Entiende esa cualidad del tiempo en el presente:  siempre vives un solo instante. Tanto si eres un mendigo como si eres un emperador, da igual. Tu depósito temporal es el mismo, solamente de instante a instante, y no puedes moverte en él. 
O también puede irse al futuro. Puedes imaginártelo porque el futuro es,  básicamente, tan sólo el pasado proyectado. Has vivido, has experimentado muchas cosas. Las deseas otra vez o deseas evitarlas:  ése es tu futuro. Amaste a alguien:  fue hermoso, puro gozo. Entonces deseas que se repita por eso proyectas en el futuro tu deseo de que se repita. Estuviste enfermo, sufriste y deseas evitarlo en el futuro por eso proyectas no enfermar de nuevo. De modo que tu futuro es tan sólo un pasado que has proyectado y así puedes moverte en el futuro.

Pero la mente no se encuentra satisfecha con el futuro que pertenece a esta vida. Proyecta cielos, proyecta vidas futuras. No está satisfecha con un pequeño futuro, así que la mente crea tiempo más allá de la muerte. El pasado y el futuro son vastos territorios; puedes moverte con facilidad en ellos. Con el presente no te puedes mover. La ausencia de movimiento implica estar en el presente. Esa es la segunda dimensión de la quietud. Si puedes permanecer en este instante, tan sólo aquí y ahora, estarás quieto. No puedes estar de ninguna otra forma. No existe ninguna otra posibilidad más que estar quieto.

Vive en el ahora, y el movimiento se detendrá porque la mente se detendrá. No pienses en el pasado y no proyectes en el futuro. Esto que se te está dando es todo lo que tienes. Permanece en ello, conténtate en ello. Este mismo instante es el único tiempo verdaderamente existencial; no hay nada más. El pasado es solamente una memoria. Está solamente en tu mente, es polvo acumulado, experiencias acumuladas. No hay pasado en la existencia, no hay futuro en la existencia. La existencia es el presente.

 Si el hombre no estuviera en esta Tierra no habría ni pasado ni futuro. Las flores florecerían, desde luego, pero en el presente. El Sol saldría, pero en el presente. La Tierra no sabría nada del pasado ni soñaría nada en el futuro. No habría ni pasado ni futuro. El pasado está en la mente, en la memoria y debido a este recuerdo es proyectado al futuro. Por eso, generalmente dividimos al tiempo en tres partes:  pasado, presente y futuro, pero en realidad el pasado y el futuro no son una parte del tiempo. Son parte de la mente, no partes del tiempo. El tiempo posee una única división, si es que puedes llamarla división,  y es la del presente.

 El tiempo es siempre presente. Esas tres divisiones no son divisio-nes del tiempo. El pasado y el futuro pertenecen a la mente, no al tiempo. Al tiempo solamente le pertenece el presente. Pero entonces es difícil llamarlo presente porque,  lingüísticamente, para nosotros el presente es algo entre el pasado y el futuro. Se refiere al pasado, se refiere al futuro. Si no hubiera pasado ni futuro entonces la palabra «presente» perdería todo significado.

 Se dice que Eckhart dijo que no hay tiempo, solamente el eterno «ahora». Existe un «ahora» eterno y un infinito «aquí».   Cuando digo «allí» solamente lo digo en referencia al sitio en que estamos, sino, solamente habría «aquí». Si yo no estuviera aquí, ¿ que lugar sería el «aquí» y qué lugar sería el «allí»? En referencia a mí mismo, llamó al lugar más cercano «aquí», y al que no está cercano lo llamó «allí». ¿Dónde acaba el «aquí» y dónde comienza el «allí»? No podemos delimitarlo. En realidad todo es  un «aquí», un «aquí» infinito.

 Es debido a la mente que dividimos el tiempo. Entonces, todo lo que hemos vivido se convierte en el pasado y todo lo que esperamos vivir se convierte en el futuro y aquello que está transcurriendo se convierte en el presente. Pero no hay mente, solamente hay un  infinito «ahora», un eterno «ahora». «Aquí, ahora», es la realidad. «Allí» y «después» son partes de la mente, no partes de la realidad.

 El concebir la quietud desde una segunda dimensión significa hacer un esfuerzo para vivir momento a momento. Entonces estarás en quietud, estarás en silencio. No habrá agitación interior, ni movimiento, ni oscilaciones internas.  Todo se habrá convertido en un remanso de profundo silencio.

 ¿Por qué esta mente se desplaza al pasado y al futuro? Buda le dio el nombre de tanha a trishna,  el deseo. Buda dice que, debido a que has vivido algo, lo deseas de nuevo. Al desearlo, te vas al futuro. No desees y no habrá futuro. Es difícil, porque cuando la mente experi-menta placer, anhela repetirlo y cuando la mente experimenta incomodidad no desea repetirla, desea evitarla. Por esto es natural que se cree el futuro y debido a este futuro nos perdemos el presente.

 Me estás escuchando, puedes simplemente escucharme; entonces no tendrás mente.  Será una escucha sin mente. Pero si estás escuchando y tratando de entender al mismo tiempo, te habrás ido al futuro. Si estás pensando en lo que se te está diciendo, te has perdido lo que se te ha dicho:  te has ido al futuro. Y el presente es algo tan sutil y delicado y tan pequeño y tan atómico que puedes perdértelo en un solo instante.  Un simple gesto,  y te lo habrás perdido.

 Si estás escuchando, simplemente escucha. No pienses en lo que se te está diciendo, no trates de descubrir el significado, porque no puedes hacer dos cosas en el presente; escuchar es suficiente. Y si estás solamente escuchando, estás en el presente y la misma escucha se convierte en meditación.

 Mahavira ha dicho que si eres capaz de escuchar correctamente no necesitas practicar nada más. Siendo sólo un shravak,  uno que escucha adecuadamente, lograrás todo lo que puede ser logrado. Simplemente siendo un shravak, uno que escucha  correctamente, porque simple-mente escuchar no es una simple escucha,  es un gran fenómeno. Y una vez que conoces el secreto, puedes aplicarlo en cualquier situación.  Comer se convertirá en meditación, caminar se convertirá en meditación, dormir será meditación. Cualquier cosa en la que estés en ese momento,  sin irte al futuro, será meditación.

 Pero desconocemos toda actividad en la que estamos en el pre-sente. O empezamos a pensar en el pasado o empezamos a pensar en el futuro. Nos perdemos el presente continuamente. Eso implica que la Existencia se nos escapa siempre. Y esto se convierte en un proceso en cadena; luego se convierte en un hábito.

 Una noche Mulla Nasrudin caminaba por una calle. La calle estaba solitaria y de repente se dio cuenta de que  unos hombres a caballo, una especie de tropa se dirigía hacia él. Su mente comenzó a trabajar. Pensó que podían ser asaltantes, que podían matarle. O que podían ser soldados del rey y que podían llevárselo para que prestara el servicio militar o cualquier otra cosa. Se asustó y cuando los caballos y el ruido que formaban se le acercaron, se puso a correr y entró en un cementerio y para poder esconderse se tumbó en una fosa abierta.

 Al ver a aquel hombre corriendo, los jinetes,  que eran simples via-jantes, se dieron cuenta de lo que había sucedido. Corrieron tras Mulla Nasrudin y se acercaron a la tumba en que estaba. El yacía con los ojos cerrados como si estuviera muerto. «¿Qué te sucede? ¿Por qué te has asustado tanto de repente? ¿Qué pasa?»

 Entonces Mulla Nasrudin se dio cuenta de que se había asustado a sí mismo sin motivo. Abrió sus ojos y dijo, «Es algo muy complejo, muy complicado. Si insistíis en preguntarme porqué estoy aquí,  os lo diré. Estoy aquí por vuestra culpa y vosotros estáis aquí por la mía».

 Es un círculo vicioso. Si tienes deseos,  te irás al futuro y esto creará un círculo vicioso. Cuando ese futuro se convierta en el presente, de nuevo te irás al futuro. Hoy pensaré en el mañana; esto se convertirá en un hábito. Y el mañana nunca llega. No puede llegar; es imposible. Cuando llega es de nuevo el hoy y he creado el hábito de irme siempre desde el hoy al mañana. Por eso cuando el mañana llega, llega como el hoy y luego me voy de nuevo al mañana.

 ¡Es una cadena! Y cuanto más la elabores, más eficiente te volverás en completarla. Y el mañana nunca llega. Lo que llega siempre es el hoy, y con el hoy tú no tienes ninguna relación. Estableces un mecanismo:  debido a que es hoy, te vas. Es un hábito muy fuerte, no solamente de esta vida, sino de muchas otras vidas. Uno tiene que acabar con él, tiene que salir de él. Hagas lo que hagas recuerda solamente una cosa:  permanece en el presente mientras lo estés haciendo. Es difícil, arduo, y no vas a lograrlo de inmediato. Has de romper un hábito muy arraigado. Va a ser una dura lucha, pero inténtalo. El esfuerzo mismo creará una distancia, y por el mismo esfuerzo vas a saborear, a veces, momentos del presente. Y una vez conozcas el sabor, estás en el camino.

 Pero no conoces el sabor del presente. No lo has probado nunca, nunca has vivido en él, ¡nunca!, te lo digo. Y está siempre aquí. Es la  vida misma;  es todo lo que hay en la vida.

 Jesús dijo que estamos simplemente muertos, ¡sin vida! Un día pasaba junto a un pescador justo a la salida del sol. El pescador había lanzado sus redes al lago y Jesús puso la mano en su hombro y le dijo,  «¿Vas a desperdiciar toda tu vida pescando? Puedo enseñarte algo mejor para pescar. Te haré un pescador de la vida». El pescador miró a Jesús como si un imán le estuviera atrayendo, luego tiró su red y siguió a Jesús.

 Cuando acababan de salir del pueblo uno se les acercó corriendo y le dijo al pescador, «Tu padre ha muerto. Acaba de morir, así que vuelve a casa. ¿A dónde vas?»

 El pescador pidió permiso; le dijo a Jesús, «Déjame que vaya a casa. Volveré pronto. Tengo que enterrar a mi difunto padre».

 Jesús le dijo, «Deja que los muertos entierren a los muertos. No tienes porqué ir; sígueme. Hay muchos cadáveres en el pueblo. Ellos enterrarán al difunto».

 Para Jesús, estamos muertos porque nunca hemos saboreado la vida, nunca hemos saboreado el presente, lo existencial. Vivimos en el muerto pasado y seguimos proyectando este pasado ya muerto en el futuro. Esto es a lo que Shankara denomina maya, ilusión. Shankara ha sido muy mal entendido. Cuando Shankara dice que el mundo entero es una ilusión,  quiere decir que el «mundo del hombre» es una ilusión, no el mundo en sí.

 No sabemos nada del mundo. Hemos creado nuestro propio mundo mental. Todo el mundo tiene su propio mundo, este mundo de pasado y de futuro, este mundo de recuerdos y de deseos. Este mundo es falso, ilusorio. Por eso cuando Shankara dice que este mundo es falso, se refiere a «tu mundo»,  no al mundo. Y cuando «tu mundo» deje de existir, conocerás al verdadero mundo. Y Shankara dice que éste es el Brahmán, que ésa es la Verdad, la Verdad absoluta.

 Es como si estuviéramos viviendo en un mundo de sueños, cada uno estando rodeado de sus propios sueños, de una nube de sueños. Todo el mundo va envuelto en sus propios sueños. Y debido a esos sueños no podemos ver lo que es verdadero, lo que es real. Lo real está escondido tras nuestros sueños. Esta mente soñadora es la mente inquieta; la mente no soñadora es la mente quieta. Pero los deseos crean sueños. Sueñas por la noche porque deseas durante el día. Si no desearas durante el día no soñarías por las noches.

 Un Buda no sueña, porque los sueños son deseos y los deseos son sueños. Cuando surgen durante el día los llamas deseos; cuando aparecen por la noche, los llamas sueños. Pero todo deseo es sueño. ¿Por qué? Porque todo deseo radica en el futuro, el cual no existe. Todo deseo es un deseo futuro que no existe. ¡El futuro no existe!

 Y seguimos soñando. Debemos acabar con este soñar. Este soñar es un movimiento,  un movimiento continuo. Estás repleto de sueños,  sueños destruidos, acabados, que son de nuevo recreados. Cada día hemos de tirar los viejos y crear unos nuevos.

 En cualquier momento, en cualquier actividad, trata de estar aquí y ahora. El esfuerzo mismo es una barrera, pero se ha de empezar con algo. Al principio tendrás que hacer un esfuerzo. Aun el esfuerzo es una barrera porque el esfuerzo te lanza al futuro. Pero al principio uno ha de esforzarse, luego en un segundo nivel uno ha de hacer un «esfuerzo sin esfuerzo»,  y luego, en el tercer nivel, el esfuerzo desaparece y estás en el presente.

 Caminas por la calle:  trata simplemente de caminar, no hagas nada más. Parece simple, pero no lo es. Parece que todos lo hacemos, ¡no es así! Cuando caminas, tu mente está haciendo mil cosas más. Acom-paña cada paso. Simplemente camina.

 Buda ha dicho, «Cuando camines, simplemente camina. Cuando comas, simplemente come. Cuando escuches, simplemente escucha». Permanece por completo en lo que haces, no permitas que tu mente se pierda en otras cosas. Y es una experiencia maravillosa porque,  de repente, el presente irrumpirá. En tu mundo de sueños, el mundo de la realidad penetrará. Y si alcanzas ese destello, aunque sea por un solo instante, te volverás una persona distinta. Entonces sabrás algo del aquí y ahora que está a tu alrededor y que te estás perdiendo. Te lo estás perdiendo debido solamente a un hábito mecánico y uno no puede hacer otra cosa que tratar de no ser mecánico.

 A veces, siendo consciente, suceden los milagros. Estaba leyendo que en Rusia, en los días anteriores a la Revolución, en una pequeña ciudad de provincias se estaba escenificando un drama. Repentina-mente el director se dio cuenta de que faltaba alguien para un papel  que era esencial en el último acto. Se necesitaba a alguien para un papel determinado en el que tenía que tartamudear. El actor no estaba y trataron de buscar a alguien para reemplazarlo. Entonces alguien sugirió que tal vez sería difícil encontrarlo a tiempo, pero que en el pueblo había un chico que encajaba a la perfección. No necesitaba practicar porque era tartamudo de por sí. Así que trajeron al chico. Muchos doctores habían tratado de curarlo, habían probado con muchas medicinas, pero el tartamudeo continaba. De modo que se llamó al chico y se le dio el papel. No tenía  necesidad de practicar.

 En el instante en que el chico pisó el escenario, intentó tarta-mudear, pero no pudo. Empezó a hablar como cualquier otro, sin fallos. Cuanto más lo intentaba, más imposible resultaba. ¿Qué había sucedido? Por primera vez el hábito mecánico del tartamudeo se había hecho añicos al ser consciente de él. En aquel momento lo estaba haciendo con atención total. Trataba de tartamudear. Era consciente y el mal desapareció. Era un hábito mecánico, pero el mismo esfuerzo por hacerlo conscientemente lo había vuelto imposible.

 Estuve en cierta ciudad. Me presentaron a un profesor. Era profesor en un colegio; un hombre muy versado, muy sensible, muy sensato. Pero sufría, sufría mucho porque caminaba como lo hacen las mujeres. Y ése era su problema, especialmente en el colegio. Todo el mundo se reía de él. Se sometió a psicoanálisis, fue tratado, hospi-talizado, pero nada dio resultado. Y cuanto más lo intentaba, cuanto más empeño ponía en no caminar así,  menos lo lograba, de modo que se hallaba totalmente confuso.

 Le acompañaron ante mí. Le dije, «No luches contra el hábito. Al contrario, despliégalo conscientemente. Cuando vayas por la calle, camina como una mujer. Trata de caminar como una mujer».

 El dijo, «¿Qué es lo que estás diciendo? Ya tengo suficientes pro-blemas y si trato de andar de esa manera tendré aún más».

 Por eso le dije, «Has tratado siempre, durante veinte años, de no caminar como una mujer. Prueba ahora con lo contrario. Ponte aquí. Camina en esta habitación delante de mí».

 El sentía vergüenza de hacerlo. Lo intentó, pero no pudo caminar. Dijo, «¿Qué es lo que ha pasado? ¿Qué es lo que has hecho? ¿Has hecho algo? ¡Es un milagro! Lo estoy intentando y soy incapaz de caminar como una mujer».

 Le dije, «Vete y sigue con ello. Ve a tu colegio. Trata siempre de caminar como una mujer».

 Por la noche volvió. Estaba radiante. Dijo, «¿Cómo voy a poder agradecértelo? Parece imposible, pero es un milagro. El truco ha funcionado. Soy incapaz de caminar. Si trato de andar, no puedo. ¿Qué es lo que ha pasado?»

 En el instante en que centras tu atención en un hábito mecánico, éste se detiene porque un hábito mecánico se nutre de tu inconsciencia. La fuerza de voluntad no funciona aquí. ¡El ser consciente sí! Y acuérdate de la diferencia:  con la fuerza de voluntad comenzarás a luchar contra el hábito y,  si tratas de luchar contra el hábito, lo has aceptado de hecho. Cuando te digo que lo hagas conscientemente, quiero decir que no has de luchar con él. Dale pleno soporte, no seas anti-él.

 Caminas por la calle:  préstale toda tu atención. Hazte uno con el caminar; sé consciente de lo que estás haciendo. Primero la pierna izquierda, luego la derecha; se mueven. Siente cada instante conscien-temente. Permanece en el momento, no le permitas a tu mente el que se centre en otra parte. Si la mente se distrae debido a viejos hábitos, tráela de nuevo. No te sientas frustrado. Si la mente se distrae, no digas, «Es imposible, no puedo hacerlo». ¡No! Haz que tu mente regrese. Inténtalo de nuevo y antes o después empezarás a sentir ciertos instantes,  por muy escasos que sean,  en los que conocerás el sabor del presente. ¡ Qué sabor tiene el presente! Y una vez sientas el presente, estás junto a las puertas de la Existencia. Puedes entrar en Ella.

 En esta dimensión, quietud quiere decir que no hay movimiento de la mente en el pasado ni en el futuro. ¡No hay movimiento! Simplemente estás en el presente. Puedes entenderlo desde el intelecto; puedes incluso sentir que es así. Pero el entenderlo intelectualmente no te servirá de nada, más bien será un engaño, puede resultar un engaño. ¡Has de hacerlo! El pensar en ello no te servirá de nada.

 Estás tumbado en tu cama a punto de irte a dormir:  percibe este estar tumbado en la cama. Siente la sensación de la cama, la caricia de las sábanas y los sonidos de tu alrededor, el ruido del tráfico o de cualquier cosa que esté sucediendo. ¡Siéntelo! Quédate así, no pienses, solamente siente. Permanece en el presente, y en este estado de puro sentir, duérmete. Esa noche soñarás menos, tendrás un sueño más profundo. Por la mañana te despertarás más fresco.

 Cuando,  por la mañana, te des cuenta de que el sueño se ha aca-bado, no saltes de la cama. Quédate en ella cinco minutos. De nuevo siente las sábanas, su calidez, su frescura, o la lluvia cayendo sobre el tejado, o el tráfico que ha vuelto a empezar,  o el mundo que está despertando, el ruido, los pájaros cantando. Siéntelos durante cinco minutos. No te precipites en la actividad diaria. Quédate con la mañana. Si no lo haces se acabará el sueño y te habrás precipitado e ido al futuro.

 Has ido al mercado o a la oficina, pero te has sumido en ello, te has ido. Durante cinco minutos permanece aquí. No vayas tan rápido; no hay porqué. Esos cinco minutos serán meditativos. Esos momentos por la mañana y por la noche son los mejores instantes. A esa hora es muy fácil saborear el sentimiento del presente.

 El instante de quedarse dormido es un momento muy vulnerable. Sé sensible a todo lo que te rodea. No pienses. ¡Siente! El sentir siempre está en el presente y el pensar nunca está en el presente. Por eso, por la mañana, cuando la mente está fresca después del sueño nocturno y el cuerpo se encuentra relajado y tú no tienes energía para trabajar, siente durante cinco minutos y luego sal de la cama. Da cada paso con atención plena. Y por la mañana hacerlo es muy fácil. Por la tarde no es tan sencillo; por la noche es aún más difícil.

 Ve al baño y dúchate. ¡Siéntelo! Siente el agua de la ducha que cae sobre ti, cada gota cayendo sobre ti. Olvídate de todo lo demás. Quédate bajo la ducha y siente el presente.

 Incluso un baño matutino puede convertirse en auténtica medi-tación. Cuando el agua cae sobre ti estás en profunda comunión con la naturaleza. Sigue así unos cinco minutos y luego trata de seguir con este sentimiento. Estás desayunando o comiendo:  trata de seguirlo. Se hará cada vez más difícil, pero sigue intentándolo. Pronto llegará un momento en el que estarás todo el día en el presente. Y una vez conozcas esto, sabrás lo que es la quietud.

 Esta es la segunda dimensión. Existe también una tercera dimensión, y será conveniente saber algo de ella. La primera es el silencio en oposición al sonido. Esta es una dimensión: la de la ausencia de sonido.  La segunda es la de la quietud frente al movimiento:  eso es la ausencia de movimiento. Y la tercera es la del no-ser frente al ego:  la ausencia de ego. La tercera es la más profunda.

 Buda ha dicho, « A menos que dejes de ser, no puedes estar en quietud. Tú eres el problema, tú eres el ruido, tú eres el movimiento. A menos que tú dejes de «ser» completamente, no podrás alcanzar la quietud perfecta. Por esto a Buda se le conoce como anatmawadi,  el que cree en el no-ser.

 Seguimos creyendo que «somos», que «yo soy». Este «yo» es algo totalmente falso. Y debido a este «yo», surgen muchos males; debido a este «yo»,  sigues acumulando el pasado; debido a este «yo» sigues pensando en repetir placeres pasados. Todo cuelga de este «yo»:  el pasado, el futuro, los deseos.

 Buda llegó a conocer a través de la meditación profunda que somos capaces de abandonar los deseos mundanos, pero que si el «yo» permanece empezamos a desear el moksha, la Liberación Ulti-ma, la libertad de unificarnos con Dios, de ser uno con el Brahmán. Si este «yo» subsiste, los deseos están presentes, sea cual sea su dirección y su objeto.

 Buda dice, «Abandona esta existencia centrada en el «yo»» Pero, ¿cómo abandonarla? ¿Quién la abandonará? Si no hay «yo», ¿quién será el que la deje? ¿Quién pensará en abandonarla? Con «abandonar» se quiere significar el ir hacia adentro y descubrirlo, buscarlo, ver dónde está, si es o no es,  porque aquellos que han ido hacia el interior y aquellos que lo han buscado nunca lo han encontrado. Solamente los que nunca han ido hacia adentro, aquellos que nunca lo han buscado, son los que creen en él, en que existe. Nadie nunca ha encontrado que algo semejante al «yo» exista.

 Cuando digo «yo soy», el «soy» es la realidad, no el «yo». Cuando vas hacia adentro sientes cierta «sensación de ser», hay un cierto sentimiento existencial. Sabes que allí hay algo, pero que no eres tú. No hay un sentimiento de «yo».  Solamente se siente una difuminada «sensación de ser», se percibe la Existencia sin «yo».

 Otro sistema para entrar en la tercera dimensión: siempre que tengas tiempo, siempre, trata de encontrar dónde reside este «yo». No tienes porque ir a un templo. Si vas, de acuerdo, pero no hay porqué ir. Viajas en tren:  cierra tus ojos, trata de descubrir dónde está este «yo». ¿En el cuerpo? ¿En la mente? ¿Dónde está? Muévete con una mente abierta. Descubre dónde está. Sentado en tu coche o tendido en la cama, siempre que dispongas de unos instantes para cerrar tus ojos, ciérralos y pregúntate, «¿Dónde reside este «yo»? ¿Dónde está? ¿Dónde está ese «yo»?

 Ramana Maharshi utilizó una meditación. La llamó la meditación del «¿Quién soy yo?». Buda diría que no iba a servir porque cuando pides, «¿Quién soy yo?» has supuesto de antemano que tú «eres». Esa no es la pregunta. Si la pregunta es solamente «¿Quién soy yo?» entonces el «yo soy» se ha establecido anteriormente. Lo has dado por sentado. Ahora estás preguntando solamente «¿Quién soy yo?» No estás pidiendo realmente por el «yo». La meditación budista dice que preguntes, «¿Dónde estoy «yo»?», no «¿Quién soy yo?»

 Escudriña todos los rincones, busca con una mente abierta y no te encontrarás en ninguna parte. Te encontrarás con una existencia silenciosa, pero no con el «yo». Y no creas que es algo muy complicado. ¡No lo es! Solamente cerrando los ojos aquí y tratando de descubrir  «¿Dónde estoy?», no lo conseguirás. Descubrirás muchas otras cosas. Tu corazón empezará a latir, tu respiración se hará presente, encontrarás muchos pensamientos flotando en tu mente. Descubrirás allí muchas cosas, pero no encontrarás ningún «yo», ningún ego.

 Buda afirma que el ego es simplemente un concepto colectivo, como «sociedad», como «nación», como «humanidad». No los puedes encontrar en ninguna parte. Estamos sentados aquí.  Podemos llamar a esto, una «clase», pero no podemos encontrarla. Podemos buscarla: encontraremos individuos, pero ninguna clase. No encontraremos ningún grupo, solamente individuos. «Grupo» es solamente un nombre para una colectividad. Podemos denominar bosque a un conjunto de árboles. No existe tal bosque, solamente árboles, árboles y más árboles. Si entras en él, solamente encontrarás árboles y el bosque desaparecerá. Este «yo» es solamente un nombre colectivo. «Tú» eres un conjunto. La palabra budista es sangha, un conjunto, un colectivo. Tú eres muchas cosas, pero no un «yo». Ve hacia adentro y descúbrelo. Buda dice, «No me creas. Ve hacia adentro y descúbrelo; busca y descúbrelo». Nunca lo encontrarás.

 Por eso en esa tercera dimensión solamente hay «ausencia de sensación de ser» o ausencia de ego. Cuando uno descubre que uno no es, uno está en quietud:  la quietud ha sucedido. No puedes estar tenso, no puedes estar inquieto, no puedes estar en un profundo tumulto si no hay ego. El show ha desaparecido.

 Pero, ¿qué es lo que solemos hacer? A cada instante hacemos cosas para alimentar ese ego, para fortalecerlo, para darle más energía, para vitalizarlo. A cada momento tratamos de mantenerlo. Es una idea falsa, pero que puede ser mantenida y mantenida. Puedes seguir creyendo en ella y creando situaciones en las que sea más y más fácil creer en ella. Es una creencia, no es una realidad.

 Todo el mundo cree en el ego. La gente pregunta, «¿Dónde está Dios? A menos que lo encontremos no podemos creer en El». Estas personas siguen creyendo en sus egos sin tomarse la molestia de buscar si existe algo así. Esto es un milagro:  somos capaces de dudar de Dios, pero no somos capaces de dudar de nosotros mismos. Y a menos que dudemos de nosotros mismos, no podremos entrar en la quietud. Con ese dudar todo resulta hecho añicos. Un hombre religioso nace cuando pone en duda su ego y duda de sí mismo.

 Hemos dado por sentado ese «yo». Nunca preguntamos por él, si existe o no. Y si alguien hace que nos demos cuenta de que no existe, se convierte en un enemigo. Los amigos son los que nos ayudan a volvernos egos más fuertes. Nuestra familia, nuestra nación, nuestra sociedad nos ayudan a estar centrados en nuestros egos. La religión «te» destrona. Te hace bajar de tu pedestal. «Tú» no existes. Y si «tú» no existes, estás en un profundo abismo de quietud,, sin fondo, infinito,  porque este «yo» es el que lo altera todo, este «yo» es el mal, este «yo» es la molestia. Ese es el problema.

 Tanka vivía en un pueblo. Uno se le acerca y le pregunta, «¡Ayúdame! ¡Enséñame! ¡Iníciame! ¡Quiero ser libre! ¡Quiero alcanzar  el Moksha!»

 Tanka le dice, «No puedo liberarte. Puedo disolver tu «yo», pero no puedo liberarte».

 No hay libertad para el «yo». Solamente existe una libertad y ésa es la liberación del «yo». No hay moksha para el «yo», no hay liberación para el «yo». Unicamente existe un «liberarse» y ése es «liberarse del yo», no «liberar al yo».

 ¿Qué es lo que puedes hacer? Puedes evaluar sin prejuicios. Siempre que dispongas de tiempo cierra tus ojos, ve hacia adentro y descubre dónde estás. Y pronto descubrirás que existes como parte de la infinita Existencia, no como una isla separada. Ningún hombre es una isla. Somos parte de un continente infinito. Este «yo» te da la falsa idea de ser una isla y de ahí surgen todos los problemas. El «yo» es el origen de los problemas. Toda violencia, crimen, guerra, locura,  es creada por este «yo». Nos colgamos de él y así seguimos. Debemos  dejar esta dependencia.

 Has de ser desarraigado de tu propio «yo». Nadie aparte de ti puede lograrlo, ni existe práctica yóguica que sirva de ayuda porque si sigues practicando sin buscar este «yo», cualquiera que sea la práctica, solamente servirá para reforzarlo. Si meditas, este «yo» dirá, «Estoy meditando». Si renuncias al mundo, este «yo» dirá,  «He renunciado al mundo». Si te conviertes en un sanyasin, este «yo» dirá, «Me he convertido en un sanyasin; «yo» he logrado esto; «yo» he logrado esto otro». En «este» mundo o en «ese» mundo,  esos esfuerzos seguirán reforzando ese «yo».

 Por esto ocurre que una persona que haya estado practicando muy austeramente se convierte en un egoísta de un modo más sutil. Se convierte más en un «yo» en vez de ir formando parte del continente, de tierra firme. Se convierte en un elevadísimo ego. Esto le puede pasar a todo el mundo. De modo que no son solamente las riquezas o el prestigio o las cosas mundanas y las posesiones las que nutren al «yo». El «yo» puede convertir cualquier cosa en su alimento.

 Por eso, antes de entrar en el camino espiritual, siempre se ha de recordar el aviso de Buda. El dijo, «Antes de que entres en cualquier camino, descubre primero si existe o no existe ego» Solamente entonces tu camino se convertirá en espiritual. Sino, cualquiera que sea el camino, al final resultará ser mundano, porque este «yo» lo explotará».

 Una vez  Mulla Nasrudin regresó a su pueblo desde la capital. Todo el pueblo se congregó en torno a él para  conocer las noticias de  la capital, lo que allí ocurría. Y en esos días en que no había periódicos, eso era un acontecimiento muy importante en el pueblo. ¡Un hombre había estado en la capital y estaba de regreso! Y no era solamente un hombre normal, era Mulla Nasrudin, el único hombre culto del pueblo. Cuando todo el mundo estuvo presente,  Mulla permaneció en silencio, muy serio. Acababa de volver de la capital; todo el pueblo estaba como loco por saber que contaba. Entonces Mulla dijo, «Esta vez no os voy a contar muchas cosas. Solamente una: me encontré con el Emperador. Y no solamente esto: él me habló. Más tarde os daré detalles».

 La multitud se dispersó. El pueblo entero estallaba de alegría por una sola causa: Mulla Nasrudin se había encontrado con el Empe-rador. Y no solamente esto, sino que el Emperador le había hablado. Pero había un hombre que aún permanecía allí y seguía preguntando «¿Qué es lo que ha dicho? Dímelo Mulla, sino no me iré. No voy a poder dormir de excitación. ¿Qué te ha dicho? Cuéntamelo; sólo un poquito. No entres en detalles, dime solamente lo esencial».

 Por eso Mulla le dijo, «No hay tantos detalles. Cuando él me vio allí, me gritó, «¡Quítate de mi camino»! Eso fue todo lo que dijo».

 Pero el hombre estaba contento porque esas no eran unas simples palabras. ¡Las había pronunciado el Emperador! ¡Había escuchado las mismas palabras que había pronunciado el Emperador! El hombre que había hecho la pregunta estaba muy satisfecho y dijo, «¡Qué afortunado soy por haber nacido en tu mismo pueblo, Mulla!. ¡Imagínatelo! He escuchado las mismas palabras que ha pronunciado el Emperador. El te ha dicho, «¡Apártate de mi camino!»

 Nasrudin le dijo, «Sí, el Emperador se me acercó y dijo, y no fue un susurro, sino en voz alta de forma que todo el mundo lo pudiera oír,  «Apártate de mi camino». En realidad, lo dijo gritando. Pegó un grito».

 La mente es así, el ego es tal que trata de envanecerse  por todos los medios. Sus sistemas son sutiles; tontos, pero sutiles. Si tratas de ir en pos de la espiritualidad, el ego puede envenenarlo. Antes de entrar en esa dimensión, recuerda que no eres un ego. Si descubres que el ego no está presente, entonces todo se vuelve espiritual y todo camino se convierte en un camino espiritual. Entonces vayas donde vayas, irás hacia lo Divino. Entonces todos los caminos conducirán a lo Divino. Con el ego, no hay camino que conduzca a lo Divino. Con el ego, aunque te vayas a la Meca o a Jerusalén o a Kashi,  te estarás yendo al infierno.

 No puedes ir a ninguna parte porque el ego es el infierno. Sin el ego, ve a adonde quieras, incluso al infierno y descubrirás allí al cielo, porque en ausencia del ego, el cielo está en todas partes. El ego es la raíz de todas las  miserias.

 Esas son las tres dimensiones de la quietud. El silencio como ausencia de sonido, el silencio como ausencia de movimiento de la mente, el silencio como ausencia de ego. Empieza con cualquiera de ellas y las demás le seguirán poco a poco. O, también, puedes empezar trabajando sobre las tres simultáneamente. Así todo resultará más rápido. Pero no sigas pensando, porque el pensar es moverse, el pensar es ruido y el pensar es un proceso del ego.

 Detén el pensar y empieza a hacer. Solamente el hacer te va a servir, solamente el hacer te va a volver existencial. Solamente con el hacer, llega el salto y la explosión.

LA ALQUIMIA SUPREMA VOL I (Escrito 2º)






Este mundo no es una miseria, ¡recuérdalo bien! Tú estás dividido, y así creas la miseria de este mundo. Luchas contigo mismo y así te vuelves miserable. 
Por eso lo primero es: no crear divisiones. Deja que el niño crezca como una unidad. Y lo segundo: deja que el niño sea educado para tener actitudes flexibles más que actitudes fijas. Flexibilidad. ¿Qué quiero decir cuando digo flexibilidad? No le eduques en compartimentos estancos, fijos. Nunca le digas que esto es malo o que esto es bueno, porque la vida es un fluir. Lo que es bueno ahora puede ser malo en el momento siguiente, y lo que es malo en esta situación puede ser bueno en otra. 
Educa al niño para ser más consciente, para que descubra qué es lo más oportuno. ¡Nunca etiquetes! Nunca afirmes que un musulmán es malo por ser musulmán ni que un hindú es bueno por ser hindú. No afirmes cosas así porque lo malo y lo bueno no son algo predeterminado. No impartas actitudes fijas. Edúcalo para que sea más consciente, para que descubra quién es bueno y quién es malo. Pero esto es muy difícil, y el etiquetar es fácil. Vives en divisiones etiquetadas y clasificadas.

Colocas algo en una categoría, «De acuerdo. Es hindú.
Es bueno o es malo. Es musulmán; y es bueno o es malo». El tema se decide sin atender al individuo. La etiqueta decide. 
No impartas actitudes fijas; im-parte consciencia flexible. No digas esto es malo; no digas esto es bueno. Di tan sólo que uno ha de ir descubriendo cons-tantemente qué es lo bueno y qué es lo malo. Educa a la mente para indagar, para investigar. 
Esta flexibilidad de actitud tiene muchas dimensiones. No fijes al niño en actitudes monógamas. No le digas al niño, «Quiéreme porque soy tu madre». Puede que esto cree una incapacidad en el niño y que luego no sea capaz de dar amor a nadie más.

Y así ocurre que esos niños crecidos- les llamaremos así: niños crecidos- continúan estando condicionados. De modo que no eres capaz de amar a tu esposa porque en lo más profundo de ti sólo amas a tu madre. Pero tu esposa no es tu madre, ni tu madre es tu esposa, así que sigues condicionado: una fijación materna. ¡Sigues  aferrado a ella!  Sigues esperando cosas de tu esposa como si ella fuera tu madre. Sin ser consciente. Si no se comporta como una madre, no te sientes a gusto. Y el problema se complica. Si ella empieza a comportarse como una madre, tampoco entonces estás cómodo porque debería comportarse como tu esposa. 
Una madre nunca debería decir, «Quiéreme porque soy tu madre». Debería  tratar de que su niño amará a más personas. Cuanto más polígamo sea el niño, más abundante será su vida. Nunca se sentirá atado. Vaya donde vaya será capaz de amar.  A  cualquiera con el que entre en contacto, será capaz de amarle. No le digas que hay que amar a la madre, ni que hay que amar a la hermana, ni que hay que amar al hermano. 

No le digas, «Este es un extraño, no tienes porque amarle.
No pertenece a nuestra familia, no pertenece a nuestra religión, no pertenece a nuestro país, de modo que no le quieras». 
Estás mutilando al niño. Dile, «El amor es una bendición, ¡sigue amando! Cuanto más ames, más crecerás». Una persona que ama más, más se enriquece. 
Somos unos miserables. Todos somos unos miserables porque somos incapaces de amar. Esto es un hecho: cuantas más personas ames, más serás capaz de amar a cualquiera. Si amas a una sola persona, en último término no serás capaz de amar ni siquiera a ésta, porque tu capacidad de amar irá menguando tanto que se congelará. Es como si cortamos todas las raíces de un árbol y le dejamos una sola. Si le dices al árbol, «Te dejaremos una sola raíz para que la ames. Que sea tu único amor. Obtenlo todo de esta única raíz»., el árbol se morirá. 
Hemos creado una mente monógama, incapaz de amar. Por eso es por lo que hay tantas guerras, tanta crueldad, tanta violencia, en nombre de tantas y tantas cosas: de la religión, de la política, de las ideologías. Cualquier tontería te vale con tal de que encuentres algo con lo que sentirte violento. Y observa como la gente se agudiza: sus ojos centellean cuando hay guerra, cuando todos se liberan del tabú de no matar. Entonces puedes matar a quien quieras. Por eso es por lo que sientes más alegría cuando matas a alguien; nunca sientes alegría cuando amas. 
Ve y observa cuan dichosos se sienten en Bangladesh. Ve y observa en cualquier sitio en que haya muerte: observa la dicha.  Y cuando no hay muerte, observa la languidez, la inercia, las miradas sin brillo. Nadie se siente a gusto; la vida carece de sentido. Crea una situación para que alguien mate a alguien y todo el mundo cobrará vida. ¿Por qué? Hemos atrofiado la capacidad de amar, y un niño es capaz de amar a quien sea. Un niño nace para amar al mundo entero, un niño nace para amarlo todo, un niño nace para amar a todo el universo, con tal capacidad para amar que si tú la estrangulas, desde ese mismo instante el niño comienza a morir. 
Pero, ¿por qué este monopolio? ¿Por qué esta actitud posesiva? Es un círculo vicioso. La madre no se siente completa en sí misma. No ha amado, no ha sido amada, de modo que se vuelve posesiva con su niño. Debe  conseguir al menos que el amor del crío se vuelque totalmente en ella. No debe dirigirse a nadie más. Debe  destruir todas las posibles raíces. El niño le debe pertenecer totalmente. Esto es violencia, esto no es amor.

Y los psicólogos dicen que los siete años primeros son los más fundamentales. Una vez se ha hecho algo, es imposible el deshacerlo, es realmente imposible el deshacerlo porque se ha tornado una estructura básica, el cimiento del niño. El lo cons-truirá todo basado en esta estructura: esta estructura se convertirá en el fundamento de su vida. Por eso, permite a todo el mundo que se vuelva no-posesivo, que ame más, sin condición, sin reserva. 
Esto no implica que porque alguien sea digno de amor tengas que amarlo. Más bien, el énfasis debería estar en ser tú más amoroso. El amor en sí mismo es bello y altamente gratificante. Ama pues, sientas lo que sientas; sientas  dónde sientas, ama. Esta fluidez del amor te hará consciente de una vida más vasta, y esa vida más amplia te conduce a lo Divino. 
El amor es la base de la oración. A menos que hayas amado, y amado en abundancia, ¿cómo puedes orar? ¿Cómo te puedes sentir agradecido? ¿De qué puedes sentirte agradecido? ¿Qué puede haber por lo que te sientas agradecido? Si no has amado, ¿de qué puedes sentirte agradecido a Dios? Por lo tanto, la vida es el comienzo, el amor es la culminación. Y si has amado, repentinamente serás consciente de un universo pleno de amor. Si no has amado, todo es odio, celos. Pero hasta ahora nuestro hincapié ha estado en que tú debes recibir amor. Y todo el mundo se siente frustrado cuando no recibe amor, y nadie se siente frustrado cuando no da amor. El énfasis verdadero debería  ser: «da» amor; no, «quiero» amor. Todos intentan conseguir  el amor de alguien. No puede ser arrebatado. Sólo puedes darlo. Sólo puedes continuar repartiéndolo. Y la vida no es indiferente. Si das, la vida devuelve el uno por mil. Pero no debes  preocuparte de la devolución, debes  seguir dando. 
Todo niño debería  ser educado más en el amor y saber menos de matemáticas, de cálculo, de geografía, de historia. Debería ser educado más para amar, porque la geografía no va a ser la culminación, ni las matemáticas van a ser la culminación, ni el saber historia, ni tecnología. Nada es comparable al amor. El amor será la culminación. Y si te pierdes el amor y todo lo demás está presente, te sentirás como un desecho vacío, sólo vacuidad. Y luego surgirá la ansiedad. 
Por eso en segundo lugar te digo: el amor debe ser profundamente enraizado. No se debería  obviar ningún esfuerzo que pudiera conducir a que un niño fuera más amoroso. Pero nuestra estructura no lo permite porque estamos asustados. Si una persona comenzase a amar más, ¿qué ocurriría con el matrimonio? ¿Qué sucedería con esto y aquello? Nos sentimos preocupados. En realidad nunca pensamos qué es lo que sucede al casarnos. ¿Qué es lo que es el matrimonio en la actualidad y qué es lo que ha sido desde siempre?  Tan sólo un doloroso sufrir, un largo sufrir con caras sonrientes. Ha demostrado ser simplemente una desgracia. A lo más, una conveniencia. 
Cuando digo esto no quiero decir que si eres capaz de amar a más gente, no te cases. Por lo que a mí concierne, una persona que es capaz de amar más, no se casará sólo por amor. Se casará por cosas más profundas. Por favor, entiéndeme: si una persona ama a muchos, no hay razón para que se case con alguien sólo por amor, porque es capaz de amar a muchos sin casarse, de modo que ésta no es la razón. Hemos forzado a que todo el mundo se case debido al amor. debido a que no puedes amar fuera del matri-monio, hemos forzado innecesariamente al amor y al matrimonio a ir de la mano. Innecesariamente. El matrimonio es para cosas más profundas, más profundas todavía: para la intimidad, para un objetivo común , para desarrollar cosas que no pueden ser hechas en solitario, que deben  realizarse juntos, que necesitan del estar estrechamente unidos, de una intimidad profunda. Debido a esta sociedad privada de amor, nos casamos por amor romántico. 
El amor nunca puede ser una gran base para el matrimonio porque el amor es alegría y juego. Si te casas con alguien por amor, te sentirás frustrado porque pronto la alegría se evapora, la novedad desaparece y surge el aburrimiento. El matrimonio es para una íntima amistad, una profunda intimidad. El amor está implícito, pero no es lo único. Así que el matrimonio es algo espiritual, ¡algo espiritual! Hay muchas cosas que nunca puedes desarrollar en solitario. Incluso tu crecimiento necesita de alguien con el que complementar, alguien tan íntimo que te puedas abrir totalmente a él o ella. 
El matrimonio no es en ningún modo sexual. Lo hemos forzado a ser sexual. Puede que el sexo esté presente o puede que no lo esté. El matrimonio es una profunda comunión espiritual. Y si esta clase de matrimonio se da, alumbra almas muy diferentes, almas cualitativamente muy diferentes. Cuando un niño nace de esta intimidad, puede tener una base espiritual. 

Pero nuestros matrimonios son únicamente sexuales, sólo un compromiso sexual. Y de este acuerdo, ¿qué es lo que puede nacer? O bien nuestros matrimonios son acuerdos sexuales o se deben a un amor romántico momentáneo. 
En realidad, el amor romántico está enfermo. Debido a que no puedes amar a muchos vas acumulando la capacidad de amar. Luego te sientes inundado por ella. Entonces, cuando encuentras a alguien y tienes la oportunidad, este desbordamiento de amor es proyectado. Por eso una mujer corriente se torna como un ángel y un hombre normal se vuelve divino, parece divino, como un dios. 

Pero cuando el desbordamiento desaparece y vuelves a la normalidad, ves que has sido engañado. El es sólo un hombre corriente y ella es sólo una mujer corriente. 
Esta locura romántica es creada por nuestro condicionamiento monógamo. Si a una persona se le permite amar, nunca acumulará tensiones que puedan ser proyectadas. Así que el romance sólo es posible en una sociedad muy enferma. 

En realidad, en una sociedad sana no habría romances: habría amor, pero no romance. Y si no hay romance, entonces el matrimonio se dará en un nivel más profundo y nunca será frustrante. Y si el matrimonio se da en función no sólo del amor sino de una íntima proximidad, en función de una relación de «yo-y-tú» de modo que ambos puedan crecer, no como «yo» y como «tú» sino como «nosotros», entonces el matrimonio es un verdadero entrenamiento para la ausencia de ego. 
Pero desconocemos totalmente esta clase de matrimonio. Todo lo que conocemos es fealdad; sólo rostros maquillados y por dentro todo muerto. 
Y por último: un niño debe  ser educado positivamente, nunca negativamente. Se debe dar un énfasis positivo en todo; sólo entonces puede un niño crecer y volverse un individuo. ¿Qué es lo qué quiero decir con «énfasis positivo»? Nuestro énfasis es siempre negativo. Digo, «Soy capaz de amar a alguien, pero no puedo amar a todo el mundo». Este es un condicionamiento  negativo. Por el contrario debería ser capaz de decir, «Soy capaz de amar a todo el mundo, no sólo a éste». La capacidad de amar debería de extenderse a muchos. Desde luego que habrá individuos a los que no podrás amar, así que no te fuerces a amarlos. Pero tu énfasis actual está en «Sólo puedo amar a uno». Manju dice, «Sólo amo a Laila. No puedo amar a nadie más». Esto es negativo. Se niega al resto del mundo. Una actitud positiva debería  ser ésta, «En verdad no puedo amar a esta mujer, pero puedo  amar al mundo entero». 
Piensa siempre más positivamente en todos los ámbitos. Si soy negativo en mis actitudes, estaré  rodeado por mis propias negatividades. Por todo veo negaciones, «Este hombre no es bueno porque miente». Pero aunque mienta, no es sólo mentiras. Es más que eso. ¿Por qué no atiendes a la parte mayor? ¿Por qué enfatizas especialmente las mentiras? Y decimos, «Ese es un ladrón», pero aunque un hombre sea un ladrón, es más que eso. Incluso un ladrón puede tener cualidades positivas y, en realidad, las tiene, porque sin cualidades positivas no puedes ser ni un ladrón. De modo qué, ¿porqué no enfatizas sus cualidades positivas? 
Un ladrón es valiente, ¿por qué no resaltas su coraje? ¿Por qué no aprecias su valor? Incluso uno que miente es inteligente, porque no puedes mentir si no eres inteligente. Las mentiras requieren de una penetrante inteligencia, de la cual la verdad carece. Puedes ser un idiota y decir la verdad, pero para decir mentiras requieres inteligencia, agudeza y un más amplio rango de consciencia porque si dices una mentira tendrás que decir cientos, y tendrás que recordarlas a todas. Así qué, ¿porqué no resaltar las cualidades positivas? ¿Por qué enfatizamos las negativas? 
Pero nuestra sociedad ha creado mentes negativas. Y puedes hallar lo negativo en cualquiera. Ha de estar ahí porque la vida no puede existir sólo con lo positivo. Se necesita lo negativo: para equilibrar. Por eso existe lo negativo y si educas a los niños en lo negativo vivirán toda su vida en un universo negativo. Todo el mundo será malo y cuando todo el mundo es malo te empiezas a volver egoísta: sólo tú eres bueno. 
Educamos a nuestros niños para que encuentren faltas en todo. Así empiezan a ser «buenos». Los forzamos a ser buenos, y entonces perciben a todos como malos. Pero, ¿cómo puede ser alguien bueno en un mundo malo? No es posible. Solamente puedes ser bueno en un mundo bueno. Una sociedad buena sólo puede surgir de la positividad de la mente. Así que , saca a relucir lo más positivo de tu mente.Y aunque haya siempre algo negativo, intenta siempre ver algo positivo en ello: ha de estar presente. Y si un niño se vuelve capaz de ver lo positivo incluso en lo negativo, le has dado algo. Será feliz. Si le das una mente negativa y se vuelve capaz de encontrar lo negativo en todo lo positivo, creas el infierno para él. Toda su vida se la va a pasar en el infierno. 
El cielo es vivir en un mundo positivo; el infierno es vivir en un mundo negativo. La Tierra entera se ha vuelto un infierno debido a las mentes negativas. La madre no es capaz de decir al niño, «Esa mujer es guapa». ¿Cómo le va a decir esto? Sólo ella es hermosa, nadie más. Un esposo no le puede decir a su mujer, «¡Mira! ¡Qué guapa es esa mujer que pasa por la calle!» ¡No puede decírselo! Lo dice, pero por dentro. Y si la esposa está con él, él está incluso asustado de pensarlo por sus adentros. 

Un esposo que se pasea con su esposa está asustado de mirar aquí y allá. No es capaz de mirar. Por eso es por lo que nunca quiere ir con su mujer. Es un infierno. Pero, ¿por qué? Si alguien es guapo ¿por qué no decirlo? 
Una madre no es capaz de escuchar a su hijo mientras dice que otra es guapa. Intentará hacerle sentir que sólo ella es guapa y que el resto del mundo es feo. Y en último término, el niño descubrirá que su madre es la más fea porque, ¿cómo puedes crear belleza en un mundo feo? De modo que el padre le va entrenando, un profesor le sigue diciendo, «Sólo yo soy el que poseo la verdad». 
Alguien estuvo aquí durante dos días y me dijo, «Deseo escucharte, pero mi Gurú me dice, «Esto es pecado. Me perte-neces, ¿cómo puedes ser seguidora de otro? Y si yo te puedo transmitir la Verdad, ¿para que necesitas a otro?» Más pronto o más tarde este Gurú dejará de ser un Gurú, no puede permanecer como Maestro, porque está enseñando negatividad. Y esta nega-tividad va a recaer sobre él en último término. 
En el zen, los Maestros envían a sus discípulos a sus opo-nentes. Algunos se quedan con un Maestro durante un año, y cuando está preparado el Maestro le dice, «Ahora ve a mi oponente, porque yo te he dicho una parte. El puede entregarte el resto. Así que ve». 
Este Maestro siempre será recordado como un Maestro, nunca podrás perderle el respeto. ¿Cómo vas a ser irrespetuoso con él? Te envía a su oponente sólo para que descubras la otra parte: «Te he dicho una parte, pero no es todo». Y nadie puede decírtelo todo, ¿mmm? Porque el todo es inmenso. 
Crea pues una actitud positiva, y un mundo mejor surgirá de ella. Pero esto es sólo una aproximación. Es un tema muy com-plejo. De modo que en alguna otra ocasión  lo discutiremos más ampliamente. 

LA ALQUIMIA SUPREMA VOL I (Escrito 1º)






Osho, ¿qué tipo de sociedad es capaz de desarrollar individuos en los cuales la mente subconsciente sea utilizable y fácilmente suprimible? 
  
 Este es un problema complejo, multidimensional, pero pueden abordarse algunos puntos básicos. Uno: una sociedad adecuada es posible sólo si los niños no son educados en el antagonismo, la dicotomía  entre el cuerpo y la conciencia. Lo primero es que no deben ser educados en base a esto. No se les debe decir a los niños, «Tú vives en el cuerpo». No se les debe decir, «Tú posees el cuerpo». Se les debe decir, «Tú eres el cuerpo». 
Y cuando digo que se les debe decir, «Tú eres el cuerpo,» no me refiero a una concepción materialista. Realmente, un ser espiritual sólo puede nacer de esto. La unidad no debe ser alterada. 
El niño nace como unidad, pero lo escindimos en dos.
La primera separación se da entre el cuerpo y la conciencia. Sembra-mos las semillas de la esquizofrenia. Nunca seremos ya capaces de recobrar fácilmente la unidad perdida. Cuanto más crezca, más crecerá la separación y una persona con la separación entre él mismo y su cuerpo es una persona que no es normal. Cuanto mayor sea la distancia, más loco estará, porque, de nuevo, cuerpo y mente son una falacia lingüística. Somos psicosomáticos: cuerpo-mente simultáneamente. 
No es posible separarlos. No son dos, son una sola onda. 
De modo que para una sociedad sana lo primero es no crear mentes esquizofrénicas, no crear mentes divididas, porque la primera división se da entre mente y cuerpo y luego le siguen las demás. Ya has tomado un camino para dividir. La mente será dividida luego y el cuerpo también será dividido. 
Este es un hecho extraño. Me pregunto si tú percibes que estás dividido en consciencia y cuerpo. Más tarde, se divide al cuerpo en superior e inferior, y el inferior es malo y el superior es bueno. ¿En dónde empieza el superior y en dónde comienza el inferior? Nunca nos sentimos cómodos con nuestro cuerpo inferior. ¡Nunca! Por eso es por lo que existe tanta tontería con las ropas. ¡Tanta tontería! No podemos ir desnudos. ¿Por qué? Porque en el instante en que vas desnudo tu cuerpo es uno. Tenemos dos clases de ropas, unas para la zona inferior y otras para la parte superior. Esta división en los vestidos se halla conectada básicamente con la división del cuerpo. 
Si estás desnudo, ¿Qué es lo inferior y qué es lo superior? ¿Y cómo divides? ¡Si eres uno! 
Aquellos que dividen al hombre no están preparados para que el hombre se encuentre cómodo en su desnudez. Y esto es sólo un comienzo porque hay más desnudez por dentro. Si no estás dispuesto a desnudar tu cuerpo exterior, a ser auténtico, no serás nunca auténtico con otras capas más profundas. ¿Cómo vas a serlo? Si no puedes enfrentarte con tu desnudez corporal, ¿cómo puedes encarar tu consciencia desnuda? 
Este ropaje no es sólo ropaje. Sustenta una filosofía, una filosofía muy insana. Así el cuerpo es dividido, luego la mente es dividida, luego lo consciente, lo inconsciente, lo subconsciente, y las divisiones siguen surgiendo. En un principio el niño nace como una unidad, y el mismo niño muere como una multitud, ¡Cómo una multitud! ¡Absolutamente una casa de locos! Todo el mundo ha sido dividido y entre esas divisiones hay un conflicto constante, una lucha y la energía es así disipada.
Y en verdad nunca mueres: te matas a ti mismo. Todos nosotros estamos suicidándonos, porque está disipación de energía es suicidio. Es muy raro que una persona muera. ¡Muy raro! Todo el mundo se mata a sí mismo, se envenena. 
Los métodos difieren, los trucos para matarse a uno mismo varían, pero el comienzo es siempre la división. 
Por eso una buena sociedad, una sociedad moral, una sociedad religiosa, no permitirá que sus hijos sean divididos.
Pero, ¿cómo creamos una división? ¿Cómo empezamos? ¿Cuándo empieza el proceso de división? 
Los psicólogos son ahora totalmente conscientes de que en el instante en que el niño se acaricia sus genitales, sus órganos sexuales, la división da comienzo. En el instante en que el niño se toca, en que se acaricia sus órganos sexuales, la sociedad al completo se percata de que algo que está mal va a suceder.
Los padres, el padre y la madre, los hermanos, toda la familia, todos comienzan a ser conscientes de ello. En sus ojos, en sus gestos, con sus gesticulaciones, todos afirman, «No, no te toques». 
El niño no es capaz de entender esto. El o ella son una unidad. No puede concebir el porqué no puede acariciar su cuerpo. ¿Qué hay de malo en ello? No sabe que el hombre ha nacido en el pecado. No sabe de Biblias, no sabe de religiones, no sabe de maestros, de profesores de moral, no sabe de mahatmas. No puede percibir el porqué una parte del cuerpo debe  ser evitada. 
El problema se magnifica porque los órganos sexuales son la parte más sensitiva del cuerpo y la más placentera. Acariciarlos es la primera experiencia placentera para el niño, la primera expe-riencia de su propio cuerpo: que el cuerpo es capaz de proporcionar placer, que el cuerpo es placentero, que el cuerpo tiene un valor. Los psicólogos dicen ahora que hasta un niño de tres meses es capaz de crear un orgasmo; el más profundo. Puede sentir sus órganos sexuales en su clímax, y todo su cuerpo comienza a vibrar. Esta es la primera experiencia de su cuerpo, pero acaba por ser envenenada porque sus padres no la toleran. ¿Por qué no pueden tolerarla? Porque a ellos no se la toleraron. No hay ninguna razón para ello. Sólo porqué a ellos no les fue permitido. 
Con esto. el cuerpo es escindido y la mente y el cuerpo son divididos. El niño se vuelve temeroso, asustado y nace la culpa. El los acariciará, pero ha de esconderlo. Hemos hecho del chiquillo un criminal. Lo hará porqué es natural, pero se sentirá atemorizado por si alguien está o no está mirando, por si la mamá está o no está presente.
Si no hay nadie los acariciará, pero ahora este tocar no le causará el mismo placer que le podía haber propor-cionado, porque la culpa está presente. ¡El está asustado! ¡Está temeroso! 
Este miedo continúa durante toda su vida. Nadie está cómodo con su experiencia sexual. El miedo continúa. Se sumergirá muchas, muchas veces en la experiencia sexual, pero nunca percibirá su plenitud ni su profundo éxtasis. Nunca lo sentirá, se ha vuelto algo imposible. Habéis envenenado la misma raíz y él se sentirá culpable. 
Nos sentimos culpables debido al sexo; somos pecadores debido al sexo. Habéis creado vosotros mismos la división, la división fundamental que consiste en que en el cuerpo, has de escoger: unas partes son buenas y otras son malas. ¡Qué tontería! 
O todo el cuerpo es bueno o todo es malo, porque no hay nada que esté separado en el cuerpo. La misma sangre circula por todo el cuerpo; el mismo sistema nervioso está presente. Todo es uno por dentro, pero para el niño ahora hay una división. Y otra cosa: habéis envenenado su primer gozo. A partir de ahora nunca será dichoso. 
La gente acude diariamente a mí y yo sé que su problema fundamental no es la meditación; su problema básico no es la religión. Su problema básico es el sexo. Y me siento impotente para ayudarles, porque si en verdad deseo ayudarles, no acudirán a mí de nuevo. Se asustarán de mí porque en realidad están asustados del sexo. ¡De modo que no se debe hablar de sexo! Habla sobre Dios, habla sobre lo que sea, pero nunca hables de sexo. ¡Y su problema no es, para nada, Dios! Si el problema fuera Dios, podrían ser ayudados fácilmente, pero Dios no es el problema. Su problema fundamental sigue siendo el sexo. Y son incapaces de disfrutar de algo porque no pueden disfrutar del primer regalo que la naturaleza, que la fuerzas Divinas, les han entregado. No tienen el primer regalo de felicidad, de modo que no pueden disfrutar. 
He percibido en innumerables ocasiones que la persona que no es capaz de disfrutar del sexo no puede penetrar en lo profundo de la meditación, pues siempre que aparece la felicidad se asusta. La asociación es profunda. Así has creado una barrera. Y ahora él dividirá también a la mente, porque él no es capaz de aceptar la parte sexual de la mente. El sexo es cuerpo y mente. ¡Todo es ambas cosas! En ti, todas las cosas incluyen ambos aspectos. Recuérdalo constantemente. El sexo es ambas cosas, mente y cuerpo, de modo que si la parte mental del sexo ha de ser eliminada, esta parte suprimida entrará a formar parte del  incons-ciente. Las fuerzas, los pensamientos, las prédicas moralizadoras que la suprimen, formarán el subconsciente. Una muy pequeña parte de la mente, la cual es consciente, permanecerá a tu alcance. Es útil para la rutina diaria, para nada más. No es útil para vivir en profundidad. Puedes existir; eso es todo. Puedes vegetar, puedes ganar dinero, puedes construir una casa, un modo de vivir, pero no puedes saber lo que es la vida porque, de la totalidad de la mente, nueve partes de diez son negadas. Nunca puedes ser completo, y sólo un completo total es santo. A menos que estés completo, nunca podrás ser santo. (  * N. del T. juego de palabras en inglés entre «whole»  = total  y «holy»  = santo) 
Por eso lo primero, lo más elemental que debe hacerse para crear una nueva sociedad, una sociedad religiosa, es no crear división. Este es el mayor pecado: el crear división. Dejemos que el niño crezca como una unidad. Dejemos que crezca como unidad, a gusto con todo lo que forma parte de él, y cuanto antes sea capaz de trascenderlo todo, antes será capaz de trascender el sexo, antes será capaz de trascender la naturaleza instintiva. Pero será capaz de trascenderlos como unidad, nunca como división. Esta es la clave. Podrá trascenderlos porque será tan completo, tan poderoso, tan indivisamente uno, que podrá trascender cualquier cosa. 
Podrá desprenderse de todo aquello que se convierta en una molestia. De todo lo que se convierta en obsesión, podrá desprenderse. El será fuerte, uno. Suya será una gran energía sin dividir, ¡Podrá cambiarlo todo! Pero un niño dividido no es capaz de hacer nada. En realidad, en un niño dividido, la mente consciente es una parte menor, y el inconsciente es la mayor. Durante toda su vida un niño dividido lucha contra una gran energía utilizando una menor. Está condenado a ser derrotado siempre. Y luego se sentirá frustrado. Y luego dirá, «De acuerdo, este mundo es sólo miseria».