Acatar la Torá
ESTAR ABIERTO AL TAO
(PREGUNTAS Y RESPUESTAS)
¿Sería apropiado admitir que Confucio y la ciencia occidental forma parte del Tao y, en consecuencia, de lo espiritual?
El Tao es vasto; la ciencia puede formar parte de él. Pero la ciencia no es vasta, y el Tao no puede formar parte de ella. La ciencia es una parte del vasto misterio de la vida. Si tomas la ciencia como una parte, entonces no hay nada malo. Pero la ciencia pretende, afirma, abarcar la totalidad, entonces todo sale mal. La situación es exactamente la misma, la inteligencia, el cálculo, la aritmética. No tiene nada de malo con el intelecto cuando funciona como una parte y mientras no afirma: “Yo soy el todo”. Pero cuando el intelecto afirma “Yo soy el todo”, entonces hay problemas. Cuando el intelecto dice “Yo sólo soy una parte de una vasta entidad, de una gran entidad, y hago lo que me corresponde; aparte de esto no se qué está sucediendo”, entonces no hay problema. Yo no estoy en contra del intelecto como tal. Estoy en contra del intelecto que afirma ser el todo.
Éste es, además, el punto de vista de Lao Tzu, Chuang Tzu y Lieh Tzu. Ellos no están en contra del intelecto. ¿Cómo podrían estarlo? Ellos no están en contra de cosa alguna. Mi mano es parte de mi cuerpo, pero si la mano empieza a afirmar “Yo soy el todo”, si la mano empieza a decir “Debería dominar el todo, porque soy el todo, lo demás es secundario”, entonces la mano ha enloquecido. Entonces la mano es peligrosa; ha perdido contacto con el todo.
No tiene nada de malo la ciencia como tal, pero la ciencia tendría que formar parte de lo religioso; entonces sería algo bello. El intelecto tendría que ser una parte de la totalidad de los seres humanos; entonces sería algo bello. El intelecto también es hermoso. Yo continúo utilizando el intelecto a diario. Es lo que estoy haciendo aquí, ahora mismo, ¿no es así? El intelecto es tan significativo que incluso cuando tienes que hablar de algo que no forma parte del intelecto, tienes que usar el intelecto. Incluso para hablar del Tao tienes que usar la ayuda del intelecto. ¿Cómo puede estar el Tao en contra del intelecto, en contra de la razón? Lo único que quiere el Tao que entiendas es que la vida es más que la razón, más vasta que la razón. Ésta cubre un espacio pequeño, pero ese no es el límite de la totalidad.
Lao Tzu es grande y Confucio puede formar parte de él, pero Confucio es muy estrecho y Lao Tzu no puede formar parte de él. Lao Tzu es el Tao. Confucio es la Torá. Torá es una palabra hebrea, pero me gusta porque va bien con el Tao. Tao quiere decir “amor”, torah quiere decir “ley”. En la palabra “tarot” está la palabra “torá”. Tarot proviene de dos palabras: torah rota; significa la “rueda de la ley”, la “rueda giratoria de la ley”. Torá quiere decir “ley”. La ley acaba volviéndose rígida; la ley acaba volviéndose estrecha. La ley necesita estar perfectamente definida; si no está definida, no tendrá utilidad alguna. La ley debe tener definiciones, límites peritamente claros; entonces puede ser de alguna utilidad.
En tales circunstancias, Jesús entró en la historia de los judíos: Él trajo el Tao al mundo de la Torá. Naturalmente, provocó así la crucifixión; fue completamente natural porque la Torá no puede tolerar el Tao. La ley y la mente inclinada hacia la ley no pueden permitir el amor, porque cuando llega el amor cualquier ley se vuelve añicos. El amor es tan vasto, tan oceánico, que cuando se acerca al estrecho mundo de la ley, ésta se desmorona. Los judíos no pudieron aceptar a Jesús porque él trajo un mensaje que nunca había podido imaginar la mente judía.
Jesús es indefinible; Moisés es perfectamente definible. Moisés estaría fácilmente de acuerdo con Confucio, no estaría de acuerdo con Lao Tzu. Los diez mandamientos son el fundamento de la mente que acata la ley y, por supuesto, la mente que acata la ley siempre puede encontrar maneras e interpretaciones y formas de esquivar la ley.
Una mujer, una mujer casada, se enamoró de un hombre joven, y este hombre joven quería hacer el amor con ella, pero la mujer le dijo:
-Esto no es correcto. –Y añadió-: Esto va contra la ley; iremos en contra de un mandamiento.
-¿Y qué? –contestó el joven-. ¡Todavía nos quedan nueve!
La ley es estrecha, tan estrecha que uno tiene que encontrar formas de esquivarla; de otra manera la vida se haría imposible. La ley produce al hipócrita, la ley produce a la persona astuta, la ley produce al criminal; de otra manera la vida se haría completamente imposible. La ley no deja vivir; hace la vida tan estrecha que te obliga a encontrar formas e interpretaciones… Y luego aparece el abogado. Él te ayuda, te ayuda a violar la ley y aun así a permanecer dentro de ella: ese es todo su trabajo. El abogado se necesita porque la ley crea al criminal por un lado y al abogado por el otro, y los dos son lo mismo.
Me han contado…
Un cura le dijo a un joven:
-Escucha esta historia. Había dos hermanos. Uno era muy seguidor de la ley y llegó a ser abogado, mientras que el otro era muy rebelde y se convirtió en criminal. El que se convirtió en criminal está ahora en prisión para el resto de su vida. ¿Qué tienes que decir a esto?
El joven respondió:
-Sólo puedo decir una cosa: a uno lo han atrapado mientras que al otro todavía no.
El abogado y el criminal son consecuencia de la ley, de la Torá. Yo no estoy en contra de la Torá porque, en una humanidad tan vasta tiene que existir; la Torá se necesita, la ley se necesita. Tú tienes que circular por la derecha en la carretera. Si todo el mundo condujera cruzándose de cualquier manera –tal como lo hace la gente en la India-, entonces sería muy difícil, muy peligroso. Se tiene que seguir la ley.
Pero la ley no es la vida. Uno debe recordar que la ley se tiene que utilizar, se tiene que cumplir y, aun así, uno tiene que mantener una apertura hacia el Tao, hacia lo trascendente. El Tao tendría que ser el objetivo y la Torá tendría que convertirse sólo en un medio. Y la Torá no debería proclamar “Yo soy el todo”. Si la Torá proclama: “Yo soy el todo”, la vida se vuelve insignificante. Si la lógica proclama “Yo soy la totalidad”, la vida se vuelve insignificante. Si alguien dice: “La vida no es nada más que ciencia”, entonces hay una reducción y todo se rebaja al denominador más bajo. Entonces el amor no es otra cosa que química, un asunto de hormonas. Entonces todo se puede reducir a lo más bajo, entonces el loto no es más que lodo.
Tendrás que mantener una disponibilidad hacia el Tao; tendrás que mantener una apertura hacia el Tao mientras acatas la Torá. En realidad, la Torá es apropiada si te lleva en la dirección del Tao. La ley es realmente apropiada si te lleva hacia el amor. Si va contra el amor, entonces esa ley es ilegal.
Por ejemplo, la ley dice que tú tendrías que hacer el amor con tu esposa. Bien, si tú amas a tu esposa, entonces la ley sigue la dirección del amor. Pero si tú no amas a tu esposa, entonces es inmoral hacerle el amor; entonces la ley va en contra del amor. Si haces el amor a una mujer con la que no estás casado, esto es amor, con ausencia de ley. Y si puedes arreglártelas para casarte con la mujer, entonces se convierte también en ley, pero no va contra el amor. Un hombre sabio verá que en su vida siempre utiliza la ley para el amor. La Torá es el vehículo que lleva al Tao.
Si Confucio está al servicio de Lao Tzu, si la Torá está al servicio del Tao, entonces no hay problema. Si es al contrario, entonces las cosas se tuercen, entonces tienes la cabeza en los pies, y se tiene que hacer algo inmediatamente.
¿Hay alguna diferencia entre la disciplina interior y el amor?
No hay ninguna. Con la disciplina interior el amor surge naturalmente. Pero hay una gran diferencia entre la disciplina externa y el amor; y no sólo diferencia sino antagonismo. Si tú te impones a ti mismo una disciplina externa, ésta destruirá tu cualidad de amar, destruirá tu sensibilidad para amar, te volverá insensible. Perderás tu receptividad delicada, porque cualquier disciplina que se impone desde fuera va en contra de tu sensibilidad, y el amor es la culminación de toda sensibilidad.
Cuando te enamoras de una mujer, te enamoras con los cinco sentidos. Puede que tú no seas consciente, porque el ser humano se ha alejado tanto de sus propios sentidos que no es consciente, pero observa a los animales, los cuales están más arraigados a su ser, seguramente inconscientes, pero aun así arraigados a su ser. El perro olerá a su novia antes de hacer el amor. Importa no sólo ver a una hermosa mujer; tú tendrías que sentir también el olor. Sucede algunas veces que una cara hermosa te atrae, pero el olor no. Entonces, si te casas con esa mujer tendrás problemas. Uno de tus sentidos estará divorciándose constantemente y tus otros sentidos estarán casándose constantemente, y habrá conflicto.
El amor real se produce sólo cuando tus cinco sentidos están en armonía, cuando son como una orquesta. Entonces hay una clase de eternidad en tu amor. Entonces no es algo temporal, entonces no es algo momentáneo. Cuando amas a una mujer, amas su voz, amas su tacto, amas su olor, amas la forma de caminar, amas la forma en que te mira. La amas en su totalidad, y esa totalidad se puede vislumbrar con el conjunto de los sentidos.
El hombre, sin embargo, se ha vuelto muy visual. A los otros sentidos no se les ha permitido decir algo; tú sólo miras con los ojos a la proporción. En los concursos mundiales de belleza no se huele el cuerpo. ¡Es una tontería! Simplemente es una tontería. Una mujer puede tener un cuerpo de bellas proporciones, ¡y oler mal! Puede tener las proporciones adecuadas, pero no una voz adecuada, un tono adecuado. Su voz puede no ser musical, entonces ella no es hermosa, hace falta algo. Un verdadero concurso mundial de belleza tendría que basarse en la totalidad de los cinco sentidos. ¿Por qué tienen que dominar y dictaminar los ojos? Resulta algo muy dictatorial. El ojo es el único que dictamina la totalidad de la propia vida; naturalmente no estás contento porque un sentido se ha convertido en un Adolf Hitler. Tendría que haber una democracia en tu ser, en tu cuerpo. Se les tendría que permitir a todos tus sentidos decir sus cosas y tú tendrías que escucharlos a todos.
Si tú impones una disciplina desde afuera, ésta va a destruir tu amor, porque todas las disciplinas externas tienden a embobarte. Una disciplina externa tiene ese significado. Esto es lo Mahatma Gandhi dice continuamente. Esto es lo que hizo Adolf Hitler: impuso una disciplina sobre toda la nación desde afuera, y la impuso con tal perfección que las personas empezaron a hacer cosas que nunca hubieran sido capaces de imaginar. La disciplina los embotó completamente; habían perdido la sensibilidad. Millones de judíos fueron incinerados, y la gente encargada de incinerarlos lo presenció sin sentirse afectada- ¿Qué pasó? Su sensibilidad se quedó debilitada. La enorme capa de disciplina externa que les fue impuesta anuló por completo su ser.
Es algo que se hace en todos los ejércitos. Todo el entrenamiento militar no es otra cosa que una forma de anular a una persona, de debilitar su sensibilidad y su inteligencia. Nunca encontrarás a un militar inteligente; imposible. Si fueran inteligentes ¿cómo iban a estar en el ejército? ¿Es que no pueden ser alguna otra cosa? El ejército tendría que ser el último recurso. El entrenamiento militar no es más que una técnica para anular el verdadero ser de las personas. “Girar a la izquierda, girar a la derecha, girar a la izquierda, girar a la derecha”… Tres o cuatro horas haciendo lo mismo de buena manera.
Una vez un profesor se convirtió en soldado. Era un hombre muy inteligente, así que cuando se le ordenó girar a la derecha se quedó donde estaba, parado. Entonces el oficial le preguntó:
-¿Por qué te quedas parado si yo he dicho girar a la derecha y todo el mundo lo ha hecho?
El profesor dijo:
-Tarde o temprano usted dirá que giremos a la izquierda, entonces ¿qué sentido tiene girar ahora a la derecha? Todos volverán a la misma Posición nuevamente y esto va a seguir así durante tres o cuatro horas. ¿Para qué preocuparse?
¿Por qué este continuo, “girar a la izquierda, girar a la derecha”? Hay una razón: es un condicionamiento; no se te permite pensar. “Girar a la izquierda” quiere decir “girar a la izquierda”; tienes que hacerlo. Continúa haciendo algo, obedeciendo, y poco a poco pierdes tu inteligencia. Entonces no piensas; entonces un día se te ordena matar al enemigo y tú matas. Es simplemente lo mismo que “girar a la derecha, girar a la izquierda”. Tú no piensas, tú no evalúas las circunstancias así: “¿Qué me ha hecho este hombre? ¿Por qué tendría que matarle?”. El por qué no surge nunca; tú simplemente lo haces. Te conviertes en un robot, en algo mecánico; dejas de ser un hombre.
En la India, los sijs, la gente del Puntab, son los mejores militares, los mejores soldados y, por supuesto, en todo el país se piensa que son los más estúpidos. Estas dos cosas van juntas. Si una raza es de gran perfección en lo que se refiere a la guerra, entonces se vuelve menos inteligente. Tiene que suceder; las dos cosas no pueden ir juntas. Una persona inteligente tendrá que pensar antes de actuar. El soldado tiene que actuar antes que pensar. Ese es el todo el proceso: él tendría que actuar antes que pensar. Y entonces, cuando ya has actuado, ¿qué sentido tiene pensar? Entonces ya no es necesario.
Cualquier disciplina externa, sea ésta la de un soldado o la de un sabio, destruye tu sensibilidad, destruye tu fineza, tu receptividad. Y, naturalmente, destruye tu amor, porque el amor no es otra cosa que la armonía de todos tus sentidos y tu inteligencia. Sin embargo, cuando se trata de la disciplina interior, no hay contradicción con el amor. Con la disciplina interior surge el amor. No obstante, recuerda otra vez que el amor que surge con la disciplina interior no será el amor que has conocido hasta ahora. Tu amor es cualquier cosa menos amor.
La limusina se detuvo frente al manicomio, y un caballero de aspecto aristocrático descendió de ella.
-¿Es éste el asilo para locos? –preguntó al portero.
-Sí señor –respondió el hombre.
-¿Y aceptan reclusos que se recomienden a sí mismos?
-¿Cómo podría yo saberlo? ¿Por qué? -dijo el portero.
-Bueno, verá, acabo de encontrarme con un paquete de mis viejas cartas de amor y… y creo que estoy loco.
Simplemente mira tus viejas cartas de amor, lo más seguro es que creas que también debes ir al manicomio siguiendo tu propia recomendación. Lo que tú llamas amor es pasión, fiebre, una clase de neurosis química; eso no es amor. ¿Cómo puedes tú amar? El amor sólo se produce como una consecuencia de la meditación. Cuando has llegado a estar muy alerta, surge una nueva cualidad; eso es amor.
Ahora mismo, lo que llamas amor son celos, competencia, posesión, ira, odio. A lo mejor estás cansado de ti mismo, no puedes estar contigo mismo, así que necesitas a alguien y a eso le llamas amor. Tú te aferras a alguien, dominas, manipulas a alguien. Esto es política, no amor; es ambición de dominar, no amor. Y naturalmente, eso te lleva al infierno, naturalmente te vuelves más y más infeliz.
¿Qué te ha ocasionado tu amor? Sueños y sueños y sueños. Y los sueños sólo se producen cuando miras a tu amor en algún momento del futuro; entonces son sueños. Cuando miras hacia atrás, al amor que ya pasó, entonces es una pesadilla. Todos los sueños terminan siendo pesadillas. No, esto no es amor; de otra manera la tierra toda sería feliz. Tanta gente amorosa, todo el mundo es amoroso… la madre es amorosa, el padre es amoroso, el hijo, la hermana, el hermano, la esposa, el esposo, el amigo, el cura, el político; todo el mundo ama a todo el mundo, debería haber tanto amor… Pero mira a los ojos de las personas: sólo hay infelicidad, nada más. Entonces algo no ha ido bien, se le ha llamado amor a otra cosa. Eso no es amor. El continente dice: “Amor”, pero mira el contenido: celos, posesión, ira, odio, dominación; todo lo feo está ahí. Sí, el continente es muy hermoso, está muy bien empaquetado, como un regalo de Navidad. Ábrelo… y en el interior solamente hay infierno.
Yo no estoy hablando de este amor. Cuando vas dentro de tu ser, surge una energía completamente nueva. Tienes tanta energía que te gustaría compartirla; entonces el amor es un compartir. Entonces no necesitas amor, entonces no necesitas que alguien te ame. Por primera vez posees tu tesoro, y aparece una nueva necesidad de compartirlo, de dárselo a quien lo necesite. Compartes y das. Cuando el amor es una necesidad y quieres que alguien te ame, eso trae infelicidad. Es el amor de un mendigo, y los mendigos no pueden ser felices. Cuando se ha conocido el amor -y esto sólo es posible cuando has ido hacia adentro y llegas al santuario más profundo de tu ser-, cuando has conocido allí la fuente de tu amor, entonces surge una nueva necesidad de compartirlo, de darlo a quien lo necesite. Entrégalo, y te sentirá agradecido de que alguien lo haya recibido. Entonces hay felicidad, entonces el amor es celestial.
No obstante, en tal caso, la necesidad ha tomado un giro radical: ahora necesitas dar. Ahora mismo necesitas que alguien te de; eres un mendigo. Luego te conviertes en un emperador. La disciplina interior te convierte en un emperador.
¿Puedo creer en el Tao, no interferir en la vida de otros, aceptar lo que hay ahora, y ser un psicoterapeuta de profesión? ¿Cómo debe ser una terapia a la manera del Tao?
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