Páginas

Páginas

martes, 3 de marzo de 2015


SOBRE LA FUSIÓN EN LA 4ª INICIACIÓN

LA JOYA EN EL LOTO – el cuerpo egoico


Oculto en el mismo centro o corazón del loto hay un punto brillante de fuego eléctrico de un tono blanco azulado (la joya en el loto), circundado y completamente oculto por tres pétalos herméticamente cerrados. Alrededor de este núcleo central o llama interna, están dispuestos los nueve pétalos en círculos de tres pétalos cada uno, formando en total tres círculos. Dichos pétalos, igual que los tres centrales, están formados por la sustancia de los ángeles solares -sustancia que no sólo es sensoria como la que compone las formas de los tres mundos y los cuerpos lunares, sino que tiene una cualidad adicional de “yoísmo” o autoconciencia, que permite al ente espiritual, situado en el centro, adquirir por su intermedio, conocimiento, percepción y autorrealización. Los nueve pétalos tienen un color predominantemente anaranjado, aunque los otros seis colores existan como secundarios en distintos tonos. Los tres pétalos internos son de color amarillo limón. En la base de los pétalos del loto están los tres puntos de luz que marcan el lugar de los átomos permanentes, el medio de comunicación entre los Ángeles solares y los pitris lunares. El Ego, por intermedio de estos átomos permanentes, de acuerdo a su grado de evolución, puede construir sus cuerpos lunares, adquirir experiencia y conocimiento en los tres planos inferiores y llegar a ser consciente. En una vuelta más alta de la espiral la Mónada, por intermedio de los pétalos egoicos y con la ayuda de los Ángeles solares, adquiere conocimiento y se hace análogamente consciente en niveles más excelsos.
La luz interna que se halla en los átomos permanentes tiene un fulgor rojo apagado; por lo tanto tenemos tres fuegos manifestándose en el cuerpo causal -fuego eléctrico en el centro, fuego solar circundándolo como la llama circunda el núcleo central o esencia en la llama de una vela y fuego por fricción, que se asemeja al pabilo enrojecido que se encuentra en la base de la llama superior.
Estos tres tipos de fuego en el plano mental -que se unen y unifican en el cuerpo egoico- producen con el tiempo irradiación o calor, que afluye por todas partes del loto produciendo esa forma esferoidal que observan los investigadores. Cuanto más evolucionado sea el Ego y estén más abiertos los pétalos, mayor será la belleza de la esfera circundante y más inmaculados sus colores.
En las primeras etapas, después de la individualización, el cuerpo egoico tiene la apariencia de un capullo. El fuego eléctrico del centro no se percibe y los nueve pétalos están cerrados sobre los tres internos; el color anaranjado tiene un aspecto apagado, y los tres puntos de luz en la base sólo son puntos y nada más; tampoco se percibe el triángulo que se ve luego conectando dichos puntos. La esfera circundante es incolora y sólo es observada como vibraciones ondulantes (como las ondas en el aire o el éter) llegando escasamente más allá de la línea de pétalos.
En el momento en que se recibe la tercera Iniciación tiene lugar una transformación maravillosa. La esfera externa, de amplio radio, fulgura con los colores del arco iris; las corrientes de energía eléctrica que circulan en ella son tan poderosas que escapan fuera de la periferia del círculo, asemejándose a los rayos del sol. Los nueve pétalos están totalmente abiertos, formando un gracioso engarce para la joya central, y su matiz anaranjado es ahora de una primorosa transparencia, salpicada de muchos colores, predominando el del rayo egoico. El triángulo que se halla en la base es vívido y chispeante y los tres puntos son pequeños fuegos fulgurantes, apareciendo ante la vista del clarividente como séptuples verticilos de luz, que hacen circular su luz entre los puntos de un triángulo que se mueve rápidamente.
En el momento de recibir la cuarta Iniciación la actividad de este triángulo es tan grande que se parece a una rueda girando rápidamente. Tiene un aspecto cuadridimensional. Los tres pétalos en el centro se están abriendo, revelando la “joya radiante”. En esta iniciación, por la acción del Hierofante que maneja el Cetro de Poder eléctrico, los tres fuegos son estimulados repentinamente por un descenso de fuerza eléctrica o positiva, desde la Mónada y, en respuesta, su fulgor produce esa fusión que destruye toda la esfera, desintegra toda apariencia de forma y establece un momento de equilibrio o suspenso, en que los “elementos son consumados por el ardiente calor”. Entonces se conoce el momento de radiación más intensa. Luego -por la pronunciación de cierta Palabra de Poder- los grandes Ángeles solares absorben en sí mismos el fuego solar, produciendo así la desintegración final de la forma y, por ende, la vida se separa de la misma; el fuego de la materia retorna al depósito general, y ya no existen los átomos permanentes ni el cuerpo causal. El fuego eléctrico central se centraliza en atma budi. El Pensador o la entidad espiritual se libera de los tres mundos, funcionando conscientemente en el plano búdico. Entre las etapas de inercia pasiva (aunque autoconsciente) y de actividad radiante que produce un equilibrio de fuerzas, hay una larga serie de vidas.
(Tratado sobre fuego cósmico. pag.452-453)
La Paz es contigo

LA JOYA EN EL LOTO – el cuerpo egoico



Oculto en el mismo centro o corazón del loto hay un punto brillante de fuego eléctrico de un tono blanco azulado (la joya en el loto), circundado y completamente oculto por tres pétalos herméticamente cerrados. Alrededor de este núcleo central o llama interna, están dispuestos los nueve pétalos en círculos de tres pétalos cada uno, formando en total tres círculos. Dichos pétalos, igual que los tres centrales, están formados por la sustancia de los ángeles solares -sustancia que no sólo es sensoria como la que compone las formas de los tres mundos y los cuerpos lunares, sino que tiene una cualidad adicional de “yoísmo” o autoconciencia, que permite al ente espiritual, situado en el centro, adquirir por su intermedio, conocimiento, percepción y autorrealización. Los nueve pétalos tienen un color predominantemente anaranjado, aunque los otros seis colores existan como secundarios en distintos tonos. Los tres pétalos internos son de color amarillo limón. En la base de los pétalos del loto están los tres puntos de luz que marcan el lugar de los átomos permanentes, el medio de comunicación entre los Ángeles solares y los pitris lunares. El Ego, por intermedio de estos átomos permanentes, de acuerdo a su grado de evolución, puede construir sus cuerpos lunares, adquirir experiencia y conocimiento en los tres planos inferiores y llegar a ser consciente. En una vuelta más alta de la espiral la Mónada, por intermedio de los pétalos egoicos y con la ayuda de los Ángeles solares, adquiere conocimiento y se hace análogamente consciente en niveles más excelsos.
La luz interna que se halla en los átomos permanentes tiene un fulgor rojo apagado; por lo tanto tenemos tres fuegos manifestándose en el cuerpo causal -fuego eléctrico en el centro, fuego solar circundándolo como la llama circunda el núcleo central o esencia en la llama de una vela y fuego por fricción, que se asemeja al pabilo enrojecido que se encuentra en la base de la llama superior.
Estos tres tipos de fuego en el plano mental -que se unen y unifican en el cuerpo egoico- producen con el tiempo irradiación o calor, que afluye por todas partes del loto produciendo esa forma esferoidal que observan los investigadores. Cuanto más evolucionado sea el Ego y estén más abiertos los pétalos, mayor será la belleza de la esfera circundante y más inmaculados sus colores.
En las primeras etapas, después de la individualización, el cuerpo egoico tiene la apariencia de un capullo. El fuego eléctrico del centro no se percibe y los nueve pétalos están cerrados sobre los tres internos; el color anaranjado tiene un aspecto apagado, y los tres puntos de luz en la base sólo son puntos y nada más; tampoco se percibe el triángulo que se ve luego conectando dichos puntos. La esfera circundante es incolora y sólo es observada como vibraciones ondulantes (como las ondas en el aire o el éter) llegando escasamente más allá de la línea de pétalos.
En el momento en que se recibe la tercera Iniciación tiene lugar una transformación maravillosa. La esfera externa, de amplio radio, fulgura con los colores del arco iris; las corrientes de energía eléctrica que circulan en ella son tan poderosas que escapan fuera de la periferia del círculo, asemejándose a los rayos del sol. Los nueve pétalos están totalmente abiertos, formando un gracioso engarce para la joya central, y su matiz anaranjado es ahora de una primorosa transparencia, salpicada de muchos colores, predominando el del rayo egoico. El triángulo que se halla en la base es vívido y chispeante y los tres puntos son pequeños fuegos fulgurantes, apareciendo ante la vista del clarividente como séptuples verticilos de luz, que hacen circular su luz entre los puntos de un triángulo que se mueve rápidamente.
En el momento de recibir la cuarta Iniciación la actividad de este triángulo es tan grande que se parece a una rueda girando rápidamente. Tiene un aspecto cuadridimensional. Los tres pétalos en el centro se están abriendo, revelando la “joya radiante”. En esta iniciación, por la acción del Hierofante que maneja el Cetro de Poder eléctrico, los tres fuegos son estimulados repentinamente por un descenso de fuerza eléctrica o positiva, desde la Mónada y, en respuesta, su fulgor produce esa fusión que destruye toda la esfera, desintegra toda apariencia de forma y establece un momento de equilibrio o suspenso, en que los “elementos son consumados por el ardiente calor”. Entonces se conoce el momento de radiación más intensa. Luego -por la pronunciación de cierta Palabra de Poder- los grandes Ángeles solares absorben en sí mismos el fuego solar, produciendo así la desintegración final de la forma y, por ende, la vida se separa de la misma; el fuego de la materia retorna al depósito general, y ya no existen los átomos permanentes ni el cuerpo causal. El fuego eléctrico central se centraliza en atma budi. El Pensador o la entidad espiritual se libera de los tres mundos, funcionando conscientemente en el plano búdico. Entre las etapas de inercia pasiva (aunque autoconsciente) y de actividad radiante que produce un equilibrio de fuerzas, hay una larga serie de vidas.
(Tratado sobre fuego cósmico. pag.452-453)
La Paz es contigo

LA EXPANSIÓN DE LA CONCIENCIA


Es más que evidente que la dualidad en la que estamos inmersos forma parte de un proceso de “autoconocimiento divino” y no la consecuencia de algún castigo por parte de un dios ajeno y tirano. La expansión de la conciencia es un proceso sin fin ni principio de inspiración y expiración, el latido de la Vida nunca deja de existir.
Estamos entrando en un momento crucial en nuestras vidas. El ser conscientes del sentido profundo de nuestra dualidad, su razón de ser, nos está abriendo una puerta hasta ahora ni siquiera imaginada. Cuando
en la espiral de la Vida unificamos nuestra personalidad, nuestro ego con su protector, el alma, trabajamos en dos mundos, dos realidades, de forma unificada. El ego ya no es obstáculo, sino el ejecutor de las energías que el alma recibe, pero… ¿de quién?, ¿de dónde?
La palabra “Espíritu” deja de ser simplemente un concepto abstracto para quien fusiona ego y alma, o en otras palabras: ya no hay dos voluntades sino una sola. Y, Espíritu y Voluntad son inseparables e indivisibles. La Triada, –Ego, Alma, Espíritu–, empieza a tener sentido para la mente y el corazón del que anhela ascender y elevar junto a él a sus congéneres a un reino de Paz y Amor. Cuando la Voluntad, el Espíritu –el fruto del fuego que no quema, sino que purifica–, se ha elevado a través de los diferentes chakras conectando la Tierra con el Cielo y permitiendo que la energía de la Vida circule libremente, tanto en sentido descendente como ascendente, nos hemos convertido por derecho propio en Creadores; en el Padre que, tanto y tan poco comprendido, nos habló Cristo.
A partir de dicho descubrimiento nuestra conciencia, nuestro ser, se siente identificado con el cosmos actuando, aquí y ahora, como el labrador que trabaja la tierra sabiendo que la cosecha ya ES. Somos dueños de nuestro destino. La creación que percibimos a nuestro alrededor es nuestra obra, bien es cierto que imperfecta aún debido a que estamos trabajando con energías cuyo control no es completo. Lo importante no es en sí alcanzar la perfección, sino el amor y la voluntad que ponemos en nuestra labor del día a día; pues la Vida es gozo, la complacencia del que ya nada ansía para sí; la simplicidad de quien se sabe alumno perpetuo en la escuela de la Vida.
Hasta alcanzar la cima de la más alta montaña de este mundo nuestra voluntad se somete a diferentes retos a lo largo del peregrinaje. Antes de la más alta cumbre –chakra–, seis hemos de coronar. En nuestra ascensión a través de cada chakra, centro de energía, receptáculo de nuestro cuerpo, se convierten éstos en nuestros maestros, trabajamos en ellos como estudiantes manipulando la Luz en sus diversas cualidades. Aprendemos su esencia, exploramos el mundo que se crea en ellos, disfrutamos creando vida, ésta cada vez más diversa.
Encarnación tras encarnación nos planteamos nuevos desafíos y también si así lo deseamos, fruto de nuestra voluntad y de la atracción que la materia, energía, ejerce sobre nosotros incluso creernos que ya lo sabemos todo e instalarnos en la comodidad y la autocomplacencia; nos convertimos de este modo en pasivos estudiantes, olvidándonos de nuestros objetivos; el gozo de la vida acaba dando paso a la dependencia de la materia, energía, que trabajamos, reteniéndonos y paralizándonos. La energía en cualquiera de sus aspectos está siempre en movimiento, si intentamos quedárnosla, poseerla, nos adentramos en un mundo donde el miedo acaba reinando, pues acabamos pensando que otros nos la quieren quitar. Creamos barreras, muros. El gozo se convierte en sufrimiento, muerte, destrucción.
Nos hemos convertido en seres insatisfechos debido a nuestra actitud, lógica consecuencia de nuestra libertad de elección, buscamos paraísos perdidos donde nunca los encontraremos. Nos hemos enraizado en determinados chakras, estadios de conciencia, creando un mundo ilusorio, dejando que el poder de la materia se convierta en nuestro amo. Es hora de cambiarlo. La materia es nuestra compañera de viaje, el libro en el que estudiamos y escribimos en sus páginas en blanco.
La libertad está a nuestro alcance, en estas palabras: “Yo recuerdo”. No hay que tener miedo a equivocarse al manejar con nuestras propias manos las energías del cosmos, están en nosotros porque así lo hemos decidido y somos capaces de construir con ellas un mundo fluido de Paz y Amor. El secreto, si es que lo hay, está en tu voluntad, en acordarse, en ser consciente que tú, que todos, somos Dios, el Creador, el Maestro. Y a partir de esta toma de conciencia ponernos a trabajar para traer a esta realidad (chakra) el mundo nuevo que hemos visionado en nuestros mejores sueños, porque nunca hemos dejado de soñar, de idear, en definitiva… de Amar.
Angel Hache (Sendero Infinito)

TODOS LOS SERES ESTAMOS CONECTADOS



Madrid, cuatro de Octubre de 1989, festividad de San Francisco de Asís.
Un sueño en la noche del 3 al 4: Llaman a la puerta a altas horas de la noche, nos inquietamos pues no sabemos quién será. Abro la puerta y varios “policías” preguntan por mí. Dicen que tengo que acompañarles, pues tengo una información que necesitan. Cuentan que llevan años controlándome. Les digo que no voy con ellos. Insisten y acepto, con la condición de que me digan qué es lo que buscan. Me apuntan que a través de mí pueden ver acontecimientos que ocurrirán en la Tierra, entonces me doy cuenta que no son policías sino seres de otra dimensión.
Les acompaño. Me encuentro en una sala tumbado sobre una cama de operaciones. No sé lo que hacen en mí. Cuando acaban me indican que va a ocurrir una catástrofe.
Al momento me despierto y le cuento el sueño a mi esposa. Y ahí queda todo, aparentemente.
Paloma (una amiga) llega a casa el sábado día 7 al mediodía y ya de entrada nos dice: "He tenido un sueño con Ángel el día cuatro un poco extraño".
Intrigados, nos sentamos y comienza a relatarlo:
«Me encontraba en el campo, cuando veo que una nave que estaba suspendida en el aire, frente a mí, se acerca. Aterrizó a pocos metros de mí. Tenía forma de dos platos unidos. De pronto una puerta se abrió, salieron dos seres. Llevaban un traje ajustado al cuerpo, plateado, cubriéndoles desde el cuello hasta los pies; su cara estaba descubierta, sus ojos eran rasgados, tipo oriental, el pelo era rubio y les llegaba hasta los hombros.
»Me quedé paralizada de miedo. Se acercaron y me preguntaron: "Dónde está Ángel". Les contesté que no sabía dónde estaba (mentí pues sí lo sabía). La siguiente escena que vi era como te introducían en la nave, los tres a pie; de pronto me vi dentro de ésta, flotando. Tú (Ángel), estabas en una mesa de operaciones con muchos cables por el cuerpo. Había muchas pantallas parecidas a las de la televisión. Vi como te marcaban en la frente un triángulo con el vértice hacia arriba. Me miraron y me dijeron que tenías un cuerpo que no valía mucho, pero que la mente sí valía. También me dijeron que el día 17 habría una catástrofe. Pregunté de qué tipo y dónde, pero no me lo dijeron.»
El sueño acabó. Le conté el mío. Nos sentamos a almorzar casi sin hablar. Después pusimos la televisión ―estaba sintonizada en el canal de Telemadrid―, comenzaba una película titulada: “Encuentros en la tercera fase". ¡Qué casualidad!
Pasan los días… y llega el 17 de Octubre sin que nada fuera de lo común ocurra.
Llega la noche. Me voy a la cama, duermo... De pronto, me despierto con una sensación de angustia horrible. Empiezo a sentir en mí el sufrimiento de mucha gente, me llegaba como si yo lo estuviera viviendo. Miré el reloj, pasaban muy pocos minutos de las 2 de la madrugada del 18 de Octubre. No volví a dormir en toda la noche.
Por la mañana, como de costumbre, conecté la radio, escuché que un terremoto ocurrió en San Francisco, a las 17,04 horas del día 17, aquí ya 18 (hay 9 horas de diferencia). La hora coincidía.
Comencé a encajar las piezas…
Mi amiga nos llamó por teléfono aturdida, contándonos… que había tenido la misma experiencia que yo tuve por la noche.
Pasan unos meses. En un canal de tv. emitían varios capítulos de una serie sobre fenómenos paranormales: “En busca del misterio” (Jiménez del Oso y J.J. Benítez). Los grabé. Poco a poco los fui viendo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi uno sobre un avistamiento ovni en un desierto de Méjico (La zona del silencio), con contacto de los llamados en tercera fase, es decir: avistamiento de nave, aterrizaje y vista de tripulantes. La descripción de los seres que bajaban de la nave era la misma que en el sueño de mi amiga, ojos rasgados… etc., con un detalle: tenían en la frente, los dos seres, un triángulo con el vértice hacia arriba y un punto en el centro.
Nos quedamos de piedra…
Creo que todos los seres estamos conectados en el mundo en el que vivimos, así como entre las diversas dimensiones que componen la Realidad de la que formamos parte. Y vamos despertando poco a poco a una nueva forma de entenderla.
Todo es Vida y Una, e infinitas sus manifestaciones.
Ángel Hache


EXISTIÓ JESUCRISTO


Que Jesús sea un personaje histórico o no, vamos a encontrar argumentos en uno y otro sentido. Que cada uno siga los que sintonicen con él. Del mismo modo que el estado llamado "crístico" en el que "el hijo es uno con el padre", o en que un ser humano alcanza el nirvana, y por ende la iluminación. ¿Realidad, ficción? Bueno, lo que hay claro a estas alturas es que hay hechos suficientes, aunque no aceptados totalmente por la ciencia, de la existencia de que somos algo más que un cuerpo físico que acaba descomponiéndose con la muerte. Las experiencias cercanas a la muerte, los viajes astrales, las premoniciones... etc, nos indican que somos una entidad que sobrevive al cuerpo y a esta dimensión espacio-temporal. ¿Han vivido seres humanos esta trascendencia y han vuelto de un modo u otro para compartirlo? Creo que éste es un tema de fondo a lo largo de las civilizaciones.
Puede que en algunas culturas haya quedado sólo el "eco" de algunos de ellos, para otras ha sido una realidad la presencia de estos hombres-dioses.
Hay un mensaje, aún por encima del personaje de turno, que nos habla de la eternidad, ya sea a través de la reencarnación durante una etapa del alma, como la "espiritualización" de ésta sin fin. Hoy no nos hace falta "creer" en Jesús o Siddharta, sino que tenemos la capacidad física, emocional y mental, como para descubrir por nosotros mismos la realidad de Jesucristo y Buda.
Ángel Hache
AL OTRO LADO


Uno de los grandes interrogantes del ser humano de siempre es si hay vida más allá de la muerte física. Depende de la respuesta que tengamos, comprenderemos más o menos el sentido de la experiencia del SER en esta dimensión y realidad. Muchos son los testimonios de personas que han tenido una experiencia ECM (experiencias cercanas a la muerte) que han ayudado mucho a la comprensión del sentido de esta vida terrenal en la materia.
Pero son muy diversas, como diverso, rico y variopinto es el ser humano. Cada ser humano es un mundo y un universo diferente, todos ellos auténticos aunque distintos, pero sobre todo…formando parte de un mismo SER. Es como una obra de teatro. Un solo escritor y guionista, una sola OBRA, pero diversos y diferentes los protagonistas y actores.
Mi persona tuvo la oportunidad de vivir una experiencia de este tipo, aunque no fue provocada por ningún trauma. Sucedió…sin más. Y si el compartirla puede ayudar a alguien a comprender mejor y a tener más respuestas, pues maravilloso.
Tenía 30 años, y fue en la madrugada del 14 de Junio. Por entonces trabajaba en una guardería, y esa noche me había quedado hasta tarde terminando unos murales para los niños. Cansada ya y con el trabajo terminado, me fui a dormir. A la hora más o menos, me despertó un brote fuerte de calor. La temperatura de mi cuerpo estaba normal, pero la habitación tenía muchísimo calor, aunque el resto de la casa estaba más bien fresquita.
Me levanté y fui a la cocina para beber un poco de agua, y me asomé a la ventana del salón para refrescarme un poco. El cielo estaba estrellado, era una delicia contemplarlo.
Pero de repente un fuerte sopor me invadió, y me apresuré a volver a la cama.
Lo último que recordé fue el hecho de tumbarme, y luego todo lo demás…
A mi izquierda, por encima de mi mesilla de noche, apareció un ser vestido de blanco. Estaba asomado en el lumbral de una puerta que tenía acceso a un paisaje lleno de luz y con una naturaleza envidiable. El se quedó en la misma puerta, y lo único que atravesó el umbral fue su brazo, que con la mano abierta me invitaba a que se la cogiera.
Y así lo hice. Aquel ser, aunque en esta realidad no lo conocía de nada, mi corazón lo reconoció al instante, pues dio un fuerte salto. Le tomé la mano, y al instante fui lanzada a través de un túnel oscuro a una velocidad vertiginosa que me impedía respirar bien.
Era totalmente consciente. Sabía que aquella experiencia la tenían personas que habían sido dadas por muertas y luego habían retornado. Sabía que algo me estaba pasando, quizás estaba abandonando mi cuerpo físico para siempre…me estaba muriendo o lo había hecho ya, y una gran inquietud me sobresaltó. En aquel instante me quedé parada. No podía ir hacia delante, ni tampoco retroceder. Pensé que aquello que me estaba sucediendo era “asunto de un buen AMIGO”, y con esa confianza plena, me entregué a la situación. Y al instante, volví de nuevo a la alocada y frenética carrera hacia lo desconocido.
En mi transición por el túnel, no había nadie más. El silencio más absoluto, la oscuridad y mi propio corazón. Pronto comencé a vislumbrar una luz al fondo del túnel. Luz que en milésimas de segundo me tragó.
Y al otro lado de la Gran Luz…me veo en el interior de una gruta, y delante de una puerta pequeña de madera vieja, bastante estrecha, pues justo pasaba yo. Atravesé el umbral, y al otro lado había una montaña con un valle en el fondo. Tuve que bajar cuatro escalones al atravesar la puerta, y me veo ya bajando la montaña hasta la ladera.
Llego a una ciudad o pueblo pequeño. Parece de noche, pero no hay cielo estrellado. Solo un color azulado-noche brillante, acariciante. Las casas eran de piedra, y brillaban mucho. Era como si la piedra tuviera vida propia. Eran casas bajas, de un solo piso. Llegué a lo que parecía la plaza del lugar. Llena de flores con una fuente en el centro, de la que brotaba hacia arriba un gran chorro de agua azulada que a cierta altura caía como una cascada, produciendo una melodía suave, como un vals, que te invitaba a danzar. Al momento veo que vienen hacia la plaza una cantidad considerable de seres vestidos de blanco, que iban agrupados por familias o parejas. La mayoría de ellos me recocieron, y todos quisieron bailar conmigo al compás de la danza del agua de la fuente. Terminé un poco mareada, pero con mucha paz y plenitud.
Sin embargo, a pesar de la felicidad, de la paz y la belleza del lugar, yo me sentía sola, un poco triste y buscando entre aquellos rostros el del SER al que he amado desde siempre. Pero no lo veo. Y unas lágrimas asomaron por mis mejillas, y exclamé en silencio: ¡Sí, he llegado hasta aquí…pero sigo sola!
Veo que muchos de ellos miraban hacia mí, pero no me miraban a mí precisamente, y sonreían. Y antes de que, movida por mi curiosidad, volviera mi cabeza hacia atrás, sentí sobre mis hombros un fuerte abrazo que me hizo estremecer de pies a cabeza, y vibrar hasta el último pelo de mi cabeza. Cuando me vuelvo, le veo a EL, con sus ojos penetrando en los míos, llenos de Amor, de Eternidad. Dejó un beso en mis ojos, en mis labios y en mi frente, y me dijo: ¡YA NO ESTAS SOLA, NUNCA MAS, SIEMPRE ESTARÉ CONTIGO!.
Y en ese mismo instante siento temblar el suelo que pisaba, como si se tratara de un terremoto. Una tonalidad anaranjada y dorada tomó aquel lugar, y fue cuando veo que estábamos en un mirador hacia el Mar, y de sus profundidades, lentamente…salía un gran SOL que llenaba todo el horizonte. Podía mirarle sin que mis ojos se sensibilizaran. Daba calor, paz. Cuando terminó de salir y cogió cierta altura, volví a sentir SU ABRAZO, mucho más fuerte y profundo y me fundí en EL.
Al día siguiente, desperté sobre la cama. La almohada, las sábanas y la colcha estaban por el suelo. Me dolía el cuerpo y me costó un poco activarlo de nuevo. Me tomé la temperatura y tenía 38 grados. Sin embargo pude cumplir con mis responsabilidades en mi trabajo, porque estaba llena de paz, una paz nunca antes experimentada.
Entonces , aunque la experiencia había sido maravillosa, no comprendí el significado de la misma. Mi alma había tenido la experiencia, pero tendrían que pasar más de 20 años para que mi personita lo comprendiera después de haberlo experimentado.
Lo que sucedió entonces fue una FUSION del alma con su SER. Traje y recordé la experiencia para vivirla día a día y experimentarla en la materia consiguiendo así que mi personalidad la asumiera, la consumara y llegara a fundirse también con EL.
Si estamos en este mundo de la materia, es precisamente para elevar nuestra personalidad hacia EL, hacia el AMOR. Porque solo así, nuestro ego, nuestra personalidad abrirá esa puerta de madera que en su momento su ALMA abrió, la puerta de su Corazón, y permitirá que aquella REALIDAD Y ESTA, sean UNA para siempre. Y cuantos más lo consigamos, esa puerta se hará más grande, y poco a poco, sin darnos cuenta…EL REINO DE LOS CIELOS, NUESTRA VERDADERA CASA, SERÁ EN LA TIERRA.
Muchos recordamos esta experiencia, una mayoría no…pero todos, sin excepción, pasamos por ella. Y nuestro paso por esta realidad, es atravesar el túnel oscuro de la ignorancia, de la densidad, hasta que nuestra mente descubra esa puerta.
La muerte no existe. Tampoco la destrucción. Todo es transformación, mutación, expansión, luz. Solo está ese túnel, parecido al que atravesamos cuando nacemos a esta vida. Cuando nacemos aquí, son las manos del médico o comadrona las que nos reciben.
Al final del túnel…quien nos recibe es la Luz, en nuestro verdadero HOGAR con nuestro VERDADERO Y AUTENTICO SER.
Isabel Ramón
LAS COLUMNAS DEL MUNDO

Me parece terrible decirlo, pero creo que no exagero ni un átomo si aseguro que noventa y cinco de cada cien habitantes de este planeta no se han preguntado jamás -digo «jamás»-- completamente en serio -digo «en serio»-- cuáles son las columnas sobre las que se apoya su vida, cuál es el eje de su existencia, para qué viven verdaderamente.
¿Y de los otros cinco? Dos se lo preguntaron una vez hace años, y ya lo han olvidado; otros dos se dieron a si mismos respuestas tranquilizadoras, que luego no coinciden en nada con la realidad de lo que viven. ¿Y el último? El último... iba a decir que es el santo, pero diré con más exactitud que es el único hombre que existe de cada cien que pisan este mundo.
Me temo que el lector esté pensando que comienzo estas líneas demasiado duramente, que soy tal vez pesimista, que... no es para tanto. Pero me pregunto si no será bueno comenzar cogiendo el alma por donde quema y enfrentándonos con nuestro propio espejo. ¿Somos realmente seres vivientes? Esta, creo, es la primera y capital de las preguntas a que todo hombre tiene obligación de responder.
Porque ¿qué ganaríamos engañándonos a nosotros mismos si, al final, somos corresponsables de esa mediocridad colectiva del mundo de la que tanto hablamos? Atrevámonos por unos minutos a coger nuestra vida por las solapas.
Y empecemos por preguntarnos cuáles son, en realidad, las columnas que sostienen el mundo en que vivimos. Haced esta pregunta por las calles, y todos os responderán -con impudicia y sin la menor vergüenza- que «el sexo, el dinero y el poder».
Los tres ídolos, los tres quicios, las tres columnas que sostienen el camino de la humanidad. ¿Y no estará el mundo tan enloquecido precisamente por apoyarse en tales pilares casi con exclusividad? Un hombre de hoy triunfa -decimos- cuando tiene esas tres cosas. Y está dispuesto a luchar como un perro por esos tres huesos si están lejos de él.
Naturalmente, no voy yo a decir nada contra la sexualidad, que está muy bien inventada por Dios como uno de los grandes caminos por los que puede expresarse el amor. Hablo aquí del sexo sin amor, que parece ser el gran descubrimiento de los tiempos modernos. Tal vez de todos los tiempos, pero de ninguno con los tonos obsesivos que la erotización ha conseguido en el nuestro, hasta el punto de que hay que preguntarse si no vivimos ya en una civilización de adolescentes inmaduros.
El hombre de hoy no es que disfrute del sexo, es que parece vivir para él. O eso, al' menos, quiere hacernos creer el ambiente de nuestras calles, las pantallas de nuestros televisores, el pensamiento circulante de los predicadores de la libertad sexual.
Léon Bloy podría decir hoy más que en su siglo que para el hombre real la mayor de las bienaventuranzas es llegar a morir en el pellejo de un cerdo. ¿ Pero hay algo menos libre que lo que llaman la libertad sexual?
No estoy escribiendo estas líneas como un «moralista». Simplemente como un hombre preocupado. Porque creo que Unamuno tenla toda la razón del mundo cuando aseguraba que «los hombres cuya preocupación es lo que llaman gozar de la vida -como si no hubiera otros goces- rara vez son espíritus independientes». Es cierto: no hay hombre menos humano que el libertino.
Y ese tipo de conquistador se presenta hoy como el verdadero «triunfador» en este mundo.
La columna número dos es el dinero -y sus congéneres o consecuencias: el placer, el confort, el lujo-. Si algún dogma vivimos y practicamos es éste: el dinero abre todas las puertas; el dinero no es que dé la felicidad, es que él mismo «es» la felicidad. En conquistarlo invierten los hombres la mayor parte de sus sueños. A él se subordinan todos los valores, incluso por parte de quienes se atreven a predicar las terribles malaventuranzas que Jesús dijo contra los ricos.
Pero los propios cristianos nos las hemos arreglado para que aquello del evangelio -«es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de los cielos»-- haya preocupado hasta ahora mucho más a los camellos que a los ricos.
Hemos conseguido sustituir esa frase por la que es verdaderamente el evangelio del siglo XX: «Los negocios son los negocios.» Y así es como hemos convenido todos en que «el fin de la vida es ganar mucho dinero, y con él, comprar la muerte eterna», como escribiera Bloy.
Y de nada sirve para alterar nuestro dogma el comprobar que el dinero da todo menos lo importante (la salud, el amor, la fe, la virtud, la alegría, la paz): al fin preferimos el dinero a todos esos valores. E incluso creemos que el dinero da la libertad, cuando sabemos que todos renunciamos a infinitas cotas de libertad para conseguirlo.
Más difícil es aún entender nuestra obsesión de poder. Jefferson aseguraba que jamás comprenderla cómo un ser racional podía considerarse dichoso por el solo hecho de mandar a otros hombres.
Y, sin embargo, es un hecho que el gran sueño de todos los humanos es «mandar, aunque sea un hato de ganado», que decía Cervantes.
Sabemos que nada hay más estéril que el poder -ya que a la larga son las ideas y no el poder quienes cambian el mundo--; sabemos que «el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente», pero apostamos por esa corrupción; sabemos que el poder da fuerza, pero quita libertad; pero nos siguen encantando los puestos y los honores aun cuando estemos convencidos de que «la fuerza y el miedo son dos diosas poderosas que levantan sus altares sobre cráneos blanqueados», en frase de Mika Waltari. Mandar, mandar. Seremos felices, pensarnos, el ella en que los que están bajo nuestra férula sean más que aquellos que nos mandan.
Y ni siquiera observamos la terrible fuerza transformadora que el poder tiene: «Te crees liberal y comprensivo -decía Larra-. El día que te apoderes del látigo, azotarás como te han azotado.» Y es que el poder -todo poder- vuelve incomprendido (de ahí la soledad radical del poderoso) y hace incomprensivo: un poderoso no «puede» comprender, no «puede» amar, aunque se engañe a sí mismo con falsos paternalismos.
Maurois tuvo el coraje de confesarlo: «Cuando empecé a vivir en el campo de los que mandan, me fue imposible durante mucho tiempo comprender las penas de los que son mandados». Porque todo poder lleva en su naturaleza la ceguera del que lo posee. Desde abajo se ve mal. Desde arriba no se ve nada: la niebla del orgullo cubre el valle de los sometidos.
Y, sin embargo, ahí está el hecho: la humanidad entera vive luchando como una jauría de perros por conseguir esos tres huesos, dispuestos los hombres a volverse infelices para conseguirlos, seguros de que la felicidad llegará cuando los poseamos. Así, destrozan los hombres hasta su salud para conseguir un dinero y un poder que luego gastarán para recuperar -cuando ya sea tarde- la salud.
En la conquista de esos tres dogmas se apoya el gran sueño de lo que llamamos «vivir la vida». Viven la vida quienes los tienen. Los demás -pensamos- son hombres incompletos.
Y como esos tres dogmas se resumen en uno --el egoísmo--, la búsqueda de los tres es, en rigor, una lucha contra los demás. Porque no son cosas que se puedan compartir: o las tengo yo o las tienen los demás. Habrá que arrebatarlas. Y ya tenemos el mundo convertido en una selva.
Si fuésemos del todo sinceros confesaríamos que es cierta la afirmación de Bloy: «Vivir la vida consiste en adueñarse de la ajena. Los vampiros estarían de acuerdo», ya que en realidad «uno vive su vida cuando ha conseguido instalarse en el firmísimo propósito de ignorar que hay hombres que sufren, mujeres desesperadas, mitos que mueren.
Uno vive su vida cuando hace exclusivamente lo que es grato a los sentidos, sin darse querer darse por enterado de que en el vasto mundo hay almas y que él mismo tiene una mísera alma expuesta a extrañas y terribles sorpresas».
Pero ¿existe verdaderamente un alma? ¿Tenemos verdaderamente un alma? ¿Quién piensa en ella? ¿Quién dedica a su alma y a las columnas que la sostendrían al menos una décima parte del tiempo que vivimos sobre la tierra?
Esta es, me parece, la pregunta verdaderamente decisiva: ¿Hay sobre la tierra otros valores por los que valdría ciertamente la pena de vivir? ¿Otros valores con los que podríamos ser felices? ¿Otras columnas sobre las que nuestra condición humana sería diferente?
Este libro quiere apostar por una idea absurda: si los hombres si al menos muchos hombres- construyeran sus vidas sobre columnas diferentes -el amor, la solidaridad, el trabajo, la confianza, la justicia, la sencillez- este mundo sería diferente. Y vividero. Comenzarla a romperse esa soledad que nos agarrota. Ingresaríamos en el mercado común de la felicidad.
Porque es terrible pensar con cuánta tozudez seguimos apoyándonos en las columnas que son la verdadera causa de nuestra desgracia.
JOSE LUIS MARTIN DESCALZO


PRINCIPIO DE CAUSA Y EFECTO (Segunda parte)
-La era del Amor y el drama personal-

LA ERA DEL AMOR

La creencia en el karma está muy difundida en el mundo a través de algunas religiones y escuelas esotéricas. Aunque esta idea ha estado por muchos años en nuestra conciencia -especialmente durante la Era de Piscis, que ya terminó-, ahora estamos ingresando en la Era de Acuario donde muchas cosas cambiarán; entre ellas, el karma.
El proceso de "pagar" nuestras deudas está acelerado en esta Nueva Era. Lo que antes nos llevaba varias vidas entender y saldar, ahora se realiza en esta misma encarnación. Si hoy perjudico a alguien, es muy probable que me toque pagarlo mañana mismo, no en la próxima vida ni diez vidas adelante.
Existe un avance muy grande en la conciencia humana y esto elevará el nivel de comprensión en toda la humanidad. Este proceso de transformación, que ya se ha iniciado, tardará aún muchos años más en completarse. En este proceso mismo descubriremos nuestra Unidad, el hecho de que, en realidad, "Todos somos Uno solo". Dicho de otra forma, el Hijo de Dios es uno solo y todos somos parte de El. Por eso, es importante ayudarnos mutuamente y perdonarnos. Debemos ajustarnos a estos cambios cósmicos para ayudar a la evolución planetaria a despertar amor. Un verdadero metafísico tiene que aplicar todo su conocimiento para mejorarse a sí mismo y para servir a los demás.
Pero ¿de dónde surgió el karma? Para contestar esta pregunta debemos remontarnos a los orígenes de la humanidad. El hombre fue creado "a imagen y semejanza de Dios" y desde que aquél tuvo su poder creador ha inventado un ente aparentemente separado de su Creador. Esto es lo que llamamos "ego". Nuestro ego nos hace sentir que estamos separados del resto. Tenemos un nombre propio, un cuerpo, una estructura social y familiar propia y demás. Nuestro ego nos dice que somos únicos y especiales, y tratará de probarlo de mil maneras. En cambio, nuestro Espíritu nos indica que todos Somos Uno solo, que no existe tal separación.
El efecto de la separación produce un sentimiento de culpa y, como consecuencia, la culpa busca castigo. Cada vez que nos sentimos culpables de algo que hemos hecho, nuestra propia mente se encarga de crear el castigo correspondiente. Este castigo puede ser, por ejemplo, la soledad, la falta de dinero, una enfermedad, problemas de familia o de pareja.
La culpa no termina en nosotros. La mayoría de las veces, el ego busca proyectar esta culpa hacia afuera y es así como encontramos a los "culpables" de nuestra infelicidad. Cuando proyectamos hacia afuera estamos más lejos de resolver el problema y, de esta manera, perpetuamos la supremacía de nuestro ego. Las personas que más culpan a los demás son las que menos crecen.
Cuando el ego no encuentra culpables afuera, puede descargar la culpa en nosotros mismos generando inmovilización y frustración. Este es el caso de las personas perfeccionistas, muy ordenadas o estructuradas. Para resolver este conflicto debemos pensar que, durante nuestro proceso de aprendizaje, todos cometemos errores, que dichos errores se reparan y que no tenemos por qué ser condenados a causa de éstos. El perdón no debe practicarse solamente con los demás, sino primero con nosotros mismos porque yo no puedo dar a otros lo que no tengo o me resisto a darme, es siempre nuestra elección.
EL DRAMA PERSONAL
Según el Principio de Causa y Efecto, todo lo que vivimos es el resultado de nuestros propios actos. Contamos con un poder creador, y a veces, debido al mal uso del mismo, creamos situaciones difíciles o dolorosas, creamos de esta manera nuestro "drama personal". Según la metafísica, el drama de toda persona se reduce a la idea de separación de su Fuente.
Podemos comparar el efecto de la separación con el concepto del "pecado original". En la Biblia, esto se explica con la imagen de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso. La sensación o desconexión de nuestra Verdadera Fuente es la que genera todos los miedos, las angustias y los problemas mayores. Un ejemplo de esto es la soledad. La soledad no se resuelve teniendo a una persona al lado nuestro; en muchos casos, uno puede llegar a sentirse horriblemente solo aún estando acompañado.
La soledad es un problema personal y tiene que ver con la sensación de estar desconectado de nuestro Creador. Solamente reparando esa conexión podemos sentirnos plenos, completos y felices. Curiosamente, muchas iglesias fomentan la idea de separación y no la de unión. Esto se debe a que se basan en las leyes del ego y no las del Espíritu. El miedo más grande que existe es el miedo a Dios, a recibir Su condena o castigo, lo cual es totalmente absurdo.
Como conclusión, la idea del karma, o el ciclo de culpa y castigo, fue creada por nuestro "ego". Dios NO condena ni castiga porque Él nos ha creado tal como somos. El sabe que lo que estamos viviendo es como un gran sueño del cual tenemos que despertar. No hay culpas, ni culpables; no tenemos nada que pagar ni que hacer pagar a los demás; solamente existe la experiencia.
El proceso de liberación del karma comienza con el reconocimiento de la proyección que hacemos hacia los demás. Es decir que tenemos que empezar a reconocer que "no hay culpables fuera de nosotros", sino que, de alguna manera, uno está proyectando el problema hacia afuera.
Luego, debemos reconocer que tampoco nosotros somos culpables, sino que solamente hemos cometido algunos errores.
Finalmente, debemos reparar esos errores corrigiendo nuestra percepción de la vida.
Cuando creamos nuestro ego, cuando surgió la idea de separación, Dios puso en nuestra mente el instrumento necesario para devolvernos la percepción correcta de la vida. Este instrumento es lo que llamamos "Yo Superior o Espíritu Santo". Todo estudiante de metafísica debe aprender a invocar a la Guía de su Yo Superior, especialmente en los momentos en que se encuentra en conflicto, para entender lo ¿qué le está ocurriendo?
La Era de Acuario nos enseñará que no somos culpables de nada; tan sólo hemos cometido errores y los errores se corrigen. La parte más perfecta de nuestra mente nos ayuda en este proceso. Para poder evolucionar, debemos desarmar nuestro "drama personal". Con nuestro drama lo único que hacemos es acaparar la atención de los demás y de su energía. Esto significa que cuantos más dramas experimentamos, más robamos la energía de los demás. Pero cuando empezamos a despertar a la vida espiritual, descubrimos que la Fuente de nuestra energía es otra y que la misma es infinita e inagotable, por lo tanto, no necesitamos apropiarnos de la energía ajena.
El proceso del "Perdón" consiste en "desarmar" lo que hemos construido, eliminando las culpas que ponemos en otros y en nosotros mismos. De esta manera, comenzamos a sentir la sensación de Unidad. Pero mientras exista una sola persona a la que consideremos culpable, nunca encontraremos paz en nuestra vida.
El Perdón a uno mismo, es tal vez, uno de los más difíciles de lograr. La autocondenación se da la mayoría de las veces de una manera muy sutil, y a la vez, muy intensa. A veces, sentimos la voz de un juez interno que nos recuerda cuán tontos hemos sido al haber actuado de cierta forma; ese juez no es más que la voz de nuestro propio ego que debemos aprender a callar.
Perdonar no es sinónimo de debilidad. Muchas personas confunden el perdón con la permisividad. Perdonar no significa permitirles a los demás que vuelvan a hacer lo mismo con uno. Perdonar significa "entregar el problema a una Autoridad Superior" a la nuestra que impondrá Su justicia y no la que nuestro ego quiere. Perdonar también significa aprender a ponerles límites a los demás y a defender nuestros derechos.
Horacio Valsecia.

PRINCIPIO DE CAUSA Y EFECTO (tercera parte)


PRINCIPIO DE CAUSA Y EFECTO (tercera parte)

Ayuda a los demás y el proceso de perdón.
LA AYUDA A LOS DEMÁS
Nunca hay que ayudar a nadie que no nos lo haya pedido porque la persona puede no estar receptiva a nuestra ayuda. Cuando le hemos hecho un favor a alguien y luego esa persona no nos agradece o se muestra indiferente, nos está dando la pauta de que nos hemos equivocado, o bien la persona no necesitaba de nuestra ayuda o le hemos dado ayuda equivocada. Esto ocurre cuando intervenimos en la vida de alguien pretendiendo ser su salvador.
Una manera de evitar este error es ofrecer nuestra ayuda a quien pensamos la necesita y, luego, debemos retroceder para dar lugar a que la persona elija. Cuando la persona decide aceptar nuestra ayuda, entonces estará receptiva y sólo así tendremos éxito.
¿Hasta dónde ayudar? Se debe ayudar a los demás hasta el punto en que el equilibrio de nuestra vida personal no se pierda. Si vas a prestar dinero a alguien cercano, deberás prestar solamente una cantidad de tu dinero que no ponga en peligro tu economía personal. De lo contrario, si por prestar dinero dejas de pagar tus cuentas, sólo estás permitiendo que el problema del otro contamine tu vida. En esencia, si quieres que tu ayuda sea siempre efectiva, no deberás perder nunca tu equilibrio personal. Esto nos lleva a la siguiente conclusión: el sacrificio por los demás no sirven.
En general, los problema que cada uno de nosotros enfrentamos no son más que errores de conciencia. Existen en nuestra mente ideas equívocas que deben ser corregidas. Éstas tienen que ver con la falta o aceptación de lo bueno, con ideas de no merecimiento, con el nivel de la autoestima y con las culpas que arrastramos. Estas últimas son las más poderosas y generan las principales barreras para nuestra felicidad personal. Yo creo que cada vez que algún proyecto mío se demora o las cosas que deseo no se dan es porque todavía tengo que perdonar a alguien o perdonarme a mí mismo. Las enfermedades físicas tiene que ver con la falta de perdón, las deudas y la soledad, también. Siguiendo este concepto, si quieres ayudar a alguien verdaderamente, entonces no sólo tienes que brindar tu ayuda material, sino también el apoyo moral necesario para que la persona se libere de sus culpas y mejores su manera de pensar.
EL PROCESO DE PERDÓN
El perdón no es un acto sino un proceso. Cada día perdonamos un poco más y así nos vamos liberando del pasado. En algunos casos, este proceso puede hacerse de una sola vez, pero en la mayoría, el perdón requiere tiempo.
Para entender los pasos que hay que dar en el proceso del perdón, debemos entender primero cómo funciona la proyección que hace nuestro ego, las heridas emocionales que arrastramos las vemos con más claridad en los demás y no en nosotros mismos. El ego se niega a aceptar que es uno el que tiene el problema y lo proyecta hacia afuera encontrando el perfecto "culpable". De esta manera culpamos a nuestra pareja, nuestro padre, nuestra madre, nuestros hijos, nuestro jefe, un amigo o a quien sea por nuestra infelicidad. Una analogía muy válida es la siguiente: cuando vamos al cine pensamos que la película está en la pantalla; sin embargo no es así, la película que estamos viendo está en el proyector y lo que vemos no es más que la proyección que hace la máquina. De la misma manera, la "película de nuestra vida" no es más que la proyección que surge de nuestra propia mente.
Entonces, el 1er. paso para "perdonar", es reconocer que la culpa no está afuera. Debemos interrumpir el fenómeno de la proyección y no aceptar como culpable a alguien o algo externo a nosotros. Debo reconocer que lo de afuera activó una herida emocional que está en mí y por eso me molesto o me enojo.
El 2do. paso es aceptar que la herida está dentro de uno mismo. Si en este proceso nos detenemos en este paso, el ego nos hará sentir culpables a nosotros mismos.
El 3er paso consiste en entregar esa culpa al Espíritu Santo o Yo Superior para que perdone por nosotros. Debido a que todos nosotros estamos envueltos en el mismo sistema de pensamiento del ego, necesitamos un elemento externo a este sistema que nos ayude a recobrar la cordura. El Yo Superior es la parte perfecta de la mente que nos recuerda permanentemente nuestra naturaleza espiritual.
En conclusión, nosotros no tenemos la capacidad de perdonar. No podemos perdonar a nuestros enemigos ni a nosotros mismos. Solamente hacemos un jugo intelectual que se parece más a una postura arrogante. Creemos que somos los "buenos" porque perdonamos a los "malos". Por eso necesitamos la ayuda del Yo Superior. Es en el tercer paso donde procedemos a poner el problema en las manos de Dios para que Él mismo lo resuelva y sane aquello que necesita ser sanado.
Cuando se da el verdadero perdón, se siente una gran paz interior. Si pedir ayuda a tu Yo Superior te resulta extraño, puedes invocar en su lugar a la entidad espiritual que prefieras según tu religión: Jesús, Buda, Sai-Baba, o a Dios mismo
La próxima vez que sientas un enojo muy grande hacia alguien deberás poner en práctica el proceso del perdón. Primero, tendrás que aceptar que esa persona no es la culpable de tu enojo. En segundo lugar, deberás admitir que en realidad hay una parte tuya que se enoja por lo que el otro hace. Finalmente, tendrás que pedir ayuda para que tu Yo Superior pueda perdonar por ti aquello que no entiendes ni aceptas. Al hacer esto, pones en manos del Universo el proceso del perdón y así se curan tus propias heridas y las de los demás.
Generalmente, ocurre algo mágico, lo que llamamos "milagro".
LOS BENEFICIOS DEL PERDÓN
El "Perdón" depende de tu buena voluntad, de tu deseo, de tu disposición a querer soltar aquello que te ha hecho daño en algún momento. Cuando pides ayuda se ponen en marcha todos los mecanismos del Universo para restaurar la armonía en tu vida.
El proceso del perdón se puede comparar al hecho de tomar conciencia de que en realidad, nadie nos ha hecho daño ni tampoco nosotros se lo hemos hecho a otros. El supuesto "pecado" no es más que un error de percepción. Definitivamente, esto es demasiado simple para que nuestro ego lo pueda aceptar. El ego siempre tiene todas las razones del mundo para justificar su posición; en especial, cuando nos enojamos con alguien. Entonces encontramos las razones lógicas a nuestro enojo que nos llevan a juzgar y condenar.
Además, el ego busca aliados. Tratamos de convencer a todos de nuestras razones. Pero la verdad es que cuanto más justificamos nuestra posición, más inseguros estamos en el fondo.
Uno de los motivos por los cuales no existen culpables es porque cada uno de nosotros siempre está haciendo lo mejor que puede, de acuerdo con su grado de cultura y Conciencia. Cuando nos equivocamos es porque no sabemos hacer algo mejor. Si retrocediéramos en el tiempo hasta el momento justo en que cometimos un gran error diez años atrás, volveríamos a hacer lo mismo, porque ese era nuestro estado de conciencia.
Siempre hacemos lo que creemos que es mejor en cada momento, aunque estemos totalmente equivocados.
Dios no condena porque sabe que estamos aquí para aprender. El ego es el único que juzga y condena. Nuestra mente es limitada y nunca captamos todo lo que está pasando. Tal como lo vimos antes, existen hilos kármicos que contienen historias secretas para nuestros sentidos. Podemos percibir una situación como una injusticia, pero en realidad, no sabemos si el injusto sólo le está dando la oportunidad al otro de reparar su error.
Además, las diferencias culturales hacen que nuestra capacidad de juicio sea limitada. Por ejemplo, para un esquimal es buena costumbre ofrecer a su mujer para que duerma con la persona que los visita. Para nosotros, suena como una locura; sin embargo, para los esquimales es totalmente normal. ¿Quién tiene la razón? La respuesta es sencilla: ninguno.
Cada uno está viviendo su propia experiencia.
Sin hacer referencia a ningún personaje político en particular, es importante saber que aquellos personajes "malos" que movilizan grandes masas son espíritus que tienen la misión de elevar la Conciencia Colectiva de cierta raza o sociedad. Ellos pueden despertar emociones negativas, pero también ayudan a desarrollar la actitud de servicio de todo un pueblo o una nación. El odio que ellos despiertan individualmente no es más que el odio que cada uno tiene que sanar en sí mismo. Todos los países tienen su karma de grupo. Cada ciudadano tiene que lidiar en mayor o en menor medida con este tipo de karma. Un ejemplo notable es el caso de Cuba. De acuerdo con la numerología, la palabra "Cuba" suma 8, números de karma fuertes pruebas y dolor. No es casualidad que en Miami la calle de los cubanos sea la calle 8.
Según la Ley de Causa y Efecto, en esencia sólo hacemos dos cosas: damos amor o pedimos amor. Una forma muy común de pedir amor es la queja. Cuando una persona se "queja o reclama" a otra su atención, en el fondo sólo le está pidiendo su amor.
Lamentablemente, la queja es un recurso negativo que lleva a obtener el resultado opuesto.
En la red de relaciones que entablamos, todos aprendemos y enseñamos al mismo tiempo.
Aunque no seamos conscientes de eso, las personas que nos rodean aprenden algo de nosotros y viceversa, aún cuando la relación sea superficial o de poco tiempo.
De las grandes crisis aprendemos lecciones mayores, pero haciendo uso de nuestra facultad de elegir, "Yo le pido al Universo que me enseñe de buena manera". Básicamente porque no me gusta aprender a través del dolor. La mayoría de las personas aprenden de ese modo para luego quedar cargadas de resentimiento o frustraciones. Te sugiero que me imites y pidas que, a partir de este momento, todo lo que tengas que aprender se te enseñe de buena manera y así es.
Horacio Valsecia.

¿POR QUÉ HEMOS DE PERDONAR?

Todos somos espíritus virginales semejantes, con conciencia
grupal y, aunque evolucionemos independientemente unos de
otros, no dejamos de formar un organismo único, como las células
de nuestro cuerpo, aún siendo distintas unas de otras, constituyen
un todo único.
Todos estamos evolucionando y, para ello, nos necesitamos
unos a otros. Nadie puede evolucionar estando solo.
Todos cometemos errores y hemos de ir aprendiendo a base
de cosechar lo que vamos sembrando, con la ayuda de los demás
que, unas veces son ofensores y otras ofendidos.
Debido a que el mundo es un todo armónico y que todos
nuestros actos influyen positiva o negativamente en ese todo, el
bien que hagamos lo disfrutan todos y el mal que hagamos lo
sufren todos.
Debido a lo que antecede, cuando algo nos molesta de otro
es que ya lo hicimos y lo superamos. Y, como somos “los
custodios de nuestros hermanos”, hemos de ayudar al otro a
aprender la lección que nosotros ya aprendimos. Sólo a los seres
perfectos no les molestan las imperfecciones de los demás.
Aquí procedería estudiar un aspecto muy importante de
nuestra vida de relación, que es la génesis del resentimiento,
elemento casi ignorado pero básico del luego necesario perdón.
Veamos este asunto brevemente:
Aunque no nos demos cuenta de ello, cada uno de nosotros
estamos totalmente aislados de los demás. Somos un mundo,
creado por nosotros mismos. No tenemos más comunicación con
el mundo exterior que las vibraciones que de él nos llegan a través
de los cinco sentidos. Esas vibraciones, una vez recibidas por
nuestro cerebro, son interpretadas y constituyen nuestro acervo de
conocimientos sobre en mundo exterior.
Esto no sería grave si sólo se refiriera a las cosas, a los
objetos. Pero se refiere también a las personas, a quienes se
relacionan con nosotros, y a quienes, aunque no se relacionen, han
llegado a nosotros a través de escritos, relatos o ideaciones.
Y ahí reside el verdadero problema de la convivencia.
Porque, siéndonos imposible conocer de verdad cómo es cada
semejante, no tenemos más remedio que hacernos una idea para
poder convivir. Y esa idea la podemos extraer sólo de dos fuentes:
a.- De nuestro propio modo de ser, que es nuestra más fiable
base de datos.
b.- De la experiencia anterior, derivada de relaciones con
otros semejantes.
La idea, pues, que de los demás nos hacemos, aunque
procediendo de dos fuentes distintas, no deja de ser una invención
nuestra, una suposición, una hipótesis y, como tal, sin
comprobación y, por tanto, muy expuesta a no resultar exacta.
Partimos, pues, cuando nos relacionamos con alguien
(cónyuge, pariente, amigo, enemigo, extraño), de la idea que nos
hemos formado de ella, atribuyéndole en base a los datos
provenientes de las dos fuentes antes citadas de que disponemos,
una serie de virtudes, de vicios, de defectos, de facultades, de
dones, etc. pero que no dejan de ser una ideación nuestra.
En base a esa ideación y a esa atribución de virtudes,
esperamos de esa persona determinados comportamientos
derivados de ellas.
Pero ¿qué ocurre si esa persona no responde a nuestras
expectativas, que, como hemos visto, eran fruto de nuestra
imaginación? Generalmente nos sentimos molestos y hasta
ofendidos. Y, con ello, generamos lo que no es sino
resentimiento. Porque, honestamente, no nos molesta tanto lo que
nos haga como el que “nos haya fallado” o traicionado o
desilusionado. Hay, pues, en esa reacción nuestra un muy
importante componente subjetivo, egocéntrico e irracional,
porque no es lógico atribuir, erróneamente, a otro una virtud que
no tiene y luego ofenderse porque carece de ella y actúa a tenor de
esa carencia. No es, pues, odio, lo que nace en nosotros. El odio
es el culmen del resentimiento, pero éste es siempre la semilla.
Suele ocurrir mucho con las parejas: en el momento del
enamoramiento o de la atracción mutua, somos muy proclives a
atribuir al otro todas las virtudes que nos gustaría ver en él. Y nos
comportamos como si esas virtudes existieran- Pero, claro, el otro
es como es y, llega un momento en que esa virtud que le
atribuíamos resulta que no la posee y, entonces, nos sentimos
defraudados, estafados, burlados, y nace nuestro resentimiento
por el engaño de que creemos haber sido objeto.
Por eso nuestra filosofía nos recomienda aceptar a los
demás “como son” y no como nos gustaría que fueran.
Porque, si persistimos en sentirnos estafados por todas las
personas que nos rodean y a las que habíamos atribuido virtudes
por doquier, seremos desgraciados en todas nuestras relaciones de
convivencia, llevaremos el resquemor o resentimiento con
nosotros permanentemente y ese resentimiento degenerará en
estrés, infelicidad y mal carácter que nos condicionarán más aún y
nos harán, cuando echemos mano, en el futuro, de nuestra
experiencia para juzgar a otros, atribuirles defectos o actitudes
negativas que no posean pero que, imaginadas por nosotros, nos
predispondrán para una convivencia nada agradable. Por eso, se
nos recuerda también frecuentemente, que somos proclives a ver
a los demás con el color de nuestro propio cristal, es decir con
el color que nuestra experiencia y nuestras atribuciones gratuitas a
los otros, nos hacen ver.
Francisco Manuel Nácher

DEJAR IR: EL CAMINO DE LA ENTREGA

El Dr. DAVID R HAWKINS. (Introducción)

Un día mientras estaba en contemplación, la mente dijo:
"¿Qué va mal en el mundo?"
"¿Por qué no permanecemos felices?"
"¿Dónde están las respuestas?"
"¿Como abordar el dilema humano?"
"¿Estoy chiflado o es el mundo el que se ha vuelto loco?"
La solución a cualquier problema parece sólo traer un alivio breve, ya que es
la base del problema siguiente.
"¿Es la mente humana la jaula de una ardilla sin esperanza?"
"¿Todo el mundo está confundido?"
"¿Sabe Dios lo que El está haciendo?"
"¿Dios ha muerto?"
La mente siguió parloteando:
"¿Alguien tiene el secreto?"
No te preocupes, -todo el mundo está desesperado. A algunos les parece
guay. "No puedo ver el porque de todo este alboroto", dicen. "La vida parece sencilla
para mí." ¡Tienen tanto miedo que ni siquiera pueden verlo!
¿Qué dicen los expertos? Su confusión es más sofisticada, envuelta en
impresionante jerga y elaborados mecanos de construcción. Han predeterminado
sistemas de creencias con los que tratan de exprimirte. Parece que funcionan por un
tiempo y, luego, se acaba regresando de nuevo a nuestro estado original.
Solíamos poder contar con instituciones sociales, pero han pasado a la
historia; nadie confiará en ellas nunca más. Ahora son más perros guardianes que
instituciones. Los hospitales son controlados por múltiples agencias. Nadie tiene
tiempo para los pacientes, que se pierden en la confusión. Recorren con mirada baja
los pasillos. No hay médicos ni enfermeras. Se encuentran en las oficinas haciendo
el papeleo. Toda la escena está deshumanizada.
"Bueno", dices, "ha de haber algún experto que tenga respuestas." Cuando
tienes molestias, vas al médico o al psiquiatra, a un analista, a un trabajador social, o
a un astrólogo. Te haces de una religión, filosofía, vas a Seminarios de
Entrenamiento Erhard (est, siglas en inglés), o te das un empujoncito con las EFT
(Técnicas de Liberación Emocional). Equilibras los chakras, pruebas con alguna
reflexología, acudes a la acupuntura de la oreja, a la iridología, a la sanción con
luces y cristales.
Meditas, cantas un mantra, bebes té verde, te interesan los Pentecostales,
espiras fuego y hablas en lenguas. Consigues centrarte, aprendes NLP
(Programación Neuro-Lingüística), intentas las realizaciones, trabajas las
visualizaciones, estudias psicología, te unes a un grupo Junguiano. Haces Rolfed,
pruebas lo psicodélico, te hacen una lectura psíquica, corres, te ejercitas tipo jazz,
vas a colonias, te interesas por la nutrición y el aerobic, te cuelgas boca abajo, llevas
joyas psíquica. Consigues mayor visión, bio- feedback, terapia Gestalt.
Visitas a tu homeópata, quiropráctico, y naturópata. Pruebas la kinesiología,
descubres tu Anagrama tipo, equilibras tus meridianos, te unes a un grupo de
elevación de la conciencia, tomas tranquilizantes. Consigues algunos chutes de
hormonas, pruebas las sales de células, equilibras tus minerales, ruegas, suplicas e
imploras. Aprendes la proyección astral. Te haces vegetariano. Comes solamente
repollo. Pruebas la macrobiótica, lo orgánico, no comes OGM (Organismos
Genéticamente Modificados). Te reúnes con curanderos Nativos Americanos, haces
una cabaña de sudación. Pruebas las hierbas chinas, la moxicombustión, el shiatsu,
la acupresión, el feng shui. Vas a la India. Encuentras a un nuevo gurú. Te quitas la
ropa. Nadas en el Ganges. Miras fijamente al sol. Te afeitas la cabeza. Comes con
los dedos, te vuelves realmente sucio, y te duchas con agua fría.
Cantas cantos tribales. Revives vidas pasadas. Tratas la regresión hipnótica.
Gritas un grito primario. Golpeas las almohadas. Haces Feldenkraised. Te unes a un
grupo de encuentros matrimoniales. Vas a Unity. Escribes afirmaciones. Haces un
esquema de visión. Pruebas el re- nacer. Tiras el I Ching. Tiras las cartas del Tarot.
Estudias Zen. Tomas más cursos y talleres. Lees montones de libros. Haces el
análisis transaccional. Recibe clases de yoga. Entras en el ocultismo. Estudias
magia. Trabajas con un kahuna. Haces un viaje chamánico. Te sientas debajo de
una pirámide. Lees a Nostradanus. Te preparas para lo peor.
Vas a un retiro. Ayunas. Tomas aminoácidos. Tienes un generador de iones
negativos. Te unes a una escuela de misterios. Aprendes el apretón de manos
secreto. Tratas de tonificarte. Pruebas la terapia del color. Pruebas las cintas
subliminales. Tomas enzimas cerebrales, antidepresivos, remedios florales. Vas a
balnearios de salud. Cocinas con ingredientes exóticos. Buscas extrañas rarezas
fermentadas de lugares lejanos. Vas al Tíbet. Vas a la caza de hombres santos.
Juntas las manos en un círculo y las elevas. Renuncias al sexo y a ir al cine. Vistes
túnicas amarillas. Te unes a una secta.
Pruebas las infinitas variedades de psicoterapia. Tomas medicamentos
milagrosos. Te suscribes a un montón de revistas. Pruebas la dieta Pritikin. Comes
sólo pomelo. Te leen la palma de la mano. Piensas los pensamientos de la Nueva
Era. Mejorar la ecología. Salvar el planeta. Te leen el aura. Llevas un cristal.
Obtienes una interpretación astrológica sideral Hindú. Visitas a una trans- medium.
Vas a terapia sexual. Pruebas el sexo Tántrico. Eres bendecido por algún Baba. Te
unes a un grupo de anónimos. Viajas a Lourdes. Te sumerges en aguas termales.
Te unes a Arica. Usas sandalias terapéuticas. Te enclaustras. Consigues más prana
y exhalas la negatividad negra rancia. Pruebas la acupuntura con agujas de oro. Le
echas un vistazo a la vesícula biliar de las serpientes. Intentas la respiración chakra.
Obtienes un aura limpia. Meditas en Keops, la gran pirámide de Egipto.
Tu y tus amigos habéis intentado todo lo anterior, ¿que decís? ¡Oh, la
humanidad! ¡Tu maravillosa criatura! ¡Trágica, cómica y sin embargo tan noble!
¡Tanto coraje para seguir buscando! ¿Qué nos impulsa a seguir buscando una
respuesta? ¿El sufrimiento? Oh, sí. ¿La esperanza? Por supuesto. Pero hay algo
más que eso.
Intuitivamente, sabemos que en algún lugar hay una respuesta definitiva.
Tropezamos por caminos oscuros en cul-de-sacs y callejones sin salida; Somos
explotados y llevados, estamos desencantados y hartos, y seguimos intentándolo.
¿Dónde está nuestro punto ciego? ¿Por qué no podemos encontrar la
respuesta?
No entendemos el problema; por eso no podemos encontrar la respuesta.
Tal vez sea ultra sencilla, y es por eso que no la podemos ver.
Tal vez la solución no está "ahí fuera", y por eso no la podemos encontrar.
Tal vez tenemos tantos sistemas de creencias que estamos ciegos a lo obvio.
A lo largo de la historia, algunos individuos han alcanzado una gran claridad y
han experimentado la solución definitiva a nuestros problemas humanos. ¿Como
llegaron allí? ¿Cuál fue su secreto? ¿Por qué no podemos entender lo que tenían
que enseñar? ¿Realmente es casi imposible o próximo a la desesperanza? ¿Qué
pasa con la personalidad media que no es un genio espiritual?
Multitudes siguen caminos espirituales, pero escasos son los que finalmente
tienen éxito y realizan la verdad última. ¿Por qué es así? Seguimos rituales y
dogmas, y celosamente practicamos la disciplina espiritual, -¡y nos estrellamos de
nuevo! Incluso cuando funciona, el ego rápidamente viene y nos atrapa con el
orgullo y la presunción, pensando que tenemos las respuestas. Oh, Señor, ¡sálvanos
de los que tienen las respuestas! ¡Sálvanos de los justos! ¡Sálvanos de los
benefactores!
La confusión es nuestra salvación. Para los confundidos, todavía hay
esperanza. Aférrate a tu confusión. Al final es tu mejor amiga, tu mejor defensa
contra las letales respuestas de los demás, contra el no ser violado por sus ideas. Si
estás confundido, sigues siendo libre. Si estás confundido, este libro es para ti.
¿Qué hay en este libro? Habla de un método sencillo para llegar a una gran
claridad y trascender tus problemas en el camino. No mediante la búsqueda de
respuestas, sino deshaciendo las bases del problema. El estado alcanzado por los
grandes sabios de la historia está disponible; las soluciones están dentro de
nosotros y son fáciles de encontrar. El mecanismo de la entrega es sencillo y la
verdad es evidente de por sí. Opera en la vida cotidiana. No existe un dogma o
sistema de creencias. Verificarás todo por ti mismo, por lo que no puedes ser
engañado. No hay dependencia de ninguna enseñanza. De ello se desprende el
dictamen "Conócete a ti mismo"; "La verdad os hará libres"; y "El reino de Dios está
en vosotros" Funciona para el cínico, el pragmático, el religioso y el ateo Funciona a
cualquier edad o pasado cultural. Funciona para la persona espiritual y para la
persona no espiritual por igual.
Debido a que el mecanismo es de tu propiedad, nadie te lo puede quitar.
Estás a salvo de la desilusión. Descubrirás por ti mismo lo que es real y lo que son
solo programas mentales y sistemas de creencias. Mientras todo esto sucede, te
volverás más saludable, más exitoso con menor esfuerzo, más feliz, y más
capacitado para el auténtico amor. Tus amigos advertirán la diferencia, los cambios
son permanentes. Ya no "subirás" para luego caer. Descubrirás que hay un maestro
automático dentro de ti.
Con el tiempo descubrirás tu Ser interior. Inconscientemente siempre supiste
que estaba allí. Cuando te encuentres con él, entenderás lo que los grandes sabios
de la historia estaban tratando de transmitir. Lo entenderás porque la Verdad es
evidente por sí misma y está en tu propio Ser.
Este libro está escrito contigo, el lector, siempre en mente. Es fácil, no
requiere esfuerzo y es agradable. No hay nada que aprender o memorizar. Te
volverás más luminoso y feliz a medida que lo leas. El material se iniciará
automáticamente y te ofrecerá la experiencia de la libertad a medida que leas las
páginas. Vas a sentirte eliminando peso. Todo lo que hagas será más agradable.
¡Estás dirigiéndote hacia unas sorpresas agradables en tu vida! ¡Las cosas van a ir a
mejor y mejor!
Está bien ser escéptico. Nos han sacado del camino dorado antes, así que se
tan escéptico como quieras. De hecho, es aconsejable evitar el entusiasmo efusivo.
Es una predisposición para una posterior decepción. Por tanto, en lugar del
entusiasmo, la observación tranquila te servirá mejor.
¿Existe una cosa así y gratis en el universo? Oh, sí, sin duda existe. Es tu
propia libertad que has olvidado y no sabes cómo experimentar. Lo qué se te está
ofreciendo no es algo que tenga que ser adquirido. No es algo que sea nuevo o esté
fuera de ti mismo. Ya es tuyo y sólo tiene que ser despertado de nuevo y
redescubierto. Emergerá por su propia naturaleza.
El propósito de compartir este enfoque no es más que el de ponerte en
contacto con tus propios sentimientos y experiencias internas. Además, hay mucha
información útil que tu mente querrá saber. El proceso de la entrega se iniciará
automáticamente, porque es de la naturaleza de la mente buscar alivio al dolor y el
sufrimiento y experimentar una mayor felicidad.