Mindfulness 3-LA NECESIDAD DE ESPACIO MENTAL
¿Cuándo fue la última vez que te sentaste, completamente tranquilo, sin distracciones ni perturbaciones, sin televisión ni música, libros, revistas, comida, bebida, teléfono, ordenador, amigos, ni nada sobre lo que tuvieras que pensar o resolver en tu mente? Si jamás te has ni siquiera aproximado al concepto de meditar, tu respuesta será que posiblemente nunca. Porque normalmente, incluso estando en la cama, solemos seguir atrapados en el proceso del pensamiento. Así que, para mucha gente, la idea de no hacer absolutamente nada le resulta, en el mejor de los casos, aburrida, y en el peor, absolutamente aterradora. De hecho, estamos tan ocupados haciendo cosas todo el tiempo, que ya no tenemos ningún punto de referencia acerca de lo que significa permanecer en calma, simplemente descansando la mente. Nos hemos convertido en adictos a «hacer cosas», incluso si se trata solo de pensar. Así que no es nada sorprendente que sentarse en silencio y sin distracciones pueda hacerte sentir al principio como un marciano.
Ejercicio 1: No hacer
Inténtalo ahora. Sin moverte de donde estés sentado, cierra el libro y colócalo sobre tu regazo. No necesitas sentarte de ninguna forma especial, simplemente cierra suavemente tus ojos y permanece sentado durante uno o dos minutos . No pasa nada si un montón de ideas vienen a tu mente; por ahora, simplemente deja que vengan y se vayan solos , pero observa lo que se siente permaneciendo en calma, sin hacer nada, solamente durante uno o dos minutos .
¿Qué tal ha ido?
Quizá te haya parecido muy relajante no hacer nada.
O quizá hayas sentido la necesidad de «hacer» algo, incluso dentro del mismo ejercicio.
Quizá hayas sentido la necesidad de concentrarte en algo, de mantenerte ocupado de algún modo. No te preocupes; esto no es un examen, y habrá muchas cosas en las que tenerte ocupado cuando lleguemos a la meditación. Pero pienso que es beneficioso, incluso en estas primeras etapas, darse cuenta del hábito de desear hacer algo todo el tiempo. Si no has experimentado la necesidad de hacer algo, entonces quizá quieras repetir el ejercicio una vez más, pero en esta ocasión durante unos minutos más.
No estoy sugiriendo que haya algo malo en ver la televisión, escuchar música, tomarse una copa, ir de compras o salir con los amigos. Al contrario, todas esas son cosas que están ahí para que disfrutemos de ellas. Simplemente es útil reconocer que proporcionan una cierta cantidad de felicidad temporal, más que una sensación duradera de espacio mental.
¿Alguna vez has terminado tu jornada laboral hecho un manojo de nervios, con la mente completamente ocupada? Quizá hayas decidido entonces«desconectar» durante la tarde y ver un poco de televisión para sentirte mejor. Si el programa era bueno y estabas distraído, entonces puede que sintieras que te tomabas un respiro de todos esos pensamientos. Pero si no era de tu interés, o había muchos anuncios publicitarios, entonces muy posiblemente esos pensamientos se abrieron paso de nuevo, para surgir aquí y allá.
En cualquier caso, cuando el programa acaba, existe una gran probabilidad de que todos esos pensamientos y sentimientos te inunden de nuevo. Quizá no regresen con la misma intensidad, pero han permanecido allí todo el tiempo, en un segundo plano.
Así es como la mayoría de las personas viven sus vidas, moviéndose de una distracción a otra. En el trabajo se encuentran demasiado ocupados, demasiado distraídos para ser conscientes de cómo se sienten realmente, así que cuando regresan a casa se ven enfrentados de pronto con montones de ideas y pensamientos. Si tratan de permanecer ocupados durante la tarde, pueden no ser conscientes de esos pensamientos hasta que se van a la cama por la noche. Ya sabes cómo es eso; apoyas la cabeza en la almohada y parece como si, súbitamente, la mente pusiera la marcha directa. Por supuesto, los pensamientos han estado allí todo el tiempo. Es solo que, sin distracciones, te vuelves conscientes de ellos. O puede suceder al contrario. Algunas personas tienen vidas sociales o familiares tan atareadas que solo al llegar al trabajo se dan cuenta de lo agotadas que se encuentran, de todos los pensamientos que corretean por su mente.
Todas estas distracciones afectan nuestra capacidad de concentrarnos, de actuar y de vivir a un nivel óptimo. No es necesario explicar que si nuestra mente está siempre corriendo de un pensamiento a otro, nuestra habilidad de centrarnos en un punto único se verá también seriamente afectada.
Ejercicio 2: Los sentidos
Tómate otros dos minutos para realizar es te breve ejercicio. Al igual que en el anterior, permanece sentado exactamente donde te encuentras ahora. Después de apoyar el libro sobre tu regazo, concéntrate con suavidad en uno de los cinco sentidos , en esta etapa preferiblemente el oído o la vista. Yo recomendaría usar para el ejercicio los sonidos de fondo, mientras se tienen los ojos cerrados , pero como los sonidos pueden ser en ocasiones algo impredecibles , quizá prefieras mantener tus ojos abiertos y observar un objeto en particular de la habitación en la que te encuentras , o quizá un punto en la pared. Sea cual sea el sentido que elijas , trata de concentrarte en él el mayor tiempo posible, pero de un modo suave y sencillo. Si te distraen los pensamientos o los otros sentidos , simplemente lleva de nuevo tu atención al objeto en el que te estás concentrando y continúa como antes .
¿Cómo te ha ido?
¿Has sido capaz de concentrarte con facilidad, o la mente ha empezado a vagar por otros pensamientos?
¿Cuánto tiempo ha pasado antes de que hayas empezado a distraerte?
Quizá hayas descubierto que eres capaz de mantener una vaga sensación de consciencia, mientras pensabas en otras cosas al mismo tiempo.
Por improbable que parezca, para mucha gente concentrarse en un objeto durante un minuto es un gran logro. Cuando piensas cuánto tiempo necesitas estar concentrado en tu trabajo, en cuidar de tu familia, en escuchar a un amigo o incluso en conducir un coche, ser capaz de concentrarse únicamente durante ese cortísimo período de tiempo puede ser algo bastante preocupante.
REHENES DE LA TECNOLOGÍA
Como si no tuviéramos suficientes formas de evitar lo que está sucediendo en nuestras mentes, ahora tenemos correos electrónicos y redes sociales conectados a nuestros móviles, con lo que ya podemos estar distraídos durante todo el día. Por muy práctico que pueda parecer, esto significa que ahora incluso el más mínimo atisbo de aburrimiento o de incomodidad nos lleva a conectarnos a internet y a permanecer ocupados en algo. Piensa en ello por un momento. ¿Qué es lo primero que haces cada día? ¿Mirar tu buzón de correo electrónico? ¿Quizá enviar mensajes en el Facebook, o comunicarte con tus amigos o compañeros de trabajo a través de Tw itter?
¿Y qué es lo último que haces cada noche, antes de irte a dormir? Si no me equivoco, hay muchas posibilidades de que estés haciendo al menos una de estas cosas también al final del día, si no todas. Es difícil desconectar cuando estás permanentemente enchufado.
Leí una noticia en el periódico sobre un hombre que tenía una adicción tan grave a la tecnología que, aterrado de poder perderse algo importante o quizá de molestar a alguien no contestándole, había acabado durmiendo con su smartphone sobre el pecho. Además, se llevaba su ordenador portátil a la cama con él y dormía con el aparato a su lado, en la cama. Este hombre está casado (al menos, lo estaba) y compartía la cama con su mujer. La ironía es que tenía tal cantidad de información afluyendo a su vida, que a pesar de llevarse el ordenador a la cama, de algún modo perdió un correo electrónico en el que le ofrecían 1,3 millones de dólares por su empresa, que por entonces estaba a la venta. Este puede ser un ejemplo extremo, pero casi todas las personas que conozco se quejan por el agobio que les supone la cantidad de datos electrónicos que hay en sus vidas. Cuando era monje y vivía como tal, solía pensar: «Bueno, simplemente apágalo y no lo uses». Pero viviendo en el mundo y teniendo ahora que adoptar todas esas cosas en mi propio trabajo, puedo ver que no resulta tan fácil como simplemente apagarlo o ignorarlo. Así que en lugar de intentar detenerlo o cambiarlo, necesitamos ver cómo podemos relacionarnos con ello de forma inteligente y sin sentirnos agobiados.
Continuaremos...
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