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lunes, 3 de agosto de 2015
Sal del teatro…
Sal del teatro…
Imagínate dentro de un teatro, ahí, actuando en las tablas del escenario.
En el escenario están esos personajes que, dependiendo del momento de tu vida, podrían ser tus padres, hermanos, amigos; o tu jefe y tus compañeros, o la pareja cuando la hay… Y tú.
La idea en este teatro es lograr vernos desde una butaca, tranquilamente sentados, y no sólo en la acción del escenario. Al principio de este ejercicio podemos ver la escena del momento presente, sin vernos a nosotros mismos, solo viendo en escena a los demás, actuando. Con un poco de esfuerzo, a continuación, uno logra, además de estar presente en el escenario, salir de las tablas y también verse desde la butaca. Llegar a esta sutil observación, es haber dado un enorme paso en nuestro mundo interno.
Todo lo que te estoy comentando, hay que hacerlo en plena acción, en el momento, claro. No en nuestra cama o sofá cuando acabó el día..., no, sino en plena Acción, cuando lo vivimos, en cualquier momento. Logramos más fácilmente dicha observación instantánea cuando ralentizamos el ritmo de nuestras vidas estando más en el aquí ahora, manteniéndonos en calma y amor hacia uno mismo.
Cuando uno por fin lo logra, puede 'decir' que empieza a ver con sus dos ojos y oír con tus dos orejas. La idea es simple, es observar mientras estamos haciendo y hablando. Todo se ve con distancia y tranquilidad cuando estamos confortablemente sentados, observando desde la butaca, y no inmersos en las a veces violentas acciones del momento de ahora.
Más adelante, cuando uno ha perseverado y, por fin, ve y escucha con más claridad, decide qué hacer con ese teatro: si salir o quedarse actuando.
Hay teatros de los cuales uno ha de salir cuanto antes mejor. Son esos en los cuales sentimos un malestar, un bajón energético y desamor... De esos teatros hay que huir, no sirve ni observar desde la butaca, o sí, pero sólo para quedarse apenas un rato, lo justo para darse cuenta. Luego, hay que abandonarlo, salir a la calle libres para poder abrimos al mundo de posibilidades y vivir otras maravillosas cosas.
También es cierto que hay teatros difíciles de dejar, como los del trabajo, la familia… Creemos que no podremos salir de algunos de esos porque, por ejemplo, es papá, mamá, o quien sea en la familia… Y pensamos que eso no se hace, que nuestra obligación es quedarnos, aunque sentimos que no queremos. Obligarse a ser o actuar como los demás quieren, como le gusta a papá, mamá, al jefe, pareja, etc., es desgastar nuestra vida, es como tirarla a la basura.
Si uno por obligación (dinero) ha de estar en las tablas del escenario de algún teatro laboral, se puede quedar mientras todo vibre bien, sienta respeto y todo fluya bien. Pero si uno no se encuentra a gusto, ha de intentar no perder nunca la perspectiva de buscar posibles salidas, y saber quién es quién, viendo con claridad a los personajes de esa pieza teatral laboral; evitando dejar que le chupen la energía; siendo uno mismo, tal y como es.
Recordemos que todos los personajes de nuestros teatros son nuestros queridos maestros, y mientras no logremos ver el mensaje que nos tienen que dar, ahí nos quedaremos, sufriendo en pie... Cualquier encuentro es mágico y beneficioso aunque sea muy difícil de llevar. El plan es lograr siempre observar para qué estoy viviendo esa situación, dar las gracias por ello sin caer en la esclavitud ni la dependencia. El resto, siempre se nos ha dado por añadidura.
Mucho ánimo para tod@s os deseo.
J.Marcos Boyer.
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