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domingo, 4 de octubre de 2015

LIBRO EL SENDERO DEL TAO (OSHO) Capitulo-IV




Capitulo 4
Es Mejor Estar Quieto, Es mejor estar Vacio

Alguien le preguntó a Lieh Tzu:
¿Por qué le das valor al vacío? 
En el vacío no hay valoración.
Lieh Tzu dijo:
A eso no se le puede llamar valor. 
Lo mejor es estar quieto, lo mejor es estar vacío.
En la quietud y en la vacuidad encontramos una morada; al dar y recibir perdemos el sitio.
La verdad es una; no puede ser de otra forma porque la existencia es un universo, no es un “multiverso”. 
Es uno.  Es un aglutinamiento.  Es una unión.  Es un cosmos.  Aquello que aglutina al universo es lo que llamamos Verdad, o Tao, o Dios.  El Tao no es una persona; tampoco es Dios una persona, sino la unión que lo recorre todo, como un hilo a través de una guirnalda.  El universo no es un montón de cosas separadas, y una especie de hilo lo mantiene unido… 
No se está deshaciendo. A eso que lo mantiene unido es lo que llamamos Dios, Tao.
No obstante, el ser humano puede enfocar esta verdad de dos maneras. Estas dos maneras deben ser comprendidas. 
La verdad es una, pero los caminos son dos. El primer camino es vía afirmativa, el camino positivo, el camino de “los que dicen sí”, el camino del devoto.  Jesús, Mahoma y Krishna han seguido el camino de la afirmación. 
El camino de la afirmación parece ser una camino de esfuerzo, de mucho esfuerzo: uno está tratando de llegar a Dios, tiene que hacer todo el esfuerzo posible, tiene que hacer lo máximo, tiene que jugárselo todo.  En los tiempos modernos, Gurdjieff y Ramakrishna siguieron el camino de la afirmación, la vía afirmativa.
El otro camino es la vía negativa, a través de la negación a través del “no”.  Lao Tzu, el Buda y Nagarjuna siguieron el camino de la negación. En los tiempos modernos, Ramana Maharshi y Krishnamurti han seguido el camino del “no”.
Estos dos caminos se tienen que entender tan claramente como sea posible, porque es mucho lo que de ello depende; tú tendrás que elegir tarde o temprano.  Los dos se mueven en dimensiones diferentes; llegan al mismo fin, pero se mueven en dimensiones diferentes.
El camino positivo es un enfoque positivo respecto a Dios, un llegar a Dios, una búsqueda, una indagación. 
El camino negativo es un esperar a Dios, no una búsqueda.  El camino negativo consiste en mantener la puerta abierta, no en ir a buscar, no en indagar, sólo en ser receptivo, como un útero.  El primero es yang, el segundo es yin.  El primero es un camino de tendencia masculina; el segundo es un camino de tendencia femenina.  En el segundo uno tiene que abandonarse simplemente: no hay voluntad sino entrega.  Sólo se tiene que permitir que Dios sea.  No llegues a él; deja que él  llegue a ti.  Permanece simplemente en silencio, vacío.  Deja un espacio, de tal forma que si viene tú estés dispuesto; tú te mantienes dispuesto.
En el camino de la voluntad tendrás mucho que hacer; en el camino de la entrega no tienes nada que hacer, exactamente nada que hacer, solamente nada que hacer.  Estos caminos se pueden nombrar también de forma diferente.
El primer camino puede decirse que es el camino del asceta.  La palabra “asceta” viene de la raíz griega ascesis, que quiere decir “ejercicio”. 
Muchos métodos –muchos ejercicios, metodologías, yoga, técnicas- son factibles.  El segundo camino puede llamarse el camino del místico: no hay ejercicios, no hay métodos, no hay tecnología.
En el primer camino, el tiempo es una necesidad. 
Tú no te puedes iluminar inmediatamente. 
Los métodos requieren tiempo, los ejercicios requieren tiempo, la preparación requiere tiempo, y tú tendrás que esperar por muchas vidas. 
La iluminación será gradual, no puede ser súbita. 
En el camino negativo, la iluminación puede ser completamente súbita, puede suceder en este mismo momento.  El tiempo no es necesario porque el ejercicio no es necesario.  Tú no tienes que ir a sitio alguno; simplemente tienes que sentarte en silencio, simplemente tienes que abandonarte. 
No necesitas esperar.
El camino del místico es misterioso, no se puede explicar.  El camino del asceta se puede explicar: es muy científico, muy lógico. 
Se puede explicar paso a paso; se puede analizar, dividir en pasos sencillos.  Los pasos se pueden hacer tan pequeños que todo el mundo puede darlos, incluso un niño.  Pero el camino del místico es muy misterioso, de ahí que se le llame el camino místico.  No existe la posibilidad de grados, de pequeños pasos, sino de un salto cuántico, de un salto a lo desconocido, súbito, como un alumbramiento. 
Naturalmente, no puede ser explicado de forma lógica.
La mente lógica se encontrará perdida.  Es necesaria una gran comprensión, no basada en la lógica sino en la intuición.  Se necesita una mente ilógica, aventurera, que pueda sobrepasar todos los pasos, que esté dispuesta a ir hacia lo desconocido, que tenga el valor suficiente para dar el salto.
En el primer camino vas paso a paso, moviéndote hacia arriba.  En el segundo camino, tú simplemente das un salto al abismo.  El abismo no tiene fondo, está vacío, es la nada absoluta.  Tú desapareces.
Estos dos son los caminos, y cada persona tiene que decidir en lo más profundo de su ser cuál le atrae más. 
Es difícil decidir, pero hay que decidirse, de otra forma tú puedes seguir haciendo cosas que no van a tener significado alguno.  Si puedes dar el salto, entonces no hay necesidad de que practiques el yoga.  Si no puedes dar el salto, entonces no tiene sentido que solamente te quedes a la espera.
En el primer camino, el mayor peligro viene del ego, porque tienes que hacer mucho, y si eres muy egoísta te volverás un hacedor y el ego se convertirá en tu barrera.  Uno tiene que hacer pero sin fortalecer el ego.  En el segundo camino, el aletargamiento es el problema.  No tienes que hacer nada; uno se puede aletargar, uno se puede volver apagado o muerto. 
Ese es el peligro, muy natural: te sientas en silencio, no haces nada, poco a poco caes en una pesadez, en una especie de falta de inteligencia.  Pierdes agudeza, pierdes vitalidad, te vuelves idiota.  Esto es posible; uno tiene que estar muy consciente de ello.
En el primer camino uno tiene que observar para que el ego no surja.  En el segundo camino uno tiene que observar para no acostumbrarse al aletargamiento. 
Si se evitan estas dos trampas entonces tú puedes llegar por ambos caminos, el afirmativo y el negativo.  Hay gente que ha llegado a través de los dos, así que no es un asunto de llegar, sino de cuál va a ser más fácil, más adecuado a tu naturaleza interior; elige ese.
Hay que entender algunas cosas sobre el camino de la nada, porque Lieh Tzu sigue ese camino –el camino de la vía negativa- el camino del místico.  En el camino místico tienes que estar solo, no hay posibilidad de un “estar juntos”.  Es una inactividad profunda, tan profunda que la misma idea de acción se tiene que dejar, renunciando a ella.  No hay deseos, no hay acción; uno simplemente tiene que ser.  La soledad se tiene que experimentar, la reclusión se tiene que experimentar.
En el camino de la afirmación, Dios está siempre contigo, tú no estás solo.  Siempre puedes hablar con Dios, siempre puedes orarle, siempre puedes esperar que él esté contigo. 
Él está alrededor, te sostiene la mano.  Él está mucho en el camino de la afirmación.  Su mano está casi en tus manos. 
No es sólo imaginación, recuérdalo, no es una alucinación; es así.  Cuando has hecho todo lo que puedes hacer, súbitamente él se vuelve accesible.  Tú no puedes hacer más, no te has contenido, has hecho todo lo que puedes hacer, te has dado completamente al trabajo, has llegado a lo óptimo; a partir de ahí Dios se hace cargo, pero tienes que hacer lo óptimo; menos que eso no ayuda.  Tienes que hervir a cien grados; entonces, súbitamente, hay evaporación.
En el camino del asceta, Dios está siempre contigo; nunca estás solo, siempre puedes rezar.  Pero en el camino negativo rezar no es posible, no está permitido rezar.  La oración es un obstáculo.  Recuerda esto también: una cosa puede servir de ayuda en un camino y convertirse en un obstáculo en el otro camino.  Rezar es un obstáculo.  Si le preguntas al seguidor del camino negativo, él te dirá: “Orar implica que aún no eres capaz de estar solo; aún estás dependiendo del otro”. 
Tú puedes haber dejado tu dependencia de la esposa, del marido, de los hijos, de los amigos, de la sociedad, pero ahora has proyectado un dios y necesitas su compañía; no puedes estar solo.  Orar implica que tú todavía tienes miedo de estar solo, así que creas un puente con el otro.  Buscas al otro. 
Orar implica simplemente que si estás solo, no estás solitario sino aislado: extrañas al otro. En el camino de lo negativo, la soledad es simplemente el mayor esplendor que existe.
Si le preguntas al místico, él dirá que estar aislado es sólo una fase.  Estar en soledad es una condición fundamental.  Estar aislado o acompañado es accidental; estar solo es esencial.  Estar aislado implica una evolución o continuidad de la experiencia, mientras que estar en soledad implica un cambio radical, total, de ciento ochenta grados, una mutación, una metanoia.  Estar aislado es una forma de retornar a los otros; siempre que te sientes aislado estás buscando al otro de una u otra forma.  Estar aislado es una forma de retornar a los otros.  Estar solo es un camino de retorno a uno mismo.
Esto se tiene que recordar.  Por eso, en el camino negativo, la meditación tiene más importancia que la oración. 
La meditación es una ayuda.  La oración es un obstáculo. 
En el camino de la afirmación, la oración es una ayuda, no se habla en absoluto de la meditación.  Por eso, en el cristianismo, en el islamismo, en el judaísmo, en el hinduismo, la meditación no se ha desarrollado. La meditación ha sido profundamente desarrollada por los budistas y los taoístas; es una clave secreta.
Tú puedes dividir todas las religiones en dos: hinduismo, islamismo, judaísmo, cristianismo; todas ellas están en la vía afirmativa.  El budismo y el taoísmo son básicamente negativos, están en la vía negativa.  El hinduismo y el islamismo han florecido al máximo en el sufismo.  
Los hindúes y los mahometanos se han encontrado y ha surgido una hermosa flor del encuentro, un injerto: el sufismo.  Es superior a cualquier expresión del hinduismo y es superior a cualquier expresión del islamismo; es superior a ambos, ha trascendido a los dos padres.  El hijo es más hermoso que el padre y la madre; tiene que serlo, porque tanto el padre como la madre se han disuelto en él.  Por tanto, el sufismo es la cumbre de lo afirmativo.  También el budismo y el taoísmo se han encontrado y dado nacimiento al zen: lo óptimo en el camino de la meditación.  De nuevo, más hermoso que el budismo y el taoísmo, mejor que sus dos padres, de nuevo un injerto.
En el encuentro del islamismo y el hinduismo se produjo en India.  El islamismo vino a la India, se encontró con el hinduismo y nación un hermoso niño.  El encuentro entre el taoísmo y el budismo se produjo en China.  El budismo fue a China, se encontró con el taoísmo y nació un hermoso niño, el zen.  Si todas las cosas desaparecieran del mundo y sólo pudieran quedar dos, el sufismo y el zen, nada se perdería.  Son los crescendos máximos, pero de dos caminos diferentes. 
El sufismo no es más que oración pura, zikr, el recuerdo de Dios y el zen no es nada más que meditación.


La palabra “zen” viene de la raíz sánscrita dhyana.  Primero, la palabra dhyana se convirtió en jhana, porque el Buda solía hablar en pali; dhyana es jhana en pali.  Luego, de jhana pasó a ch’an en China.  Más tarde se convirtió en zen cuando llegó a Japón.  Pero es dhyana, es esencialmente dhyana: estar solo, simplemente, absolutamente solo; ni siquiera en la compañía de un pensamiento, uno es sólo un espacio, puro, transparente. 
En esa pureza uno lo consigue, Dios penetra interiormente.  Cuando tú estás preparado para estar tan vacío, Dios se adentra.  El sufí busca a Dios; el discípulo zen espera, Dios viene.

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