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lunes, 31 de agosto de 2015

¿Cómo hallar la Luz? Nos habla Osho



¿Cómo hallar la Luz? Nos habla Osho
El estar constantemente centrado en la Iluminación interior y en el infinito néctar interno es el baño preparatorio para la adoración.
Por lo tanto, ¿cuál es la manera de entrar en ella y cómo mantenerse centrado? ¿Cómo alcanzarla? ¿Cómo hallar esa luz?
Dos o tres cosas. Una, siempre que afirmas que existe la luz, ¿qué quieres decir? Yo digo, «La habitación está iluminada» ¿Qué quiero decir con ello? Quiero decir que puedo ver.
Nunca se ve la luz, sólo se ve lo iluminado. Puedes ver las paredes, no la luz; puedes verme a mí, no la luz.
Se ve lo que se ilumina, nunca a la luz en sí misma, porque la luz es tan sutil que no se puede ver.
No es un fenómeno evidente. Por eso inferimos que la luz existe. Es una inferencia, no un conocimiento del hecho. ¡Es sólo una deducción! Debido a que soy capaz de verte, deduzco, asumo, que existe la luz. ¿Cómo voy a verte sin luz?
¡Nadie ha visto la luz ! ¡Nadie! Y nadie la verá nunca. 
Pero empleamos las palabras «Veo luz» y con ello significamos que «Veo cosas que no podrían ser vistas sin luz». Cuando dices que hay oscuridad, que no hay luz, ¿qué quieres decir? Tan sólo que «Ahora no puedo ver las cosas». 
Cuando no puedes ver los objetos, deduces que no hay luz. Cuando puedes ver los objetos deduces que hay luz. De modo que la luz es una inferencia incluso en el mundo exterior, externo. Por esto, cuando uno tiene que entrar, cuando uno está listo para ir hacia adentro, ¿qué queremos decir con luz?
Si puedes percibirte a ti mismo, si puedes verte a ti mismo, eso significa que ahí hay luz. Es extraño pero nunca pensamos en ello. Toda la habitación está a oscuras, no puedes afirmar que haya algo en ella, pero si puedes afirmar una cosa: «Yo existo». ¿Por qué? Tampoco te ves a ti mismo. La habitación está totalmente a oscuras, nada se puede ver, pero sobre una cosa estás seguro y es de tu propio ser. No hay necesidad de pruebas, no hay necesidad de luz. Sabes que existes, sientes que existes. Ahí debe de haber una sutil claridad. 
Puede que no seamos conscientes de ella, podemos ser inconscientes o muy escasamente conscientes, pero está ahí.
De modo que dirige tu mirada hacia adentro. Cierra todos tus sentidos de modo que no exista una percepción de ninguna luz exterior. Penetra en la oscuridad, cierra tus ojos e intenta ahora entrar, ver en ella. En primer lugar puede que percibas sencilla-mente oscuridad; es debido a que no estás acostumbrado a ella. 
Sigue penetrando. Intenta mirar en la oscuridad en que estás metido. Penétrala y poco a poco irás percibiendo muchas cosas dentro. Una iluminación interior comienza a funcionar. 
Puede ser tenue al comienzo. Comenzarás a ver tus pensamientos porque los pensamientos son objetos interiores. ¡Son cosas! Comenzarás a tropezar con los muebles de tu mente.
Allí hay muchos muebles, muchas memorias, muchos deseos, muchas pasiones insatisfechas, muchas frustraciones, muchos pensamientos, muchos pensamientos-simiente, muchas cosas . Cuando empiezas a percibirlas, intenta primero penetrar la oscuridad. Entonces una lucecita comenzará a manifestarse y te volverás consciente de muchas cosas. Es como cuando entras repentinamente en una habitación a oscuras: no eres capaz de distinguir nada. Pero quédate ahí. Acomódate a la oscuridad, deja que tus ojos se acomoden a la oscuridad. Los ojos han de adaptarse, y eso lleva tiempo. Cuando vienes del exterior, de un jardín iluminado por el sol a tu habitación, tus ojos han de reajustarse a sí mismos. A tus ojos les llevará un poco de tiempo, pero se adaptarán.
Si uno emplea constantemente sus ojos para ver las cosas que tiene cerca, por ejemplo si uno lee sin cesar, se vuelve corto de vista porque un exceso de visión de cerca fija el mecanismo de los ojos. Por eso cuando quiere ver una estrella lejana, no puede verla porque el mecanismo se ha encasquillado. No es flexible. Lo mismo ocurre en el interior: debido a que hemos estado mirando al exterior continuamente, durante vidas, el mecanismo se ha quedado fijo y no podemos mirar hacia adentro.
Pero inténtalo, haz un esfuerzo, mira en la oscuridad.
No tengas prisa, porque el mecanismo ha sido fijado durante muchas vidas. Los ojos han olvidado completamente el mirar hacia adentro. Nunca los has empleado para este propósito. Mira pues dentro de la oscuridad, observa la oscuridad y no te impacientes. Penetra la oscuridad, continúa penetrándola y al cabo de tres meses serás capaz de ver en su interior muchas cosas que nunca hubieras pensado que estuvieran allí. 
Y ahora, por primera vez, tomas consciencia de que los pensamientos son sólo objetos. Y cuando te vuelves consciente, puedes colocar un pensamiento donde tú quieras. Si quieres expulsarlo, puedes expulsarlo.
Pero ahora no eres capaz de expulsarlo. Ahora no eres capaz de eliminar ningún pensamiento porque no eres capaz de agarrarlo. Desconoces incluso que sea un objeto que puede ser cogido y puede ser expulsado. No sabes en dónde están localizados; no sabes de dónde vienen. 
Todo el mundo dice, «No quiero tener miedo; no quiero enojarme». Pero no pueden hacer nada por evitarlo porque desconocen de dónde proviene esa ira, cuál es su raíz, dónde tiene esa ira su reserva, dónde se acumula esa ira. Desconoces sus raíces.
Todo pensamiento es un objeto. Tiene una reserva acumulada. Por eso, cuando un pensamiento llega, es sólo como una hoja de un gran árbol. No puedes cortarla y tirarla pues otra hoja brotará. Las raíces están ahí; el árbol está ahí. Cuando te vuelvas consciente, incluso sólo un poquito, de que los pensamientos están ahí, de que los deseos están ahí - la ira, la pasión, la lujuria - de que todo está ahí, no empieces a combatirlo. Tan sólo obsérvalos, porque con el observar te volverás más consciente, y con el luchar nunca te volverás consciente. No luches, ¡observa! «Observar» es la palabra, el mantra. Observa sin descanso, y cuanto más observes, más empezarás a sentir que la luz está ahí. La luz está ahí, sólo que tus ojos han de adaptarse.
¡Observa! Con el observar, los ojos se acomodarán. Y cuando haya más luz y todo se vuelva claro, cuando no haya un rincón oscuro, te volverás el amo de tu mente. Podrás excluir lo que quieras, podrás reordenar como quieras. Y una vez te vuelvas el amo de tu mente, te volverás consciente de dónde es que proviene la luz, de dónde está su origen. El sol no está ahí, está afuera. No has ni tan siquiera encendido una vela, y todo se ha iluminado. ¿De dónde proviene esa luz? Primero te darás cuenta de las cosas que son iluminadas, luego te volverás el amo de los objetos de tu mente y luego empezarás a ser consciente de dónde proviene esa luz, de cuál es su fuente. Empezarás a ser consciente de una flor floreciendo. Luego empezarás a ser consciente de dónde proviene esa luz. Entonces podrás conocer el sol.
Tendrás que proceder únicamente de un modo indirecto, desde un objeto iluminado hacia la fuente de la luz. De nuevo la luz no es lo que se ve; de nuevo verás al sol. Empieza primero por percibir los contenidos de la mente. Luego, más y más, la mente se irá aclarando. Luego tomarás consciencia de dónde procede esa luz. Justo en el centro de la mente está su origen. ¡Entonces entra en el origen! Ahora podrás olvidarte de la mente, tú eres el amo. Podrás decir a la mente: «¡Detente!» y la mente se detendrá.
La consciencia es necesaria para ser el amo. Nunca intentes lo contrario: primero ser el amo y luego ser consciente. Nunca funciona, nunca puede funcionar así. Eso no es posible.
Sé consciente, y el convertirte en el amo llegará. Te vuelves el amo. Entonces acude al origen, entra en el origen de dónde procede esa luz. ¡Ve! ¡Entra en la Iluminación! Esa entrada en la Iluminación es el «baño». Te has vuelto el amo de tu mente. Ahora puedes convertirte en el amo de la vida misma; ahora puedes convertirte en el amo de la consciencia misma. Y una vez bañado en esa Ilu-minación, en esa fuente de luz, serás capaz de contemplarte a ti mismo en tu eternidad. En este instante, todo el pasado y el futuro estarán ahí. Este instante es eterno. Eres tan puro que el tiempo en su totalidad se junta en ti. El pasado purificado crea un futuro purificado, y este momento se vuelve eterno.
Observa, sé consciente, observa en profundidad los conte-nidos de la mente. Entonces te harás consciente del origen; luego entra en el origen. 
Es pavoroso, porque todo lo que has conocido como ti mismo, morirá. Este baño es una muerte, una perso-nalidad, todo morirá, porque la personalidad, la identidad, el ego, todos están en el polvo, en el polvo acumulado alrededor de tu ser. 
Sólo el ser permanecerá sin nombre ni forma. Y este sutra dice que este es el baño preparatorio. Sólo ahora eres capaz de entrar, y sólo hasta aquí tienes que esforzarte. En el instante en que eres purificado, en el instante en el que has atravesado este baño, en el instante en que los karmas se han disuelto, no necesitas ya hacer ningún esfuerzo.
Desde ese punto, Dios se convierte un campo gravitacional. Has entrado ahora en el Campo de la Gracia. Es lo mismo que la gravitación en la Tierra, pero has de entrar en el campo. Para las naves espaciales tenemos que hacer un arreglo fundamental: deben desprenderse de la atracción de la Tierra, salirse del campo de gravedad. Trescientos veinte kilómetros alrededor de la Tierra, envolviéndola, está el campo. Si estás bajo la acción del campo serás traído de regreso. Si traspasas los trescientos veinte kilómetros, la Tierra deja de poder influenciarte.
Lo Divino no puede tirar de ti al menos que estés totalmente puro, a menos que te vuelvas luz. Entonces, con igual velocidad, entras en lo Divino. De modo que esta entrada en la luz es el último esfuerzo. Una vez has sido purificado comienzas a gravitar. No necesitas moverte, eres atraído. Esta gravedad se conoce como Gracia: la fuerza de gravedad de lo Divino es la Gracia. La Gracia no es realmente una ayuda, ¡no! Es sólo una ley. Dios no otorga la Gracia solamente a algunos, no es así. No es parcial. La Tierra no es gravitacional únicamente para algunos. En el instante en que entras en el campo, la ley empieza a hacer su trabajo.
No digas pues que Dios otorga la Gracia, no digas que Dios es generoso, no digas que tiene compasión. No es cierto. Dios significa «La Ley de la Gracia». La ley comienza a operar. Una vez entras en su campo, la ley comienza a operar. Una vez te conviertes tú mismo en la luz, la ley comienza a trabajar y tú comienzas a gravitar.
Dije que la luz es la base de la vida. Incluso la ciencia coincide en esta frase. La ciencia acaba en este punto, no hay más allá para la ciencia. La religión tiene un más allá porque la religión dice que incluso más allá de la luz se halla la Existencia.
Otra cosa: la luz existe, por eso la luz posee dos cualidades: que es luz y que es existencia. Aun la luz no es lo supremo, pues posee dos cualidades: luz y existencia. La religión dice que la existencia puede darse sin luz, pero que la luz no puede darse sin existencia. Así que hay un paso más: la religión dice, «Dios es pura Existencia». Por eso, para la gente realmente religiosa, esta palabra o esta frase de «Dios es», es una falacia porque «Dios» y «es» significan lo mismo.
Una mesa «es», pero decir «Dios es» no es correcto. El hombre «es» porque puede «no ser», así que el hombre y «ser» son dos cosas concatenadas. Pero pueden ser separadas. 
Pero «Dios es» no es correcto porque Dios quiere decir «ser».
O sea, es tautológico, repetitivo. Decir «Dios es» es tan absurdo como decir «Es es» o «Dios Dios». «Dios es» significa lo mismo que «Dios Dios» o «Es es». No tienen sentido, son absurdas.
El «ser» es Dios. Por eso la religión lo reduce aún más y dice que cuando entras en la luz, entras en el «Ser», en la Existencia, en Eso. De modo que la luz es el aura de Eso. Cuando entras en la luz, entras en el aura. Pero en el instante en que entres en el aura serás succionado sin dilación. ¡Sin dilación!
Y ahora otra cosa. Dije que la luz se mueve a la más alta velocidad posible: 300.000 km por segundo. ¡Cuánto avanza la luz en un sólo segundo, en un minuto, en una hora, en un año! La unidad con la que los físicos miden su movimiento es el año luz. Un año luz significa la distancia que recorre la luz en un año a esta velocidad. Todavía esto es un movimiento en el tiempo. Es muy rápido, pero aún así a la luz le toma tiempo el desplazarse. Como dije, la luz no requiere de medio alguno, no necesita ningún vehículo, no necesita energía prestada, pero aún así la luz requiere de tiempo. Así para la religión, la luz necesita de algo sin lo cual es incapaz de desplazarse. Por eso la luz aún depende del tiempo.
La religión dice que debemos ahondar aún más para encontrar algo que no requiera ni siquiera de esa dependencia del tiempo. Para nosotros eso no tiene sentido. ¿Cómo se va a mover la luz sin medio alguno? Pero la ciencia afirma que se mueve. 
Y es así. La religión dice, «No te alteres. ¿Cómo puede existir Dios sin tiempo?» El «es», y Dios se mueve sin tiempo; la consciencia se mueve sin tiempo.
La luz posee la velocidad más elevada según las mediciones de la ciencia, pero en cierto modo es la más alta debido a que no puede decirse que la Existencia posea una mayor velocidad.
En realidad la Existencia se mueve sin depender del tiempo. 
No es cuestión de velocidad. No podemos decir cuanto se mueve en un segundo. El movimiento es absolutamente absoluto. 
No hay intervalo. 
Por eso cuando uno penetra en esta Iluminación, es succionado. Incluso la palabra «succionado» requiere de cierto tiempo para ser pronunciada, pero el mismo fenómeno de ser succionado es intemporal.
Cuando digo «succionado», conlleva un tiempo, se pierde un tiempo. 
Pero, en realidad, cuando alguien entra en la Iluminación, no se requiere ni ese tiempo. No hay un intervalo. Eres succio-nado y más allá de esa luz está Dios, el templo. Esta luz únicamente te baña, te purifica, como un fuego.
Te purificas. Y en el instante en que eres purificado: la entrada, la explosión.
Con la luz te vuelves inmortal, pero todavía percibes. Percibes que has penetrado en la inmortalidad. Pero al entrar en Eso, en el «ser», no percibes ni tan siquiera la inmortalidad. La vida y la muerte carecen ahora de sentido, sólo existe el «ser». 
Tú «eres», sin condiciones. 
Esa condición de «ser» es lo Supremo para la religión.
La luz es el campo, la mente está alrededor del campo y nosotros estamos alrededor de la mente, vivimos fuera de la mente. Por eso uno ha de entrar en la mente, luego en la luz y luego en lo Divino. No obstante nos mantenemos vagando alrededor, fuera de la mente. Este estado de estar siempre fuera de casa se ha vuelto un hábito fijo. Nos hemos olvidado de que vivimos en la terraza. Es cómodo, la terraza es un sitio cómodo para estar afuera. Por eso es por lo que nos hemos quedado ahí: es cómodo. Podemos desplazarnos por el exterior siempre y, puesto que nuestros deseos y nuestra mente están siempre en el exterior, vivimos en la terraza. De modo que en cualquier momento, a cualquier oportunidad de irnos, nos vamos.
Hemos olvidado el que hay un hogar y que este salir afuera es convertirse en un mendigo. Entrar en la casa significa que has de girar la vista ciento ochenta grados y que has de utilizar tus ojos de una nueva manera, y que tendrás que atravesar una noche oscura. Tan sólo debido a un hábito fijo.
Los místicos cristianos han hablado mucho sobre «la noche oscura del alma». Esta es la noche oscura, debido a que nuestros ojos están fijos. Como dije, uno se vuelve miope, otro se vuelve hipermétrope. Y si continúa mirando a lo lejos, se vuelve incapaz de ver de cerca. Y si continúa mirando cerca, se vuelve incapaz de ver a lo lejos. Los ojos se vuelven fijos. 
Se vuelven mecánicos, pierden flexibilidad. Así como unos se han vuelto mío-pes y otros hipermétro-pes, nos hemos vuelto «externo-pes». Hemos de desarrollar la «interiorización» (*).
Puede que conozcas la palabra «interiorizar», pero puede que nunca hayas oído la palabra «externo-pe». 
Sabes que es «interio-rizar», pero carece de sentido a menos que entiendas que significa «externo-pe». Nos hemos vuelto «externo-pes», fijos en lo externo; hemos de desarrollar el «interno-pe», la interiorización. Siempre que tengas tiempo, cierra tus ojos, cierra tu mente al exterior y trata de penetrar en ella. 
Al comienzo te hallarás en una noche oscura. No habrá nada más que oscuridad. No seas impaciente. Espera y observa y poco a poco la oscuridad se irá disipando y serás capaz de percibir muchos fenómenos internos. Y únicamente cuando te vuelvas consciente del mundo interno, sólo entonces podrás darte cuenta dónde está el origen de donde procede esta luz. Entonces entra en el origen. A esto los Upanishads le llaman «el baño».
¡Cuán estúpida es la mente humana! Lo ritualizamos todo y se pierde el significado. Sólo permanecen entonces los estúpidos rituales. Así nos bañamos antes de acudir al templo. Y no hay ni templo ni baño. El templo está adentro y el baño también. Y este baño, dicen los Upanishads, es el baño en la Iluminación interna.
La luz es en realidad el puente entre lo Divino y el mundo.
Lo Divino crea al mundo al crear la luz. La luz es la primera creación, y luego la luz se condensa y sobreviene la materia; luego la luz crece; digo que la luz crece, y luego aparece la vida; entonces la vida crece y aparece el amor.
Luz, vida, amor, esas son las tres capas. No te quedes en la segunda. O retrocede a las raíces o asciende hasta la semilla otra vez, a las flores. Desciende hasta la luz o asciende hasta las flores. Y hay dos caminos. Uno es el camino del conocimiento. «Conoci-miento» significa descender hasta la luz. Con «Gyana Yoga» el verdadero secreto que se oculta es éste: descender hasta la luz. Y luego está el «Bakti Yoga», el camino de la devoción, que significa ascender hasta el amor.
* N. del T.- Juego de palabras en inglés entre: short-sight=mirar de cerca =miope; far-sight = mirar de lejos = hipermétrope; out sight = mirar hacia afuera, sin equivalente en castellano; e insight= mirar hacia adentro = interiorizar.
Un Buda desciende, una Meera asciende. Un Mahavira baja, un Chaitanya sube. Hablan lenguajes muy contradictorios.
Ha de ser así porque uno habla de ir hacia las raíces, hasta la fuente, y el otro habla de ir hacia las flores, hacia el final, hacia el clímax, hasta la cima. Por una parte están Buda, Mahavira, Patanjali; su lenguaje es árido. Tiene que ser así porque están regresando al origen. No hay poesía, no puede haberla porque no se están dirigiendo hacia las flores. 
Hablan de un modo científico. Un Patanjali habla como un científico: de leyes. Un Buda siempre dice, «Haz esto, y esto sucederá. Al hacer esto, sucede esto otro. Esta es la causa y éste es el efecto».
Hablan en términos muy científicos, hablan en términos de matemáticas, muy áridos. Hablan en prosa, nunca hablan en poesía. No pueden, ¿cómo va ha hablar en poesía un científico? Está escarbando en la fuente. No se preocupa en absoluto de las flores. Está escarbando en profundidad en busca de las raíces. ¿Cómo va a hablar poéticamente? Chaitanya, Meera, hablan un lenguaje distinto. Bailan, cantan porque están ascendiendo hasta las flores. Y la floración no puede suceder sin bailar y cantar, sin celebrar la vida misma. Por eso es por lo que Buda y Mahavira aparecen como anti-vida, porque van hacia las raíces. Y Chaitanya y Meera aparecen como muy afirmativos. Aman la vida porque ascienden.
Ambos caminos alcanzan la misma meta. El tomar uno u otro depende de ti. Si tienes una mente muy científica, matemática, sin poesía es mejor que sigas el que desciende hasta la luz. 
Si posees una mente orientada a la prosa, entonces baja.
Pero si tienes una actitud estética, poética, si eres capaz de bailar y cantar y celebrar, no te dirijas entonces hacia las raíces. Dirígete hacia las flores. Llegarás a lo mismo, porque una vez llegues a las flores alcanzarás la semilla. La flor es de nuevo la futura semilla.
Si bajas a las raíces, te desplazas. Desde la vida, te desplazas. La vida es sólo un puente. Es una fonda, no una meta. Ve a una u otra orilla, pero la vida no ha de ser estática. Debe ser un movimiento más allá de sí misma. A una orilla o a otra, esto o eso.
Básicamente éstas son las dos dimensiones del movimiento. ¡Escoge una! El quid no es cuál es la mejor. Depende de ti, de la que sea mejor para ti. Las dos son iguales. Pero para ti no pueden ser equivalentes. Para ti, una debe de ser preferencial. Depende de ti. Explora cuál es la tuya.
La que denomino poética es ilógica, sensitiva, de la clase emocional que es capaz de amar totalmente, profundamente. La del conocimiento no es emocional, no es del tipo sensitivo. Es lógica hasta la médula. Así algunas personas son lógicas, intelec-tuales, orientadas hacia el conocimiento. Siente la diferencia. Si eres del tipo cognitivo, tu elección es el conocimiento. Si eres del tipo emocional, orientado al corazón, tu búsqueda no es en pos del saber, tu búsqueda es en pos del sentir, del ser. Y ambos son distintos en su comienzo.
Al final son lo mismo, pero al comienzo son diferentes. 
Si acudes a Meera y le dices que éste es el camino para conocer la Verdad, Meera te dirá. «¿Y qué voy a conseguir con conocer la Verdad? ¿Qué ganaré con ello? Quiero amar la Verdad».
Pero, ¿cómo amar la Verdad? Por eso es porque los baktas nunca hablan de la Verdad. Hablan del Amado, hablan del Amigo. ¡Hablan en términos del sentimiento! El decir «Dios es la Verdad» les parece algo matemático. Vinoba dice que Dios debe de ser un matemático. No es que Dios lo sea, sino que la mente de Vinoba es matemática. Su propio amor hacia las matemáticas convierte Dios en un matemático. 
Para un Pitágoras, Dios es un matemático. Depende de ti.
Si sientes a Dios como a un amado, como un amigo, como un amante, si no puedes imaginarte a Dios como la Verdad, entonces asciende, sube en vertical hacia el florecimiento.
Así tu meditación será más creativa. Crea poesía, crea pintura, crea danza, crea cantos, y mediante todos ellos alcanzarás la Iluminación.
Pero si tu inclinación es hacia el conocimiento, el llamar a Dios el Amado es un absurdo. ¡Que quieres decir con ello? ¿Cómo va a ser la Verdad un amante? Llamar a Dios, padre, es un sinsentido. ¡Cómo va a ser Dios un padre? Debe ser la Verdad. Por eso si tu clase pertenece a la cognoscitiva, muévete en vertical: desciende. Sumérgete en las profundidades, no en las alturas. Ve hacia las raíces, hacia la fuente. Cuando alcances tu conocimiento y cuando un bakta alcance lo que siente, llegaréis al mismo centro. Pero un bakta asciende y un gyani desciende.
Este sutra es para aquellos cuya búsqueda es en pos del conocimiento porque los Upanishads pertenecen a la clase que busca el conocimiento. No son para devotos. Pero menciono esto únicamente para que te des cuenta pues, de que a veces, algo puede que te atraiga en gran medida pero puede que no pertenezca a tu tipo. No te dejes engañar. 
La atracción no significa nada. La atracción no significa nada a menos que se de una sintonía interior. Puede que te sientas atraído, pero no funcionará. Debes de empezar a percibir que «Esta es mi inclinación; así es como soy». Entonces no escuches a nadie. Nos creamos mucha confusión unos a otros porque nadie sabe de lo que está hablando.
Si eres una persona inclinada hacia el corazón, no escuches al intelecto, no escuches los argumentos, no discutas. Di tan sólo, «Soy una persona que se inclina hacia el corazón. 
No me importan para nada las explicaciones». 
No escuches los razonamientos porque te confundirán.
Y puede que a veces te sientas atraído porque el opuesto tiene una atracción sexual. Sucede que una persona emocional puede ser influenciada en gran medida por una intelectual, pues carece de esa dimensión, y uno comienza a percibir que aquello de lo que carece es importante. Y tú no podrás convencer a un intelectual, pero él si te convencerá a ti. No puedes argumentar por ti mismo, pero el sí puede por él mismo. Por eso tu ego se siente herido y empiezas a imitar. Dejas de lado tu tipo y puede que, durante muchas vidas, no seas capaz de reencontrarlo porque cuando un proceso comienza es muy difícil el volver atrás.
Y nunca confundas a nadie. Si percibes que alguien es del tipo emocional, no discutas con él aunque esto no te satisfaga. No discutas, no argumentes, no digas nada. Déjalo que se sumerja en sí mismo.
Somos tan violentos que nadie permite a nadie que perma-nezca consigo mismo. Todo el mundo anda en busca del otro, todo el mundo trata de convertir al otro a su propio modo de ser sin saber que puede estar destruyendo una gran posibilidad. Insiste en ser tú mismo. No hay ninguna arrogancia en ello. 
Es una sencilla ley el decir, «déjame que sea yo mismo». 
Pero cuando empiezas a hablar utilizando los términos del otro, antes o des-pués terminarás por ser succionado por ellos.
Por eso si eres del tipo emocional di directamente, «No me importan para nada la lógica u otro tipo de argumentaciones». No discutas, no emplees los mismos términos o el mismo lenguaje. Tan sólo di, «Soy irracional. Tengo fe sin tener una sola prueba, pero la fe me funciona y no necesito más».
Algo fatal le ha sucedido a la mente humana y es que los intelectuales se han declarado a sí mismos como la única clase posible. Han obligado a todo el mundo a aceptar el punto de vista de que son el único tipo correcto y que todos los demás están errados. La educación les pertenece, las escuelas les pertenecen, las universidades les pertenecen.
Crean literatura, crean razonamientos, crean pruebas, contra-pruebas, crean filosofías. Se han vuelto excesivamente dominantes y el tipo emocional se está sintiendo inferior: siente que está de más. En realidad, no hay educación emocional, sólo educación intelectual. Esta no conoce el lenguaje de la emoción, no conoce los argumentos de la emoción, no conoce la lógica del corazón. No conoce nada y por tanto se siente culpable. Si tiene fe, si se desarrolla en amor hacia lo Divino, se siente culpable, siente que está equivocada. Nunca te sientas así. Percibe siempre tu propio pulso, lo que eres, lo que es tu naturaleza; y luego decide. O más bien, deja que tu naturaleza decida.
Esos son pues los dos caminos: o bien ser bañado en la luz interior o ser bañado en el amor interno. Y entonces estarás en el umbral, en los límites dónde la gracia empieza a ejercer su acción. Entra, y halla la fuente, o sal, y descubre al amado.
Recuerda esto también: si has de encontrar la fuente, entra. 
Si has de encontrar al amado, sal. Para buscar las cosas, has de salir; para buscar al amado, también has de salir. La actitud es distinta, pero el movimiento es el mismo. Encontrar al amado quiere decir descubrir Eso en todo lo que te encuentras. Sal y sigue indagando y llegará un momento en que nada queda excepto tu amado. Entonces eres bañado en amor, y éste será el resultado.
O, entra. Si te desplazas hacia adentro puedes descartar hasta la palabra Dios. En los viejos textos de yoga, no se menciona a Dios en absoluto. E incluso en los textos más modernos, se menciona a Dios sólo como medio. Para alcanzar Eso, Dios es mencionado como medio. Y puedes descartarlo; es prescindible.
Por eso un Buda puede culminar sin ningún concepto de Dios, un Mahavira puede llegar sin ningún concepto de Dios, pero una Meera no puede llegar sin concepto de Dios. Un Chaitanya no puede llegar, porque Dios no es algo prescindible si tu camino es el del amor, porque entonces ¿dónde encontrarás al amado?
Pero, ¡muévete! No permanezcas estático en la vida. ¡Ve hacia la luz o hacia el amor!

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