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viernes, 11 de septiembre de 2015

LIBRO EL SENDERO DEL TAO (OSHO) Capitulo-II (III Escrito)


Capitulo 2 (III Escrito)
UN HOMBRE QUE SABE CÓMO CONSOLARSE


Toda la filosofía del karma dice que tú has sembrado y ahora estás cosechando; tú ya lo has hecho, por tanto, ésta es una consecuencia natural.   Te da consuelo.  

Nadie,  por consiguiente, está haciendo algo injusto contigo. Dios no es injusto, el destino no es injusto, el mundo no es injusto, la sociedad no es injusta; es tu propio karma, ¿qué se puede hacer?  Uno tiene que pasar por ello y mantener la propia ecuanimidad, el propio equilibrio.  Y no vuelvas a hacer tal cosa, o sufrirás otra vez en la próxima vida. 
Así que esto es lo único que se puede hacer: no puedes cambiar el pasado, pero puedes hacer algo con el futuro… un hermoso consuelo.
Esto ha ayudado a que en Oriente continúe la pobreza, la miseria.  Ha ayudado a que en Oriente continúe la fealdad, la enfermedad, la falta de higiene. 
Ha servido para que los orientales se consuelen a sí mismos, y ese consuelo se ha transformado en un tremendo letargo.
Todo lo que hace falta es cuidarse del futuro.  Por tanto, el pasado se tiene que aceptar y el futuro se tiene que temer, eso es todo.  No obstante, aun en la pobreza, en la miseria, los orientales parecen más felices que los occidentales.  ¿Por qué? Los orientales tienen un bello amortiguador, un fuerte amortiguador para protegerse.

Ahora bien, cada sociedad tiene que crear estos consuelos de diferentes maneras.  Hoy en día el psicoanálisis es uno de los procesos que dan más consuelo a los occidentales.  Cuando vas al psicoanalista, él le achaca toda la responsabilidad a tu madre; tú te sientes aliviado y dices: “Entonces, ¿qué puedo hacer?”.  Tú no puedes cambiar a tu madre, como tampoco puedes cambiar tu pasado.  Tu madre es tu pasado, ¿qué le vas a hacer?  La próxima vez ¡pon un poco más de atención! 

No entres en ningún útero, eso es todo.  Es algo que ya ha pasado: tú fuiste engendrado por una madre con tales y tales características y ella te ha estropeado la vida, por tanto, tú no eres responsable; te puedes sentir bien.  
Simplemente ha ocurrido una calamidad, y lo hecho, hecho está: acéptalo.  Después de muchos años de psicoanálisis se te prepara simplemente para aceptar, te hacen consciente de que las cosas han sido de esta manera y de que nada se puede hacer. Todas sus explicaciones son racionalizaciones y las tienen para todo: si tienes alguna pregunta, ellos tienen una respuesta.
Si fumas, ellos te explican por qué fumas.  Tu madre debió de haberte destetado antes de lo que deseabas, por tanto, ahora fumas.  Así que tú no eres responsable, ¿qué se podía hacer? 
Tu madre te destetó, ahora el cigarrillo es su seno sucedáneo, y sí que lo es un poco.  ¡Se han encontrado explicaciones muy agudas!  Parece que lo es un poco, porque del seno fluye leche tibia y del cigarrillo fluye humo tibio.  Hay entonces una cierta similitud; además, tú aguantas un cigarrillo de la misma forma que aguantas un seno en tu boca.
Ahora, cuando se trata de ellos mismos, entonces hay problemas.  Se dice que Freud solía explicarlo todo por medio del sexo: para cualquier cosa que tú hicieses, él podía encontrar la explicación sexual.  Si te soñabas escalando una montaña, eso era sexual: estabas escalando a una mujer.  Si en tu sueño conducías rápido, eso no era nada más que algo sexual: querías penetrar a una mujer rápidamente.  Él encontraba todas las explicaciones a través del sexo.
Así como en Oriente se encontraron todas las explicaciones a través del alma y se llegó a un proceso muy consolador.  Freud lo concibió todo a través del sexo.
No obstante, algunas veces tuvo dificultades.  Él mismo fue un fumador empedernido, así que una vez alguien le preguntó:
 -¿Cómo se puede explicar que fumes cigarros?
 -Algunas veces puede que un cigarro no sea más que un cigarro y nada más que un cigarro –contestó él.
El discípulo por supuesto no quedó satisfecho así que le dijo a los otros discípulos: “Eso demuestra simplemente que ha habido una racionalización por parte de Sigmund Freud sobre su manera de fumar cigarros”.

 Freud quería protegerse.  Ahora bien, sería demasiado pensar que tenía algún complejo oculto tras su hábito.  Todo el mundo tiene un complejo, así que todo el mundo tiene que admitir el consuelo de que debido a este complejo…  Pero  Freud no podía tener este complejo, porque era perturbador para él saber que “Soy el psicoanalista, el más importante de todos los tiempos, el fundador del psicoanálisis, estoy fumando y se lo que es”.  Así que dice: “A veces un cigarro es un cigarro”.

Esta forma de explicar las cosas se ha vuelto muy común en Occidente.  Ha tomado proporciones casi catastróficas.
El psicoanálisis siempre está intentando averiguar el “por qué” de cada cosa, como si al saber el “por qué”, todo se resolviera. ¿Por qué eres infeliz?  Ve al psicoanalista que él encontrará una respuesta.  Tu padre fue así, tu madre fue así, tu infancia fue así, ésta es la razón, y tú llegas a alegrarte. 

Llegas a alegrarte porque ahora ya tienes la racionalización.

Me han contado el chiste sobre psiquiatras más corto posible. Escúchalo, es muy corto.  ¡Pon atención!
Un hombre le pregunta a otro:
 -¿Eres psiquiatra?
 -¿Por qué lo preguntas? –dice el otro hombre.
 Y el primero contesta:
  -¿Así que eres psiquiatra!

 “¿Por qué?”; un continuo “¿por qué?”, como si el “por qué” fuera a resolver algo cuando simplemente pospone, lleva el mismo problema un poco más lejos; no obstante, el “por qué” se puede volver a preguntar. 

Los hinduistas dicen que tú hiciste algo equivocado en una vida pasada.  Pregunta por qué, y entonces tendrán que ir a otra vida pasada.  Tú preguntas entonces por qué y el  mahatma se enojará mucho y dirá: “¡Para!  Te has pasado de los límites. Éstas son cosas para experimentar, no para preguntar por ellas”.  Qué sentido tiene decir: “He hecho algo equivocado en mi vida pasada.  ¿Por qué?  Luego eso significa que hice también algo malo en otra vida.  ¿Por qué?  ¿Por qué algo equivocado en mi primera vida?”.  Es inútil.  Pero si en Oriente la religión se volvió un consuelo, en Occidente está pasando lo mismo con el psicoanálisis: éste se está convirtiendo en un consuelo.

El psicoanálisis es casi una compulsión obsesiva por analizar todas y cada una de las cosas y por encontrar la causa de ellas. En Estados Unidos, particularmente, se ha vuelto casi una neurosis colectiva; todo el mundo va al psicoanalista o al psiquiatra; cualquiera que pueda permitírselo. 

Los que no visitan al psiquiatra son los pobres, los que no pueden permitírselo.  Cuando las señoras se encuentran en los clubes, hablan de su psiquiatra, de lo que han dicho y de lo profundo que es su análisis.  Y todo queda reducido al denominador más bajo.  Si le preguntas al psicoanalista: “¿Cuál es la causa de que exista este loro?”, él dirá: “El lodo”. Si tienes experiencias espirituales, ¿cuál es la causa?  Él dirá el sexo, al lodo, al denominador más bajo.

Pero estas cosas ayudan en cierta forma.  Si te das cuenta de que todos estos  mahatmas  que experimentan samadhi no experimentan otra cosa que la sexualidad, la sexualidad sublimada, te tranquilizas.  Entonces ya no tienes que preocuparte por eso, no tienes necesidad de buscarlo; no es más que sexualidad sublimada, y tú estás bien donde estás. 

Si el Buda logró la felicidad, esto no es más que una fantasía sexual, así que no hay nada equivocado: puedes seguir leyendo tu Playboy y disfrutar de tus fantasías sexuales, porque la experiencia de Buda no fue otra cosa que una fantasía sexual sublimada.  Consuelos…

Me han contado un relato de la Segunda Guerra Mundial, que trata sobre un cura que predicaba una y otra vez a las tropas sobre la predestinación.


El cura les decía a los soldados que no se preocuparan por su futuro o su destino en el campo de batalla, porque si estaban predestinados a morir la bala daría en el blanco, sin importar donde estuvieran.  O, por otro lado, si tenían que salvarse, ninguna bala les tocaría.

Un poco más tarde, en el calor de la batalla, con las balas silbando a su alrededor, el cura se arrimó corriendo al árbol mayor y más cercano.  Un soldado que se ocultaba detrás de él le preguntó al cura por los sermones sobre la predestinación y la razón por la cual él mismo buscaba ahora refugio. 

“No has entendido del todo los principios y teorías sobre la predestinación” –replicó el cura-.  “Yo estaba predestinado a correr y a esconderme detrás de este árbol.”

Explicaciones y más explicaciones… consuelos ingeniosos… sitios para ocultarse.

La vida se tiene que enfrentar.  Es áspera; produce mucho dolor, pero el dolor se tiene que enfrentar.  Hay infelicidad: se tiene que enfrentar, hay que pasar por ella sin explicaciones y sin consuelos.  Si puedes vivir tu vida sin teorizar sobre ella, directamente, inmediatamente, momento a momento, un día, llegarás a esa fuente de gozo que no es consuelo, que es contentamiento.  ¿Y cuál es la diferencia?  Contentamiento es un estado positivo de tu ser, el consuelo es simplemente negativo.  Tengo un ojo; otros ni siquiera tienen uno, eso me consuela.  Soy desgraciado; hay otros que son todavía más desgraciados, eso me consuela.  Soy joven; otros ya están viejos, eso me consuela.  Estoy viejo, otros han muerto jóvenes, eso me consuela.  Consolaciones y consolaciones, pero todas vacías.






Confucio cree en el consuelo.  
Lieh Tzu cree en el contentamiento y la diferencia entre ambas posturas se tiene que recordar.  La satisfacción llega sólo cuando no comparas, cuando simplemente estás dentro de ti mismo, totalmente contigo mismo, centrado, arraigado.  Y al estar en tu ser, te das cuenta de repente de que el todo es tuyo y de que tú eres parte del todo; no estás separado.  El ego ha desaparecido, te has vuelto universal.  En ese momento hay un gran contentamiento, una gran bendición, pero esa bendición, ese contentamiento no viene de una racionalización, viene de una realización: ésa es la diferencia.

El consuelo es una racionalización, el contentamiento es una realización.

Por tanto, hay tres estados mentales: el descontento, que es un estado de comparación; te comparas con los que tienen más que tú, entonces surge el descontento.  Alguien tiene un hermoso automóvil y tú vas a pie, eres un peatón, entonces estás descontento.  El segundo estado es el consuelo.  Eres un peatón y ves a un mendigo que no tiene pies: te comparas con alguien que tiene menos que tú, pero de todas maneras te comparas.
El descontento es una cara de la moneda; el consuelo, el mal llamado “contentamiento” es la otra cara de la misma moneda. Y el nombre de la moneda es “comparación”.  
Cuando te deshaces de la moneda por completo, del consuelo y el descontento, de todo, entonces te encuentras de pronto en un estado de no comparar.  Éste es el verdadero contentamiento. Entonces no haces comparaciones sobre quién tiene más, quién menos.  En realidad no es ya un asunto de tener, es un asunto de ser. El tener nunca ayuda.  Puedes tener todo lo que desees, pero nadie ha realizado su vida poseyendo.

Ahora bien, hay tres tipos de personas: los que poseen, los mundanos y los que renuncian, los no mundanos. 
Los primeros y los segundos no se oponen entre sí, aunque así lo parezca.  Los primeros creen que al poseer más obtendrás la felicidad, los otros creen que al no poseer más obtendrán la felicidad, pero ambos creen en el poseer.  El tercer tipo es de una dimensión totalmente diferente: la del ser; ni poseer ni no poseer.

Éste es el sentido que le doy al sannyas.  No seas mundano, no seas no mundano.  No te compares con los que poseen más, no te compares con los que poseen menos.  No te compares. Simplemente se como eres… admite tu estado de ser.  Se, y ese estado de ser traerá una tremenda alegría, y esa alegría será una, no muchas, y esa alegría no tendrá motivo alguno, será inmotivada, será simplemente como la salud, como el bienestar.

Había una vez un hombre solitario y desgraciado.  Se dirigió a Dios diciéndole:

-Dios mío, envíame una hermosa mujer; estoy muy solo, necesito compañía.

Dios se echó a reír y le dijo:

-¿Y por qué no una cruz?

El hombre le contestó muy enojado:

-¡Una cruz!  ¿Para qué?  ¿Tengo aspecto de querer suicidarme?  Sólo quiero una mujer hermosa.

Le fue concedida entonces una mujer hermosa, pero pronto se volvió todavía más desgraciado que antes.  La mujer era un martirio constante.

Él volvió a rezar nuevamente diciendo:

-Dios mío, envíame una espada.

Su plan consistía en matar a la mujer y liberarse de ella; anhelaba poder regresar otra vez a los agradables viejos tiempos.

Pero Dios se echó a reír nuevamente y le dijo:

-¿Y la cruz, qué?  ¿Te la envío ahora mismo?

El hombre se puso furioso y le dijo:

-¿No crees que esta mujer ha sido más que una cruz?  Por favor, envíame sólo una espada.

Así que apareció la espada.  Mató a la mujer, fue descubierto y se le condenó a ser crucificado.  Le rezó a Dios y le dijo mientras reía a carcajadas:

-Perdóname, Dios mío, por no haberte escuchado.  Tú hablaste de enviar esta cruz desde el propio comienzo.  Si te hubiera escuchado me habría ahorrado muchos problemas innecesarios.
El mundo, el otro mundo, la vida de matrimonio y la vida del monje… tantas complicaciones.  Si escuchas al Tao, entonces el mensaje es muy simple.  Permanece arraigado en tu ser y te salvarás de todos los problemas que trae el poseer y de todos los problemas que trae el no poseer.  Tú simplemente se.  Ser es la meta del Tao.

Y se debe entender una cosa más: siendo, tú ya eres. 
No hay un llegar a ser; no tienes que llegar a ser; lo que es ya está ahí, lo llevas dentro de ti.  Sólo debe permitírsele que se abra para que el perfume se libere al viento, y ésta es la verdadera canción, el gozo.

El hombre iba cantando, pero el canto era aparente, nada más; provenía del consuelo, no era un canto verdadero.  El hombre tocaba un instrumento, pero la música no era de verdad, porque la verdadera música viene únicamente cuando estás profundamente arraigado en ti mismo.  Entonces tú te conviertes en el instrumento y el todo toca en él.

Recuerda, si buscas consuelo lo encontrarás, pero es una falsa moneda, confortable, conveniente, es como una droga. Empiezas a beber pero continúas siendo infeliz.  La desdicha no cambia, pero al beber empiezas a olvidarte de ella. 
El consuelo es una especie de intoxicación; además, nada cambia, porque la puerta que lleva a la desdicha permanece abierta; tú sigues comparando.  La comparación es la causa fundamental de la desdicha.  Al no ser comparativo, al no ser ni más alto ni más bajo, al ser tú mismo simplemente, al no pensar en relación con otros, al pensar sólo en términos de tu tremenda soledad, llegas a ser feliz.

Una vez me contaron una historia:

Había una mujer que tenía un cuerpo extraordinario.  Era deliciosa, bien desarrollada, tenía las medidas perfectas.  Pero con todos estos dones contrajo una neurosis a causa de los mirones.

-¿Qué medidas tomas para evitar la calamidad? –le preguntó su psiquiatra.

-Pues mantengo las persianas bajadas, pongo barrotes en las ventanas y siempre me desnudo detrás de una mampara.

-¿Y cómo consigues impedir que los chicos miren a través del ojo de la cerradura?

-Pues dejo la puerta abierta.

Efectivamente, si dejas la puerta abierta, nadie puede espiar por el ojo de la cerradura, pero la puerta está abierta, ¿entonces de qué sirve?  El consuelo es así: como la puerta que permanece abierta, porque el consuelo depende de la comparación, y la infelicidad también depende de la comparación.  
Por tanto, la puerta está abierta, pero tú llegas a estar cada vez más intoxicado con el consuelo, cada vez más sofocado con tus propias teorías, con tus racionalizaciones, cada vez más aislado. Oculto detrás de tus amortiguadores, no te encuentras con la vida.  Deja la comparación.

Ahora bien, esta parábola, si se lee ordinariamente, te dejará la impresión de que Lieh Tzu no está diciendo nada en contra de Confucio.  Ésta es la forma que tienen los taoístas de decir las cosas; son personas muy sutiles. 
Lieh Tzu no ha pronunciado una sola palabra en contra de Confucio, pero ha demolido toda la filosofía confuciana. 
En consecuencia, cuando leas estas parábolas vas a ver que no son simples.  Simples lo son, en cierta forma, pero muy profundas.  Tienes que sumergirte a fondo, tienes que excavar, tienes que adentrarte en ellas y conocer la diferencia entre disciplina y espontaneidad.


Si algo viene de la disciplina, el Tao está en su contra.  Si algo viene de la e
spontaneidad, el Tao está a su favor.  El Tao es espontaneidad, el Tao es “lo que es”, el Tao es una aceptación tremenda de lo que hay.  Y en esa aceptación uno florece.
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