HOY, SOLSTICIO DE VERANO ( O LA HORA DE LOS FRUTOS)
“Aquel Sol debilitado que durmiera en el seno de las tinieblas en los meses de invierno, asoma hoy su rostro invencible desde la más alta cumbre celeste. Aquella Luz dominada por las sombras, renacida en el solsticio de invierno al igual que nuestra esperanza, ha logrado una vez más superar el poder de lo obscuro y llenar de Luz todo lo creado. El orden ha vuelto a prevalecer sobre el caos y, todo cuanto fuera semilla en aquél solsticio, ha germinado en obscuridades profundas y se encuentra, ahora, convertida en sazonado fruto.
“Aquel Sol debilitado que durmiera en el seno de las tinieblas en los meses de invierno, asoma hoy su rostro invencible desde la más alta cumbre celeste. Aquella Luz dominada por las sombras, renacida en el solsticio de invierno al igual que nuestra esperanza, ha logrado una vez más superar el poder de lo obscuro y llenar de Luz todo lo creado. El orden ha vuelto a prevalecer sobre el caos y, todo cuanto fuera semilla en aquél solsticio, ha germinado en obscuridades profundas y se encuentra, ahora, convertida en sazonado fruto.
Toda la Naturaleza se convierte en fruto generoso que se ofrece sin pedir nada a cambio. Los campos, otrora yermos, son hoy una alfombra de espigas; los árboles desnudos de invierno, visten sus ramas de alimentos y, todo cuanto nos rodea, expresa a los cuatro vientos la trasformación, la alquimia que ha generado los frutos.
Y nosotros, que creemos ser tan solo inquilinos de esta Tierra pero no parte de ella, observamos el momento como si de un espectáculo se tratara. Y pensamos que esos frutos nos pertenecen porque somos superiores, sin caer en la cuenta de que, en el juego de la Vida, también hay que dar y no sólo recoger; que todos los equilibrios se basan en la cooperación y no en la explotación.
Ha triunfado el Sol sobre las tinieblas de la noche en este repetido momento del solsticio de verano y, una vez más, ha llegado la hora de dar fruto; la hora de participar en la ofrenda generosa de la Vida, a la que tanto pedimos. Nos sentimos, pues, convocados, llamados a participar…
Ojala hayamos sembrado a tiempo, ojala hayamos tenido un sentimiento noble -uno solo- dormido en la obscuridad de nuestro corazón desde aquellas frías noches de invierno, pues si así hemos obrado, podremos sumarnos a la ofrenda de la Vida llevando nuestra aportación, nuestro fruto generoso, tan necesario como el agua o el aire”.
Félix Gracia
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