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martes, 26 de mayo de 2015

OCHO PRINCIPIOS PARA SER FELIZ



Así, cualquier persona puede beneficiarse de la sabiduría acumulada miles de años por esta filosofía oriental, sólo debe ser capaz de guiarse por los siguientes principios:
1. Eliminar los pensamientos negativos
Las personas deben estar conscientes de como se hablan a sí mismos, sus pensamientos y acciones. Apenas vean algo negativo debe eliminarlo, y cambiarlo por algo positivo.
2. Actuar en positivo
Más allá de tener pensamientos positivos lo que importa es ponerlos en acción, lo que representa una verdadera llave hacia la autoconfianza.
3. Un Photoshop a la imagen
Haga una imagen mental de cómo es y así se sentirá. Si no le gusta esa imagen mental debe cambiarla por algo que le guste más, será mejor para su autoestima.
4. Mejore su imagen
Según aquellas personas que siguen el zen y que mantienen un trabajo como cualquier persona, no hay como una buena ducha y una afeitada para cambiar la forma de ver el día. Vistiéndose bien se verá presentable y listo para conquistar el mundo.
5. Cuerpo erguido
Al mantener una posición correcta y derecha, las personas se sienten mejor consigo mismas. Por otra parte la gente que se para derecho luce más atractiva. La filosofía zen recomienda como ejercicio imaginar que está colgando de una cuerda amarrada a su cabeza.
6. Hablar lento
Una persona con autoridad habla lento, muestra confianza. Una persona que cree que lo que dice no es digno de escuchar, habla rápido, porque no quiere tener esperando a la gente para sus escasas importantes palabras.
7. Establezca un reto pequeño y cúmplalo
A menudo las personas tratan de hacer demasiado y cuando fracasan, se desmoralizan. Busque un objetivo que pueda cumplir, cúmplalo y busque otro. Mientras más objetivos cumpla, tendrá más efectividad para sus próximas metas y se sentirá mejor.
8. Modifique un habito pequeño
No uno grande como dejar de fumar. Uno pequeño como empezar a escribir las cosas o tomarse un vaso de agua por la mañana. Cuando lo haya logrado durante un mes, se sentirá de maravilla.


Fuente: Tomado de Facebook de 
Rosanna Jazbec

ÉL



Eran días de incertidumbre, desasosiego, temor… ¿Qué nos deparaba el destino ahora que Él no se encontraba con nosotros? Revivíamos una y otra vez los años que estuvimos juntos. Tantos momentos que no supimos comprender, perdidos es nuestras discusiones e ilusiones mundanas; pero era así como debía ser, nuestras almas estaban en la forja. Golpe a golpe, en el calor del fuego, íbamos adoptando una forma determinada; y no era Él quien los daba, éramos nosotros mismos, llenos de orgullo y vanidad, quienes sin saberlo gestábamos un nuevo ser en nosotros. ¡Nos quemábamos tanto! Y sólo así fue posible llegar al intenso fuego que acabó con nuestras expectativas banales. El mesías que esperábamos se fue, diluido en las enseñanzas de nuestros mayores que ya no nos confortaban.
¿Quién era Él? ¿Qué hizo con nuestras vidas que nunca más fueron las mismas? ¿Le comprendimos cuando ya era tarde? Esperábamos un reino físico aquí, en la Tierra, y no sucedió…
Durante cuarenta días después de su muerte estuvo desconcertándonos. Siempre nos decía que no le viéramos como a alguien superior a nosotros, que no hiciéramos caso de leyendas sobre Él. Nosotros teníamos información de primera mano, fueron tantas las veces que le interrogamos…
Era claro en sus respuestas:
–He nacido como vosotros, fruto de la tierra y del cielo. En cada uno de nosotros reside la esencia, la semilla que germina al ritmo de nuestros corazones. Mi madre y mi padre no son diferentes a los vuestros, ni yo soy diferente a vosotros, puede que mi corazón se haya abierto un poco más, pero sólo eso.

¡Tan lejos estaban sus respuestas de lo que escuchábamos una y otra vez desde niños!
–Mi reino no es de este mundo, como no lo son vuestras almas. Nacemos, andamos sobre estas tierras ensuciándonos los pies, hundiéndonos en el barro, sufriendo a veces sin saber por qué, con un futuro incierto tras la muerte. Nos desesperamos, humillamos, cuando creemos que otros nos arrebatan la dignidad. ¡Nadie puede arrebatarnos lo que no es de este mundo! Podrán lastimarnos, arrancarnos la piel a tiras, despedazarnos, pero nunca llegarán a apoderarse de nuestras almas. Esta no es la realidad de la que os hablo, es sólo un sueño del que estáis despertando. Donde yo voy, vosotros ya estáis. No lo recordáis pues así lo decidisteis, para que vuestro crecimiento fuera acelerado con el calor del fuego de vuestro corazón y el martillo de vuestra voluntad.
Nuestra voluntad titubeaba, se debatía entre dos mundos. Lo que veíamos cada día, la dominación, el desprecio, la impotencia…, nos hacía mella. ¿Cómo compaginar sus palabras con nuestro día a día, donde la vida no vale nada y es sometida al capricho de unos pocos?
Él zanjó de golpe nuestras dudas… Se mostró tal y como era ante quienes le seguimos, días después de su muerte. ¿Cómo podía ser? Y sin embargo fue. Creíamos en su reino, lejos, más allá de lo conocido. Y ahí estaba Él, compartiendo momentos como si nada hubiera pasado. Calmo, sosegado y en paz. Una paz que nos calaba los huesos y hacía caer cualquier barrera. Su mundo estaba y está aquí junto a nosotros. “Lo que yo hago vosotros haréis, donde yo voy vosotros iréis”, nos repetía una y otra vez. Venció a la muerte…
Un día, cuando manifestó que ya no era necesaria su presencia, nos dijo que cuando flaquearan nuestras voluntades recordáramos su paz, la volviéramos a experimentar como si sucediera otra vez en el presente. Y así acontecía.
–La paz que os dejo la lleváis siempre con vosotros, es vuestra, como vuestro es el fuego que respira en vosotros. Reside donde está vuestro corazón y se extiende hasta donde vuestra voluntad alcanza. Su llama crece con el amor que sois capaces de dar, ella os mostrará el camino hacia un fuego mayor con el que os fundiréis cuando ya nada deseéis para vosotros.
Así supimos, cada uno en su momento, de qué nos hablaba. El fuego que nos quería trasmitir era la propia Vida; el que hace y deshace cuanto existe y se recrea una y otra vez; el que eleva a quien se hace humilde, lleva la luz donde la sombra impera. Un fuego que reaviva lo que creíamos marchito y purifica cuanto en nosotros aborrecemos.
Estamos de paso, como el invierno da paso a una nueva primavera que con seguridad llega. En muchas estaciones hemos de vivir aún, mas ya sin incertidumbre, sabiendo que el destino no está en el futuro sino aquí y ahora, donde Él está.
Ángel Hache
http://escrito-en-el-viento.blogspot.com.es/

UN REGALO




Quizás no sepamos de dónde venimos ni a dónde vamos,
ya parece un largo camino recorrido y aún más el que nos queda por recorrer.
Construirse a sí mismo no es nada fácil.
Unas veces la senda parece un paseo por un vergel
y otras sólo conseguimos dar un paso tras un esfuerzo titánico
y sin saber si ha merecido la pena tal sacrificio.
Mas cuando damos el paso,
éste nos abre las puertas en que vemos el siguiente a dar,
entonces la esperanza se convierte en algo real y tangible
y podemos decir que sí,
todo esfuerzo no ha sido en vano.
La vida es un regalo, más un regalo que se gana a pulso.
Cuando nos resistimos a crecer,
queremos permanecer reteniendo aquello que nos da un sentido a la vida
y todo lo que nos va bien.
Y deseamos dar un gran salto hacia adelante,
o peor,
hacia atrás
cuando el viento no va a nuestro favor,
pero el pasado … ya no vuelve.
Sólo nos queda un camino: crecer.
Nos sentimos empujados por los acontecimientos,
o eso es lo que creemos,
cuando en realidad somos nosotros quienes los creamos,
unas veces por nuestra dejadez y otras por nuestro ímpetu.
Siempre ante nosotros se abren diferentes posibilidades
y la última palabra es la nuestra,
también nuestra responsabilidad.
Nadie decide por ti si no quieres.

Reflexiones de Ignacio Rivas: Cuando te cuesta entender lo que pasa



Muchas veces te costará entender lo que te pasa. Todo tiene una razón de ser… las respuestas existen… están a tu disposición. La vida en sus tiempos te mostrará lo que necesitas saber. Si tienes un deseo sincero de cambiar esa realidad a la que no le encuentras explicación y no es de tu agrado… aparecerá el “para qué” de esa experiencia… sobre todo para que puedas continuar.
En la paz de tu espíritu… en la quietud de tu alma…Dios te hablará con tu propia voz y se sumarán señales de diversa índole. Todo te sorprenderá en un principio… luego convivirás con ello tan naturalmente que ya será parte de tu vida diaria. Y esas respuestas irán más allá de las justificaciones que esperabas… verás como aparecerán señales respecto de los nuevos caminos a transitar y aumentarán las sincronicidades.
Así es como sentirás que tu vida vale la pena ser vivida… porque sigues a tu corazón… y eso es lo que importa… porque al fin y al cabo todo encajará a la perfección en tu existencia actual. No habrá más nada de que quejarse… ni de los obstáculos… ni de las situaciones incómodas… ni de la persona que se va de tu vida… porque todo lo que suceda será para tu bien… para tu crecimiento y evolución espiritual.
Extracto de la segunda parte del libro "Ignacio Rivas y sus Mensajes de Dios"

BENDITA LLUVIA




Cae la lluvia,

elevo mi rostro a ti,
cielo,
pincelado de gris,
luminoso,
traslúcido,
cálida luz del sol
con su infinita calma.
Siento tus gotas una a una,
cayendo
como una caricia
deslizándose suavemente por mi piel.
Empapado estoy de ti,
lluvia.
Llevas mi pensamiento a otro tiempo,
otro lugar
lleno de sensaciones,
emociones.
Cierro mis ojos,
revivo aquel instante junto a ti,
eterno.
Tu y yo,
solos.
Caía la lluvia como hoy,
mojados caminando de la mano,
riendo sin parar.
Miradas de amor,
el alma en tus ojos,
alegría de mis días y mis noches.
Ahora lluvia me acercas más a ti,
la nube te alcanza,
mi mano más allá del mar,
siento la tuya y volvemos a caminar,
juntos,
riendo sin parar.
Miradas de amor.
El alma en tus ojos.
Mi alegría.
Sumergida en mi piel.
Bendita lluvia eres tú.
Rosas y Espinas de Luz
Ángel Hache

¿Puede el amor absorbernos de tal forma que se convierta en una adicción?



CODEPENDENCIA: ¿AMOR, O NECESIDAD?
¿Puede el amor absorbernos de tal forma que se convierta en una adicción? La respuesta correcta es que si hay adicción, no hay amor. Pero parece que hay personas que siempre se enamoran de los más conflictivos, de aquellos que están más desvalidos y que más necesitan de nuestra ayuda. Y es aquí donde entra en juego la codependencia: no lo hacen para amarles desinteresadamente y ayudarles mejorar. Lo hacen por interés y necesidad, para sentir que son útiles y queridos, lo cual es un grave error en sí mismo. Estas relaciones siempre son problemáticas porque están sostenidas en una base enfermiza de desequilibrio y dependencia, y se convierten en destructivas. Cuando esto ocurre, estamos ante el síndrome de la codependencia.
Hay muchos tipos de codependencia, la más común es la de una pareja en la que uno de sus miembros sufre una enfermedad o una adicción (alcoholismo, ludopatía, drogas…), y el otro dedica su vida a cuidarle y a ayudarle, pero sin dejar que se cure completamente, ya que lo que da sentido a su vida es saberse útil y necesitado.
El codependiente siente necesidad y satisfacción resolviéndole la vida a su pareja, o a los demás, esto les hace sentir importantes. Hay otro tipo de codependiente, que es egoísta y dominante, y no deja crecer nada a su alrededor, un individuo que chupa la energía de cuantos están a su lado. A este tipo le denominamos “vampiro energético”; otros codependientes son tan celosos que no toleran la presencia de nadie, e incluso pueden infringir malos tratos físicos o psíquicos a su pareja si tienen siquiera la sospecha.
A veces hay una violencia soterrada y llena de silencio y de miedo. Es un juego de poder, una lucha en la que cada uno ejerce su forma de control del otro, asumiendo papeles de víctima o de salvador. Los expertos coinciden en que quien está inmerso en una relación de codependencia, nunca se da cuenta de ello por sí mismo, corresponde a un tercero, desde fuera, la responsabilidad de hacerlo evidente. Lógicamente, si la relación es gratificante para ambas partes, si no hay dolor y se afronta lo cotidiano de un modo aceptable, no hay que meterse a juzgar por qué funciona. Sólo hay que intervenir cuando la relación es un infierno y hace daño a terceros, o a uno de los miembros de la pareja.
La codependencia puede provocar una serie de síntomas psicosomáticos inespecíficos, como dolores de cabeza, desarreglos digestivos y menstruales o insomnio; y trastornos psicológicos, como depresión, obesidad o bulimia… Los primeros síntomas de alarma serían no estar a gusto y mostrar insatisfacción permanente, no sentirse feliz, no querer llegar a casa, falta de deseo y de alicientes… Ante esto siempre cabe preguntarnos ¿qué me pasa?
El codependiente alimenta su autoestima sintiéndose deseado o útil. Todos estamos infectados de codependencia, porque en esta vida terrenal el miedo es más fuerte que el amor …Y si no, “quien esté libre de pecado…”




EL MIEDO AL COMPROMISO
compromiso
El miedo a la intimidad y al compromiso, a la dependencia amorosa y a entregarse, que hoy día se da con tanta frecuencia, son también tipos de relación dependientes. A muchas personas, cuando sienten deseo o atracción por alguien, o se enamoran, les surge automáticamente el miedo a la dependencia y al compromiso. Esto suele sucederles a personas con experiencias dolorosas y frustrantes, o a hijos de padres separados.
Quien teme a la intimidad y al compromiso inicia una relación que desea realmente, pero que corta a medida que el deseo toma forma. Así va iniciando relaciones que nunca se consolidan, y entra en un ciclo que se va repitiendo. Si no se sincera consigo mismo y no afronta cuáles son sus verdaderas necesidades y se arriesga al compromiso, difícilmente encontrará lo que tanto desea y busca: SER FELIZ.
Los codependientes son como los yonkies. Deben aprender que el amor no se mendiga ni se posee. El amor es evolución, es iluminación.
LAS CAUSAS DE LA CODEPENDENCIA
A menudo, las personas codependientes han sido objeto de algún tipo de abuso físico o verbal, o sufrieron el abandono de uno de sus padres, o de ambos. El codependiente busca alivio en alguna adicción para “anestesiarse” de su dolor. A veces lo hace a través de relaciones personales disfuncionales y, muchas veces, dañinas; o mediante adicciones al dinero, el sexo, la ira, las drogas, la bebida, etc. El codependiente está atado a lo que le sucedió en su familia de origen y se siente internamente torturado por ello, aunque la mayoría de las veces no se da cuenta de lo que le está sucediendo.
Los niños de familias disfuncionales crecieron sin haber escuchado mensajes importantes de sus padres, mensajes de amor, ratificación o confianza. Debido a ello al crecer se sienten abandonados, su baja autoestima les impulsa a buscar la aprobación de otras personas para sentirse mejor consigo mismos. A veces, su hambre de amor y aprobación es tan grande, al llegar a la adolescencia o la adultez, que están dispuestos a soportar cualquier cosa con tal de recibir aunque solo sean “migajas” de cariño y atención.
Freud y Jung pensaban que esta abundante, silenciosa y gravísima enfermedad mental era imposible de curar porque las personas sienten mucho placer manipulando, para obtener el fruto de sus deseos, unas veces como víctima, otras como salvador y otras como juez-verdugo.
LOS LÍMITES Y CÓMO ESTABLECERLOS
Los límites emocionales nos capacitan para protegernos y nos permiten conocernos mejor a nosotros mismos, y por tanto, nos facilitan la relación con los demás. Poner límites nos ayuda a asegurarnos de que nuestro comportamiento es apropiado e impide que ofendamos a los demás o seamos ofendidos. Si hemos establecido límites normales, nos damos cuenta de cuándo estamos siendo abusados. La persona que no ha puesto límites no se da cuenta de que está siendo abusada física, emocional o intelectualmente.
Lamentablemente, los codependientes, y en especial los hijos de alcohólicos y maltratados, permanecen en relaciones abusivas porque no han sabido establecer límites a su comportamiento o al de los demás. Para poder recuperarse y recobrar su identidad y su auto-respeto estas personas necesitan aprender a establecerlos.
Los padres deben enseñar a sus hijos a poner límites desde que son pequeños. La forma en que un niño aprende es diciendo “no” cuando sea preciso, lo cual le ayuda a reafirmar su identidad personal. Los padres “normales” comprenden que las necesidades y los sentimientos de sus hijos deben de ser respetados. Sin embargo, en las familias disfuncionales, la atención la recibe la persona enferma o adicta, y sus hijos amoldan su comportamiento para complacer a esa persona o para evitar disgustarle. Cuando los niños se enfocan en sus padres, pasando por alto sus necesidades y sentimientos, no adquieren los recursos necesarios para poder reconocer sus propios sentimientos, saber lo que piensan, quienes son, o para aprender a comportarse en ciertas ocasiones. Esto es, precisamente, lo que hace que la persona no tenga o ponga límites, y se convierta en codependiente.
En muchos casos, los hijos de los alcohólicos temen las consecuencias si se niegan a hacer algo que ellos consideran injusto o inapropiado. Debido a esto quizás jamás aprendan donde terminan sus límites y comienzan los de los demás.
Los padres no violan deliberadamente los límites de sus hijos; y si lo hacen es porque no tienen un claro sentido de su propia identidad o no comprenden la importancia de enseñar a sus hijos a poner límites. Cuando nuestros límites emocionales son violados, nos sentimos devaluados como personas y no podemos aceptar o dar amor de una forma normal y adecuada. Construimos muros en lugar de límites, e inclusive rechazamos los halagos que nos hacen y dudamos de cualquier persona que esté tratando de acercarse a nosotros.
La manera de comenzar a establecer o reconstruir nuestros límites emocionales es prestar atención a nuestros sentimientos de vergüenza. Si la sentimos con ciertas personas, nos debemos preguntar si nuestros límites están siendo violados, y examinar nuestros sentimientos para poder saberlo. Si nos damos cuenta de que alguien los ha violado, debemos decirle a esa persona que nos hace sentir mal, aunque en ese momento todavía no sepamos el por qué.
Es imprescindible que aprendamos a valorarnos y a consolar y cuidar al niño que todos llevamos adentro. Si los sentimientos de temor, ira o dolor nos agobian, debemos buscar ayuda profesional. De ese modo, conoceremos su origen y aprenderemos a cuidarnos, a valorarnos, y a establecer límites. Escribir un diario, por ejemplo, puede ayudarnos a conocernos mejor y saber lo que nos gusta o disgusta, y lo que deseamos llegar a ser.
Cuando comenzamos a establecer límites, a veces encontramos oposición en los que están más cerca de nosotros, especialmente de aquellos que violaron nuestros límites. Quizás hasta nuestra relación con ellos se deteriore temporalmente. Sin embargo, con el tiempo, según vayamos sanándonos, nuestras relaciones mejorarán. Nadie más que nosotros mismos puede establecer los límites que necesitamos. El hacerlo quizás requiera ayuda o guía profesional, pero la responsabilidad total para hacerlo la tenemos cada uno de nosotros, individualmente.
Cuanto más desees que te quieran más fácilmente causas que te odien. El amor se renuncia, no se posee.
EL DESPRENDIMIENTO EMOCIONAL
Lo primero que debemos definir al hablar de desprendimiento emocional, son los términos “atadura emocional” o codependencia. Decimos que existe atadura emocional cuando una persona se encuentra aferrada emocionalmente a cosas negativas o patológicas de alguien cercano, sea esposo, hijo, pariente, o compañero de trabajo.
Esta codependencia se manifiesta de dos maneras, fundamentalmente: un entrometimiento en las cosas ajenas que no le conciernen, y un hacerse cargo de las responsabilidades del otro individuo, lo que propicia su comportamiento irresponsable.
Una de las primeras cosas que se deben hacer cuando se quiere superar la codependencia es iniciar el proceso del desprendimiento emocional. No se trata de distanciamiento físico, aunque en los casos de violencia extrema hay que recurrir a él, sino, más bien, de no aceptar conductas inadecuadas, como son la adicción a las drogas, agresividad extrema, actos de rebeldía y maltratos.
Es muy doloroso cuando hay que aconsejar a un padre el desprendimiento emocional de un hijo, y que éste lo confunda con desamor, desinterés o ignorancia del problema. La mayoría de las veces, los padres reaccionan mal porque piensan que se les está pidiendo que dejen a un lado el dolor que la situación les produce. ¡No se trata de eso! Ningún terapeuta puede quitar el dolor a nadie; pero sí le puede eliminar la necesidad obsesiva de intervenir, o de pretender tomar el control de una situación que se le ha ido de las manos.
Las personas que están atadas emocionalmente a alguien se sienten responsables por cada una de las cosas que hagan o dejen de hacer los otros. Y piensan que pueden tener el control o pueden evitar que esa persona llegue a cometer actos de irresponsabilidad, como drogarse, conducir ebrio o gastarse la paga del mes en una máquina tragaperras. El codependiente, entonces, se vuelve protector. Está siempre tratando de averiguar qué pasará, dónde estará, con quién, qué estará haciendo… Y, así, deja de vivir su propia vida para vivir en función del otro. Esto afecta su entorno, sus relaciones sociales, familiares y laborales y, por supuesto, su salud. Es un comportamiento patológico. Es una enfermedad.
Entrar en el proceso de desprendimiento emocional es indispensable para mejorar la autoestima de cualquier codependiente, pero es necesario, también, que esa disposición nazca de uno mismo. Ninguna persona puede trabajar su autoestima, ni puede cuidarse, ni menos quererse, si primero no hace un distanciamiento de la persona que le está agrediendo. Por mucho que se preocupe y sufra, no va a lograr nada. No hay madre ni padre que, por medio de amenazas, llanto o ruegos, logre que su hijo deje su adicción a las drogas o a las malas compañías. Por eso hay que aprender a desprenderse por completo.
Un requisito indispensable para comenzar a trabajar el desprendimiento emocional, es tener conciencia de que uno está atado emocionalmente a alguien. Desprenderse emocionalmente es “no entrar en el juego”, no prestarse al abuso, ni de palabra, ni de obra. Tenemos que hacer nuestra parte, sí, pero muchas veces, nuestra parte es no hacer nada. O hacerlo de una manera positiva, diferente. Cambiar de estrategia, dejar las cosas claras y hacerlo con cariño y comprensión. Esto es desprendimiento. No hay lamentos ni hay reproches, no hay imposiciones ni gritos. Das una solución, pero al mismo tiempo tomas distancia del problema.
Desprendimiento no es falta de amor. Desprendimiento es no “tragar” más con esa situación dolorosa. Cuando no se pueden cambiar las cosas, es más sano mirarlas de otra forma. Al cambiar la percepción se logra sacar más provecho de ellas. Eso es crecimiento. Un cambio de actitud provoca que las personas que nos rodean también se movilicen hacia ese cambio para tratar de amoldarse a la nueva situación. Esto es sano. Si continúas atado emocionalmente, tu vida se desbarata, porque tiendes a vivirla desde la anormalidad del otro. Esto es codependencia.
Freud y Jung pensaban que esta abundante, silenciosa y gravísima enfermedad mental era imposible de curar porque las personas sienten mucho placer manipulando, para obtener el fruto de sus deseos, unas veces como víctima, otras como salvador y otras como juez-verdugo.
CONTRADEPENDIENTES
Algunas personas, quizás las más capaces de percibir sus miedos, aquellas que no logran reprimir sus sentimientos con tanta facilidad, reaccionan aterradas ante su dependencia y se transforman en contradependientes. Los contradependientes temen la intimidad porque, al ser tan débiles sus fronteras, saben que pueden llegar a perderse en su pareja si se enamoran, y sufrir como ya han sufrido en el pasado. Entonces se alejan del amor y de la gente. Estas personas afirman no necesitar nada de nadie. Aseguran no necesitar amor, y se encierran en su soledad, -tal vez rodeados de gente-, sin permitir que nadie se acerque lo suficiente como para llegar a algo más íntimo. Perciben la cercanía de los demás como una amenaza a su propia integridad.
Mirar atrás puede ser parte de lo que tengan que hacer en su búsqueda de la identidad perdida. Heridas del pasado, errores transmitidos de generación en generación que se aprenden y se repiten una y otra vez, y que se seguirán repitiendo, mientras no haya un miembro de la familia que se atreva a analizar en profundidad el comportamiento del clan familiar, y a romper, de una vez por todas, la cadena de codependencia. Y lo peor, es que muchas veces se continúa reaccionando con esas mismas conductas adictivas y limitantes, aún sabiendo que son perjudiciales para el propio crecimiento evolutivo.
Probablemente, siendo niños, escuchamos muchas veces frases como estas: “eso no se hace”, “no está bien hablar de los problemas, guárdalos para ti”, o “no es correcto expresar enfado”, “no seas nunca egoísta”, “sé siempre fuerte y bueno”, y nos hicieron sentir vergüenza y culpa, porque lo que deseábamos estaba en contradicción con lo que debíamos hacer. Nos inculcaron que está mal anteponer las necesidades propias a las ajenas, -que eso es ser egoístas-, sin darse cuenta de que lo que estaban fomentando era la baja autoestima, la dependencia, el considerarnos menos importantes y valiosos que los demás. Nos dieron consejos como estos, “haz siempre lo correcto y no cometas errores”, “la aprobación de los demás es muy importante, tienes que gustarles, tienes que aceptarlos, no dejes nunca que piensen mal de ti”; y nos machacaron con aseveraciones del tipo: “yo sé lo que te conviene, sé lo que necesitas, sé lo que es mejor para ti”, forzándonos a ir por el mundo con una enorme carga de estrés, desgastando nuestra energía en esconder nuestros verdaderos sentimientos y nuestro yo más auténtico.
Estas personas deberían revisar y meditar mucho a cerca de sus decrépitas y castrantes actitudes, y dejar de buscar culpables removiendo en el pasado, lamentando una y otra vez lo sucedido. Lo sano, lo evolutivo, es abrirse a nuevos modelos de comportamiento en los que el amor y el respeto por uno mismo sean lo primordial, puesto que esto constituye el fundamento de toda relación sólida y saludable, sustanciada en la confianza y la autoestima.
by DEVI DYUMANI.
Pasos para la sanación.
Desear curarse desde lo más profundo de tu corazón.
Ser consciente que la misma tierra que te hace caer, te ayuda a levantarte.
Ser consciente de que la humillación es la mejor terapia para el ego.
Busca un guía espiritual e iníciate en el camino del autoconocimiento. Con Él entrarás en contacto con tus necesidades y deseos, con tus heridas y miedos más profundos, aprende a aceptarlos y abordarlos con profunda atención y humildad. Eso te ayudará a valorarte y confiar más en ti mismo, fundamental para poder salir de la red codependiente.
Ámate y respétate a ti mismo. Deja de pretender lo que no eres, se valiente, honesto y date permiso para amarte con total aceptación.
Deja de creer que lo mereces todo, deja de mercadear con el cuerpo, el sexo y los deseos y entrégate a la vida dando lo mejor de ti sin esperar nada a cambio.
Erradica de tu mente toda creencia monoteísta inculcada, desprográmate, ten el valor de saltar al vacío.
¿Quieres seguir aprendiendo sobre la codependencia y sanándote?




TANTRA: SEXUALIDAD SAGRADA, MAGIA SEXUAL




Aquellos que lo ven con ojos sucios, con maldad, retorcimiento, deberían buscar dentro de sí mismos cuales son las razones para que sea así. Pero eso se puede sanar pues el sexo con amor es belleza, es compartir, es entrega, es comunicar… no hay que ver culpabilidad ni miedo en nuestros actos, el sexo solo es el juego del amor. Sanarse poco a poco e ir volviendo a lo natural nos mantiene alejados de la enfermedad y demás perturbaciones mentales y emocionales.
La magia es el arte de manejar las Energías Universales, de la naturaleza y particulares. Cuando hablamos de magia sexual, hablamos de un conocimiento acerca del uso consciente de la energía sexual en nosotros, un manejo normalmente desconocido, para el hombre cotidiano.
Hay varias claves en esto, y una es reconocer que somos el sexo, que la sensación sexual somos nosotros, es decir que no es algo separado, el sexo y yo, por ejemplo, pues la dualidad solo existe en la mente del ignorante. Una vez reconocido esto iremos más allá, tratando de descubrir la íntima relación existente entre sexualidad y éxtasis místico. El goce sexual esespiritual y sagrado, aunque nuestra cultura lo ha degradado a un simple acto reproductivo, mecánico, a veces con cierto placer genital y en muy pocos casos, con un goce que va más allá de lo orgánico, llegando a lo emocional, etc. Para el mago el sexo es arte, poesía, música, éxtasis, arrobamiento, devoción, adoración, entrega.
Y la clave está en el manejo de su energía sexual , la cual cuida como su propio ser, ya que allí se sitúa la imagen del hombre perfecto. Allí está el Cristo. El que tenga oídos que escuche, porque aquí sí que hay sabiduría. Dentro de esa compenetración con lo mágico – artístico, uno comienza a apreciar la belleza del cuerpo, como manifestación de lo divino, como expresión de lo interno. Así la mujer es la Divina Madre, la eterna amante, la Shakti, la esposa de Shiva.El hombre es Shiva, el Espíritu Santo.
Son en realidad expresiones de fuerzas internas que el humano tiene a su alcance. El goce sexual, el momento de mayor intensidad, son el mismísimo Espíritu Santo y la Divina Madre, en su manifestación física. Quien vea el sexo como algo sucio o liberador del estrés o lujurioso, simplemente está enfermo. Y por tanto, actuará de manera lujuriosa yendo de cama en cama, de flor en flor, o bien, lo reprimirá. En ambos casos las enfermedades mentales, complejos, huidas, prejuicios, condicionamientos, miedos, neurosis, psicosis, rupturas del yo, crisis de identidad, narcisismos, etc. están aseguradas.

Antiguamente el Tantra, la magia sexual era enseñada en secreto, en los templos de iniciación, y según cuentan algunos adeptos, sólo se le enseñaba este arte al discípulo despierto. En la actualidad deberás encontrar un Maestro/a serio para aprender adecuadamente y superar las pruebas que te pondrá para ser aceptado.
Lo cual nos viene a recalcar la importancia del tema, y la seriedad con la que debe de abordarse. No se trata de volvernos gimnastas sexuales, sino de ingresar en un mundo de percepción y sensibilidad, que el hombre común no accede. Para ello es menester cambiar la forma de pensar, y sentir, especialmente ésta última. El ser humano actual, y sobre todo el que vive en occidente, necesita modificar la estructura de su pensamiento y sentimiento, para poder ingresar en los mundos internos, donde el conocimiento y la vivencia son fenómenos directos, y no requieren evaluación, o discusión, no exigen toma de partido, sino integración y plenitud.
La absurda idea de tener una relación sexual lineal, donde ambos partícipes van en busca de algo, llamado orgasmo, pero que ni siquiera es como creen, el momento de mayor goce, resulta por demás limitadora, y por lo tanto, nos aleja del verdadero éxtasis sexual. El éxtasis es una experiencia incomunicable, es algo místico y a la vez sexual. Son dos aspectos de una misma cosa.
La energía que produce el éxtasis sexual, es la misma que nos lleva al éxtasis místico. Decíamos anteriormente que en la energía sexual está la imagen de nuestra perfección, lo que en la Kábala se llama el Adam Kadmon.
Cuando no perdemos la energía sexual, esta retorna hacia adentro y hacia arriba, para formar nuestros vehículos superiores de conciencia, los cuerpos internos. Una vez formados estos cuerpos internos, el humano entra en una dimensión de la vida totalmente desconocida para la humanidad. Pero la cristalización de este nuevo humano es toda una creación, una creación que se asemeja a la formación del universo, ya que somos un universo.
La vivencia de lo sexual como una comunión espiritual con nuestra pareja nos permite fusionarnos con nuestro Dios interno, con la totalidad, con eso que nunca dejamos de ser, la Eternidad. La clave no es solo encauzar la energía hacia adentro, sino que se necesita de un estado del alma diferente al cotidiano, por eso hablábamos de cambiar la forma de pensar y sentir. Requiere que estemos enamorados, pero no dependientes, de nuestra pareja, ya que como decía antes, esto no es una gimnasia sexual. Además de entregarse a ella sin miedo a nada, sin superioridades ni inferioridades ni manipulaciones de ningún tipo. Por eso, antes de empezar a estudiar esta magia el adepto/a debe aprender, comprender y practicar el DharmaShivaíta, sin ello ningún Maestro/a serio le aceptará.
Con este arte amatorio estamos trabajando con la serpiente sagrada, la Divina Madre, Kundalini, que habita en el coxis, en el chakra básico, adormecida, pero esperando despertar, cuando sienta los llamados del absoluto. Toda la información existente sobre el tema enfatiza el punto de no eliminar la energía sexual, lo que ocurre en el humano con la eyaculación.
Es de gran importancia subrayar la idea oriental de que el hombre de occidente no conoce el orgasmo. Cree que esa sensación placentera post-eyaculatoria es el orgasmo, pero no lo es. El orgasmo en oriente es el mismo éxtasis, dicha, ananda. Lo que siente el hombre común es la sensación de alivio que se genera cuando se desbloquea la energía. Cualquier energía bloqueada que se libera produce placer, y por consiguiente es aceptada de buen agrado, pero aquí estamos tratando de ir más adentro, a las raíces mismas de la comunión con lo divino, donde podemos participar de la sensación de éxtasis.
Por eso decía que no se trata solo de aplicar una técnica de no eyacular, o retener el semen o fluidos vaginales, sino que se trata de una actitud interna, que nos permita fundirnos con la totalidad. Si no experimentamos eso, no estaremos practicando magia sexual, sino un acto sexual más o menos rebuscado.
Se trata de transmutar la energía creadora, sublimarlo, ascenderlo por la columna vertebral, llenando el aura con ese fuego divino, para comenzar una creación interior. Esa creación nos lleva a cristalizar nuestros vehículos internos, también llamados Cuerpos Solares, Superiores o Koshas, como se diría en sánscrito. Y esa energía se encuentra en el semen y en los fluidos vaginales, tanto los menstruales como los no menstruales, por tanto, debemos aprender a extraer la energía de esos fluidos y ascenderla por el monte Meru. Si reprimimos el orgasmo, no hay energía, y si eyaculamos o perdemos muchos fluidos tampoco hay energía, en el equilibrio está la virtud y la armonía.
Los hombres que no eyaculan nunca, o eyaculan demasiado a menudo, se aseguran problemas con su próstata y a la larga, cáncer. Las mujeres que tienen demasiados fluidos vaginales, o pierden demasiado menstruo o es excesivamente escaso, tanto de lo mismo se puede decir. La espiritualidad no está en lo que eyaculas o dejas de eyacular sino en tu actitud interior, en tu absoluta consciencia omniscente en el aquí y ahora. Sólo cuando hay consciencia, sólo cuando Shiva está despierto, Shakti, la energía le sigue, va hacia Él devota y amorosa.
Recordemos que existe un cuerpo astral superior, medio e inferior. Esos cuerpos tienen su diseño en la energía sexual. Cuando la serpiente despierta, comienza su labor de regeneración y creación de esos cuerpos. En el acto de Magia Sexual la pareja se magnetiza mutuamente. Los plexos se cargan y potencian con el intercambio de caricias amorosas. Es importante lograr una muy buena excitación afín de sutilizar el alma y abrir el espíritu a la energía divina que comienza a llenar a ambos consortes.
La apertura emocional que nos pone en contacto con la Voluptuosidad, es la entrada al reino de la Alta Magia, el Edén Bíblico. Estas sensaciones son el alimento que el alma necesita para enfrentar la experiencia vital. En vez de tener una relación rápida y que se corta abruptamente por la irrupción del “orgasmo”, el Mago se deleita danzando con su esposa en las aguas de la diosa Venus, el Orgasmo Cósmico.
Es ostensible la tremenda dificultad que presenta el estudio de la Magia Sexual. No resulta nada fácil querer mostrar como “aprendible y visible” el yoga sexual, el Maithuna, con su gobierno de las más delicadas corrientes de nervios y las múltiples influencias subconscientes, infraconscientes e inconscientes sobre el ánimo.
Liberarse de la concupiscencia animal, no reprimiéndola sino entregándose a ella para trascenderla, en aras de la espiritualidad es fundamental en la Magia Sexual, si es que en verdad queremos encontrar el hilo de Ariadna del ascenso, el áureo bramante que ha de conducirnos de las tinieblas a la luz, de la muerte a la inmortalidad. Cierto sabio dijo enfáticamente lo siguiente:
“Obra la Magia Sexual transfigurando corporalmente y procura una acentuación ideal a lo sexual en el alma“.
Por eso son capaces de Magia Sexual sólo los seres que tratan de superar el dilema dualista entre el mundo anímico y el de los sentidos, quienes dotados de íntima “vela”, se hallan absolutamente libres de cualquier clase de hipocresía, mojigatería, negación y devaluación de la vida.
El amor es la llave que abre la puerta y no la razón. La pérdida de la energía kundalínica simboliza la pérdida del amor divino que encarna el verdadero hombre, por eso pierde fuerza. Este trabajo mágico con el sexo es lo que se llama Castidad, lo cual no debe confundirse con Celibato. La castidad es el manejo consciente de la energía sexual, dentro de una ciencia espiritual, que es a la que accede el iniciado. Esto le permite despertar la serpiente Kundalini.
Quien no lea, y practique durante años, las escrituras sagradas hindúes y tibetanas lo mejor que puede hacer es callar y aprender a escuchar a aquel que se encuentre versado en ellas. La soberbia ignorancia que existe en este tema en Occidente es algo a la orden del día, algo que debería acabar.
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¿DE VERAS? ¿Desean conocer mi secreto?



LA INMUTABILIDAD ANTE LOS SUCESOS
J. Krishnamurti, el gran filósofo y maestro espiritual de la India, viajó casi continuamente por el mundo entero durante más de 50 años para tratar de comunicar a través de las palabras (que son contenido) aquello que está más allá de las palabras y del contenido. Durante una de sus últimas conferencias, sorprendió al público preguntando, “¿desean conocer mi secreto?” Todo el mundo quedó en vilo. Muchas de las personas habían acudido a sus conferencias durante 20 o 30 años sin lograr comprender la esencia de su enseñanza. Finalmente, después de todos esos años, el maestro estaba a punto de revelarles la clave. “Mi secreto es el siguiente”, dijo, “no me importa lo que pueda suceder”.
No dijo nada más, de manera que pienso que la mayoría de las personas presentes quedaron más confundidas que antes. Sin embargo, las implicaciones de esa frase son profundas.
¿Qué implica no inmutarse ante las cosas que puedan suceder? Implica estar internamente alineados con lo que sucede. “Lo que sucede” se refiere al carácter del momento presente, el cual es siempre como es. Se refiere al contenido, a la forma adoptada por el momento presente, el cual es el único que puede existir. Estar en consonancia con lo que es significa estar en una relación con las cosas que suceden en la cual no hay resistencia interior. Significa no calificar mentalmente los sucesos como buenos o malos sino dejar que las cosas sean. ¿Significa eso que no debemos hacer nada por generar cambios en nuestra vida? Todo lo contrario. Cuando la base para toda la acción es la consonancia interior con el momento presente, la inteligencia de la Vida misma imprime poder a nuestros actos.
¿DE VERAS?


Daruma by Hakuin Ekaku (白隠 慧鶴, January 19, 168...
Daruma by Hakuin Ekaku (白隠 慧鶴, January 19, 1685 – January 18, 1768). Exhibit in the Indianapolis Museum of Art, Indianapolis, Indiana, USA. 
Hakuin, un maestro Zen, vivía en una aldea del Japón. Era tenido en alta estima y la gente acudía a él en busca de enseñanzas espirituales. Un día, la hija adolescente de su vecino quedó embarazada. Cuando los padres, furiosos, exigieron conocer el nombre del padre, ella finalmente dijo que se trataba de Hakuin, el maestro Zen. Llenos de ira, los padres buscaron a Hakuin, lo llenaron de improperios y le dijeron que su hija había confesado que él era el padre. Pero el maestro se limitó a decir, “¿De veras?”
La noticia del escándalo se difundió por toda la aldea y más allá de sus confines. El maestro perdió su reputación, pero no le importó. Nadie acudió nunca más a visitarlo, pero él permaneció inmutable. Cuando nació el bebé, los padres se lo llevaron a Hakuin. “Usted es el padre, de manera que tendrá que hacerse cargo”. El maestro le proporcionó todo su cariño al bebé. Un año más tarde, la madre, arrepentida, confesó que el verdadero padre era un joven que trabajaba en la carnicería. Desolados, los padres acudieron a presentar sus disculpas a Hakuin y a solicitar su perdón. “Realmente lo sentimos mucho, hemos venido a llevarnos el bebé. Nuestra hija confesó que usted no era el padre”. “¿De veras?” fue todo lo que dijo cuando les devolvió al bebé.
El maestro reacciona exactamente de la misma manera ante la falsedad o la verdad, las buenas o las malas noticias. Permite que la forma del momento, buena o mala, sea como es, de manera que no se involucra en el drama humano. Para él, lo único que existe es el momento presente, y ese momento es como es. No personaliza los sucesos. No es víctima de nadie. Está tan íntimamente unido con lo que sucede, que el suceso no puede ya ejercer poder sobre él. Es solamente cuando oponemos resistencia a lo que sucede que quedamos a merced de los sucesos y entonces es el mundo el que determina si hemos de ser felices o infelices.
El bebé recibe cariño y cuidados. Lo malo se vuelve bueno gracias al poder de la no resistencia. Respondiendo siempre a lo que exige el momento presente; se separa del bebé cuando llega la hora de hacerlo.
Imaginemos por unos instantes cómo habría reaccionado el ego durante las distintas etapas del desenvolvimiento de esos hechos.
Eckhart Tolle

LA TEMPESTAD (KHALIL GIBRAN)



Después de una noche pasada en medio de profundos pensamientos, llegó la mañana. Había pasado la tempestad, el cielo estaba claro, y las montañas y las campiñas reflejaban los rayos del sol. Al volver a la ciudad sentí aquel despertar espiritual del que habló Yussef. Sentí estremecer todas las fibras de mi ser por un temblor que era visible y, cuando me calmé, todo era belleza y perfección a mi alrededor. Después de haber estado cerca de algunas personas y haber oído sus voces y observado sus actos, me detuve y me dije:
-Sí, el despertar espiritual es lo esencial, lo fundamental en la vida del hombre y la única finalidad de su existencia.
Primera Parte
Yussef El Fakhri, tenía treinta años cuando abandonó la sociedad yendo a vivir a una solitaria ermita, cercana al Vallé de kadisha, en el norte del Líbano.
Los pobladores de las aldeas vecinas, discutían los mo­tivos de su decisión. Algunos decían que perteneció a una rica y noble familia y que, al ser traicionado por la mujer que amaba, buscó consuelo en la soledad. Otros decían que era un poeta que, harto de la vida bulliciosa de la ciudad, desertó de ella buscando el sitio apropiado para meditar y, entregarse a la inspiración. Muchos otros, afirmaban que era un místico que se contentaba con el mundo espiritual. Otros, decían que, simplemente, era un loco.
Ninguna de esas opiniones me conformaba, pues sé que los secretos de las almas están más allá de nuestras suposi­ciones y deducciones. Y deseaba encontrarme con aquel hombre y conversar con él. Dos veces traté de acercarme y sólo recibí palabras frías y altivas.
La primera vez que lo encontré, Yussef estaba paseando por los Cedros del Líbano, me acerqué y lo saludé amis­tosamente, mas él, tan sólo movió la cabeza y se alejó sin hablarme.
La segunda vez, lo encontré parado en medio de un pequeño viñedo vecino a un monasterio, y, nuevamente, me acerqué a él, lo saludé y le dije:
-Dicen los aldeanos que aquél monasterio fue cons­truido por una congregación siria del Siglo XIV, ¿sabe usted algo de su historia?
Y él me respondió, fríamente:
-No sé quién construyó ese monasterio, ni tengo inte­rés en saberlo -y mientras se volvía de espaldas, agregó-: ¿Por qué no preguntas a tus abuelos, que son más viejos que yo y conocen de estos valles y de su historia, más que yo? -Después se alejó.
Dos años más tarde, el misterio continuaba intacto, pero la curiosidad por conocer la verdad acerca de la vida de ese hombre extraño, se había apoderado de mi mente y de mis sueños.


Segunda Parte
En un día de otoño, vagando por las colinas adyacentes a la ermita de Yussef El Fakhri, fui sorprendido por un fuerte viento, seguido de espesa lluvia. La tempestad me empujaba de un lado hacia otro y me bamboleaba como un barco sin timón en un mar bravío.
Y me dije: “Esta es mi oportunidad para visitar a Yussef, la tempestad será mi justificación para entrar y mis ropas-mo­jadas, una buena razón para quedarme un tiempo en su er­mita”. Y dirigí mis pasos hacia la morada de Yussef El Fahri. Me hallaba en una situación angustiosa, cuando por fin, alcancé la ermita. Cuando llamé, el hombre que yo estaba tan ansioso por ver, salió a recibirme. Llevaba en sus manos un avecilla herida y temblorosa. Lo saludé, diciendo:
-Por favor, discúlpeme por presentarme en este estado, pero la tempestad me sorprendió lejos de mi casa.
El, me miró con severidad diciéndome:
-Hay muchas grutas por estos lugares en que podrías haberte refugiado -sin embargo, apartándose, me hizo entrar. Yo lo contemplaba, mientras el acariciaba el avecilla, con una ternura tal como jamás había visto en mi vida y quedé sorprendido; la compasión y la aspereza convivían en aquel hombre.
El pesado silencio nos había cubierto. El se hallaba molesto con mi presencia y yo deseaba quedarme. Final­mente Yussef dijo:
-La tormenta ya se ha calmado, por otra parte a ella no le agrada comer carne pasada. ¿Por qué huyes de ella? Con un toque de humor, respondí:
-La tempestad puede no gustar de comidas muy saladas o muy ácidas pero sin duda le agradan las comidas frías y tiernas, y sin duda se sentiría satisfecha de engullirme si me atrapa de nuevo.
El rostro del eremita se puso serio al decir:
-Si la tempestad te engulle, te conferirá un gran honor que no mereces.
-Sí, señor -asentí-, huí de la tempestad paró no recibir un honor inmerecido.
Yussef dio vuelta la cara tratando de ocultar su sonrisa y luego me acercó un banco de madera y me invitó a sentarme y a secar mi ropa en la estufa.
Agradecido, me senté. El se acomodo frente a mí, en un banco de piedra labrada y, humedeciendo sus dedos en un ungüento, comenzó a frotar con él, la cabecita del ave y su ala quebrada. Sin levantar los ojos, me dijo:
-El vendaval arrojó a este pobre pájaro contra las rocas, dejándolo medio muerto… Ojalá los temporales quebraran las alas de los hombres y rompieran sus cabezas. Pero los hombres fueron amasados con miedo y cobardía, apenas olfatean la tormenta, se ocultan asustados…
Contesté, con deseo de alentar la conversación:
-Sí, el pájaro y el hombre tienen esencias diferentes. El hombre vive a la sombra de leyes y tradiciones inventadas por él y las aves, según las leyes universales que hacen girar los mundos.
Sus ojos brillaron y sus brazos se abrieron como si hu­biera encontrado, en mí, un discípulo de rápida compren­sión. Después dijo:
-Muy bien, muy bien. Si crees en lo que dices, abandona a los hombres y vive como las aves, la ley del cielo y de la tierra.
-Claro está que creo en lo que digo -respondí.
Levantó, entonces, su mano y con su tono anterior expresó:
-Creer es una cosa y vivir conforme a las creencias es otra. Muchos hablan con la voz profunda del mar mientras viven como pantanos. Muchos alzan su cabeza por encima de las montañas mientras sus almas permanecen en las tinieblas de sus grutas.
Yussef se levantó y acomodó el pajarito, sobre un paño doblado, junto a la ventana. Arrojó después un montón de ramas secas al fuego diciendo:
-Quítate las botas y sécate los pies, pues la humedad es peligrosa para la salud. Seca bien tus ropas y ponte cómodo. La ya prolongada hospitalidad de Yussef, mantuvo viva mi esperanza de conocer la historia de su exilio voluntario. Me aproximé al fuego y el vapor comenzó a brotar de mis ropas mojadas. Mientras tanto, el eremita, de pie en la puerta, contemplaba el cielo ceniciento.
Busqué ávidamente una forma de extraer de él una res­puesta a mi inquietud; finalmente pregunté:
-¿Hace mucho que has venido a este sitio?
-Vine a este lugar -contestó sin mirarme- cuando la tierra era informe y vacía, y las tinieblas floraban sobre la profundidad del abismo, cuando el Espíritu de Dios se re­flejaba sobre la superficie de las aguas…
Quedé espantado tras esas palabras. Luchando por reunir mis pensamientos me dije: ” ¡Qué hombre extraño! ¡Y qué difícil el camino que lleva, a su realidad! Pero me acercaré con cautela, con astucia y con paciencia, hasta que su reti­cencia se transforme en comunicación y comprenda su extrañeza.


Tercera Parte
La noche extendió su manto negro sobre aquellos valles. La lluvia se hizo torrencial y el viento aullaba cada vez más fuerte. Parecía que el diluvio bíblico se repetía para extinguir la vida y lavar a la tierra de Dios de la impureza humana.
Y la furia de los elementos pareció serenar el corazón de Yussef y su agresividad desapareció. Se volvió, encendió dos velas y acercó una botella de vino y una bandeja con pan, queso, aceitunas, miel y frutas secas. Se sentó cerca de mí y dijo amablemente:
-Son todas mis provisiones. Hazme el favor, hermano mío, de compartirlas conmigo.
Cenamos sin hablar, acompañados por los sonidos del viento y la lluvia.
Después de levantar la mesa, retiró de la estufa una ca­fetera de bronce y sirvió, dos tazas del aromático líquido acercando, luego, una caja de exquisitos cigarros.
Tomé una taza y un cigarro, dudando de lo que estaba viendo. Y él, como si leyera mis pensamientos, sonrió di­ciendo:
-Te asombra encontrar vino y cigarros y café en esta ermita; tal vez te extraña hallar comida. No te censuro. Muchos imaginan que nuestro alejamiento de la sociedad supone el alejamiento de los placeres naturales y simples de la existencia.
-Así es. Imaginamos a los eremitas sustentándose, apenas, con hierbas y agua.
–No abandoné el mundo para encontrar a Dios -dijo-, pues lo encontraba en la casa de mis padres y en todo sitio. Me aparté de los hombres porque yo era una rueda que giraba hacia la derecha entre ruedas que giraban hacia la izquierda. Dejé la civilización porque me di cuenta de que era un árbol viejo y carcomido, cuyas flores eran la codicia y el engaño y, cuyos frutos son la infelicidad y el desaso­siego. Algunos reformadores intentaron transformarla, pero nada consiguieron y acabaron perseguidos y derrotados. -Se inclinó sobre la estufa y, como sabiendo el efecto que sus palabras me causaban, bajó la voz diciendo: -No, no busqué la soledad para orar y dedicarme al ascetismo, pues la oración, que es el canto del alma, alcanza los oídos de Dios aún mezclada con el tumulto de las multitudes. Y el ascetismo, que es la humillación del cuerpo y la inmola­ción de sus deseos, es algo que no condice con mi religión. Dios creó los cuerpos para que fueran templos de las almas. Debemos cuidar de esos templos para que sean dignos de la divinidad que mora en ellos. No, hermano mío, no busqué la soledad para orar o castigarme, sino para huir de los hom­bres, de sus leyes, de sus tradiciones y de su bullicio. Busqué la soledad porque me cansé de los que confunden amabili­dad con debilidad, tolerancia con cobardía y altivez con orgullo. Busqué la soledad porque me cansé de luchar con los adinerados que piensan que el sol y la luna y las estrellas se levantan desde sus cofres y se ponen en sus bolsillos. Busqué la soledad porque me cansé de los políticos que arrojan a los ojos del pueblo polvos dorados y a sus oídos falsas promesas. Me cansé de los sacerdotes que aconsejan a otros y no se aconsejan a sí mismos; y exigen a otros lo que no se exigen a sí mismos.
“Busqué las montañas deshabitadas porque en ellas está el despertar de la primavera, y los deseos del verano; las canciones del otoño y la fuerza del invierno. Vine a esta ermita para descubrir los secretos del universo y aproximarme al trono de Dios.
Yussef calló y lanzó un suspiro, como si se hubiera alivia­do de una pesada carga. En sus ojosbrillaban mágicos rayos de una luz extraña y, sobre su rostro reflejos de grandeza, voluntad y determinación.
Pasaron algunos minutos. Yo me hallaba feliz por haber descubierto el secreto que tanto tiempo ocupó mi mente. -Tienes razón en todo lo que me has dicho -le dije- y es correcto tu diagnóstico de los males sociales; pero lo que no me parece correcto es que, como buen médico, te apartes del enfermo antes de curarlo o antes de que muera. Este mundo desesperado requiere tu atención. Y, ¿es justo y caritativo que te alejes negándole tu auxilio?
El me enfrentó pensativo, y respondió:
-Desde el principio del mundo, los médicos han tratado de salvar los hombres de sus males; algunos usaron bisturíes y otros medicinas; pero todos murieron desesperados sin conse­guir nada y la enfermedad se extendió implacablemente. Y estos enfermos malvados matan a sus médicos y, después de cerrarles los ojos, dicen: “Eran realmente grandes médicos.” No, mi querido amigo, nadie cambiará a los hombres. El más hábil de los agricultores no obtendría cosecha alguna en el invierno.
-Pero el invierno de la Humanidad pasará -le dije enton­ces-. Luego vendrá la Primavera, con sus flores y canciones. Y él respondió, con una sonrisa:
-¿Crees que Dios dividió la Eternidad en Estaciones como las estaciones del año? ¿Vendrá, de aquí a un millar de millones de años, una generación de hombres que vivirá por el espíritu y la verdad, y hallará su felicidad en la luz del día y en la quietud de la noche? ¿Vendrá, todo esto alguna vez…? Esos son sueños lejanos. Y esta ermita no es una morada de sueños…
-Respeto tus convicciones y tu soledad -le dije-. Pero también sé que esta infeliz nación perdió, con tu alejamiento, un hombre dotado, capaz de despertarla y guiarla.
–Esta nación es como las demás naciones -dijo él- ­Todos los hombres son iguales y sólo difieren en cosas sin importancia. Lo que se considera progreso, en Occidente, es apenas otra sombra de la ilusión y, la hipocresía, aunque trate bien a algunos, no deja por eso de ser hipocresía. Y la impos­tura permanece impostura aun cuando se vista de seda y habite un palacio. Y el fraude y la codicia no cambian su naturaleza aunque aprendan a medir distancias y a pesar elementos. Ni los crímenes se transforman en virtudes cami­nando en fábricas y rascacielos… La eterna Esclavitud a enseñanzas y costumbres y supersticiones, permanecerá escla­vitud, aunque pinte su rostro y disfrace su voz. La Esclavitud permanece Esclavitud aunque se intitule Libertad.
“No, hermano mío, el Occidente no es mejor que el Oriente, ni el Oriente inferior al Occidente y la diferencia que existe entre ellos no es mayor que la que existe entre el tigre y el león. Hay una ley que he hallado tras las apariencias de la sociedad, que reparte miserias, infelicidad, ceguera e igno­rancia, sin distinguir entre pueblo y pueblo, entre raza y raza…
-¿Entonces, todo es vanidad? -exclamé-. ¿La civiliza­ción y todo lo que hay en ella, nada es, sino vanidad?
-Sí -dijo él con rapidez-, la civilización y todo lo que hay en ella, nada es sino vanidad… Los inventos y los descu­brimientos sólo son para diversión y confort del cuerpo. La conquista de la distancia y la victoria sobre los mares sólo son falsos frutos que no satisfacen al alma, ni alimentan el corazón ni elevan el espíritu, pues están lejos de la Naturaleza. Y aquellas teorías y estructuras que los hombres llaman arte y ciencia, no son nada, sino cadenas y grilletes dorados, que arrastran pesadamente alegrándose con sus reflejos brillantes y sus tintineantes sonidos. Todo eso no es sino una jaula cuyos barrotes los hombres comenzaron a forjar hace siglos, inconscientes de que construían la cárcel en que quedarían aprisionados. Sí, fútiles son los hechos de los hombres y vanos sus propósitos… Todo es vanidad sobre la tierra.-Y agregó luego: -Entre todas las cosas de la vida, sólo hay una, una sola que el espíritu anhela y desea fervientemente. Una sola, deslumbrante, que merece todo nuestro amor y toda nuestra dedicación.
-¿Qué? -le pregunté; y esperé, ansioso, por saber qué era eso, maravilloso y único.
Yussef me contempló un instante, luego cerró los ojos, cruzó sus brazos y con el rostro iluminado y la voz serena y sincera, respondió:
–El despertar espiritual. El despertar en las profundida­des del corazón de un poder irresistible y magnífico que des­ciende, de pronto, sobre la conciencia del hombre y abre sus ojos, y le hace ver la Vida en medio de una lluvia brillante, de una música profunda, rodeada de un círculo de luz dorada y, al hombre de pie, entre el cielo y la tierra como un pilar de belleza. Es una llama que, repentinamente asciende devasta­dora, dentro del espíritu y quema y purifica el corazón y lo eleva más allá de la tierra y lo hace flotar en el espacio ilimi­tado.
“Es una fuerza que se aloja en el corazón del hombre y se rebela contra todos los obstáculos.
“Es la mano misteriosa que arrancó los velos de mis ojos cuando vivía en medio de la sociedad, en el seno de mi fami­lia, con mis amigos… Muchas veces, hablando conmigo mismo, me preguntaba: “¿Qué es el Universo, por qué soy diferente de aquellos que me miran, qué son esos rostros, qué representan para mí, por qué vivo con ellos? ¿Soy un extran­jero en medio de ellos o son ellos los extranjeros en esta tierra formada por la Vida que me confió sus claves?-Y después de un corto silencio, agregó:-Eso fue lo que me aconteció hace cuatro años, cuando dejé el mundo y busqué esta soledad para vivir despierto y encontrar la paz.
Caminó luego ¿hasta la puerta y, contemplando la oscu­ridad dijo, como hablando a la tormenta:
-Es el despertar espiritual. Y quien lo siente no puede expresarlo con palabras y quien no lo siente, jamás podrá conocerlo por palabras.


Cuarta Parte
Pasó una larga hora. Yussef El Fakhri, caminaba, con largos pasos por la sala, deteniéndose de a ratos, a contem­plar’ -los cielos cenicientos. Yo permanecía en silencio, reflexionando sobre la extraña armonía entre alegrías y tristezas que había en su solitaria vida.
Pasó un tiempo más, y luego se acercó a mí diciendo:
-Voy ahora a caminar con la tempestad noche adentro para sentir de cerca la expresión de la Naturaleza. Es una costumbre que me deleita en otoño y en invierno. Allí tienes los cigarros y el vino y, allá la cafetera. Pasa aquí la noche como si fuera tu casa.-Se envolvió en un manto negro y agregó, sonriendo:-Haz el favor de cerrar la puerta mañana, cuando te vayas, para que no entren los intrusos, pues yo pasaré el día entre los Cedros Sagrados.-Y se dirigió a la puerta llevando un largo cayado, diciendo:-Si la tempestad te sorprendiera otra vez, no dudes en refugiarte en esta ermita. Aunque espero que aprendas a amar la tempestad en vez de temerla. Buenas noches, hermano mío.
Abrió la puerta y salió, con la cabeza erguida, hacia la oscuridad. Fui hasta el umbral para ver qué dirección había tomado, pero ya había desaparecido, sólo se oyó, por un momento, el ruido de sus pasos sobre las piedrecillas del valle.


Quinta Parte
Después de una noche pasada en medio de profundos pensamientos, llegó la mañana. Había pasado la tempestad, el cielo estaba claro, y las montañas y las campiñas reflejaban los rayos del sol. Al volver a la ciudad sentí aquel despertar espiritual del que habló Yussef. Sentí estremecer todas las fibras de mi ser por un temblor que era visible y, cuando me calmé, todo era belleza y perfección a mi alrededor. Después de haber estado cerca de algunas personas y haber oído sus voces y observado sus actos, me detuve y me dije:
-Sí, el despertar espiritual es lo esencial, lo fundamental en la vida del hombre y la única finalidad de su existencia.
Nunca más vi a Yussef El Fakhri, pues, a causa de mis esfuerzos por atender los males de la civilización, la Vida me expulsó del Norte del Líbano durante aquel mismo otoño y tuve que vivir en el exilio de un país lejano, que también tenía sus tempestades… Y llevar una vida de eremita en ese país extranjero es una especie de locura gloriosa, pues su sociedad también está enferma…
KHALIL GIBRAN

EL CUERPO DEL DOLOR: INDIVIDUAL Y COLECTIVO



Ninguna emoción negativa que no enfrentemos y reconozcamos por lo que es puede realmente disolverse por completo. Deja tras de sí un rastro de dolor.
Para los niños en particular, las emociones negativas fuertes son demasiado abrumadoras, razón por la cual tienden a tratar de no sentirlas. A falta de un adulto completamente consciente que los guíe con amor y compasión para que puedan enfrentar la emoción directamente, la única alternativa que le queda al niño es no sentirla. Desafortunadamente, ese mecanismo de defensa de la infancia suele permanecer hasta la edad adulta. La emoción sigue viva y, al no ser reconocida, se manifiesta indirectamente en forma de ansiedad, ira, reacciones violentas, tristeza y hasta en forma de enfermedad física. En algunos casos, interfiere con todas las relaciones íntimas y las sabotea. La mayoría de los psicoterapeutas han tenido pacientes que comienzan afirmando que su infancia fue completamente feliz y más adelante terminan diciendo todo lo contrario. Si bien esos son los casos más extremos, nadie pasa por la infancia sin sufrir dolor emocional. Aunque los dos progenitores hayan sido personas iluminadas, el niño crece en medio de un mundo principalmente inconsciente.
Todos los vestigios de dolor que dejan las emociones negativas fuertes y que no se enfrentan y aceptan para luego dejarse atrás, terminan uniéndose para formar un campo de energía residente en las células mismas del cuerpo. Está constituido no solamente por el sufrimiento de la infancia, sino también por las emociones dolorosas que se añaden durante la adolescencia y durante la vida adulta, la mayoría de ellas creadas por la voz del ego. El dolor emocional es nuestro compañero inevitable cuando la base de nuestra vida es un sentido falso del ser.
Este campo de energía hecho de emociones viejas pero que continúan muy vivas en la mayoría de las personas, es el cuerpo del dolor.
Sin embargo, el cuerpo del dolor no es solamente individual. También participa del sufrimiento experimentado por un sinnúmero de seres humanos a lo largo de una historia de guerras tribales, esclavitud, rapacería, violaciones, torturas y otras formas de violencia. Ese sufrimiento permanece vivo en la psique colectiva de la humanidad y se acrecienta día tras día como podemos comprobarlo viendo los noticiarios u observando el drama de las relaciones humanas. En el cuerpo colectivo del dolor seguramente está codificado el ADN de todos los seres humanos, aunque todavía no se haya podido demostrar.
Todos los seres que llegan al mundo traen consigo un cuerpo de dolor emocional. En algunos es más pesado y denso que en otros. Algunos bebés son bastante felices la mayoría de las veces. Otros parecen albergar una gran cantidad de tristeza. Es cierto que algunos bebés lloran mucho porque no reciben suficiente atención y cariño, pero hay otros que lloran sin razón aparente, como si quisieran que todas las personas a su alrededor fueran tan infelices como ellos, lográndolo a veces. Han llegado al mundo con una carga pesada de sufrimiento humano. Otros bebés lloran con frecuencia porque detectan las emanaciones de las emociones negativas de sus padres, lo cual agranda su cuerpo del dolor al absorber la energía de los cuerpos del dolor de sus padres. Independientemente de la razón, a medida que crece el cuerpo físico, crece también el cuerpo del dolor.
El bebé que nace con un cuerpo del dolor liviano no será necesariamente un adulto más "avanzado espiritualmente" que el que nace con un cuerpo más denso. De hecho, muchas veces sucede lo contrario. Las personas cuyo cuerpo del dolor es más pesado generalmente tienen mayores oportunidades de despertar espiritualmente que quienes llegan con un cuerpo relativamente liviano. Mientras algunas permanecen atrapadas en sus cuerpos densos, muchas otras llegan a un punto en que ya no toleran su infelicidad, de manera que se acentúa su motivación para despertar.
¿Por qué es tan significativa en la conciencia colectiva de la humanidad la imagen del Cristo agonizando con su rostro distorsionado por el sufrimiento y su cuerpo manchado con la sangre de sus heridas? Los millones de personas, especialmente durante la Edad Media, no se habrían identificado tan profundamente con esa imagen si ésta no hubiera encontrado eco con algo dentro de ellas o si no la hubieran reconocido inconscientemente como una representación de su propia realidad interna, de su cuerpo del dolor. Todavía no estaban lo suficientemente conscientes para reconocerla directamente en su interior, pero fue el primer paso para hacerlo. Cristo puede considerarse como el arquetipo humano en quien se albergan tanto el dolor como la posibilidad de trascendencia.
ECKHART TOLLE