Dios te habla a través del corazón. Dios no te habla a través de la cabeza.
Y tú lo sabes, porque tanto Dios, como la Vida y todo Aquello que tiene Valor: Se Siente.
Dios te habla todo el tiempo a través de lo que sientes.
Renuncia a la dolorosa separación que supone el creer que se necesita pensar para saber lo que el Espíritu te quiere decir: lo has sabido siempre. No ha existido un solo momento en toda tu vida en el que Dios no haya estado cerca de ti diciéndote lo que es bueno para ti: ni uno solo.
Dios es Vida. Y la Vida corre a través de ti sintiéndose como hambre y cómo satisfacerla, sintiéndose como sed y cómo saciarla, sintiéndose como sueño y cómo atenderlo. Pero aún más allá de todo esto, la vida se mueve a través de ti recordándote que todos somos UNO y que beneficiando a los demás te beneficias a ti mismo, impulsándote a unirte con lo más noble y más profundo de ti, sintiéndose como una especie de “hambre espiritual” que clama por ser saciada. Que puede ser saciada.
Por favor, recuerda esto: puede ser saciada. Podemos unirnos de nuevo con el Gran Espíritu Padre-Madre. Por eso sentimos ese anhelo infinito: porque lo conocemos, porque lo recordamos, aunque sea vagamente; y queremos volver ahí. A la Plenitud.
Y de este anhelo profundo surge nuestra búsqueda de bienestar. Nuestra búsqueda de Trascendencia. Nuestra búsqueda de nosotros mismos.
Aprendemos muchísimos conceptos acerca de nosotros mismos y de los caminos para encontrarnos. Aprendemos tantos conceptos al respecto que pasamos por alto un hecho fundamental: nunca nos hemos perdido. Siempre hemos estado presentes. Y si no nos hemos encontrado es porque hemos buscado en donde no estamos: fuera de nosotros; cuando deberíamos buscarnos dentro.
Estamos separados de nosotros mismos únicamente por la sutil y formidable ilusión de que necesitamos pensar para conocernos. Separados de nosotros mismos y del Espíritu únicamente por la común y dañina ilusión de que debemos pensar algo antes de ponernos en contacto con lo que sentimos.
Hemos admirado tanto el velo que nos hemos olvidado de ver el rostro.
Amiga. Amigo. Siente. Por el amor de Dios: siente. Eres Vida. Estás completo. Estás completa. Eres todo. Sólo ponte en contacto contigo.
No en contacto con tu cabeza cuyos pensamientos cambian y se van como las nubes en el cielo. Fracasaremos en nuestro intento de darle coherencia a nuestro Espíritu a través de un pensamiento que no tiene consistencia. No podemos beber un texto que describe el agua.
Nademos en este océano de Amor. Seamos este océano de Amor.
Dios nos envió con todo lo necesario para reconocer sus mensajes. Lo demás lo adquirimos nosotros. No despreciemos sus banquetes gloriosos por nuestras migajas pordioseras.
¿Cómo escucharemos los mensajes del Espíritu para lograr el bienestar en la vida y la unión con lo Sagrado?
Si me lo permites, quiero compartirte algo que ha resultado de valor para mí:
El CORAZÓN tiene que decidir el ¿QUÉ?
La CABEZA tiene que buscar el ¿CÓMO?
Sólo entonces podemos estar seguros de fluir con el orden cósmico y de hacer aquello que es bueno para nosotros y bueno para los demás.
Si le preguntas a la cabeza qué hacer, la metes en serios problemas y te metes en serios problemas tú. ¿Porqué? Porque la mente no puede decidir. La mente no sabe. La mente sólo repetirá incansablemente lo que le han dicho (mucho de lo cual es contradictorio).
El corazón en cambio es más sabio al decidir. Porque él es el que va a comprobar las consecuencias de la acción emprendida. Y las consecuencias se “sienten”. Y lo que se siente es dominio del corazón. Sólo él puede decidir adecuadamente porque sólo él está unido a la Vida. A la vida que se siente incansablemente. A la vida que se siente todo el tiempo. A la vida que se desenvuelve con un sentir continuo mientras la mente se pregunta confundida qué es lo que está pasando sin conseguir explicárselo nunca.
¿Lo has sentido? ¿La maravilla de la vida moviéndose incluso en el momento más pequeño cuando la mente permanece en silencio, reverente ante la grandeza del Espíritu? Sabes entonces que todo está exactamente en el lugar que debería estar, justo en el momento preciso; que detrás de las apariencias la Vida se mueve haciendo lo que debe hacer, llamándonos para unirnos a ella: llamándonos para unirnos con nosotros mismos…con Dios, dentro de nosotros.
Sabes que no habías perdido nada, sólo habías olvidado dónde estaba; y ahora lo recuerdas. Que sólo tienes que estar atento para percibirte. Estar atento. El milagro de estar presente. El milagro de recordar que para ver sólo hay que abrir los ojos.
¿No caeré en la degeneración buscando sentir toda clase de sensaciones? Puede preguntar el miedo dentro de nosotros mismos. Enviciarse con cualquier cosa siempre es una posibilidad si así lo decidimos. Pero hay un hecho fundamental: las adicciones se sienten mal. Así que, si escuchamos fielmente a la Vida hablándonos a través de lo que sentimos, evitaremos todo aquello que es dañino para nosotros y tomaremos sólo que aquello que es benéfico para nosotros: porque se sentirá.
No estoy hablando de placer y dolor. Estoy hablando de Felicidad.
He sufrido un tanto para comprenderlo:
Quiero Dulzura infinita.
Quiero Paz infinita.
Quiero Dulzura y Paz infinitas para ti también.
Quiero Paz infinita.
Quiero Dulzura y Paz infinitas para ti también.
El Loco
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