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viernes, 2 de octubre de 2015
LIBRO EL SENDERO DEL TAO (OSHO) Capitulo-III
Capitulo 3. No Hay descanso para los vivos
Tzu Kung estaba harto de sus estudios, así que le dijo a Confucio:
-Quiero encontrar descanso.
-No hay descanso para los vivos –dijo Confucio.
-¿No lo voy a encontrar nunca, entonces?
-Anhelarás el nombre y arqueado montículo de tu tumba y sabrás dónde encontrarás descanso.
-¡Grande es la muerte! ¡El caballero encuentra en ella descanso, el miserable se le somete!
-Tzu Kung, lo has entendido. Todos los seres humanos entienden el disfrute de estar vivos, pero no su miseria; el hartazgo de volverse viejos, pero no su calma; la fealdad de la muerte, pero no su reposo.
La filosofía es enemiga de la verdad, y cuando digo filosofía, me refiero a toda filosofía, la mía incluida, porque la filosofía crea una cortina de palabras que no te deja ver la realidad como es. Distorsiona la realidad, interpreta la realidad, adorna la realidad, esconde la realidad, oculta la realidad.
La verdad está desnuda, la verdad está en todas partes, la verdad está adentro y afuera, y las únicas barreras son las palabras, las teorías, las teologías que has aprendido. Ellas no te permiten ver lo que es, se cruzan en el medio; son los prejuicios. Toda filosofía es prejuicio y todos los conceptos desunen. Ningún concepto une; son unos obstáculos.
Tarde o temprano, el que indaga verdaderamente llega a aquel gran momento de comprensión en el que se siente harto, cansado, cansado de toda la tontería que sigue produciéndose con el nombre de pensamiento. La palabra Dios, no es Dios. ¿por cuánto tiempo puedes seguir jugando con la palabra? La palabra alimento no es alimento. ¿Por cuánto tiempo puedes seguir manteniendo la palabra alimento y continuar con hambre? Tarde o temprano te darás cuenta de que lo que mantienes es una palabra únicamente; ella no te puede nutrir, no te puede dar vida, no te puede dar paz. No te puede dar cosa alguna. Por supuesto, lo promete todo; por eso la filosofía se vuelve tan importante, debido a sus promesas. Pero todas esas promesas están vacías, nunca se cumplen. La filosofía nunca ha ayudado a captar la verdad.
Este gran momento de comprensión ha llegado a Tzu Kung. Él era el discípulo más cercano a Confucio.
Tzu Kung estaba harto de sus estudios… Mirar es una cosa, estudiar es algo diametralmente opuesto. Si yo te digo: “Ve y mira las rosas del jardín”, y tú en vez de ir al jardín vas a la biblioteca y estudias las rosas, eso es estudiar. Es algo que da vueltas sobre lo mismo una y otra vez; nunca toca el punto verdadero.
Tzu Kung estaba harto de sus estudios… Ya basta de palabras, ya basta de teorías, de dogmas, ya basta de doctrinas. Considero que éste es un gran momento en la vida de un buscador. Todo el mundo tiene que pasar por las palabras, porque se nos ha preparado para las palabras. Todo el mundo tiene que pasar por las teorías. Se nos han dado teorías desde nuestra infancia. Hemos sido criados de acuerdo con los prejuicios, las doctrinas, las iglesias, las escuelas. Se es un cristiano, se es un mahometano, se es un hinduista, y todos hemos sido criados con condicionamientos. Así que, cuando comienza a preguntar: “¿Qué es la verdad?”, tu mente empieza a suministrar palabras; ella conoce las respuestas. Todas esas respuestas son falsas, todas esas respuestas son prestadas, pero la mente te da hermosas respuestas que te satisfacen por un tiempo, y si tu búsqueda no es grande, puede que te satisfagan para siempre. Sólo un gran buscador comprende que las palabras no tienen sentido.
El lenguaje no es la puerta a la realidad; el silencio sí lo es.
La conversación interior tiene que cesar; sólo entonces tendrás claridad. Sólo entonces la realidad se te revelará por sí misma. Tú continúas parloteando interiormente, y tu mente comienza funcionando constantemente de forma obsesiva, como una maníaca. Y la mente es una maníaca. Sigue creando nuevas palabras, nuevas combinaciones, nuevas teorías; sigue especulando. Es una gran inventora en lo que respecta a teorías; además, no te da un solo intervalo, un solo espacio para mirar lo que hay. La conversación interior tiene que acabarse… Entonces, de repente no hay barreras, nunca las habido.
Los monjes zen dicen que, desde el mismo comienzo, la verdad está al descubierto, la verdad está frente a ti. ¿Qué estás buscando? ¿Hacia dónde estás corriendo? Tus ojos se han cerrado, no obstante, con los prejuicios.
Tzu Kung estaba harto de sus estudios… Ha aprendido mucho y ahora se da cuenta de que el aprendizaje no le ha nutrido. No le ha fortalecido, no le ha dado algo, no le ha hecho sentir más real de lo que era antes. Él no ha llegado a ningún lado, aún está vacío. No hay integración. En realidad, él no sabe quien es. Ya está harto. Tiene que haber sido un gran buscador; ni siquiera Confucio pudo engañarlo.
Confucio es un gran erudito: puede dar respuestas a todas las preguntas posibles y puede inventar hermosas respuestas. Todas esas respuestas son fabricadas, para estar por casa, pero pueden engañar a los tontos. Pueden hacer que mucha gente sienta que sabe. Pueden convertirse en consuelos. Además, él con sus conocimientos, su respetabilidad, su carácter impecable… Es un hombre virtuoso, recuerda, un hombre muy moral, un hombre de carácter, de grandes maneras, de etiqueta, un caballero. La caballerosidad es la meta de toda la filosofía confuciana; un hombre tiene que convertirse en un caballero. Él es impecable, tú no puedes encontrar una fisura en su carácter; todas las virtudes se han realizado en él. Es un hombre con un gran conocimiento, apoyado por la tradición, por las convenciones, las escrituras, respetado por reyes y reinas, respetado en todo el país pero, aún así no pudo engañar a Tzu Kung.
Tzu Kung estaba harto de sus estudios… Cuando llegas a estar harto de tus estudios, llega el momento en que el estudiante se convierte en discípulo. Cuando estás harto de tus estudios, entonces das un giro de ciento ochenta grados. Ya no te interesan las teorías, quieres lo real, quieres alimentos para comer y así poder nutrirte. Y no quieres más recetas, no quieres más libros de cocina, quieres la comida de verdad.
Así que le dijo a Confucio: “Quiero encontrar descanso”.
Las palabras crean desasosiego. Las doctrinas, los dogmas, te hacen sentir más tenso porque te extravían, te alejan de la realidad. Cuanto más lejos estés de la realidad, más desasosegado te sentirás. Deja que éste sea un criterio. Cuando sientes desasosiego, quiere decir que te has alejado mucho de la realidad. Cuando estás cerca de la realidad, hay una calma tremenda, una quietud, una gracia, un silencio, una paz.
Te sientes en tu casa, porque la realidad es tu casa.
El desasosiego indica simplemente que te estás alejando y que todo tu ser está siendo arrancado de tu casa, de ahí el desasosiego.
Tzu Kung dijo: “Quiero encontrar descanso”. Basta de teorías y basta de estudios. He estudiado todo lo que se puede estudiar. Me he convertido en un respetable hombre instruido, tu discípulo más cercano, pero eso no es satisfactorio. Ayúdame a encontrar descanso.
¿Lo has observado? Cuanto más conoces sobre las palabras, sobre las escrituras, sobre el cristianismo, el islamismo, el hinduismo, el budismo, la Bhagabad-gita, el Corán, la Biblia, los Vedas, más sentirás que tu mente se vuelve cada vez más loca; se te está empujando en todas las direcciones. Una teoría dice algo, otra teoría dice algo más; se contradicen mutuamente, siempre se asfixian mutuamente. Grandes argumentos sin conclusión alguna.
En todos estos siglos la filosofía no ha llegado a una sola conclusión. Los filósofos han estado discutiendo durante cinco mil años, pero nunca ha habido una conclusión, una conclusión en la que todos estén de acuerdo. Nunca ha habido un acuerdo. No ha sucedido y no va a suceder. Dos filósofos no pueden estar de acuerdo, porque el acuerdo sólo es posible cuando conoces la realidad; entonces hay acuerdo. Si tú conoces la realidad y yo conozco la realidad, entonces hay acuerdo, porque de esta manera no hay problema. Tú conoces la misma realidad, yo conozco la misma realidad. ¿Cómo puede haber alguna discusión? La discusión es posible si yo tengo mi teoría y tú tienes tu teoría; entonces no hay posibilidad de encontrar un acuerdo. El acuerdo se da únicamente a través de la experiencia. La experiencia es concluyente. La discusión no es concluyente. Un argumento lleva al otro y así sucesivamente. Cuando dos personas están discutiendo, ambas no pueden estar en lo correcto. Ambas pueden estar equivocadas, pero las dos no pueden estar en lo correcto.
Me han contado una historia que sucedió una vez:
Mulla Nasrudin y su esposa estaban discutiendo un día, -una habitual discusión de parejas- y se llegó a la conclusión natural, que llevó poco a poco a Mulla a la siguiente reflexión: “¿Por qué he empezado todo esto?”.
Comenzó a sentir hambre, pero la esposa ni siquiera pensaba en cocinar algo, así que fue a verla y le dijo:
-Lo siento, confieso que estaba equivocado.
La esposa le dijo:
-Eso no sirve. Tendrás que admitir que yo estaba en lo cierto. El que tú estés equivocado solamente, no cambia mucho las cosas; tendrás que admitir que yo estoy en lo cierto. ¡Haz una declaración positiva! Porque tú puedes estar equivocado, pero puede que interiormente pienses que yo también estoy equivocada, y eso no sirve de mucho.
Las dos personas pueden estar equivocadas. Recuerda, la verdad es una; puede haber tantas falsedades como quieras.
La religiosidad es una; no puede haber dos, porque la verdad es una. Pero puede haber tantas filosofías como quieras. Cada persona puede tener su propia filosofía. Es tu sueño sobre la realidad; puedes elaborar tu propia teoría.
Tú no puedes elaborar la realidad. Eso crea desasosiego; y si no sacas conclusiones te quedas suspendido en un limbo. Y el no estar aquí ni allí, sino suspendido en el medio, es lo que la filosofía crea en el ser humano. Él siente inicialmente que sabe, y en lo más íntimo, sigue sintiendo también que no sabe. Ahora bien, éste es un estado de mucha tensión. Tú sabes que no sabes y aún así sientes que sabes. Sientes que sabes y aun así tú sabes que no sabes. Ahora te estás quedando dividido, te estás volviendo esquizofrénico. Además, en este estado mental no concluyente, uno siempre se siente incompleto, y lo que está incompleto duele. Queremos conocer la verdad por completo, toda la verdad.
Sucedió que una vez en un hotel se presentó un vendedor y el encargado dijo:
-Me va a ser muy difícil encontrarle una habitación, pues aunque hay una vacante, no se la puedo ofrecer.
El vendedor le respondió:
-Pero ¿cuál es la razón? ¿Por qué no me la puede ofrecer si la habitación está vacía?
-Precisamente debajo de la habitación se aloja un político importante –contestó el encargado-. Hay una habitación libre en el segundo piso, pero en el primero, debajo de la habitación libre, un gran líder político está alojado, y enloquece por pequeñeces. Si usted camina por la habitación o si hace algún ruido, armará mucho alboroto, y yo no quiero problemas. Por favor, búsquese otro hotel.
-Pero –dijo el vendedor-, si ya he buscado por todas partes. Todos los hoteles están llenos, así que, por favor, tenga compasión de mí y le prometo que ni siquiera me moveré en la habitación. Estaré trabajando todo el día en el pueblo y por la noche, cuando regrese, me iré directamente a dormir. Me marcharé por la mañana, me iré a otro pueblo, pero déme la habitación-. Así que le dieron la habitación.
El vendedor regresó a medianoche, cansado; se sentó en la cama, se quitó uno de los zapatos y lo dejó caer al suelo. De repente recordó que el gran líder político podría molestarse, así que cogió el segundo zapato y muy silenciosamente, sin hacer el menor ruido, lo puso en el suelo y que quedó dormido.
Una hora más tarde, el político fue a llamar a su puerta. Él abrió y vio al hombre enloquecido, rojo de la ira, pero no pudo entenderlo. “¿Qué pude haber hecho? ¡Si he estado durmiendo durante una hora!”. Así que le dijo:
-Disculpe, ¿he hecho algo malo? A lo mejor, ¿mientras dormía…? ¿O quizás he emitido algún sonido o dicho algo? Sea lo que sea lo siento, no era mi intención.
El político contestó:
-No se trata de eso. ¿Qué pasó con el otro zapato? Durante una hora usted me ha mantenido despierto. Escuché el ruido, el primer zapato cayó al suelo y me dije: “¡Así que este hombre ya ha llegado!”. ¡Y me quedé esperando a oír el ruido del segundo zapato al caer! Y me estoy volviendo loco. No puedo dormir. ¿Qué ha pasado con el segundo zapato?
Esto es lo que le sucede a una mente que se queda en un estado inconcluso: algo se queda suspendido como si fuera una espada. Tú puedes entender la dificultad del político. Él debió haber tratado de dormir, pero seguramente se quedó visualizando el segundo zapato suspendido en el aire: “¿Qué pasó?”.
La mente sólo descansa cuando se llega a una conclusión, de otra manera no lo hace jamás. Y la filosofía nunca lleva a conclusión alguna. Sólo la realidad es concluyente; sólo la experiencia, la existencia es concluyente.
Tzu Kung estaba harto de sus estudios, así que le dijo a Confucio:
-Quiero encontrar descanso.
-No hay descanso para los vivos- dijo Confucio.
Ahora bien, este punto de vista –no hay descanso para los vivos- está basado en una filosofía que dice que la vida es lucha, que la vida es acción, que la vida es conflicto, que la vida es una guerra por la subsistencia; ¿cómo puedes descansar así? Esta misma filosofía se ha vuelto predominante en Occidente con Darwin y la filosofía de la “supervivencia del más fuerte” y con Nietzsche y “el poder de la voluntad”.
A Confucio se le entiende profundamente en Occidente, él es un hombre occidental. Nació en Oriente pero no es oriental en absoluto. Su actitud hacia la vida es de actividad.
Es una actitud yang, una actitud masculina: lucha, pelea, conquista, entra en conflicto, demuestra tu voluntad. Tú estás aquí para poner a prueba tu voluntad; tienes que demostrarle al mundo que eres alguien. Tienes que dejar una huella en la historia; de otra manera tu vida no tiene sentido. Tienes que competir, tienes que luchar; sólo entonces puedes dejar tu huella en la historia. Si permaneces en descanso y en silencio, ¿cómo vas a dejar tu huella?
Lao Tzu no ha dejado ninguna huella en la historia. Tamerlán ha dejado su huella en la historia. Chuang Tzu no ha dejado marca alguna en la historia. Nadir Shah, Alejandro, Napoleón, Hitler, Stalin, Mao, ellos han dejado su huella en la historia. Mao fue un confuciano. Él creía en Confucio e intentó tenazmente destruir todas las posibilidades y potencialidades taoístas en China. Destruyó muchos monasterios taoístas, quería hacerlos desparecer por completo. ¿Por qué? Porque en ellos no se enseña a luchar en absoluto. Si no enseñas a luchar, ¿cómo puedes predicar la revolución?
La actitud del Tao es de cooperación, no de conflicto. La actitud del Tao no es de ir contra la naturaleza, sino de estar con ella, de admitir la naturaleza, de dejar que tome su curso, de cooperar con ella, de acompañarla. El Tao tiene una actitud de gran relajamiento.
Recuerda que no es de inactividad. No es de actividad, tampoco de inactividad: es trascendental. El término taoísta es wu wei significa acción a través de la inacción. Esa es la meta del Tao: haz pero no seas el hacedor. Actúa pero deja que el Tao actúe a través de ti; simplemente coopera. Entonces, a través del Tao puedes descansar en la vida.
Pero ¿cómo vas a poder descansar con Confucio? Él está en lo cierto; dice que, en lo que respecta a su filosofía, “no hay descanso para los vivos”.
Tienes que lugar duro, tienes que mostrar tu determinación, tienes que mostrar tu voluntad. La vida está aquí para que puedas tener la oportunidad de probarte a ti mismo. Es una competición, una competición despiadada. Unos y otros se quieren ahorcar mutuamente, y si te relajas estás perdido. ¡Pelea con fuerza! Usa todas las posibilidades de mantenerte alerta y no pienses en descansar. La palabra descanso es escapista para la mente confuciana. No busques la meditación; esto es escapismo. No te vayas a los Himalayas, y no te sientes en silencio; esto es escapismo. ¡Haz algo! La vida es para hacer y la muerte es para no hacer: esa es su lógica. Naturalmente, un día morirás y entonces descansarás; así que ¿para qué preocuparse? La división que hacen es muy clara y atrayente para las mentes lógicas.
Él dijo: “No hay descanso para los vivos”.
“¿No lo voy a encontrar nunca entonces?”, pregunta el discípulo. Naturalmente, si no hay descanso para los vivos, entonces ¿cuándo? ¿Cuándo voy a poder descansar? ¿No lo voy a poder hacer nunca? ¿Esta pesadilla va a seguir siempre? ¿Y no tiene fin?
Confucio le dijo: “Anhelarás el noble y arqueado montículo de tu tumba y sabrás dónde encontrarás descanso”.
“Encontrarás”. Atención a esta palabra. Ésta es la mayor decepción jamás inventada por el ser humano: “Encontrarás”… no ahora, sino en algún momento en el futuro… no aquí sino en algún otro lugar. Y todas las llamadas “religiones” han utilizado este artificio decepcionante. Prometen. Dicen: “Encontrarás todo lo que quieres, pero no ahora… mañana”.
Y el mañana nunca llega; por su misma naturaleza no puede llegar. El futuro nunca llega porque siempre lo que llega es el presente. Siempre es ahora, y ahora, y ahora. Dondequiera que vayas a estar, será aquí y ahora.
Y la primera es: “Encontrarás”. La promesa es muy ingeniosa. Eso es lo que han hecho todas las religiones. “En el cielo encontrarás paz, descanso, felicidad”. Llegarás algún día pero no ahora. Y si quieres llegar allí, sacrifica la felicidad del día presente por eso. “Se tiene que pagar un precio”, dicen. “Y el precio es el siguiente: sacrifica tu presente por el futuro. Sacrifica lo real por lo imaginario. Sacrifica la vida por lo que viene después de la muerte”.
Y ellos han convencido a la humanidad, y casi todos han sacrificado sus vidas. Nadie regresa del paraíso para contar lo que sucede. Nadie viene después de morir a decir: “Sí, Confucio está en lo cierto”. Por tanto, la decepción permanece, porque no puedes contradecirla. No puedes refutarla aunque no puedes probarla; no obstante, tampoco puedes refutarla.
“Encontrarás”. Escucha simplemente esta palabra: “Encontrarás”. Ese es todo tu condicionamiento. Durante la infancia los padres dicen: “Ahora no. Cuando seas mayor encontrarás”. Cuando eres mayor ellos empiezan a decir: “Ahora no. Cuando seas mayor, ya jubilado, con una buena cuenta bancaria, todo está hecho y el tiempo para relajarse y descansar habrá llegado entonces”. Y cuando eres viejo te dicen: “Después de muerto”. Ellos continúan posponiendo.
La zanahoria del futuro sigue colgando frente a ti, y cuanto más te acercas a ella más sigue retrocediendo… mientras tanto, tú continúas perdiéndote todas las posibilidades.
Una filosofía orientada hacia el futuro es venenosa. Una filosofía orientada hacia el futuro es como el opio: te droga y te impide vivir tu vida ahora mismo, aquí, ahora. Y ésta es la única vida. Mira ahora a la respuesta de Confucio.
El discípulo quiere encontrar descanso; se le dice: “No hay descanso para los vivos. La vida es lucha, así que no pidas descanso. El descanso se produce, ciertamente, pero ahora no, nunca se produce ahora. Encontrarás. Mira hacia delante… mira siempre hacia delante, no mires aquí, ahora. No mires ahora, en el momento, vive para el futuro y sacrifica el presente”.
Éste, digo, es el mayor engaño jamás inventado por cualquier ser humano. Ha funcionado bien. El cura y el político viven de eso: del futuro. El comunista sigue diciendo: “Espera, sacrifícate por el futuro. Tarde o temprano va a llegar una sociedad sin clases. Entonces todo el mundo será feliz”. Tú eres infeliz, eres desgraciado, quieres descansar ya y ellos te dicen: “No te preocupes. Será posible descansar. Mira hacia delante. Deja que se produzca la revolución y entonces irán bien las cosas. Si quieres que haya felicidad en el futuro… sacrifícate. ¡Sacrifícate!”. Los fascistas dicen: “Sacrifícate para que pueda ganar la patria. Y una vez haya ganado la patria, y una vez la raza nórdica haya demostrado que es la raza superior, entonces habrá paz en la tierra”.
El político explota al pueblo en nombre del futuro. El presente es feo, desgraciado, horrible. Él crea metas imaginarias, utopías, las decora muy hermosamente, las llena de colorido, y tú te quedas encantado y no miras alrededor. Es feo, es horrible, es una desgracia, por dentro, por fuera.
Eres sólo lágrimas y nada más, angustia solamente, un infierno. Pero ellos dicen: “Encontrarás. Mira hacia delante. El gran día está llegando”. El político vive de eso y el cura vive de eso. Además, el político y el cura no están muy distantes; son socios en el mismo negocio. El negocio consiste en no permitir al ser humano estar aquí, ahora, porque una vez el ser humano está aquí, ahora, se siente tan feliz que no escucha a político alguno ni escucha a cura alguno.
Si al ser humano se le permite estar aquí, ahora, se sentirá tan en paz y descansado que no le importará paraíso alguno.
Ya lo ha conseguido: ¿a quién le importa tu paraíso? Tu paraíso parece tener sentido porque el hombre es desgraciado. Para que el paraíso siga teniendo sentido el ser humano tiene que seguir siendo desgraciado. Además, gracias al paraíso el cura existe, porque él te puede enseñar el camino, él tiene la llave, él tiene línea directa con Dios. Tú no la tienes, así que tienes que persuadir y sobornar al cura para que cuide de tus intereses y persuada a Dios para que se te proporcione felicidad. Tú has sacrificado todo por la religión, por el país, por la humanidad. “Sacrifícate por lo que sea, ¡pero sacrifícate!”. Ése es su eslogan. Cualquier cosa servirá, cualquier ideal sin sentido servirá… pero sacrifícate.
Los viejos ideales se abandonan porque se llegan a descomponer y el ser humano empieza a cansarse de ellos. Entonces se inventan nuevos ideales por lo que también hay que sacrificarse; esto es lo que ha pasado en otras épocas.
Sólo cambian los ideales, pero el sacrificio continúa. Algunas veces te tienes que sacrificar por Dios. El cura mahometano sigue diciendo que si mueres en campaña luchando por tu religión tienes el paraíso con absoluta certeza. Así que muere con valor, ya que sabes perfectamente que serás bien recibido en el paraíso. El comunista dice que si mueres por la revolución eres grandioso. Tu nombre resonará para siempre, serás recordado como un mártir, serás respetado. Pero haz una cosa: no vivas, sacrifícate.
La situación es muy absurda. Los padres se siguen sacrificando por ti; el padre, la madre se sacrifican por ti. Ellos dicen: “Me estoy sacrificando por mis hijos”. Naturalmente se desquitan al decir esto porque mientras la madre se sacrifica por el hijo, ella está destruyendo su propia vida. Ella se desquitará.
Lo dirá una y otra vez, lo dejará bien claro una y otra vez: “Me he sacrificado por ti. Conócelo bien, recuérdalo bien, que he sacrificado mi vida, mi juventud, todo, por ti”. Ella tratará además de persuadirte: “Haz lo mismo por tus hijos”. Entonces tú te sacrificas por tus hijos y luego les persuades para que hagan lo mismo con sus hijos… En consecuencia nadie vive jamás. Una generación se sacrifica por la otra, y si no te sacrificas, entonces no eres respetado. Nadie te respeta, entonces eres un criminal. Si no te sacrificas por otros, entonces te dicen: “¿Qué estás haciendo? No eres una buena persona, eres inmoral. El sacrificio es bueno. Vivir para uno mismo es egoísmo”. Mira simplemente lo que esta gente ha estado diciendo: ser feliz es egoísta, sacrificarse es bueno. Pero al sacrificarte serás infeliz, y una persona infeliz crea infelicidad a su alrededor, y una persona infeliz se desquitará; nunca podrá olvidar, su vida ha sido destruida. Nos dicen que la mujer se tiene que sacrificar por el marido y que el marido se tiene que sacrificar por la mujer ¿Para qué? Ambos se sacrifican, por tanto, ambos pierden vida.
Yo enseño una vocación pura por uno mismo. Nunca te sacrifiques por nadie. Vive tu vida auténticamente y así nunca tendrás la necesidad de desquitarte ni sentirás rencor alguno contra nadie. Y una persona que no siente rencor contra nadie es una persona amorosa, compasiva, cordial, dadivosa. Y una persona que no siente rencor contra nadie –ni contra sus hijos, ni contra su marido, ni contra su esposa- es tremendamente hermosa.
Crea un ambiente de felicidad alrededor de ella. Quienquiera que entre en contacto con ella comparte su felicidad.
Ocúpate de ti mismo.
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