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domingo, 31 de mayo de 2015

PERDONARSE A SÍ MISMO



Perdonarnos a nosotros mismos produce los siguientes
efectos:
- Nos obliga a desentrañar nuestros procesos internos y a
conocernos mejor.
- Nos demuestra que somos falibles y débiles y que, por
tanto, necesitamos mejorar y nos hace falta el perdón tanto como
a los demás.
- Restaura la armonía perdida entre nuestros vehículos. Nos
hace sentir en paz con nosotros mismos y con los demás.
- Nos hace aprender rápidamente las lecciones derivadas de
nuestras actuaciones, con lo que avanzamos más deprisa en
nuestra evolución.
- Nos obliga a, una vez comprendido lo negativo de nuestra
actuación, esforzarnos por no reincidir.
- Si somos capaces de sentir todo el dolor que hemos
producido, de nuestro átomo simiente desaparece ese acto
nuestro, ya que hemos aprendido la lección que la ley natural
pretendía enseñarnos. Con ello, nuestra estancia en el Purgatorio,
en su día, será más breve. En eso consiste el Ejercicio Diario de la
Retrospección que a todos los miembros de la Fraternidad
Rosacruz se nos recomienda realizar cada noche, antes de
dormirnos, repasando nuestra conducta, en todos los sentidos,
durante la jornada que acaba.
Pero, ojo: Para perdonarnos a nosotros mismos, para que
se borre del átomo simiente del cuerpo físico, son necesarios dos
requisitos: el sincero arrepentimiento y el sincero propósito de
enmienda, más, si procediese, la restitución de lo sustraído. Y,
fijémonos: “arrepentimiento y propósito de la enmienda”. Pero,
¿del acto o de la intención? Está claro que de ésta, porque ello
llevará consigo lo primero.
Y ha de ser así porque no cabe engañar a nuestro átomo
simiente. No sirven la disculpa ni la excusa ni la justificación. El
átomo simiente ha grabado fiel e imparcialmente todo lo sucedido
en nuestro pensamiento y en nuestras emociones así como en
nuestro entorno, con toda exactitud, de modo que nos resulta
imposible ocultar ni falsear nada. Por eso el arrepentimiento ha de
ser sincero, verdadero; y por eso el propósito de la enmienda ha
de ser sincero y honesto. De otro modo, los pecados seguirán en
el átomo simiente y, cuando llegue el momento, en el Purgatorio
tendremos que experimentar todo el daño que hicimos.
Francisco Manuel Nácher

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